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09 dic 20 Camino del Cid 2019. Etapa 3: Montanejos – Sagunto (05/VI/2019)

Esta entrada es la parte 5 de 7 de la serie Camino del Cid 2019

La tercera etapa de nuestro viaje, con la que ya pasábamos el ecuador del mismo, iba a ser una etapa de fuertes contrastes. Íbamos a empezarla en la montaña, y finalizarla en el mar. Empezar fuera de la vía verde de Ojos Negros, y finalizar en ella. Con una primera parte brutal, la subida de la Sierra de la Espina, y una segunda parte relajada, un continuo descenso hasta Sagunto. Y hablando de Sagunto, con final teórico en él, pero en la práctica, en Puerto de Sagunto (y, en realidad, tampoco). La etapa que más había estado temiendo, por la tremenda subida del Puerto de Arenillas con una bicicleta equipada con un único plato de 48 dientes, pero la que me había impulsado precisamente a traerla, para poder rodar cómodamente el resto del recorrido por la vía verde.

Empezamos a rodar un poco antes de las 8 de la mañana, cómo no, en subida, por el casco urbano de Montanejos. Tomamos la CV-195, que ya no abandonaríamos hasta llegar a Caudiel. Salimos con una altitud de 450 msnm, y unos 20 minutos después estábamos llegando a Montán, distante 5 kilómetros de Montanejos. Nos lo tomamos con relativa calma, pues sabía lo que se me venía encima. En realidad, era difícil no verlo, ya que la única salida era la carretera que teníamos, por un puerto de montaña que nos iba a llevar hasta los 900 msnm, en un sistema montañoso con picos que pasaban de los 1.100 metros. Una delicia.

Pasado Montán, teníamos 7 kilómetros hasta llegar al puerto. Tocaba tomárselo con calma, pues la subida, pese a no ser excesivamente dura en ningún momento, tampoco concedía muchos respiros. Fueron 40 minutos de ascenso duro, atravesado, lastrado por las alforjas y machacado por el 48 dientes. Suerte que había sido previsor y había incluido una corona de montaña en vez de la de carreras que suelo llevar habitualmente en esa bicicleta. Si no hubiera hecho así, dudo que hubiera podido subir. Mi padre, con todo, intentaba darme una rueda cómoda que seguir, gracias a su bicicleta eléctrica, pero semejante subida se me estaba atragantando. El peor momento llegó a 2 kilómetros de la cima, donde nos encontramos con una rampa del 11%, que hizo que mi cadencia de pedaleo bajara hasta las 38 rpm, y una velocidad de 3.8 km/h. Vamos, que un peatón iba más rápido que yo. Pero ahí estábamos para sufrir, y tirando de pundonor aguanté el tipo sin echar pie a tierra, y tras superar la rampa, pude volver a velocidades más normales. Una segunda pared, a 600 metros de la cima, volvió a llevarme a cadencias de 39 rpm, pero igualmente pude aguantar el tipo. Cuando llegamos al Puerto de Arenillas, 900 msnm, había trascurrido una hora cabal desde la salida, sin respiro, pero sin pausa.

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Lo peor había pasado. A partir de ahí, todo iba a ser diversión. Tras las fotos de rigor, emprendimos un rápido descenso hasta llegar a Caudiel. Entrábamos en el valle del río Palancia, que ya no abandonaríamos hasta Sagunto. Sin detenernos en Caudiel, nos encontramos con nuestra abandonada vía verde de Ojos Negros. En este tramo se encuentra perfectamente habilitada para circular entre las distintas poblaciones del valle, y en paralelo a la vía férrea aún en explotación. En suave descenso nos dirigimos a la cercana Jérica, donde nos sorprendió la vista de su famosa torre mudéjar de La Alcudia.

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Con semejantes credenciales no podíamos dejar de hacer un alto en el camino, sobre todo porque parte de la vía se encuentra perdida, y el recorrido a seguir cruza el casco urbano del pueblo. Paramos en el ayuntamiento a sellar nuestros salvoconductos, y allí conseguimos una nueva chapa. Tras una confusión en el camino, y recobrado el recorrido correcto, nos reincorporamos a la vía verde, y empezamos a rodar a un ritmo muy alegre hacia el mar. Pasamos junto a las poblaciones de Navajas, Altura, Soneja, Algar de Palancia, y Alfara de la Baronía. El trazado de la vía verde poco a poco iba transitando de un bosque de montaña hacia una huerta de frutales, con ocasionales túneles y trincheras de ferrocarril, así como pistas en algunos puntos donde el trazado de la vía férrea se había perdido por obras posteriores.

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Fue precisamente a la salida de una de estas trincheras donde tuvimos una especie de incidente: de punta a punta de la vía verde, de casi tres metros de ancho, vimos cruzado lo que en un primer momento parecía una manguera gruesa. Íbamos aprovechando el descenso, a toda velocidad, y cuando ya estábamos casi encima, pudimos ver lo que era: una larguísima serpiente que estaba cruzada a lo ancho de la vía. No hubo tiempo de frenar, y con un tump-tump bastante siniestro le pasamos por encima. Pobre bicho. Pasado el trago, no mucho después llegamos al final de la vía verde, un área de descanso con un pequeño lago artificial, junto a la autovía y el pueblo de Torres-Torres. Allí paramos a descansar un rato, tomar un refrigerio, ya que a lo tonto, a lo tonto, nos habíamos metido entre pecho y espalda 60 kilómetros de pedaleo en algo menos de 3 horas y 3/4.

De nuevo en marcha, nos encamiamos a Torres Torres, y allí tomamos la N-234, carretera que ha quedado como vía de servicio a los pueblos de la zona, ya que la Autovía Mudéjar, trazada en paralelo, absorbe la mayoría del tráfico de la zona. Así, con poco tráfico y con tranquilidad, pasamos por Estivella, y nos dirigmos a Albalat dels Tarongers, donde sellamos, no sin cierta dificultad, los salvoconductos: y es que en el ayuntamiento del pueblo parecían no estar al corriente de la existencia del Camino del Cid y su pertenencia al mismo. La secretaria del ayuntamiento casi me hizo esperar a la alcaldesa para que fuera ella la que determinara si me podían o no estampar un sello del ayuntamiento en las credenciales. Por no liar más la situación, y tras enseñarle otros sellos de distintos puntos por los que habíamos pasado, y asegurarle que en otros sitios me lo habían sellado tanto en el ayuntamiento como en hoteles, se avino a estampillar los salvoconductos. Eso sí, con el sello del ayuntamiento, no parecían tener ninguno específico del Camino. En fin.

Tras esta inesperada pausa, seguimos camino de Sagunto por la CV-314, abandonando la N-234, y pasando por Petrés, para llegar poco después a la milenaria Sagunto, tras 73 kilómetros de etapa. Pero no era este el final de nuestro recorrido. Al no haber conseguido encontrar alojamiento en el que nos dejaran tener las bicis, habíamos optado por buscar un hotel en Puerto de Sagunto, población surgida de la explotación siderúrgica donde se refinaba el metal en bruto procedente de Ojos Negros, y que había motivado la construcción de la vía férrea que habíamos venido transitando. Es esta una historia curiosa: Ojos Negros es una mina de hierro a cielo abierto, que fue explotada por los empresarios vascos Ramón de la Sota y Llano y Eduardo Aznar de la Sota en 1900, cuando crearon la Compañía Minera de Sierra Menera. Además de la explotación de la mina, los empresarios construyeron unos altos hornos y un muelle junto a Sagunto, para controlar el ciclo completo de producción del metal. Sin embargo, se encontraron con un problema inesperado: pese a que la mina se encontraba muy cerca de una vía férrea previamente existente, propiedad de la Compañía del Ferrocarril Central de Aragón, esta compañía quiso cobrarle unas tarifas ciertamente elevadas para transportal el mineral. Ante ello, los empresarios decidieron construir su propio ferrocarril en paralelo al existente. Este ferrocarril se mantuvo activo hasta 1972, cuando se abandonó para transportar el mineral por el previamente existente, para entonces ya propiedad de RENFE. Posteriormente, ambas compañías, la minera y la siderúrgica, desaparecerían en la posterior crisis mundial de la industria siderúrgica de los años 80. Pero para entonces Puerto de Sagunto, la población donde vivían los trabajadores de ferrocarril, altos hornos y embarcadero, había superado en importancia a Sagunto. A día de hoy vuelven a existir tanto un potente industria en la zona, como la explotación del puerto y el ferrocarril del Mediterráneo, además de una envidiable zona de playas.

Fue allí donde nos dirigimos, ya que nuestro hotel se encontraba a pie de playa. Pero no en Puerto de Sagunto, sino en la cercana Canet. Continuamos rodando hasta dar literalmente con el mar. Allí giramos a la izquierda, y cruzamos por una pista la desembocadura del Palancia, pasando por una pequeña cala junto al puerto deportivo de Canet.

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Seguimos por el paseo marítimo, hasta llegar a nuestro hotel, Els Arenals. Estupendo, donde nos habían reservado una habitación en planta baja, con un pequeño patio donde poder guardar las bicis. Habíamos hecho 82,9 km de etapa, en 5h, 20m y 43s.

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Almorzamos en el propio hotel, con un menú excelente, para después reposar un poco la comida. Por la tarde bajamos a la playa, y después a la piscina. Por la noche cenamos en La Tagliatella de Puerto de Sagunto. Un estupendo colofón a la etapa más larga de nuestro viaje. Y que nos abría las maravillas del último día de viaje: la milenaria Sagunto (o Murviedro -muros viejos-, tributaria del Cid), y Valencia. Valencia del Cid.

Datos de la etapa

Distancia: 88’797 km
Distancia (según el GPS): 88’79 km
Altitud ascendida: 760 m
Tiempo de etapa: 4:24:36
Tiempo desde el inicio de la etapa: 5:20:40
Calorías consumidas: 3359 kcal

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