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Cinco signos de exclamación. El signo claro de una mente enferma
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13 mar 16 Vía de la Plata Mérida – Zamora: Riolobos – Baños de Montemayor (30/III/2015)

Esta entrada es la parte 4 de 7 de la serie Camino de Santiago 2015

El Lunes Santo, 30 de abril, empezamos a rodar en nuestra tercera etapa a las 9 de la mañana. Era otro día claro y despejado, tónica a lo largo de todo nuestro viaje, de los que invitaban a rodar. Y buena falta hacía. Teníamos por delante una buena etapa rodadora, en principio hasta Aldeanueva del Camino, a 60 kilómetros de distancia de Riolobos, con un perfil bastante llano, pero en suave y permanente ascenso, hasta el atracón final: empezar a subir las primeras estribaciones de la Sierra de Béjar, que separan Extremadura de Castilla. Un bonito desafío para esa jornada. Y ya veríamos si además prolongábamos la etapa hasta Baños de Montemayor, una hermosa población, la última de Cáceres antes de entrar en Salamanca, famosa por sus aguas termales, de tiempos de los romanos, y de enorme predicamento en los siglos XIX y XX. Pero eso estaba por ver, en función de cómo se diera la etapa.

Salimos de Riolobos por carretera, en dirección a Galisteo. Variación obligada, recordemos, por los problemas de paso que presenta el dueño de la cercana finca Larios, y que en 2015 impedían el paso por el trazado original de la Vía de la Plata. Aunque dicha variación nos iba a plantear una ventaja: íbamos a poder rodar un buen rato por el Valle del Jerte. El rodar por las carreteras del valle fue rápido, y pronto llegamos a la cercana Ermita de Nuestra Señor de La Argamasa, donde hicimos la primera foto del día:

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Seguimos en dirección noreste por una carretera comarcal, que en unos pocos kilómetros, y con alguna subida y bajada, pronto nos llevó a la cercana población de Galisteo, de origen bereber, y con una impresionante muralla almohade:

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…y un no menos espectacular puente renacentista sobre el río Jerte:

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No nos detuvimos mucho tiempo en Galisteo. La mañana estaba fresca y era cuestión de aprovecharlo. Cruzamos sobre el Jerte, y seguimos nuestro rodar, siempre por carretera en este tramo, en dirección a la siguiente población: Aldeanueva del Jerte, distante 5 kilómetros de Galisteo. Valga la anotación de que, en puridad, estábamos yendo por el lado equivocado del río. La calzada romana se encuentra bajo una carretera rural que, por el otro lado del río, comunica la población de San Blas, aneja a Galisteo, con Carcaboso. El paseo hasta Aldeanueva fue un paseo tranquilo, por carretera, sin mayor complicación ni sobresalto. Dejamos atrás Aldeanueva sin hacer ninguna parada, con el objetivo puesto ya en la mencionada población de Carcaboso, donde íbamos a recuperar, al menos en parte, el trazado de la vía romana.

Entramos en Carcaboso al filo de las 10:30h, por la calle de la Iglesia, y desembocamos en la parroquia de Santiago Apóstol, donde hicimos la primera parada de importancia de la jornada. Una iglesia, la de Santiago, que no tendría nada en especial (es relativamente moderna y está encalada), si no fuera por el peculiar hecho de que los pilares de su entrada están hechos nada más y nada menos que con miliarios romanos:

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…siendo esto algo de lo que no sabes si admirar o lamentar. Junto a la iglesia se encuentra un pequeño parque arqueológico con más restos de yacimientos romanos.

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Tras esta breve parada, salimos de Carcaboso, siempre en dirección noroeste. A la salida del pueblo una señora nos recomendó ignorar durante un tramo las señales del Camino, que se desvían hacia el este, y nos recomendó seguir la pista de mantenimiento del canal de riego, que nos llevaba mucho más directa hasta la cercana Laguna de Valverde, donde volvíamos a encontrarnos con el trazado más fiel del camino. Optamos por hacerle caso, y avanzamos por la pista, en ligero ascenso, y sin mayor novedad. Tras 3’7 kilómetros salimos a una pequeña carretera, que no tardamos en abandonar, a mano derecha, tomando una pista que se adentraba en una finca. Aquí nos pasó una cosa curiosa: al poco de entrar en la finca nos en contramos con un trabajador de la misma, en todoterreno, al que preguntamos si íbamos bien, para mayor seguridad. Éste se hizo el asombrado y negó conocer que en la misma hubiera algún camino público. Cuando le respondimos que las flechas, en la misma cancela, así como los cubos de granito que podíamos ver en el mismo camino indicaban lo contrario, siguió haciéndose el despistado, y se negó a darnos una respuesta concreta. Se ve que al dueño de la finca no le hace gracia que la gente transite por la misma. En fin.

El perfil de la etapa empezaba a hacerse un poco más abrupto. No mucho más, pero la entrada a la finca era el primer desnivel medianamente serio de la jornada. Y para nuestra suerte, el paisaje había cambiado de nuevo. De un valle agrícola pasábamos de nuevo a dehesa extremeña. Un placer para los sentidos.

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En este tramo el Camino no presentaba pérdida alguna, y era tan sólo cuestión de rodar recto, dirección noreste, por la pista. Pronto empezamos a notar un fenómeno llamativo. La pista que llevábamos se empezaba a encontrar delimitada por sendos muros de piedra, , que se abrían en ocasiones su buena cincuentena de metros, e incluso más. Y es que nos encontrábamos en una vereda pecuaria, con su anchura bien definida desde hace siglos, que sigue el trazado de una vía romana, y cuya anchura ha sido respetada por los dueños de fincas colindantes. Era algo que empezaba a verse, y que en tramos posteriores veríamos en todo su esplendor.

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Hicimos una nueva parada al llegar a una cerca de piedra, donde hallamos unos nuevos miliarios, así como cipos funerarios. Llevábamos ya 26 kilómetros de etapa, y 2 horas largas de pedaleo. Allí pegamos la hebra un rato con un peregrino a pie, salmantino, pero que venía peregrinando desde las Canarias, vía Cádiz, donde tenía su residencia.

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Reanudamos la etapa a eso de las 11:45h, al otro lado de la cerca, pero siempre en línea recta. En este caso la pista dio paso a un estrecho sendero, pero siempre en el amplio trazado de la vereda. A ratos salíamos a pistas mejor definidas, que luego se volvían a perder, según nos acercábamos a tramos con mayor explotación ganadera.

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Y así, 8 kilómetros después de haber entrado en la finca, salimos de ella, a una pequeña carretera, justo a la altura de la Hacienda Ventaquemada, que da nombre a la nueva dehesa que tendríamos que atravesar. Allí fue donde tuvimos la primera visión de la Sierra de Béjar, que aún se encontraba nevada a esas alturas del año.

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Nuestro paso por la dehesa fue una continuación de lo observado en la anterior, pero en todo su esplendor: la pista serpenteando entre la zona delimitada de la Cañada Real de la Plata, de enorme anchura, y con cercas de piedra a ambos lados. Y la calzada romana subsistiendo en algunos tramos. Una delicia para rodar, si no fuera porque en algunos tramos encontrábamos algo de arena, que con las alforjas no era precisamente plato de buen gusto. Aun así, espectacular. Pero todo esto no era sino un mero aperitivo de lo que estaba por llegar: el símbolo mismo de la Vía en Extremadura. Poco a poco nos fuimos acercando al Arco de Cáparra.

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Y es que la vía de la plata pasa por medio de la antigua ciudad romana de Cáparra, por cuyas ruinas se puede transitar, en mitad de la soledad de una dehesa en el valle del Ambruz. Se entra directamente en la misma, tras pasar un grupo de casas, en el que el camino se convierte directamente en vía romana, y se pasa a rodar, mal que bien, por la misma. Pero vale la pena. Todo este viaje, en realidad, estaba justificado tan sólo por poder disfrutar de ese momento.

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Tras un rato de descanso y de contemplación de los restos de la antigua urbe, seguimos nuestra marcha, no sin despedirnos de un miliario de época de Nerón, que marca la salida del yacimiento.

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Cruzamos otra pequeña carretera rural, y nos internamos en una nueva dehesa. Menos arbolada, esta vez, con más subidas y bajadas, y con unos pocos arroyos que vadear. Algo asaz complicado, ya que los arroyos se encontraban crecidos, y no nos quedó más remedio que ingeniárnoslas para cruzar, haciendo equilibrios, sobre bloques de granito en el lecho de los mismos. Algo relativamente sencillo cuando vas a pie, pero algo más complicado cuando arrastras una bici con alforjas.

Tras 5 kilómetros de subidas y bajadas por la dehesa, salimos a una carretera de servicio del valle del Ambroz. Algo de respiro tras unos ratos complicados en la dehesa, pero que es posible evitar, si así se desea, siguiendo una pequeña pista que transcurre al lado de la carretera. En nuestro caso, optamos por seguir por la carretera. Eran la las 13:45h, llevábamos casi 45 kilómetros entre pecho y espalda, y no se avistaba ningún lugar donde poder almorzar. La etapa se nos estaba haciendo algo larga, y eso que aún no habíamos empezado a subir de verdad.

Seguimos por la carretera hasta llegar, casi 7 kilómetros después, hasta la autovía y la antigua N-630. Allí nos incorporamos a la nacional, con la idea de parar a comer en el primer bar de carretera que encontráramos. Algo que no habría de tardar demasiado. 1700 metros después habríamos de llegar hasta el cruce de La Granja donde se encuentra, como caído del cielo, el Restaurante El Trébol. Un viejo bar de carretera, que se notaba había vivido tiempos mejores, pero cuya comida era buena, el servicio muy correcto, y de precio comedido.

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Allí, además, recibimos consejo del hostelero sobre una duda que nos llevábamos planteando casi desde el inicio del recorrido: cómo salvar el Puerto de Béjar, si hacerlo por el Camino -como era mi intención- o subir hasta Béjar por la vieja Nacional -como quería mi padre-. El dueño del local nos recomendó evitar la subida a Béjar, ya que nos haría subir mucho más, para después de tener que bajar de nuevo. El trazado del Camino era mejor y menos complicado. Punto a favor de mi tesis.

Volvimos a rodar a las 15:30h. Habíamos hecho ya 51 kilómetros de etapa, y apenas nos separaban 5 kilómetros de nuesto final de etapa previsto, Aldeanueva del Camino. Sin embargo, Baños estaba a tan sólo 15 kilómetros. Tras una subida respetable, desde los 423 metros de donde nos encontrábamos hasta los 726. Pero cualquier kilómetro que nos quitáramos sería un kilómetro menos al día siguiente, una etapa mucho más dura que la que estábamos haciendo ese día. Así que decidimos prolongar nuestra marcha hasta Baños de Montemayor.

Empezamos la subida a Aldenueva del Camino, en la que ya no abandonaríamos la N-630 en ningún momento. La subida era intensa en algunos tramos, en los que se pasaba por encima de la autovía, pero en ningún momento era excepcionalmente dura. A cambio, era sostenida, larga y tendida, así que era necesario armarse de tesón para seguir nuestro avance. Pasamos Aldeanueva sin hacer ninguna parada, y así, poco a poco, nos fuimos aproximando a Baños de Montemayor. Dejamos atrás para siempre las dehesas extremeñas, y nos fuimos adentrando, de manera clara, en un paisaje serrano.

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A medida que nos aproximábamos a Baños empezamos a encontrar recreaciones de los miliarios que jalonaban la vía de la Plata. En Baños, conscientes de la importancia de cara al turismo de poner en valor esta herencia, han hecho un ímprobo esfuerzo por recuperar su herencia romana, tanto con la recreación de estos miliarios, como en el cuidado y rehabilitación de la calzada a su paso por la población, aunque hay quien estima que en algunas ocasiones este esfuerzo no ha sido todo lo respetuoso que podía haber sido con los elemenos originales en sí. En nuestro caso, el primer hito que encontramos fue el miliario CXXV, tanto el original (o al menos el rehabilitado por Trajano) como su reconstrucción. También fuimos encontrando el CXXVI, de Adriano…

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…y así sucesivamente, hasta entrar en Baños por una reconstrucción de la calzada:

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…y llegar a la bonita población de Baños de Montemayor, distante 569 kilómetros de Santiago de Compostela, pasadas las 17:00h, más de 8 horas después de haber salido de Riolobos, y con más de 70 kilómetros de rodar, según marcaba el cuentakilómetros.

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Dimos por finalizada la etapa al llegar al Centro de Interpretación de la Vía de la Plata, que hace las veces de albergue de peregrinos, y que se encuentra excepcionalmente cuidado. Cuando llegamos sólo había un peregrino a pie, alemán, pero esa tarde llegaron otro par de peregrinos en bici.

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Empleamos la tarde en visitar la pequeña villa, que bien merecía una estancia más prolongada.

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Esa noche cenamos en un bar del pueblo, a base de tapas, que nos sentaron divinamente, y ya caída la noche, paseamos un rato por el pueblo. Por desgracia, no tuvimos ocasión de visitar el balneario ni los baños romanos. Eso habría de quedar para otra ocasión.

Los datos de la etapa son los siguientes:

  • Distancia: 70’102 km
  • Distancia (según el GPS): 67’6 km.
  • Tiempo de etapa: 5h 36m 5s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 8h 10m 24s
  • Velocidad media: 12’1 km/h
  • Velocidad máxima: 50’0 km/h
  • Pulsaciones medias: 123 pulsaciones/min
  • Pulsaciones máximas: 159 pulsaciones/min
  • Consumo medio de calorías: 2654 kcal/h
  • Consumo máximo de calorías: S/D kcal/h
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: S/D
  • Consumo total de calorías: S/D kcal
  • Índice IBP de dificultad: 59 BYC

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