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“¿Estás seguro de que ESO es aleatorio?” “Ése es el problema con la aleatoriedad: nunca puedes estar seguro”
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16 ene 12 Etapa ciclista: Guillena – Castilblanco de los Arroyos por la Vía de la Plata (15/01/2012)

El pasado domingo salimos a rodar mis compañeros de trabajo Miguel, Rafa, Manolo y yo por la Sierra Norte de Sevilla. Aunque durante toda la semana el tiempo había sido excelente, la predicción para el domingo no era especialmente buena: Durante los días previos había anunciada agua toda la mañana, pero la última predicción para el domingo había mejorado bastante, y no daba agua hasta mediodía, decidimos mantener la hora de salida a las 9:00h.

De entre las propuestas de etapa que teníamos sobre la mesa, escogimos realizar una de escala media: la subida y bajada desde Guillena a Castilblanco de los Arroyos por la trialera de la Vía de la Plata. Empezamos a la hora prevista, con cielo cubierto, y amenazando lluvia. Y completamente solos en el campo, con la sola excepción de un grupo de jubilados que estaban haciendo el Camino. Llegamos a la doble portela pasadas las 10:00h, y allí empezó a chispear. Planteamos dar la vuelta, pero al final optamos por finalizar el tramo de la trialera, y allí decidir. Así pues, seguimos subiendo, ya equipados con los impermeables, pero la lluvia no sólo no aflojaba, sino que comenzó a arreciar. A las 10:25h llegamos al final de la trialera, y a la pista que conduce a la carretera de Castilblanco. Quizás la idea más razonable era volver sobre nuestros pasos, pero la perspectiva de un buen colacao caliente y unas tostadas eran demasiado tentadoras. Así que nos dirigimos hacia Castilblanco.

Llegamos a la entrada de Castilblanco a las 10:50h, y paramos en el primer bar que vimos abierto, en el polígono de la Cruz Alta. Estábamos chorreando, y llegamos al bar -un mesón, más bien- en el momento en que la lluvia caía con más intensidad. Tanto era así, que incluso se produjo un apagón en la zona. Meditamos irnos, pero se nos hacía cuesta arriba volver a salir a la lluvia con la que estaba cayendo. Por suerte, la luz volvió pronto y pudimos disfrutar de unas excelentes tostadas con el colacao bien caliente.

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Reanudamos la etapa a las 11:25h. Por suerte a esa hora la lluvia había aminorado su intensidad, por lo que aprovechamos para emprender rápidamente el descenso. Por el camino, muy cerca de Castilblanco, volvimos a cruzarnos con el grupo de peregrinos. Se me pasó por la cabeza la moral de esa pobre gente, haciendo el Camino con la que estaba cayendo. Pero la verdad era que, bien pensado, pobres de nosotros: ellos, al menos, ya estaban a punto de terminar el día, mientras que nosotros ¡aún teníamos que volver!

La semana pasada había traído de Córdoba la Ghost de doble suspensión con la idea de realizar la bajada de la trialera a saco. En realidad, nos encontrábamos allí tan sólo porque tenía ganas de hacer ese descenso. Y llegado el momento, me encontré con que no había manera de realizar el descenso a saco. Con la que había caído, la trialera estaba completamente embarrada, con las piedras húmedas y con mucha vegetación. En suma: sumamente peligrosa. Aún así realicé el descenso bastante fuerte, lo que me ocasionó un susto en una de las zonas más comprometidas: clavé completamente la horquilla de 120 mm. en un quebrado, y a punto estuve de salir por encima del manillar. La bici se me encabritó, y acabé con la rueda trasera a la altura de mi cabeza. Lo que no sé es cómo no me caí de boca en las piedras. Por parte, Miguel, Manolo y Rafa también sufrieron alguna que otra caída, afortunadamente sin incidentes.

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El resto de la bajada fue sumamente divertido, técnico, peligroso y emocionante. Por suerte, además, escampó, por lo que pudimos realizar una bajada menos comprometida.

Sin embargo, y con diferencia, el último tramo de la bajada, por la pista de los olivares hasta el polígono, fue la más peligrosa de todas. El camino estaba completamente embarrado, con el típico barro arcilloso de la campiña, que se pega como un engrudo a las cubiertas. En mi caso, acabé con la High Roller de 2.35” y la Michelin Country Mud de 2.00” completamente lisas de barro. Un barro sumamente deslizante, que provocó que patinara, cual si estuviera sobre una pista de patinaje, a la hora de ir a cruzar una pequeña rodera. Acabé, como no podía ser menos, en el suelo de la manera más tonta. Afortunadamente sin incidentes.

El resto de la bajada no fue mucho más sencillo. En la parte final de la bajada la cubierta delantera y el puente de la horquilla acumularon tanto barro que se formó un mazacote que dejó bloqueada la rueda delantera. Jamás hubiera pensado que eso pudiera pasar con una bicicleta equipada con frenos de disco -a diferencia de los frenos V-brake o cantilever, que es mucho más común.

Tras algunos incidentes por el estilo, llegamos al polígono a las 12:35h. Cubierto de barro, como no podía ser menos. Rápidamente nos dirigimos a un lavadero de coches, para deshacernos del barro. Y justamente allí fue donde empezó a descargar la lluvia nuevamente. Pero era tanto el barro, y tan pegajoso, que no quedó más remedio que quitárnoslo con las pistolas de agua a presión.

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Tras la limpieza, dimos por finalizada la etapa, no sin un último percance por mi parte: partí mis veteranas gafas Spiuk, que ya se encontraban algo deterioradas, al quitármelas durante la limpieza. :(

En cuanto a la etapa, hay que admitir que quizás fuera algo arriesgado, vista la predicción, mantener la convocatoria. Lo cierto es que la predicción había mejorado, y calculábamos poder terminar antes de que… Qué narices. Sabíamos de sobra que iba a llovernos, y aun así nos fuimos porque nos pareció divertido. Y divertido fue, vaya que sí. :D

Los datos de la etapa son los siguientes:

  • Distancia (según el velocímetro): 29’63 km.
  • Distancia (según el GPS): 29’972 km.
  • Tiempo de etapa: 2h 28m 6s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 2h 32m 43s
  • Velocidad media: 13’84 km/h
  • Velocidad máxima: 38’17 km/h
  • Pulsaciones medias: 122 pulsaciones/m
  • Pulsaciones máximas: 179
  • Consumo medio de calorías: 820 kcal/h
  • Consumo máximo de calorías: 1380 kcal/h
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: 1h 21m 59s
  • Consumo total de calorías: 2120 kcal
  • Índice IBP de dificultad: 45BB

Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Guillena – Castilblanco por la Vía de la Plata

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18 dic 11 Etapa ciclista: Guillenazo Express (11/12/2011)

La semana de puente a la que me referí en mi anterior artículo tuvo un bonito colofón en el último día del puente. Ese día había quedado con mis compañeros de oficina, con los que no rodaba desde la caída que sufrí en la Cañada de la Barca, para hacer una de mis etapas favoritas en Sevilla: el Guillenazo. Y digo que es una de mis etapas favoritas porque es capaz de conjugar algunos de mis elementos predilectos: una subida sostenida de varios kilómetros (la subida por el Cordel de la Cruz de la Mujer), una bajada con muchas curvas enlazadas (la cuesta de la Lenteja), un buen tramo de recorrido cross-country (hasta llegar a Castilblanco), y una bonita bajada trialera por el Camino de Santiago. En realidad, cualquier etapa que cuente con este tramo está automáticamente entre mis predilectas. Pero el Guillenazo sigue siendo algo muy especial.

Estrictamente hablando, la etapa que teníamos planificada no se trataba del Guillenazo, sino de una versión algo más reducida (aunque más intensa), que me ha dado por llamar El Guillenazo Express. La diferencia entre un trazado y otro es que el Guillenazo clásico asciende desde Guillena hasta la Cantina siguiendo la Ruta del Agua, en un recorrido de 18 kilómetros que bordea el pantano de Gérgal, sin excesivas subidas y bajadas, mientras que esta etapa asciende por el cordel de la Cruz de la Mujer, en un trayecto de 11 kilómetros, nueve de los cuales son subida sostenida, con una buena pared de dos kilómetros, y una trepidante bajada de otros dos. Para gustos se hicieron los colores, y en mi caso, prefiero la variante express.

Habíamos quedado, como decía, el domingo a las 9:00h al comienzo del Cordel Rafa, Miguel, Manolo y yo. Manolo era la primera vez que cogía con nosotros su flamante Conor AFX 8500 DH 2012, y no cabía menos que darle un buen estreno. Sin embargo, a las 8:00h de la mañana parecía que nos íbamos a quedar sin etapa: Rafa se caía de la convocatoria, y en toda la zona de la Sierra de Sevilla y el Aljarafe había una niebla que no dejaba ver un burro a tres pasos. Hablé con Manolo, y decidimos esperar a las 8:30h para decidir si se mantenía o no la etapa. A esa hora la niebla -al menos en Santiponce- había levantado bastante, y tras hablar con Miguel y Manolo, decidimos continuar con la etapa. Así que a las 9:00h estábamos los tres en Guillena, con la mosca detrás de la oreja, porque en la entrada de Guillena por la autovía la niebla no había levantado, ni mucho menos. Por suerte, monte arriba la niebla sí había levantado, si bien la mañana seguía estando fría y plomiza.

Empezamos a dar pedales a las 9:10h. Teníamos por delante tres grandes subidas, y unos 46 kilómetros de etapa. Miguel y Manolo, que apenas habían salido a rodar desde el verano, habían expresado sus objeciones a dureza de la etapa en los días previos, por lo que decidimos marcar un ritmo relajado en la subida. Al fin y al cabo, la feria iba a ser larga, y no tenía sentido reventar al personal en las primeras de cambio. Así pues, los nueve kilómetros largos de subida inicial los marcamos a un ritmo medio de unos 10 km/h, por lo que -un sencillo cálculo- llegamos a la cima de la primera subida después de casi una hora de ascensión. Allí arriba el cielo había abierto un poco, pero pudimos observar que el valle del Ribera de Huelva se encontraba bañado por la niebla. Y teníamos que descender por él para llegar a la primera escala de la etapa: la Cantina. Sin duda, iba a ser un descenso sumamente divertido. Por mi parte, desde luego, iba a serlo: los días anteriores había estado ensayando la colocación de mi minicámara MD80 en la tija de la bici, en lugar de llevarla en su habitual lugar en el casco. Y ardía de ganas por comprobar qué tal salían los vídeos así.

El resultado fue mucho mejor de lo que habría podido esperar. Hice una bajada rapidísima, en la que marqué el pico de velocidad de la etapa a 58’5 km/h, tomé mis dos recortes habituales, y llegué a la Cantina con bastante adelanto sobre mis compañeros. Una vez llegaron, hicimos una pequeña parada para recobrar fuerzas antes de afrontar el siguiente reto.

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Aproveché el momento para tomar algunas fotografías de la excelente mañana que, pese al día plomizo y la niebla, estábamos teniendo.

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Mañana que, allí en junto al pantano, era fría y húmeda, como se podía apreciar en los jirones de niebla que se levantaban por todas las estructuras allí existentes.

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Reanudamos la marcha a las 10:30h, camino de nuestro siguiente objetivo: la subida de la cuesta del Toro. Iba a ser la tercera vez que pasara por ella, la segunda en subida, y la recordaba muy exigente: dos kilómetros largos, que comenzaban con unas curvas enlazadas en S desde el pantano de Guillena, que daban paso a dos amplias curvas a derecha e izquierda en los que se alcanzaban inclinaciones superiores al 13%, incluyendo un tramo brutal de 600 metros en el que la pendiente nunca llegaba a bajar del 8%. No quedaba sino batirse, por lo que cruzamos la presa del pantano, pasamos al otro lado del cauce, y nos dirigimos hacia nuestra subida. En los primeros compases del ascenso traté de marcar un ritmo cómodo, pero poco a poco Manolo empezó a descolgarse, lo que era bastante normal teniendo en cuenta lo que teníamos entre manos, por lo que a partir de determinado momento tuve que pensar más en subir a mi ritmo, que en marcar uno asequible. Así pues, alcancé y superé a Miguel -que había ido subiendo algo más adelantado- en las rampas más duras, para llegar en cabeza a la cima de la cuesta. La anterior vez no había tenido más remedio que echar pie a tierra en la subida. Esta vez la había hecho del tirón. :)

Una vez reagrupados, realizamos un breve descenso hasta un cortijo de toros bravos, y enlazamos con la pista que nos tenía que llevar a Castilblanco. Empezaba el tramo XC de 10’5 kms. hasta Castilblanco. Y empezaba fuerte: con una subida de kilómetro y medio hasta la segunda cota de la etapa. Y es que la cuesta del Toro no era el final de la segunda subida, sino tan sólo su tramo más duro. A partir de ahí nos quedaban unos cuantos kilómetros de subeybaja hasta el descenso hasta el pantano de Castilblanco.

A esas alturas Manolo había empezado a sufrir bastante. La subida de la Cuesta del Toro marcaba el punto de no retorno, allí donde era más fatigoso dar la vuelta que seguir adelante. Y ya lo habíamos superado. Al menos la siguiente escala iba a ser bastante productiva: unas buenas tostadas en Castilblanco. El problema era que por medio teníamos el último hueso duro de roer: la subida del pantano de Castilblanco. Tres kilómetros largos con pendientes máximas del 13’6% y una pendiente media del 5’5%. Una subida en línea prácticamente recta, que además destrozaba psicológicamente. Lo único positivo es que era una subida que permitía dosificar: está formada por cuatro grandes rampas con pendientes del 9-10%, con descansillo entre cada una de ellas que permiten recuperar un poco el resuello. En cualquier caso, una subida muy exigente.

De nuevo marcamos un ritmo tranquilo para superarla. Realizamos el ascenso en 30 minutos, a una velocidad media de 6’5 km/h. No tenía sentido reventarnos a esas alturas, y Castilblanco se veía ya en el horizonte. Tras una breve pausa, recorrimos rápidamente los escasos kilómetros que nos separaban del pueblo, donde entramos al filo de las 12:15h. Llevábamos a esas alturas de etapa 28 kilómetros a nuestras espaldas.

Como lo prometido era deuda, nos tomamos unas buenas tostadas en un bar cercano -como no podía ser menos- a la iglesia del pueblo. Tostadas acompañadas de unos buenos colacaos calentitos, ya que pese a haber rebasado el mediodía, la mañana en Castilblanco era bastante fría, y allí el cielo seguía encapotado.

Retomamos la etapa al filo de las 13:00h. Ascendimos a la parte alta del pueblo -la cota más alta del día, 352m frente a los 12 de Guillena-, y nos encontramos con una nueva sorpresa: la niebla iba a ser nuestra acompañante en el primer tramo de bajada por carretera. Plato que no era muy de nuestro agrado, teniendo en cuenta el intenso tráfico que a esas horas suele tener esa carretera. Pero no nos quedaba otra. Al menos, sólo iban a ser cuatro kilómetros hasta entrar en la pista del Camino de Santiago.

Entramos en la pista del Camino a las 13:05. Y ahí empezaba la diversión para mí. En realidad, con tan sólo ese tramo hubiera merecido la pena, aunque la etapa -pese a la paliza que Manolo llevaba encima- estaba siendo genial. Y encima, iba a ser una bajada entre la niebla. Dispuse de nuevo mi cámara y empecé a grabar:

El primer tramo hasta la cancela fue sumamente divertido. Y contra lo que había temido, se mostraba con un firme excelente: nada de barro, la arena compactada, y la piedra con buen agarre, pese a la humedad. Pude disfrutar como un enano. A partir de ahí el terreno mantuvo las mismas características, lo que hicieron que la bajada fuera una gozada, incluyendo los tramos más comprometidos. Lamentablemente, a esas alturas Manolo había empezado a sufrir calambres, que le obligaban a echar pie a tierra en los ocasionales repechos del trazado. Así que, siguiendo el principio de que no se deja a nadie atrás, optamos por moderar un poco el ritmo de la etapa. Como segundo contratiempo de la bajada, mi minicámara se quedó bloqueada, por lo que tan sólo pude registrar el primer tramo del descenso (aunque no hay mal que por bien no venga, ya que así tengo excusa para volver en breve).

Tras cuarenta minutos de bajada, dejamos atrás el tramo de dehesa de la bajada, y arrancamos el descenso por la campiña. Fueron quince minutos más de bajada entre frutales -primero- y olivares, hasta llegar al polígono industrial de Guillena a las 14:00h. Allí realizamos la última escala de la jornada, en la que adecentamos las bicis en un lavadero de coches. El resto de la etapa fue puro trámite: unos kilómetros de suave asfalto hasta Guillena, y un poco de callejeo por el pueblo hasta llegar a los coches. Terminamos la etapa a las 14:25h, tras casi 46 kms. de vibrante recorrido por la sierre de Sevilla. Una etapa en la que me había encontrado con una forma excelente, que hizo que la realizara completamente eufórico.

Los datos de la etapa son los siguientes:

  • Distancia (según el velocímetro): 46’858 km.
  • Distancia (según el GPS): 45’9 km.
  • Tiempo de etapa: 3h 39m 16s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 5h 11m 11s
  • Velocidad media: 12’9 km/h
  • Velocidad máxima: 59’6 km/h
  • Pulsaciones medias: 121 pulsaciones/m
  • Pulsaciones máximas: 183
  • Consumo medio de calorías: 810 kcal/h
  • Consumo máximo de calorías: 1420 kcal/h
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: 2h 52m 53s
  • Consumo total de calorías: 4418 kcal

Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Guillenazo Express

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12 abr 11 Etapa ciclista: Guillena – Burguillos – Castilblanco de los Arroyos (09/04/2011)

El pasado sábado 9 de abril salimos Rafa, Jesús, Miguel y yo a rodar por el entorno de Guillena y Castilblanco. Fue una etapa un tanto anómala: salíamos un sábado por la tarde, e íbamos a realizar una subida a Castilblanco por un camino diferente: en vez de subir por la trialera del Camino de Santiago, nos íbamos a desviar hasta Burguillos, para ascender desde allí a Castilblanco. Además, era la primera etapa de Jesús en subida. En fin, lo que sobre el papel era simplemente una etapa diferente, puestos sobre la marcha acabó convirtiéndose en un disparate como recuerdo pocos. Pero no adelantemos acontecimientos.

Salimos pasadas las 18:00h del polígono El Cerro de Guillena en dirección Burguillos, por la carretera que une ambas localidades. Con Rafa en cabeza, marcamos un ritmo bastante rápido, sobre todo por quitarnos los siete kilómetros de asfalto que teníamos por delante lo antes posible. No llegaba a la media hora de etapa cuando nos plantamos en Burguillos. Algo que Jesús no dejó de acusar, pese al excelente balance de su anterior etapa por Mairena y alrededores.

Una vez en Burguillos, rápidamente encontramos el camino que ascendía hacia Castilblanco, conocido como Camino de los Hoyos. Poco a poco empezamos a ascender, y a medida que lo hacíamos, íbamos dejando atrás el paisaje típico de campiña, para ir entrando en un ambiente más de dehesa. El punto de cambio más acusado lo tuvimos al llegar a una zona habilitada para hacer perol, en la que se notó claramente que entrábamos en la sierra. Y por supuesto, pronto lo notamos en el perfil de la etapa. Llevábamos recorridos 12 kms. de etapa, y teníamos por delante una subida de 9 kms. hasta Castilblanco.

Empezamos el verdadero ascenso, donde tuvimos que afrontar rampas del 9%. Miguel y yo abríamos cabeza sin mayor problema, pero Rafa y Jesús empezaban a sufrir los rigores de la subida. Aun así, se defendían bien. Para mi sorpresa, vadeamos varios arroyos de aguas cristalinas, alguno de ellos más profundo de lo que esperaba. Tras dos kilómetros de ascenso, afrontamos una durísima rampa con un desnivel del 10,6% a lo largo de un kilómetro… que subimos para nada. Poco después llegamos a una verja, y al consultar el GPS, ví que nos habíamos desviado del camino… justo al inicio de la subida. Tocó descender hasta el lugar del error, donde encontramos una cerca de palos, que pasamos sin problema. Y tal y como me temía, nos volvió a tocar ascender. Al principio tuvimos una breve bajada, salvamos un regato… y de nuevo ascenso, esta vez con rampas del 11.3%, y un firme bastante más quebrado. Aunque sobre el papel era una pared más dura, la verdad es que a mí se me hizo más asequible que la anterior.

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Llegamos a un pequeño collado, donde nos reagrupamos. En el collado, cerca del cual había una casa en ruinas, encontramos indicaciones sobre una ruta cicloturista de Castilblanco de los Arroyos. Estábamos en el camino correcto, aunque el despiste anterior nos había costado recorrer un par de kilómetros de más. Pero al menos, ya habíamos subido lo peor del día. Continuamos por el camino en dirección a Castilblanco, por un tramo de dehesa bastante despejado, magnífico para rodar por él, aunque fuera en un ligero ascenso.

Al poco de rodar por esta zona, salimos a un camino que bordeaba una finca con un muro de piedra. Empezamos una bajada bastante rápida, pero algo peligrosa por los frecuentes tramos de grandes piedras que habían utilizado para allanar el camino. Y así, tras un breve descenso, volvimos a afrontar una nueva pared, con firme bastante irregular, que obligaba a afinar la técnica para no irse al suelo en el ascenso. Era la penúltima subida antes de llegar a Castilblanco. Una subida de kilómetro y medio con ramas del 8.5%.

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De nuevo agrupados, afrontamos el último valle antes de llegar a Castilblanco. Una bajada intensa, con una subida dura a continuación. Al inicio de la subida Rafa tuvo el primer percance de la jornada: al salvar un pequeño vado relleno de grandes piedras, clavó la horquilla delantera de la bici, y salió despedido. Pero eso no era sino un presagio de lo que íbamos a sufrir más adelante.

Superada la cuesta, alcanzamos la cota máxima de la etapa: 370 m. sobre el nivel del mar. Habíamos ascendido desde los 70 m. en algo menos de 12 kms. No estaba mal para un rato. Bajamos hasta Castilblanco, e hicimos una pequeña parada para reponer fuerzas. Lo malo es que habíamos tardado en llegar al pueblo más de lo que tenía previsto. No en balde pasaban de 20:30h, y aún teníamos que llegar hasta la trialera del Camino de Santiago, y volver a Guillena. Y la puesta de sol estaba prevista a las 20:52h…

Sin mucha dilación, salimos de Castilblanco hacia la trialera. Pronto empezaron los problemas. Acusando el esfuerzo, Jesús empezó a sufrir calambres en los cuadríceps, lo que hacía que casi no pudiera dar pedales, especialmente en ascenso. Se vio forzado a ir a un ritmo moderado. Y la noche se nos estaba echando encima. Bajamos lo más rápido que Jesús podía tolerar hasta el desvío del Camino de Santiago, pero no empezamos el descenso hasta las 20:52h. Justo a la puesta de sol. Lo que no era muy buena noticia, teniendo en cuenta que teníamos por delante 11 kms. de terreno complicado: primero un tramo de pista buena, luego un tramo con grandes roderas y piedra suelta, hasta llegar a unas portelas. Luego un tramo de piedra suelta, seguido de un descanso, al que le sucedía otro tramo traicionero, con piedra suelta y roderas, un nuevo descanso, un tramo de pizarras, que desemboca en una dehesa, antes de salir a una rápida bajada entre olivares. Bastante divertido, pero no para hacerlo de noche.

El primer tramo de descenso hasta las portelas no tuvo excesivos problemas, aunque Rafa se fue al suelo, y Miguel y Jesús se vieron obligados a bajar a un ritmo bastante prudente. La cámara, por su parte, empezaba a acusar la falta de luz, lo que hizo que la grabación adquiriera un asoeci bastante ónirico. A partir de las portelas, la falta de luz se hizo cada vez más acusada, lo que incrementaba la dificultad del descenso. Especialmente porque no habíamos llevado luces. Pronto nos encontramos guiándonos por el traicionero camino a la escasa luz de la luna creciente, intentando distinguir las partes más pulidas -y que reflejaban mejor la luz- indicio de que ese estrecho surco era el lugar indicado para transitar.

Derrochando optimismo, intentaba animar a mis compañeros diciéndoles que en peores me las había visto. Y si bien eso era cierto al principio del descenso, a medida que caían los minutos, y con ellos la luz del ocaso, se iba convirtiendo cada vez más en sólo eso: un alarde de optimismo. Y para colmo, Rafa también empezó a sufrir calambres en los cuadriceps. Y así, llegó el momento en que nos quedamos completamente a oscuras, sin la posibilidad siquiera, dado lo abrupto del camino, de utilizar nuestros móviles a modo de linternas, ya que no era factible bajar a oscuras con una sola mano. Móviles que, por otro lado, tampoco disponían de cobertura en tan apartados lares.

Aún no sé cómo no nos abrimos la cabeza en la bajada. Incluso el tramo que más sudores fríos me provocaba, el de las pizarras -una caída ahí podía hacerte filetes- lo salvamos razonablemente bien, teniendo en cuenta que ahí ni siquiera se veía marca de zona más pulida por el paso de la gente. Y una vez pasado este tramo, llegamos a lo que creía que era el final de la pesadilla: la dehesa.

Vacas. Vacas bravas. Vacas bravas con terneritos. Sin saber cómo, nos encontramos en mitad de un rebaño de vacas. Rafa -que en ese momento abría camino- fue el primero que se las encontró, al percibir un enorme bulto negro en mitad del camino, al que le brillaban dos cosas blancas en la cabeza. Era ya lo que faltaba. Algunas se apartaban -lo que era bueno- pero otras -las de los terneritos- no. Así que nos tocó apartarnos a nosotros, lo que era bastante complicado, por el hecho de estar en mitad del rebaño: apartarse de una, claro, suponía acercarse a otras. Y eso saliéndose del camino, sin ver tres en un burro. Aunque creo que más que tres, eran cuatro. Y no precisamente en un burro.

Al final conseguimos escapar de las vacas, y salir de la dehesa. Llegamos sin muchos más percances a un campo de naranjos, antelasa de la bajada por olivares hasta el polígono donde teníamos los coches. Lo peor ya había pasado, pero lo que teníamos por delante no era tampoco cosa sencilla: 4’5 kms. de pista entre olivos, rápida y con abundantes roderas. Muy peligrosa para hacerla de noche. No nos quedó más remedio que afrontarlo de la misma manera: bajar con cuidado, con alguien en cabeza cantando las irregularidades del terreno a medida que íbamos avanzando. Miguel, que se había quedado descolgado, sufrió algunas caídas sin grandes consecuencias más allá de la pérdida del bidón de agua. Jesús, por su parte, llegó completamente acambrado, de tal modo que tuve que ayudarle a hacer estiramientos cuando por fin alcanzamos el polígono. Lo hicimos a las 22:15h. Habíamos tardado en descender una hora y media desde Castilblanco, algo que en condiciones normales no nos habría llevado más de 40 minutos. Había sido una etapa disparatada como ninguna. Lo malo del asunto es que ya llevo unas cuantas semanas acumulando disparates sobre la bici. Y lo peor es que cada vez me gusta más hacer estas cosas. :mrgreen:

El mapa de la etapa es el siguiente:


Ver 2011/04/09. Guillena – Burguillos – Castilblanco – Trialera del Camino de Santiago en un mapa más grande

Los datos de la etapa son los siguientes:

  • Distancia (según el velocímetro): 36’424 km.
  • Distancia (según el GPS): 36’9 km
  • Tiempo de etapa: 2h 35m 11s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 4h 2m 49s
  • Pulsaciones medias: 133 pulsaciones/m
  • Pulsaciones máximas: 186
  • Consumo medio de calorías: 930 kcal/h
  • Consumo máximo de calorías: 1440 kcal/h
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: 2h 31m 32s
  • Consumo total de calorías: 4153 kcal
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23 ene 11 Etapa ciclista: Guillena – Castilblanco – La Cantina (23/01/2011)

Después del lote de escribir que me pegué ayer tengo que admitir que estaba como loco por salir a rodar un poco. El caso es que había estado toda la semana intentando quedar con mis compañeros de trabajo para salir a rodar, y por unas cosas y otras, no habíamos conseguido quedar en nada. Así que ayer por la tarde decidí salir a rodar, lloviera, tronara o nevara. Y la verdad, menos mal que iba con esas intenciones, ya que una de las tres cosas sucedió, y otra de ellas estuvo a punto de hacerlo.

Esta mañana subí a Guillena con la intención de realizar el recorrido que efectuamos el pasado 17 de octubre: El Guillenazo. La salvedad es que decidí hacerlo en sentido inverso: subir por la trialera del Camino de Santiago hasta Castilblanco de los Arroyos, enlazar con La Cantina a través del pantano de Los Molinos y del embalse de Guillena, y bajar de vuelta a Guillena por la Ruta del Agua. Un recorrido conocido, de algo más de 50 kilómetros. No me voy a extender demasiado en él, ya que lo he narrado en ocasiones anteriores, salvo para comentar algún detalle llamativo.

En primer lugar, la trialera tenía algunos tramos bastante perjudicados por las últimas lluvias: enormes torrenteras se habían llevado prácticamente el camino en ellos, y lo que quedaba era un auténtico barrizal que se desmoronaba al pasar por él. Otros tramos, en cambio, se encontraban bastante bien. Las partes de pizarra y caliza se encuentran entre estos últimos. Las partes menos abruptas, por el contrario son las más perjudicadas. Las cubiertas Kenda han tenido un comportamiento desigual: en las partes abruptas se han comportado de manera excelente. En cuanto a las de barro, en las zonas de barro grueso han dado un buen rendimiento, pero en las zonas de barro fino (arcilloso y similares) he sufrido algunos sustos, debido a que el barro se acumulaba en ellas, perdiéndose el dibujo completamente (tanto en la Blue Groove como en la Small Block Eight).

El resto de tramos han sido bastante tranquilos, con muy poca gente, comparado con días anteriores. He realizado la etapa casi sin parar (apenas un rato para intentar fotografiar unos almendros en flor), y dos pequeñas paradas para orientarme a la salida de Castilblanco y llegada a La Cantina.

Lo realmente llamativo del día ha sido la climatología. Toda la etapa ha estado cubierto, con abundante viento racheado, y con un frío bastante intenso. En toda la mañana no se ha subido de los 8ºC, y la mínima la he tenido en Castilblanco, con 5ºC. Esto hacía que en las partes de descenso (aprox. 30 km/h) llegara a tener una sensación térmica de -6ºC. Por suerte, la lluvia no hizo acto de presencia hasta que me encontraba realizando el tramo de la Ruta del Agua, de camino ya a Guillena. A eso me refería antes cuando decía que a punto estuvo de nevar. Tronar, la verdad es que no, salvo que nos refiramos metafóricamente a los continuos disparos de cazadores que me fueron acompañando durante las más de tres horas de etapa.

El recorrido, como decía antes, se corresponde con la etapa del Guillenazo (si bien en sentido contrario), cuya representación en Google Maps es la siguiente:


Ver 2010/10/17 El Guillenazo en un mapa más grande

Los datos de la etapa son los siguientes:

  • Distancia (según mi velocímetro): 51,590 km.
  • Tiempo de etapa: 3h 24m 33s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 3h 32m 7s
  • Pulsaciones medias: 154 pulsaciones/m
  • Pulsaciones máximas: 182
  • Consumo medio de calorías: 1170 kcal/h
  • Consumo máximo de calorías: 1450 kcal/h
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: 2h 7m 44s
  • Consumo total de calorías: 3999 kcal
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17 oct 10 Etapa ciclista: El Guillenazo

En la pasada etapa del 12 de octubre nos quedamos con una sensación agridulce: la etapa había sido una auténtica gozada, pero se nos había quedado algo corta. Así que para este fin de semana decidimos recuperar una etapa que hacía tiempo que tenía ganas de hacer: El Guillenazo

El Guillenazo es un recorrido circular en los alrededores de Guillena, que ya habíamos realizado -en parte- en etapas anteriores. Comienza saliendo de Guillena por el cordel de la Cruz de la Mujer, hasta tomar la pista que rodea el embarse de Gérgal, y que constituye el tramo principal de la Ruta del Agua. Una vez alcanzada La Cantina, cruza por la presa de Guillena, para enlazar con Castilblanco de los Arroyos por el embalse de Castilblanco, haciendo uso de la pista SE-186. Por último, se desciende de vuelta a Guillena por la Vía de la Plata. Unos 53 kms. sobre el papel, con bonitas subidas, tramos intensos, y bajadas trialeras que hacen las delicias de los ciclistas de montaña más técnicos.

Quedamos, pues, Miguel, Rafa y yo a las 9:00h en la gasolinera de Guillena, para posteriormente dirigirnos al comienzo del Cordel de la Cruz de la Mujer. Ya a esas horas la cantidad de ciclistas que frecuentaban la zona era desmesurada. La cantidad de vehículos aparcados en la zona nos hacía suponer -de manera muy acertada- que nos íbamos a estar precisamente solos en el camino. Comenzamos la etapa al filo de las 9:20h. con el ascenso del cordel. Llegamos rápidamente hasta la pista que bordea el embalse, donde empezamos el largo ascenso que habría de llevarnos hasta la Cantina. Este tramo no presenta especiales dificultades, con la excepción de algunas pequeñas paredes que jalonan el recorrido, aunque Miguel tuvo el primer susto de la jornada al irse a la cuneta en un tramo de bajada con abundante arena, y una curva de derechas peraltada al revés. Salida, por otro lado, sin mayor consecuencia. Rafa, por su parte, empezaba a experimentar los problemas mecánicos que habrían de perseguirle a lo largo de toda la etapa: en este caso, problemas con el cambio del plato y la cadena.

De camino a La Cantina encontramos una importante razón para el desmesurado número de coches que nos habíamos encontrado en Guillena: se disputaba el I Trail Turdetania, carrera de ultrafondo cuyo recorrido, precisamente, coincidía exactamente con nuestra etapa. Su primer punto de avituallamiento, que coincidió con nuestra primera parada importante, estaba precisamente en La Cantina. Allí, precisamente, se nos unieron dos ciclistas, Ángel y Willy, con los que trabamos conversación, y tras conocer nuestro recorrido, se decidieron a acompañarnos.

Una vez reanudada la etapa, descendimos hasta la presa de Guillena, sobre la cruzamos. Poco después, tras rodar un poco junto a las plácidas aguas el embalse, empezamos el ascenso hacia la dehesa del Oreganal. Éste comenzaba con un tramo en S que, a la postre, era menos duro de lo que cabía suponer, pero, una vez pasado éste, el ascenso se hacía más intenso. Ahí poco a poco empezó a írseme Miguel. Rafa, por su parte, seguía con sus problemas de cambio, por lo que se quedó rápidamente descolgado. Nos reagrupamos, poco después, en la cima de la subida, junto a un cercado de cerdos, en el que comentamos la dura subida.

Continuamos camino de la pista SE-186, pasando junto a la Casa del Oreganal. La pista, que inicialmente pensaba que iba a tener firme de grava y alquitrán, era en realidad de tierra, del mismo estilo que habíamos venido trayendo desde la salida. Tenía la pista algunas subidas y bajadas, no demasiado duras, empezamos un vertiginoso descenso hasta el embalse existente a unos 4 kms. de Castilblanco. En ese descenso, como descubriría poco después, se me aflojó el cierre rápido de la rueda delantera. No quiero ni pensar qué podría haber pasado si en él hubiera levantado algo la horquilla delantera por algún bache o pequeño salto. Llevábamos a esas alturas unos 28 kms. de etapa.

Lo malo de descender hasta un pantano es que posteriormente, claro, hay que ascender. Fue una subida intensa, aunque no excesivamente exigente, hasta las cercanías de Castilblanco, en el que rebasamos a varios grupos de corredores del Trail Turdetania. Tras descansar un poco, y aprovechar para ajustar la posición del sillín de Rafa, que le venía dando problemas, completamos un breve descenso hasta Castilblanco de los Arroyos, donde aprovechamos para detenernos un rato en otro de los puntos de avituallamiento del Trail. Por cierto, algunos corredores, amablemente, nos hicieron entrega de algunos tetra-bricks de agua de la prueba ya que empezábamos a estar algo escasos de agua.

Salimos de Castilblanco por el camino de Toledilla, que nos ahorró tener que subir hasta la parte alta de Castilblanco para tomar la carretera de Burguillos. Recorrimos a velocidad de vértigo los 3 kms. que nos separaban de la pista de la Vía de la Plata, y empezamos el descenso por sus tramos trialeros, conmigo en cabeza y Willy a mi estela. Esta vez pude hacer un descenso sumamente rápido, ya que conocía bastante mejor sus entresijos y recovecos, y en esos momentos no había ninguno de los corredores del Trail. Hicimos una parada para reagruparnos una vez pasado el tramo trialero que hay justo debajo de las dos portelas, y retomamos el descenso por los tramos de piedras y de pizarra. Un bonito descenso, hasta la dehesa, donde llegué con Ángel y Willy. Tras un rato de espera, Miguel y Rafa no aparecían, por lo que decidimos dar la vuelta, por si se hubieran despistado o tenido algún problema. En el ascenso, algunos de los corredores me comentaron que habían visto a dos ciclistas que se ajustaban a la descripción de Miguel y Rafa reparando un pinchazo. Subí el tramo de pizarra y el de piedras, sin encontrarlos. ¡Prácticamente subí de nuevo hasta el lugar donde habíamos descansado! Y entonces vi a Miguel y a Rafa bajar: Rafa había pegado un llantazo y reventado la cámara de la rueda trasera en uno de los primeros tramos de piedra.

De nuevo en descenso, vi que uno de los ciclistas de la organización del Trail había sufrido un pinchazo. Le ofrecí ayuda, que gustosamente aceptó, ya que al reemplazar la cámara pinchada, había roto la válvula en el interior de la bomba, por lo que era incapaz de inflar la tercera cámara que llevaba. Una vez solventado el problema, continué el descenso para agruparme con mis compañeros justo antes de la bajada del tramo de pizarra. Habíamos perdido algo más de media hora, pero me había dado el gustazo de bajar los tramos más excitantes de la Vía de la Plata por partida doble.

De nuevo en la dehesa, salvamos la penúltima subida de la etapa, para salir de nuevo a los olivares y al campo de naranjos. Afrontamos la bajada hasta el polígono a una buena velocidad, pero notamos que Rafa había vuelto a quedarse: en este caso, por una salida de cadena que casi le había hecho irse al suelo, y obligado a detenerse derrapando con los pies durante unos 50 m.

La vuelta hasta Guillena tuvo poco misterio. Llegamos a los coches al filo de las dos de la tarde. La etapa había durado algo más de cuatro horas y media. Había sido larga, dura… y magnífica. Una etapa que espero repitamos en más de una ocasión.

Datos de la etapa:

  • Distancia (según mi velocímetro): 57’055 km. (Hay que tener en cuenta los 3-4 kms. recorridos de más en el ascenso de la Vía de la Plata)
  • Tiempo de etapa: 3h 34m 20s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 4h 34m 56s
  • Pulsaciones medias: 146 pulsaciones/m
  • Pulsaciones máximas: 1860
  • Consumo medio de calorías: 1090 kcal/h
  • Consumo máximo de calorías: 1490 kcal/h
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: 2h 35m 28s
  • Consumo total de calorías: 4969 kcal
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