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El problema de tener una mente abierta es que la gente insiste en entrar dentro y poner allí sus cosas
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16 jun 12 Etapa ciclista: Córdoba – Villaviciosa (02/06/2012)

El sol caía a plomo sobre el asfalto. No quedaba más remedio que aferrarse a la cadencia que había marcado desde el inicio de la subida. Ritmo, ritmo, y ajustar el desarrollo a las diferentes pendientes de la subida, para que, fuera cual fuera la velocidad, la cadencia se mantuviera constante. Aún quedaban al menos tres kilómetros de dura subida, que se percibían a las claras al levantar la vista del manillar, y contemplar que la serpiente de asfalto seguía ascendiendo por la ladera de la montaña. Estaba siendo duro. Muy duro. “¿Y qué puñetas es lo que estoy haciendo aquí”. No dejaba de repetirme una y otra vez la misma cuestión, a la vez que procuraba apartarla de mi cabeza, a fin de no distraerme de lo verdaderamente importante a esas alturas: mantener la cadencia. Eso era lo único importante en ese momento, dado que era lo único que podía sacarme de allí. Pero empecemos por el principio.

Desde que hiciéramos, en el ya lejano abril, la etapa Brutal 3, Ángel y yo llevábamos tiempo con ganas de repetir una etapa de gran kilometraje. Entre unas cosas y otras, lo habíamos ido dejando correr, pero esa semana, la idea volvió a cruzarse en nuestras intenciones. Lo malo es que se cogió de la mano con otra idea que a mí llevaba tiempo rondándome por la cabeza: realizar una etapa en bici entre Córdoba y Villaviciosa, y recuperar las viejas sensaciones de rodar íntegramente por asfalto. No hizo falta más que plantearlo, para que rápidamente decidiéramos afrontar el reto. En concreto, el sábado 2 de julio. La primera etapa del final de primavera iba a ser de infarto. Y para ello, decidí preparame de una manera especial. Aunque lo más recomendable hubiera sido disponer de una bicicleta de carreras, o al menos haber preparado la Fuji para rodar por asfalto, no andaba con excesivas ganas de volver a transportar bicis entre Sevilla y Córdoba, así que opté por equipar la Ghost con cubiertas lisas de carretera. Cogí las dos cubiertas Kenda Kwest de 1.5” que tenía guardadas, y ni corto ni perezoso se las coloqué a la Ghost. El efecto era, cuando menos, bastante raro. Pero en cuanto las probé pude ver que no me había equivocado con mi elección:

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Empezamos la etapa a las 7:30h junto a la casa de Ángel. En esta ocasión Ángel había optado por realizar la etapa con su Ghost AFX 4900, muy similar a la mía, pero en su caso, equipada con cubiertas convencionales de montaña. No cabía duda de que la etapa del día iba a ser sumamente interesante. E incluso estábamos teniendo suerte con la climatología. La mañana se presentaba cubierta y algo fría. Tan sólo nos quedaba esperar que se mantuviera así el resto de la jornada. Porque falta nos iba a hacer algo de ayuda con la que teníamos por delante: unos noventa kilómetros de etapa, dos puertos de montañas y tres altos. Unos 1900 metros de desnivel de subida acumulado. Dura, muy dura.

Abrimos boca subiendo por el Brillante, camino del Lagar de la Cruz. Teníamos por delante mucha tela que cortar, por lo que atacamos las primeras rampas de la carretera con comedimiento. Aun así, mantuvimos una excelente media de 10 km/h, que nos hizo alcanzar el Lagar en menos de 50 minutos de subida, en los que salvamos los 9 kms. de distancia desde la salida en el Camping. Sin ni siquiera deternos, seguimos avanzando por carretera, realizando a toda velocidad el descenso hasta Las Jaras, primero, y hasta los Arenales, a continuación. La mañana se mantenía fresca y cubierta, por lo que no era plan detenerse a realizar vida contemplativa: teníamos que aprovechar esa suerte todo el tiempo que fuera posible.

Cruzamos el puente de los arenales y empezamos la segunda gran subida del día: el puerto del Aire. La subida del puerto del Aire desde los Arenales tiene una longitud de 14 kilómetros, divididos en tres grandes fases: una primera subida inicial de 6 kms. de pendiente constante, con rampas del 10%, y que por sus características se asemejaba bastante a la subida del Brillante con la que habíamos abierto boca para empezar el día. La segunda, cercana a los 6 kms., constituía un tramo pestoso, con pequeñas subidas y bajadas enlazadas, que permitían recuperar algo de resuello, pero en la que corrías el riesgo de desfondarte si forzabas el ritmo demasiado. Y la tercera, la última subida al puerto, de algo más de 2 kms. de subida sostenida, también con unas rampas del 10%. Y todo eso tan sólo para quedarnos en mitad de la nada, aún a 9 kilómetros de llegar a Villaviciosa.

Afrontamos la primera fase de la subida al puerto de la misma manera que habíamos subido hasta el Lagar: marcando un ritmo conservador, sabiendo lo que teníamos aún que salvar a lo largo del día. Mi elección de cubiertas había sído todo un acierto, y aunque notaba la Ghost más nerviosa que de costumbre con esas cubiertas mas estrechas de lo que suelo montar, también la notaba sumamente ágil para ser una doble de casi 14 kilos de peso en esa configuración. Ángel, por su parte, rodaba como un campeón con cubiertas de montaña sobre el asfalto. Casi podía notar cómo sus cubiertas abrían surcos en el asfalto al rodar en subida. Lo que estaba haciendo era algo increíble. Y el recorrido estaba siendo genial: un paisaje espectacular, en una carretera de montaña sin ningún tráfico a esa hora de la mañana. Y casi puedo apostar que en todo el día: apenas nos cruzamos con 5 vehículos en los 40 kilómetros entre Córdoba y Villaviciosa.

Tardamos 35 minutos en recorrer esos 6 kilómetros de subida. Había sido duro, pero ya llevábamos dos subidas duras de las tres que teníamos por delante antes de llegar a Villaviciosa. Nos permitimos rodar con más alegría el segundo tramo de la subida al puerto. Entre otras cosas, porque había olvidado la existencia del tercero, al revisar el perfil de la etapa la tarde anterior. Así que cuando nos encontramos con una tercera pared en la subida, no nos quedó más remedio que apretar los dientes y seguir subiendo. Coronamos el puerto del Aire a las 9:50h, tras haber recorrido 30 kilómetros de la etapa. Sin pausa alguna.

Dejamos atrás el techo de la etapa (775 m. de altitud), e iniciamos un rápido descenso hacia Villaviciosa. Descenso que no fue un descenso puro, sino que en los tramos finales se iba alternando con falsos llanos que nos iban sumiendo en la desesperación, porque nos hacían tener la sensación de que nunca acabábamos de llegar al pueblo objeto de nuestro viaje. Pero finalmente, llegamos a las 10:15h, tras 2h 45m de incesante pedaleo.

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Paramos a tomar unas excelentes tostadas en un bar a la entrada de Villaviciosa. La pausa nos vino de perilla, ya que yo, por mi parte, notaba las piernas como si fueran de gelatina, y Ángel empezaba a acusar la dureza de la etapa. Y aún teníamos que volver. Fue durante la pausa cuando noté que el velocímetro de mi bici estaba midiendo la distancia de manera errónea: a esas alturas de la etapa indicaba 45 kms. de recorrido, cuando yo recordaba que la distancia era algo menor. ¿Qué estaba pasando? Fue entonces cuando lo vi claro: tenía calibrado el velocímetro para una cubierta de 2.35”, y estaba montando una de 1.5”. No sólo había variado el ancho de la cubierta, sino también su grosor, por lo que el conjunto de la rueda tenía un diámetro más pequeño. Y esa diferencia estaba bastando para alterar de manera significativa la medición de la distancia. En fin, habría que tenerlo en cuenta para ajustar los esfuerzos en la subida.

Tras 25 minutos de distancia, reemprendimos la etapa. Ya habíamos hecho lo más duro, pero aún nos quedaba el mayor espanto del día: la subida a Puerto Artafi desde el valle del Guadiato. Y encima, el cielo había empezado a abrirse. Iba a tocar despedirse del frescor que nos había acompañado durante la subida a Villaviciosa. Qué lástima que no hubiera sido al revés. Pero supongo que no se puede pedir todo. Salimos de Villaviciosa por la carretera que conduce a Posadas, y que en ese primer tramo convive con una vereda pecuaria. La verdad, daban ganas de salir del asfalto y ponerse a rodar por tierra. Pero no convenía realizar más frivolidades de la cuenta, y tampoco mis cubiertas iban a permitirme demasiadas excentricidades a ese respecto. Tan sólo tomar nota mental para futuras etapas por la zona -que todo hay que decirlo, lo vale muy mucho-.

La salida de Villaviciosa fue una delicia, con un rápido descenso por asfalto. No en balde habíamos ya realizadp 1200 metros de subida acumulada de los 1900 que tenía la etapa, con lo que en el resto del día la tendencia iba a ser que el descenso predominara. Tan sólo teníamos que tener una precaución: no saltarnos el desvío de la carretera que teníamos que tomar para Trassierra, y meter el remo hasta el corvejón y acabar en Posadas. Encontramos el desvío 10 kms. después de abandonar Villaviciosa, y giramos a la izquierda, pasando el puente sobre el arroyo Orejón, y afrontamos un rápido y pronunciado descenso, que pronto se vio recompensado -como no podía ser menos- con una subida equivalente al salvar el puente sobre el Arroyo del Pueblo. Esa subida nos condujo a una zona de subidas bajadas, de unos 5 kms., antes de afrontar un nuevo y rápido descenso hasta lo que creímos que era el río Guadiato, y que no era el otro que el Guadiatillo. Un diminutivo que, de haber sido conscientes de él, nos habría ahorrado algún que otro disgusto.

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Hicimos la segunda para del día junto al puente, y antes de iniciar la que creíamos que era la subida a Puerto Artafi. Subida de 5’5 kms. que me hacía temblar de tan sólo pensar en ella. Habíamos decidido parar en ese punto con la idea de comer algo, descansar, y afrontar más frescos la tremenda subida que -creíamos- teníamos por delante. Pero es verdad que algo no me cuadraba: el río estaba demasiado seco, el puente era demasiado pequeño para lo que había oído contar, y no se veía por ningún lado la cola del pantano de la Breña II, que suponía que llegaba hasta la zona. No acababa de cuadrarme, pero es cierto que teníamos una subida por delante que se adivinaba dura. Muy dura. El caso es que aparté las dudas de mi mente, y una vez finalizada la pausa, Ángel y yo afrontamos el ascenso. Y en efecto, fue duro. Rampas casi constantes del 10% que nos hicieron un gran destrozo, pues el calor a esa hora -estábamos al filo del mediodía- se dejaba ya notar en toda su crudeza. Pero el ascenso fue corto, de tan sólo 2 kilómetros, cuando esperábamos más de 5. Estaba claro que algo estaba pasando. Sobre todo cuando empezamos a descender por una espectacular carretera de montaña, camino de un nuevo valle, y no de Trassierra, y que, además, presentaba ante nosotros una cresta de sierra como no había visto en esa zona de Sierra Morena en mi vida. Ya no cabía dudas: lo que teníamos delante era de verdad el valle del Guadiato. Y la subida a Puerto Artafi.

Cruzamos el puente sobre el Guadiato justo al mediodía. Si la anterior subida me había parecido dura, esta no tenía ni punto de comparación. Tanto Ángel como yo lo vimos claro: se trataba de encontrar un ritmo que nos permitiera afrontar ese espanto, y llegar arriba en las mejores condiciones posibles. Y es aquí como volvemos al principio de esta historia.

Yo, por mi parte, tuve suerte y pude encontrar esa cadencia. Pude hacer la subida a un ritmo de pedaleo constante, que me hacía oscilar entre los 6 y los 8 km/h de velocidad de subida. Ángel no tuvo tanta suerte. Venía sufriendo un mayor desgaste que yo por razón de sus cubiertas, y estaba al límite de su resistencia, lo que le hacía estar tremendamente incómodo, y mantener un ritmo muy irregular, que le llevaba a descolgarse en ocasiones, a alcanzarme, y a volverse a hundir. Estaba sufriendo de una manera desmesurada. Y el calor no ayudaba, precisamente. Todo el frescor que habíamos tenido en la primera parte de la etapa parecía querer tener su contrapartida en el espanto de subida que estábamos acometiendo. Y para colmo, el trazado de la subida no hacía sino machacarnos psicológicamente: curvas enlazadas, a izquierda y derecha, que bordeaban la montaña, y que, cuando creías haber terminado de subir al superar una curva muy pronunciada, lo que hacían era enseñarte un nuevo tramo de cinta de asfalto que trepaba, desafiante, por la ladera de la montaña. Parecía no tener fin, por lo que no te quedaba más remedio que agachar la cabeza, y mirar apenas un metro por delante del manillar. Y desear que esa tortura finalizara pronto. “¿Y qué puñetas es lo que estoy haciendo aquí”. Pues lo que me gusta, maldita sea.

Coronamos Puerto Artafi a las 12:45h. Tres cuartos de hora para 5’5 kms. de subida. Tras 70 kilómetros de etapa. Nos sentíamos como héroes. Héroes pasados por una picadora de carne, pero héroes. Nos dejamos caer hasta Trassierra, y realizamos la tercera parada del día. Acuarius y un rato de descanso a la salida de Trassierra. Nos vino como anillo al dedo.

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Esta vez la parada fue de apenas 15 minutos. La una de la tarde había pasado ya, y seguía cayendo plomo derretido del cielo. A casita, que llovía. Fuego, pero llovía. Encaramos los escasos 5 kilómetros que separan Trassierra del Cruce de Trassierra, a un ritmo relajado, ya que a esas alturas de la jornada no estábamos para muchas alegrías, y sin solución de continuidad, encaramos el descenso de la Albaida. Sin pedalear apenas, la Ghost con cubiertas finas se comía el asfalto. Alcancé sin dificultades los 60 km/h en descenso, y aún tuve que contener a la bici para no comerme a Ángel, que bajaba por delante. Si no hubiera frenado y le hubiera dado fuerte, creo que habría pasado de los 80 km/h fácilmente.

Sin más ceremonias, entramos en Córdoba por el Tablero Bajo, y llegamos de nuevo al Cámping al filo de las 14:00h. Paramos en casa de Ángel a celebrar el final de la etapa y de la tortura. Mi velocímetro marcaba la increíble distancia de 98 kms. de recorrido. En realidad no era tanta distancia, pero no cabía menos que registrar tal acontecimiento:

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…y regarlo con unas magníficas Franziskaner y Mahou junto a la casa de Ángel. Lo habíamos hecho. Y pese a las paradas, y la paliza del final de etapa, en menos tiempo de lo que había calculado. Ida y vuelta a Villaviciosa. Aunque -como habría de descubrir al llegar a casa- algo churruscado por el sol. Pero había valido la pena: como vería posteriormente, había sido -de largo- la etapa más dura que había realizado hasta el momento con la bici.

Los datos de la etapa son los siguientes:

  • Distancia: 98’07 km.
  • Distancia (según el GPS): 91’499 km.
  • Tiempo de etapa: 5h 29m 37s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 6h 21m 06s
  • Velocidad media: 17’85 km/h
  • Velocidad máxima: 64’06 km/h
  • Pulsaciones medias: 134
  • Pulsaciones máximas: 173
  • Consumo medio de calorías: 940 kcal/h
  • Consumo máximo de calorías: 1320 kcal/h
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: 4h 10m 57s
  • Consumo total de calorías: 5933 kcal
  • Índice IBP de dificultad: 164AB

Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Puerto del Aire – Villaviciosa – Santa María de Trassierra

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10 abr 11 Etapa ciclista: Monte Cobre – Castañar de Valdejetas – Puerto Artafi – Fuente del Elefante – Cuesta del Reventón (27/03/2011)

El pasado 27 de marzo Javi Aljama, Enrique, Mané y yo hicimos una gran etapa por la Sierra de Córdoba. Una etapa que, por segunda vez consecutiva, iba a disputar sin haber dormido prácticamente nada la noche anterior. Y es que había tenido una intervención nocturna en el trabajo por videoconferencia que se alargó hasta las cinco de la mañana, que apenas me permitió dormir una hora y tres cuartos antes del comienzo del Gran Premio de Australia de Fórmula 1, que se alargó hasta las nueve y media de la mañana. Apenas había cruzado Vettel la línea de meta, cuando salía yo por la puerta con las gafas enfundadas y el casco puesto. Y es que se me paraba a pensarlo, caía redondo de sueño.

Empezamos la etapa un poco antes de las 9:45h, y nos dirigimos al canal del Guadalmellato, para enlazar con la vereda de Trassierra. Íbamos a subir por Monte Cobre hasta el cruce de Trassierra. Empezamos la subida suaves; había calculado hora y media de subida hasta el cruce, pero tengo que admitir que era la segunda vez que subía Monte Cobre desde la vereda: salvo en una de las Maratones MTB Sierra Morena, siempre había subido hasta el camino de la Casa de la Ventana por la carretera de la Albaida.

Al llegar a la altura del Cortijo de la Gitana Javi y yo, que íbamos en cabeza de palique, nos desviamos por una dura subida, que pronto tuvimos que desandar, ya que nos habíamos saltado el desvío que da comienzo al primer tramo de Monte Cobre. Empezamos la subida por un camino, seguido de un durísimo sendero que nos acabó llevando, a las 10:40h, junto al guardarraíl que corta el paso de la subida, y que hay que salvar para continuar ascendiendo hasta la Casa de la Ventana, primero, a la Torre de las Siete Esquinas, después, y por último, al Mirador de las Niñas.

Poco después empezamos la subida hacia la Casa de la Ventana, acompañados por un grupo de ciclistas que habían subido por la carretera de la Albaida. Salvamos la cerca que corta el paso cerca de la Casa, y continuamos ascendiendo. Pronto Enrique, lastrado por sus cubiertas de descenso, se fue quedando atrás, mientras Mané y Javi se iban un poco en cabeza. Superamos el olivar que antecede a la Torre, y nos reagrupamos en ésta. Pudimos descansar un poco, mientras contemplábamos una magnífica vista del Valle del Guadalquivir.

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Antes de continuar, tuvimos un breve momento de duda sobre si seguir ascendiendo por el camino conocido, o seguirlo haciendo por un sendero que surgía hacia el oeste de la torre. Tentados estuvimos de tomarlo, pero el recuerdo de los acontecimientos de la semana anterior nos hicieron desistir, aunque dudamos bastante. Seguimos el ascenso hacia el Mirador de las Niñas, donde de nuevo volvimos a separarnos. Tuve algunos problemas de cambio con la Ghost, y perdí comba con Mané y Javi, que consiguieron subir del tirón hasta el Mirador.

Desde allí continuamos hasta la primera parada del día, la gasolinera del Cruce de Trassierra. Eran las 11:30h de la mañana. Habíamos tardado algo menos de dos horas en subir. Allí Enrique decidió no continuar con la etapa: tenía que estar pronto de vuelta en casa, y la etapa, de la que apenas habíamos hecho un tercio, prometía ser larga. Así que, reducido el grupo a tres integrantes, tomamos la decisión de ir hasta el punto más lejano propuesto: el castañas de Valdejetas. Eso suponía que íbamos a subir tres puertos de montaña, y que ya habíamos superado el primero de ellos.

Al filo del mediodía reemprendimos la marcha. Tomamos la carretera de Trassierra, para abandonarla poco después, siguiendo las indicaciones de Puerto Artafi. Tomanos la vereda del Llano de Mesoneros, que nos hizo pasar junto a la fuente de la Marquesa, para llevarnos en un divertido descenso hasta el embalse de la Jarosa. Era ya terreno conocido para nosotros. Seguimos avanzando, siguiendo las indicaciones de Puerto Artafi, hasta que llegamos al cruce del GR-48 que, semanas atrás, Mané y yo habíamos seguido para ir a Santa María de Trassierra. En este caso, continuamos de frente.

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Otro grupo de ciclistas, con bicis rígidas, nos preguntaron a dónde iba el camino. Les respondimos que se trataba del GR-48, y que nosotros íbamos siguiendo las indicaciones del Sendero Azul hasta el castañar. Era fácil: sólo tenían que ir siguiendo las marcas rojas y blancas, hasta encontrar a mano derecha el desvío para el castañar. Decidieron recorrerlo, por lo que nos dieron las gracias y siguieron avanzando.

El GR-48 seguía en dirección noroeste, pasando por un magnífico tramo de dehesa, mezclada con bosque mediterráneo. Desde el embalse habíamos ido en un suave ascenso, marcado por ocasionales subidas y bajadas, que hacían el rodar bastante divertido. Dos kilómetros y medio después, llegamos a una intersección del GR-48 con otro camino. Consultamos el GPS, y vimos que teníamos que abandonar el GR-48, y seguir a mano derecha para emprender la subida al castañar de Valdejetas. Sin embargo, no había rastro de indicación del Sendero Azul. Espero que el trío de las rígidas no hubieran seguido avanzando, esperando encontrarse el cartel azul, porque si no podrían haber acabado en Portugal.

Faltaban diez minutos para la una de la tarde cuando empezamos el ascenso a Puerto Artafi por el castañar de Valdejetas. El entorno era un preciosidad, pese a que el castañar no se encontraba en su mejor época del año. Pasamos junto al Cortijo de Valdejetas que, como bien dijo Mané, más parecía un cortijo de campiña que uno de sierra, y salimos de la finca no mucho tiempo después. Hicimos la segunda parada de la jornada junto a la cancela de entrada a Valdejetas. Era la una y diez de la tarde. Habíamos cruzado el castañar en 20 minutos, a un ritmo bastante tranquilo, y disfrutando del paisaje.

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Nubes de tormenta avanzaban sobre nosotros, por lo que tuvimos que decidir cómo finalizar la etapa. Determinamos llegar hasta la carretera de Trassierra, y volver a Trassierra por ella para, posteriormente, bajar a Córdoba por la Cuesta del Reventón. Dicho y hecho. Empezamos un breve descenso, seguido de una dura subida hasta Puerto Artafi, donde tuve que entregar la cuchara. Repuesto del esfuerzo, bajamos hasta la carretera, y volvimos rápidamente a Trassierra y tomamos, sin detenernos, el camino hacia la Fuente del Elefante. A partir de este punto, Mané empezó a experimentar molestias en una de sus rodillas. Estaba claro que íbamos a tener que terminar la etapa por la vía rápida.

Pasamos por la Fuente del Elefante pasadas las dos menos cuarto de la tarde. Seguimos hasta el Cortijo del Caño del Escarabita, y tomamos el camino que lleva hasta la Torre del Beato. Recordaba haber pasado por allí en la II Maratón MTB Sierra Morena, pero me encontraba bastante despistado, especialmente cuando salimos a la carretera. En un momento creí reconocer el entorno como -precisamente- el de la Torre del Beato, pero ni a Javi ni a Mané parecía sonarles. Como luego pude comprobar en Google Earth, lo había reconocido bien.

Desde la Torre tomamos la carretera en dirección a Las Ermitas. Íbamos a afrontar el tercer y último puerto de la jornada. Y el primero por carretera. Aunque a esas alturas del día no era demasiada ventaja. Aun así, disfrutamos del veloz descenso por carretera hasta el comienzo de la cuesta del Reventón. Terminamos la etapa con un trepidante descenso por la Cuesta del Reventón, en el que, para variar, abusé de los frenos de disco. :mrgreen:

Dimos por finalizada la etapa al pie de la cuesta del Reventón, cerca de la casa de Javi. Eran las dos y media de la tarde, y en ese momento el GPS, que estaba a punto de quedarse sin batería tras casi cinco horas de etapa, indicaba que habíamos recorrido 40’3 kms. Mané y yo, tras despedirnos de Javi, descendimos hasta el Brillante, y nos encaminamos a casa, a donde llegamos al filo de las tres de la tarde. Habíamos recorrido, en total, 45’56 kms. de etapa larga, divertida, y con un paisaje sumamente hermoso. Y por una vez, no volvíamos cubierto de barro o arañazos.

El recorrido de la etapa en Google Maps es el siguiente:


Ver 2011/03/27 – Monte Cobre – Puerto Artafi – Cuesta del Reventón en un mapa más grande

En cuanto a los datos de la etapa, por error no puse en marcha el pulsómetro a la salida (me dí cuenta a la altura del Cortijo de la Gitana), y se interrumpió en la Fuente del Elefante, por lo que los datos cardíacos son sólo parciales, correspondientes a ese segmento de la etapa. Los correspondientes al kilometraje sí son correctos:

  • Distancia (según el velocímetro): 45’56 km.
  • Distancia (según el GPS): 40’3 km. (hasta la Cuesta del Reventón)
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 4h 46m 40s (hasta la Cuesta del Reventón)
  • Pulsaciones medias: 139 pulsaciones/m
  • Pulsaciones máximas: 183
  • Consumo medio de calorías: 990 kcal/h
  • Consumo máximo de calorías: 1420 kcal/h
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: 2h 7m 32s
  • Consumo total de calorías: 3363 kcal
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