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10 abr 11 Etapa ciclista: Monte Cobre – Castañar de Valdejetas – Puerto Artafi – Fuente del Elefante – Cuesta del Reventón (27/03/2011)

El pasado 27 de marzo Javi Aljama, Enrique, Mané y yo hicimos una gran etapa por la Sierra de Córdoba. Una etapa que, por segunda vez consecutiva, iba a disputar sin haber dormido prácticamente nada la noche anterior. Y es que había tenido una intervención nocturna en el trabajo por videoconferencia que se alargó hasta las cinco de la mañana, que apenas me permitió dormir una hora y tres cuartos antes del comienzo del Gran Premio de Australia de Fórmula 1, que se alargó hasta las nueve y media de la mañana. Apenas había cruzado Vettel la línea de meta, cuando salía yo por la puerta con las gafas enfundadas y el casco puesto. Y es que se me paraba a pensarlo, caía redondo de sueño.

Empezamos la etapa un poco antes de las 9:45h, y nos dirigimos al canal del Guadalmellato, para enlazar con la vereda de Trassierra. Íbamos a subir por Monte Cobre hasta el cruce de Trassierra. Empezamos la subida suaves; había calculado hora y media de subida hasta el cruce, pero tengo que admitir que era la segunda vez que subía Monte Cobre desde la vereda: salvo en una de las Maratones MTB Sierra Morena, siempre había subido hasta el camino de la Casa de la Ventana por la carretera de la Albaida.

Al llegar a la altura del Cortijo de la Gitana Javi y yo, que íbamos en cabeza de palique, nos desviamos por una dura subida, que pronto tuvimos que desandar, ya que nos habíamos saltado el desvío que da comienzo al primer tramo de Monte Cobre. Empezamos la subida por un camino, seguido de un durísimo sendero que nos acabó llevando, a las 10:40h, junto al guardarraíl que corta el paso de la subida, y que hay que salvar para continuar ascendiendo hasta la Casa de la Ventana, primero, a la Torre de las Siete Esquinas, después, y por último, al Mirador de las Niñas.

Poco después empezamos la subida hacia la Casa de la Ventana, acompañados por un grupo de ciclistas que habían subido por la carretera de la Albaida. Salvamos la cerca que corta el paso cerca de la Casa, y continuamos ascendiendo. Pronto Enrique, lastrado por sus cubiertas de descenso, se fue quedando atrás, mientras Mané y Javi se iban un poco en cabeza. Superamos el olivar que antecede a la Torre, y nos reagrupamos en ésta. Pudimos descansar un poco, mientras contemplábamos una magnífica vista del Valle del Guadalquivir.

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Antes de continuar, tuvimos un breve momento de duda sobre si seguir ascendiendo por el camino conocido, o seguirlo haciendo por un sendero que surgía hacia el oeste de la torre. Tentados estuvimos de tomarlo, pero el recuerdo de los acontecimientos de la semana anterior nos hicieron desistir, aunque dudamos bastante. Seguimos el ascenso hacia el Mirador de las Niñas, donde de nuevo volvimos a separarnos. Tuve algunos problemas de cambio con la Ghost, y perdí comba con Mané y Javi, que consiguieron subir del tirón hasta el Mirador.

Desde allí continuamos hasta la primera parada del día, la gasolinera del Cruce de Trassierra. Eran las 11:30h de la mañana. Habíamos tardado algo menos de dos horas en subir. Allí Enrique decidió no continuar con la etapa: tenía que estar pronto de vuelta en casa, y la etapa, de la que apenas habíamos hecho un tercio, prometía ser larga. Así que, reducido el grupo a tres integrantes, tomamos la decisión de ir hasta el punto más lejano propuesto: el castañas de Valdejetas. Eso suponía que íbamos a subir tres puertos de montaña, y que ya habíamos superado el primero de ellos.

Al filo del mediodía reemprendimos la marcha. Tomamos la carretera de Trassierra, para abandonarla poco después, siguiendo las indicaciones de Puerto Artafi. Tomanos la vereda del Llano de Mesoneros, que nos hizo pasar junto a la fuente de la Marquesa, para llevarnos en un divertido descenso hasta el embalse de la Jarosa. Era ya terreno conocido para nosotros. Seguimos avanzando, siguiendo las indicaciones de Puerto Artafi, hasta que llegamos al cruce del GR-48 que, semanas atrás, Mané y yo habíamos seguido para ir a Santa María de Trassierra. En este caso, continuamos de frente.

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Otro grupo de ciclistas, con bicis rígidas, nos preguntaron a dónde iba el camino. Les respondimos que se trataba del GR-48, y que nosotros íbamos siguiendo las indicaciones del Sendero Azul hasta el castañar. Era fácil: sólo tenían que ir siguiendo las marcas rojas y blancas, hasta encontrar a mano derecha el desvío para el castañar. Decidieron recorrerlo, por lo que nos dieron las gracias y siguieron avanzando.

El GR-48 seguía en dirección noroeste, pasando por un magnífico tramo de dehesa, mezclada con bosque mediterráneo. Desde el embalse habíamos ido en un suave ascenso, marcado por ocasionales subidas y bajadas, que hacían el rodar bastante divertido. Dos kilómetros y medio después, llegamos a una intersección del GR-48 con otro camino. Consultamos el GPS, y vimos que teníamos que abandonar el GR-48, y seguir a mano derecha para emprender la subida al castañar de Valdejetas. Sin embargo, no había rastro de indicación del Sendero Azul. Espero que el trío de las rígidas no hubieran seguido avanzando, esperando encontrarse el cartel azul, porque si no podrían haber acabado en Portugal.

Faltaban diez minutos para la una de la tarde cuando empezamos el ascenso a Puerto Artafi por el castañar de Valdejetas. El entorno era un preciosidad, pese a que el castañar no se encontraba en su mejor época del año. Pasamos junto al Cortijo de Valdejetas que, como bien dijo Mané, más parecía un cortijo de campiña que uno de sierra, y salimos de la finca no mucho tiempo después. Hicimos la segunda parada de la jornada junto a la cancela de entrada a Valdejetas. Era la una y diez de la tarde. Habíamos cruzado el castañar en 20 minutos, a un ritmo bastante tranquilo, y disfrutando del paisaje.

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Nubes de tormenta avanzaban sobre nosotros, por lo que tuvimos que decidir cómo finalizar la etapa. Determinamos llegar hasta la carretera de Trassierra, y volver a Trassierra por ella para, posteriormente, bajar a Córdoba por la Cuesta del Reventón. Dicho y hecho. Empezamos un breve descenso, seguido de una dura subida hasta Puerto Artafi, donde tuve que entregar la cuchara. Repuesto del esfuerzo, bajamos hasta la carretera, y volvimos rápidamente a Trassierra y tomamos, sin detenernos, el camino hacia la Fuente del Elefante. A partir de este punto, Mané empezó a experimentar molestias en una de sus rodillas. Estaba claro que íbamos a tener que terminar la etapa por la vía rápida.

Pasamos por la Fuente del Elefante pasadas las dos menos cuarto de la tarde. Seguimos hasta el Cortijo del Caño del Escarabita, y tomamos el camino que lleva hasta la Torre del Beato. Recordaba haber pasado por allí en la II Maratón MTB Sierra Morena, pero me encontraba bastante despistado, especialmente cuando salimos a la carretera. En un momento creí reconocer el entorno como -precisamente- el de la Torre del Beato, pero ni a Javi ni a Mané parecía sonarles. Como luego pude comprobar en Google Earth, lo había reconocido bien.

Desde la Torre tomamos la carretera en dirección a Las Ermitas. Íbamos a afrontar el tercer y último puerto de la jornada. Y el primero por carretera. Aunque a esas alturas del día no era demasiada ventaja. Aun así, disfrutamos del veloz descenso por carretera hasta el comienzo de la cuesta del Reventón. Terminamos la etapa con un trepidante descenso por la Cuesta del Reventón, en el que, para variar, abusé de los frenos de disco. :mrgreen:

Dimos por finalizada la etapa al pie de la cuesta del Reventón, cerca de la casa de Javi. Eran las dos y media de la tarde, y en ese momento el GPS, que estaba a punto de quedarse sin batería tras casi cinco horas de etapa, indicaba que habíamos recorrido 40’3 kms. Mané y yo, tras despedirnos de Javi, descendimos hasta el Brillante, y nos encaminamos a casa, a donde llegamos al filo de las tres de la tarde. Habíamos recorrido, en total, 45’56 kms. de etapa larga, divertida, y con un paisaje sumamente hermoso. Y por una vez, no volvíamos cubierto de barro o arañazos.

El recorrido de la etapa en Google Maps es el siguiente:


Ver 2011/03/27 – Monte Cobre – Puerto Artafi – Cuesta del Reventón en un mapa más grande

En cuanto a los datos de la etapa, por error no puse en marcha el pulsómetro a la salida (me dí cuenta a la altura del Cortijo de la Gitana), y se interrumpió en la Fuente del Elefante, por lo que los datos cardíacos son sólo parciales, correspondientes a ese segmento de la etapa. Los correspondientes al kilometraje sí son correctos:

  • Distancia (según el velocímetro): 45’56 km.
  • Distancia (según el GPS): 40’3 km. (hasta la Cuesta del Reventón)
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 4h 46m 40s (hasta la Cuesta del Reventón)
  • Pulsaciones medias: 139 pulsaciones/m
  • Pulsaciones máximas: 183
  • Consumo medio de calorías: 990 kcal/h
  • Consumo máximo de calorías: 1420 kcal/h
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: 2h 7m 32s
  • Consumo total de calorías: 3363 kcal
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16 feb 11 Etapa ciclista: Vereda de la Canchuela – Santa María de Trassierra – Cuesta de la Media Ladera (13/II/2011)

El pasado domingo 13 de febrero Mané y yo volvimos a salir a dar pedales por la Sierra de Córdoba. En esta ocasión variamos un poco el guión: dado que Mané tenía ganas de explorar nuevos caminos por la vertiente más occidental de la sierra, y yo tenía ganas de volver a rodar por aquella zona, decidimos subir por la Vereda de la Canchuela hasta Trassierra y, en la medida de lo posible, enlazar con la zona de El Salado. Dicho y hecho: el plan que tenía en mente era subir por la Canchuela hasta el cortijo de Pedrajas, seguir hasta el embalse de la Jarosa, entrar en la pista de El Salado, para bajar a Trassierra. Desde allí, bajar hasta los baños de Popea, remontar el Bejarano, y enlazar con el Lagar de la Cruz por las Dos Columnas. Y finalmente, bajar a Córdoba por Los Morales. Una auténtica kilometrada, de la que al final solamente haríamos la mitad del plan. Pero no adelantemos acontecimientos.

Salimos a las 9:00h, y bajamos hasta el Camping, para tomar la pista paralela al canal del Guadalmellato. Tuvimos que abandonarla a la altura de los cines de El Tablero, al hallarse la zona en obras. Fuimos por la circunvalación hasta San Rafael de la Albaida, donde tomamos la pista de mantenimiento del canal durante un buen rato. Rato que aprovechamos para hablar de todo un poco, e ir haciendo algo de rodaje para afrontar en las mejores condiciones posibles el reto que teníamos por delante.

Dejamos el canal poco después de pasar junto a Córdoba la Vieja, y justo antes de llegar a la urbanización de la Gorgojuela. Allí arranca la vereda de la Canchuela. Y lo hace bien fuerte, internándose directamente en la sierra, como para marcar un violento contraste con el llano camino que veníamos siguiendo hasta entonces. Las primeras rampas de la Canchuela son sencillamente brutales, y el rato que transcurre desde que sales del valle y entras poco a poco en la dehesa se hace sumamente duro. Al llegar a la primera zona arbolada hicimos una pausa para recuperar algo de fuelle. Una vez se llega a los árboles el camino, si bien en ascenso, se hace algo más relajado. Y así, poco a poco, fuimos subiendo por la vereda hasta alcanzar un poste con una calavera de vaca. No pudimos evitar detenernos para dejar constancia de tan inusual decoración:

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Tras pasar la calavera de vaca, seguimos por la vereda. Al principio, de nuevo en subida, interrumpida poco después por una breve bajada hasta un arroyo… que marca el inicio de los 700 metros más duros de toda la subida, hasta el cortijo de Pedrajas. Una auténtica pared interrumpida por una cerca, que hace que, quieras o no, tengas que echar pie a tierra en al menos una ocasión. Alguna más, en mi caso…

Superado el ascenso, y dejado atrás el cortijo, hicimos una pausa para orientarnos. Había llevado mi libro de “Andar por la Sierra de Córdoba“, una excelente guía de los caminos y senderos existentes en la Sierra Morena cordobesa, y que durante años ha sido mi libro de cabecera para estas expediciones. De acuerdo a esta guía, podíamos tomar el camino de la Jarosa para cruzar el arroyo Guadarromán aguas abajo del embalse de la Jarosa, y encontrarnos con el sendero GR48 en las cercanías del cortijo de La Porrada. Sin embargo, habíamos decidido seguir por La Canchuela durante algo más de tiempo, para girar a la izquierda en el enlace con la vereda del Llano de Mesoneros, y llegar al embalse aguas arriba. Algo más corto, pero más fiel al recorrido de la vereda.

Seguimos adelante, siguiendo una amplia curva a la derecha que realiza el camino. Pronto vimos a nuestra izquierda un sendero que dejaba el camino, para internarse poco después en la arboleda, valle abajo. Supusimos que se trataba del comienzo del camino de la Jarosa, y nos lo apuntamos para mejor ocasión. En realidad, como pude ver después en los mapas, es un camino que lleva más directamente al vado del Guadarromán, un poco más abajo del embalse de la Jarosa. Nosotros seguimos, en un suave ascenso, por el camino, para iniciar poco después un rápido descenso hasta que alcanzamos dos grandes portelas. Empezaba a estar algo preocupado, ya que a esas alturas teníamos que haber visto a nuestra izquierda la bifurcación que realiza la vereda de la Canchuela. Sin embargo, ahí no había nada, salvo pequeños senderos y vegetación.

Al pasar la portela nos encontramos con un grupo de ciclistas, y les preguntamos cómo llegar al embalse. Nos dijeron que continuáramos recto, hasta ver al cabo de un rato una puerta a la izquierda con un cartel anunciando una montería. Por allí, subiendo un poco, podríamos encontrar un camino que nos llevaría hasta el embalse. Seguimos, pues, sus indicaciones, y continuamos avanzando en un suace ascenso. Sospechaba que nos estábamos adentrando en la vereda del Llano de Mesoneros. Un rato después llegamos a una zona más llana, y paramos junto a una portela que se abría a la izquierda. Sospechaba que por ahí podríamos llegar hasta el embalse de la Jarosa. Preguntamos a unos caminantes, y si bien nos dijeron que en efecto por ahí saldríamos al embalse, nos recomendaron seguir un poco más adelante, para llegar al sitio que el grupo de ciclistas nos habían indicado. Tras comernos unas barritas de cereales, decidimos hacer caso de las indicaciones, aunque daba la impresión de que estábamos dando un enorme rodeo… como así era en realidad.

Continuamos el camino, en suave ascenso, hasta que llegamos a la cancela indicada que, además, no tenía pérdida, ya que se encontraba indicada de manera múltiple: por un lado, con las indicaciones de la Ruta Azul, de Paseos por la Sierra de Córdoba, hasta Puerto Artafi, y por otro, con indicaciones de Trassierra de la red de caminos de la Junta de Andalucía. Estaba bastante claro. Pasamos la cancela, y afrontamos una dura, aunque breve, subida, para llegar a una bifurcación. Seguimos el camino en descenso a mano derecha, desechando para otra ocasión la subida a mano izquierda. Emprendimos un rápido descenso hasta desembocar en un camino, justo al lado de la fuente de la Marquesa.

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La fuente de la Marquesa se trata, en realidad, de una de las tomas del acueducto Aqua Augusta, que abastecía de agua a la Corduba romana, primero, a la Qurtuba musulmana, después, y por último a la Córdoba cristiana. Una larga historia, vaya que sí. No estábamos seguros, pero por el ruido del tráfico calculábamos que debíamos de andar cerca del cruce de Trassierra, como así era.

Desde la fuente emprendimos un rápido y movido descenso entre vegetación muy cerrada hasta alcanzar el embalse de la Jarosa, en un pequeño valle que haría las delicias de los campistas. Nosotros, desde luego, estábamos disfrutando sobremanera de la etapa. Una auténtica delicia, con grandes contrastes entre subidas, bajadas, trayectos por valles, duras subidas y emocionantes descensos, con todo el rango de vegetación con el que obsequia la Sierra. Sencillamente precioso.

Bordeamos el embalse de la Jarosa y, poco después, desechamos un camino que surgía a nuestra derecha, por seguir los postes azules de la ruta de Puerto Artafi y las marcas blancas y amarillas de sendero de pequeño recorrido. Aún no lo sabíamos, pero estábamos descartando un camino directo hasta Trassierra. En su lugar estábamos retomando la vereda de la Canchuela, lo que nos llevaría a dar un rodeo de varios kilómetros. En ese momento nos volvimos a encontrar con el grupo ciclista con el que habíamos conversado en la portela. Sospechoso. O ellos o nosotros estaban andando en círculos. Creo que no necesito aclarar quién.

Así pues, seguimos avanzando por la vereda, primero en subida, y luego en llano, hasta llegar a un cruce. Se trataba del cruce del GR-48 con la vereda de la Canchuela. Podíamos seguir a la derecha hacia Trassierra, por el GR-48, o seguir avanzando hasta Puerto Artafi, por un lado, y por el Camino Viejo de Almodóvar, por otro. Huelgo decir que giramos a la derecha. Llevábamos unos 23 kilómetros, y según la indicación, aún nos faltaban 4’5 kms. hasta Trassierra.

Cruce de caminos en la vereda de La Canchuela (Imagen cortesía de Ricardo SM)

Cruce de caminos en la vereda de La Canchuela (Imagen cortesía de Ricardo SM)

De nuevo en ascenso, nos adentramos en un frondoso bosque mediterráneo, para llegar poco después hasta una de las entradas del cortijo de Lo Vaca, marcada por una vistosa puerta. Seguimos sin problemas las marcas rojas y blancas del sendero GR-48, y con alternancia de subidas y bajadas, fuimos adentrándonos en lo que parecía ser El Salado. Poco después tuvimos confirmación de este extremo, cuando llegamos a la pista asfaltada de El Salado, justo en la zona en la que describe un giro de 90º. Ya no tuvimos más que seguir la pista hasta llegar a Santa María de Trassierra. Llevábamos 27 kilómetros largos de etapa. Más que si hubiéramos seguido el camino propuesto por la guía.

En Trassierra paramos a tomar algo de comer en un pequeño supermercado que se encuentra a la entrada del pueblo. Allí nos encontramos con unos amigos de Mané, que también se encontraban dando pedales por la Sierra. Nos ofrecieron unirnos a ellos, como así hicimos. No tenían muy claro por dónde bajar a Córdoba, pero a esas alturas poco importaba: iba a ser divertido. Al final, en plena marcha, decidieron volver por la Fuente del Elefante y el cortijo del Caño del Escarabita. Estaba encantado: hacía años que no pasaba por allí. Aunque, de esta manera, abandonábamos el plan de etapa que teníamos previsto. No es que importara demasiado, ya que llevábamos una interesante paliza en lo alto.

Pasamos por la fuente del Elefante en un rodar bastante agradable, y sin mayor novedad llegamos hasta el cortijo del Caño, donde giramos a mano derecha para enfilar, por el Camino del Caño, hasta las casas del Rosal de las Escuelas. Y desde allí, una nueva sorpresa: íbamos a atravesar el bosque de Fangorn hasta el cruce de Trassierra. Eso sí que era nuevo para mí. Había oído hablar a Mané de ese trayecto, pero no lo conocía. Y tengo que reconocer que tiene el nombre bien puesto: una subida (desde ese lado) por bosque tupido, por un sendero muy cerrado, con abundantes curvas y contracurvas, con breves pero duras subidas, algunas de ellas apuntaladas por postes de madera, para evitar su derrumbe. Y a todo esto le seguían vertiginosos descensos por bosque cerrado en tramos trialeros a más no poder. Magnífico.

Así, llegamos a la gasolinera del cruce de Trassierra pasada la una de la tarde. Y amenazando lluvia. El grupo al que acompañábamos había decidido bajar por la cuesta de Media Ladera, que desemboca en el cortijo La Gitana. Unas semanas antes le había propuesto a Mané subir por ahí, pero lo habíamos descartado ya que tenía noticias de que las lluvias de los dos últimos años habían arrasado el camino. Esto no disuadió a los amigos de Mané, que se equiparon con sus grebas de descenso. Viendo lo que se veía encima, me preparé para lo peor.

Me quedé corto. La cuesta de la Media Ladera es un camino árabe que se abre paso por el estrecho valle que se encuentra encajonado entre la carretera de la Albaida y la de San Jerónimo. El comienzo de la bajada era una sucesión de piedra triturada y arrastrada por el agua. Enormemente divertido con una bicicleta de doble suspensión, pero un poco más complicado para una simple. Aun así, le eché valor y realicé el descenso. Hasta el punto en el que el arroyo ha arrasado el camino. Era sencillamente impracticable, con tramos en los que el agua había arrastrado toda la cubierta de tierra, hasta horadar un par de metros de profundidad. No nos quedó más remedio que echar pie a tierra, y bajar por una cárcava encerrada entre matorrales y árboles medio arrancados del terreno. Una vez pasado una enorme roca, el arroyo se desvía a la derecha, por lo que pudimos seguir por el camino. Un camino que aflojaba los empastes, y no hablo de manera metafórica. Uno de nuestros compañeros observó, al llegar al final del descenso, que los anclajes de la suspensión delantera de su bici se habían desprendido de su sitio. Yo, por mi parte, conseguí llegar sin novedad hasta el final del camino. Fue ahí donde mis compañeros se sorprendieron al darse cuenta de que había hecho la bajada con rastrales, en lugar de con pedales automáticos. “¿Y cómo haces para sacar los pies si te vas al suelo?”, me preguntaron. “Sacarlos rápidamente”, fue mi respuestas. Creo que no mejoró la impresión que tenían de mí. :mrgreen:

Desde ahí, la etapa estaba prácticamente terminada. Seguimos camino abajo hasta el canal, pasando junto al puente árabe de los Nogales y el matadero. Desde el canal llegamos hasta la carretera de la Albaida, y volvimos a Santa Rosa por la circunvalación. Y desde ahí, a casa. Llegamos a las 14:10h. Una bonita etapa, sin lugar a dudas. Esa tarde, cuando comprobé el recorrido en la cartografía y en Google Earth, ví que, como sospechaba, habíamos estado dando más vueltas que un trompo:


Ver Vereda de la Canchuela – Trassierra – Vereda de la Media Ladera (13/02/2011) en un mapa más grande

Los datos de la etapa son los siguientes:

  • Distancia (según mi velocímetro): 42,351 km.
  • Tiempo de etapa: 3h 19m 55s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 5h 10m 54s
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27 oct 10 Acondicionamiento de veredas en la Sierra

Es una noticia que lleva unos cuantos días en mi lista de borradores, y que no quiero dejar pasar: Acondicionan un tramo de la Vereda de Trassierra Según leo en el Diario Córdoba, se van a emprender tareas de acondicionamiento para hacer transitable la Vereda de Trassierra. En concreto, se han emprendido ya las labores entre Puerto Artafi y el Guadiato, y en las próximas semanas se iniciarán los trabajos desde Puerto Artafi por la vereda de Trassierra.

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Pablo por la Vereda de Trassierra

Además, y en línea con lo anterior, se va a poner en marcha la red de senderos de la Sierra de Córdoba, con trece rutas. La primera ruta tendrá lugar el 30 de octubre y discurrirá por la Cuesta de la Traición, pasará por la Vereda del Villar y concluirá en Los Morales.

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Subida de la Cuesta de la Traición

Estas zonas son especialmente bellas, y con unos tramos sumamente técnicos para bici de montaña. Espero con gran ilusión estas tareas, pero espero que no le quiten ese carácter tan especial que tienen esos recorridos en bici de montaña.

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Descenso por Los Morales

Snif… cuánto tiempo hace que no voy por estos sitios…

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11 ago 10 Ha desaparecido el monolito del Cruce de Trassierra

He podido leer hoy, con profunda tristeza, que ha desaparecido el monolito que estaba emplazado en el Cruce de Trassierra, y que avisaba de que los caminos de la Sierra a su paso por Córdoba son libres: Denuncian la desaparición de un monolito del siglo XVIII en la Sierra

Se sospecha que el monolito ha podido acabar en una escombrera, tras haber sido arrancado de su sitio, al parecer, por un camión. Es triste, en todo caso, que el patrimonio de todos sea mutilado de esta manera. No sólo por lo material sino, especialmente en este caso, por lo simbólico del monolito.

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Antigua imagen mía junto al monolito

Espero fervientemente que sea encontrado y repuesto a la mayor brevedad posible.

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30 jun 10 Subida a la Torre del Beato (21-09-2002)

Crónica de la etapa

(Esta crónica es algo especial. Hay que tener en cuenta que había efectuado una convocatoria vía correo electrónico para realizar una subida en grupo a la Torre del Beato, proponiendo dos puntos de encuentro: a las 9:00h en la Boutipan, y a las 10:00h en el cruce de Trassierra, si bien nadie respondió a mi propuesta)

Sábado, 21 de septiembre de 2.002.

7:30h de la mañana. Algo esta a punto de acontecer. De nuevo, un chalet adosado, en Córdoba. Y, de nuevo, la misma habitación con la cortina de láminas rojas. Y, obviamente, el mismo joven durmiendo en el mismo sofá. 7:31h. El radio-despertador empieza a sonar. Pero breves instantes después, calla. Ha sido arrancado de la pared y yace en el suelo.

Lo habéis adivinado. Eso (diox mío) también soy yo.

8:46h. De nuevo, despierto. Ruego para que el parte meteorológico, consultado anoche mismo en la página web del Instituto Nacional de Meteorología haya acertado, y esté lloviendo. Miro por la ventana. Pues no, hay unas esponjosas nubes blancas en el cielo. Qué encanto.

En fin. Preparo el desayuno para la familia, desayuno un vaso de leche y unas tostadas con miel, subo a mi cuarto, recojo la cama, y busco mis pertrechos ciclistas. Triángulo de herramientas, bolsa con cámaras de repuesto, casco, guantes, gafas. Añado la documentación, llaves de casa, el teléfono móvil, una cámara de fotos y una radio a pilas. Busco el culotte y el maillot, pero no están. El culotte lo encuentro en la cesta de la ropa sucia, y el maillot esta secándose en el tendedero. Cojo ambos, y me visto con ellos y con una camiseta interior, para sudar. Coloco las cosas en la bici, y cojo dos bidones de agua. Salgo de casa. Son las 9:05h.

Llego a la Boutipan. Efectivamente, nadie ha secundado mi propuesta, cosa lógica. Aun así, espero hasta las 9:15h y, al ver que no llega nadie, emprendo la marcha. A medida que avanzo hacia la carretera de la Albaida, observo como el clima empeora. Empieza a entrar viento de frente, y lo que antes eran nubes esponjosas, se han transformado en grises y amenazadoras formas que trepan por encima de la Sierra. Pero ya estamos en marcha, y es tarde para volverse atrás.

Al poco de empezar a subir por la carretera de la Albaida, alcanzo a un ciclista que va en una bicicleta de carreras. Una buena bici. Le paso, pero decido no cebarme en el suave ascenso. Ya tendré tiempo para pasarlo mal más arriba. El de la bicicleta de carreras se me ha puesto a rueda.

En la curva a mano derecha que hay justo al llegar al castillo de la Albaida, la carretera empieza a picar hacia arriba. Por otro lado, hay mucha humedad en el aire. La cosa promete ponerse mal. Al poco de pasar el castillo de la Albaida, el de la bicicleta de carreras se ha descolgado. Ya no volverá a coger mi rueda. Y empieza lo más duro. Al poco de pasar el castillo, encuentras las rampas más duras de todo el ascenso. No es demasiado largo, en torno al kilómetro y medio, pero se hace eterno. Pasado ese tramo, y hasta un poco antes de llegar al cruce de Trassierra, la subida no tiene historia. Es simplemente encontrar un ritmo cómodo, y dar pedales. Tras haber pasado lo peor, casi te parece que vayas llaneando. Sin embargo, las vistas son espectaculares. Lástima que tuviera el sol de frente con respecto a la ciudad, si no hubiese parado a echar alguna que otra foto. En este tramo intermedio, vi a tres chavales en bici de montaña, ascendiendo bastante por delante de mí. Me propuse alcanzarlos. Cuando creía que no lo iba a conseguir, los encontré parados descansando junto a un contenedor de basuras. Les pasé y seguí.

Justo antes de llegar al cruce de Trassierra, vuelve a haber un tramo más duro, aunque la verdad es que lo pasas ya casi sin darte cuenta, pues el ansia de coronar el cruce parece que te dé alas. Y llegué. 9:52h. Según el cuentakilómetros, 40 minutos cabales. No estaba nada mal. Me senté en un parterre de la gasolinera del cruce, y puse el cronómetro en marcha. 1 minuto y 35 segundos después llegaba el de la bicicleta de carreras. Y empezó a lloviznar. Hice una foto, saqué el móvil y la radio y me dispuse a esperar. Sabía que no iba a subir nadie, pero aun así, me había comprometido a ello. Llegan muchos ciclistas, por la carretera de las Ermitas, por la misma por la que he subido yo, por la del Monasterio de San Jerónimo, por la de Santa María de Trassierra… Es agradable ver tanta bici junta. Y empieza a llover más fuerte, al filo de las 10:00h. Mientras me estoy guareciendo en la gasolinera, llegan los tres de las bicis de montaña. También se guarecen.

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En torno a las 10:05h, afloja un poco la lluvia. En vista de que se confirma que nadie va a subir, y temiéndome que más tarde pueda llover más fuerte, decido emprender la búsqueda de la Torre del Beato. Sé que está por la carrera de las Ermitas, por un camino que sale a la altura del repetidor de radio, a la izquierda. Al llegar a la altura del desvío para el Mirador de las Niñas, alcanzo a tres ciclistas en bicicleta de carreras. Les pregunto si saben llegar a la Torre, pero no pueden ayudarme. Estamos unos momentos de charla, mientras sacan sus chubasqueros, pues ha vuelto a apretar la lluvia, y después me despido de ellos.

Al poco llego al repetidor, y la lluvia se ha convertido en una fina llovizna. He tenido que quitarme las gafas, porque entre las gotas y el vaho que desprende mi cuerpo, hacen que no pueda ver nada. Veo el camino, justo antes del repetidor, y lo tomo. Suave descenso, entre olivares, por un lado, y bosque mediterráneo, por otro. Recuerdo por el mapa topográfico, que hay varios cruces. Primero tengo que tomar el camino de la izquierda, y luego el de la derecha. Así lo hago. Al poco me rodea el bosque. Está precioso. A Pablo le hubiera encantado. Sin embargo, a los 50 metros después del segundo cruce, me encuentro en medio de una montón de bloques de hormigón. Y caigo en la cuenta. Me he metido en medio de una granja apícola. Diox santo. Procurando hacer el menor ruido posible, salgo de allí, y vuelvo al cruce. Y me doy cuenta de lo que ha pasado. Me he metido por el central, en vez del de la derecha. Corregido el rumbo, sigo avanzando. Sin embargo, estoy algo desconcertado. Se supone que la Torre del Beato domina la zona circundante desde una buena altura, y allí no hay nada que se le parezca. Pronto iba a encontrar la respuesta. Sabía que, según lo señalado en el mapa, tenía que llegar a la Torre tras recorrer
en torno a un kilómetro de camino. Y, cuando recorrí esa distancia, me encontré con una edificación pero, al verlo saltaba a la vista, eso no era la Torre del Beato. Más bien parecía un pequeño cortijo abandonado. Y entonces caí en la cuenta del error. Había llegado exactamente a donde quería llegar, pero me había equivocado al situar el sitio sobre el mapa. Lo que yo creía que era la Torre del Beato, obviamente no lo era. ¿Dónde estaba, pues, la torre?

El camino, ya prácticamente un sendero, giraba a la derecha tras pasar la casa, y decidí seguirlo, pues era bastante agradable a la vista, y no muy complicado de seguir. Y, cual no sería mi sorpresa cuando, al recorrer aproximadamente otro kilómetro, la vi alzarse a mi derecha, sobre un pequeño risco cubierto de árboles y monte bajo. Y, de sorpresa en sorpresa, cuando buscaba un sendero para acceder a ella, me tropecé con una carretera. ¿Qué carretera? Debo admitir que estaba completamente desorientado. Y a mi estupor contribuyó sobremanera el darme cuenta que desde allí podía ver un repetidor de radio. En ese momento, pasaron por la carretera los tres chavales de la bicicleta de montaña anteriores, en dirección contraria a mi dirección de avance desde el camino. Empecé a comprender lo que estaba pasando. Esa era la carretera de las Ermitas. Pero, ¿cómo había llegado hasta ella? ¿Es más, a qué altura estaba?

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Aplacé la búsqueda de respuestas para otro momento, y emprendí el ascenso a la Torre. Al no encontrar ningún camino practicable en bici, me la cargué al hombro, y trepé entre el monte bajo. Al poco llegué a un pequeño muro de piedra que formaba un pequeño llano ante la torre, pero que estaba rodeado de densa vegetación. Y la atravesé como un salvaje, arrancando ramas a mi paso. Entonces vi el camino. Recordaba un pequeño desvío, más atrás, antes de ver por primera vez la torre. Obviamente era ese. Tengo la rara habilidad de escoger los caminos más tortuosos.

Terminé de subir al llano. Había sudado más en esa pequeña subida con la bici al hombro que casi el resto de la etapa. Allí estaba. Esbelta, con aún algunas almenas. Con una esquina cubierta de hiedra, y con un pino a medio caer, apoyado en otra de ellas. Tal y como me la habían descrito. Excepto por un detalle. Una puerta de hierro con una cerradura. Magnífico. Adiós a mis intenciones de subir hasta ella. No era el único al que le había pasado lo mismo. Al estar constituida la puerta por una plancha metálica, había gran cantidad de insultos hacia los promotores de aquella lamentable idea. Eché alguna que otra foto, y, tras descansar un rato, decidí abandonar aquel lugar.

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Tomé el camino que pasaba junto a la torre, pero en vez de volver sobre mis pasos, me dirigí en dirección contraria, es decir, hacia el repetidor. Y vi una nueva señal de la que me habían hablado, pero que no había visto en el camino quo yo tomé: el camino estaba bordeado por cipreses. Al poco, llegué a la carretera de las ermitas. Justo pasado el repetidor. A 50 metros del camino que yo había tomado. No pude menos que echarme a reír.

Cuando volvía al cruce de Trassierra, me entraron ganas del ver el Mirador de las Niñas. Me dirigí hacia él. Había una gran vista de la ciudad. Eché tres fotos, y reemprendí mi camino.

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Una vez en el cruce, decidí cronometrarme en la bajada. Desde el cruce, hasta la rotonda que hay a la entrada de Parque Figueroa. Puse el cronómetro a cero, y empecé el descenso. Raro era el momento en que bajaba de 35 km/h, y la punta la alcancé, obviamente, en el tramo que hay antes (teniendo en cuenta que el sentido de la marcha es descendente) del castillo de la Albaida. Ahí me puse acoplado, al estilo Perico en los Pirineos en el año 84 (es decir, con el sillín apoyado en el pecho). Según mi velocímetro, alcancé una punta de 92’6 km/h, cosa que creo que está equivocada. Si acaso, 75 u 80 km/h. Luego, en la recta que lleva hasta la susodicha rotonda, la velocidad fue algo inferior, en torno a los 30-35 km/h. Tiempo de descenso: 12 minutos 33 segundos. Distancia: 9 kilómetros. Velocidad media: 43’02 km/h. No está mal.

El llegar a casa fue un puro trámite. Sin embargo, el tiempo final de descenso acumulado (es decir, desde el cruce hasta mi casa) fue de 21 minutos 5 segundos.

A los 15 minutos de llegar a casa empezó a llover en Córdoba.

Datos de la etapa

  • Tiempo total de la etapa: 1 hora, 35 minutos, 8 segundos.
  • Distancia total: 32’3 kilómetros.

Mapa topográfico con el recorrido marcado

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