El pasado domingo salí de nuevo a rodar por Córdoba. Aunque quería haber salido con mis amigos de allí, por circunstancias varias acabé dando pedales yo solo a las 8:30h. Y aunque había previsto una etapa larga, con la subida al cortijo de la Alcaidía, una bajada por la zona de los tubos del canal, y por último recorrer la vereda de Linares hasta la ermita, me decidí a recortar la etapa y dejarla sólo en este último tramo, que era el que de verdad tenía ganas de hacer.
Como decía, salí de casa a las 8:30h, y me dirigí hacia el vial norte. Crucé por debajo de la joroba de Asland, y pasé el arroyo Pedroche por el puente romano. Me dirigí posteriormente a la Campiñuela Baja, donde, por variar, tomé la pista de mantenimiento del canal del Guadalmellato. Generalmente tomo el trazado de la vereda de Alcolea, pero hacía tiempo que no pasaba por allí, y quería ver su estado. Pasé cerca del sospechoso lago azul formado por una antigua cantera inundada, antes de cruzarme con la vereda, y tomarla en dirección noreste, en dirección al cruce de las tres veredas: Alcaidía, Alcolea y Linares. Llegué al cruce a las 9:07h, y tomé, como tenía previsto, la vereda de Linares, girando en dirección oeste. La vereda empieza bordeando las estribaciones de Sierra Morena, y transcurre con una pequeña subida, primero, y una bajada, después en sus primeros kilómetros. Pasa cerca de las canteras de Asland, y poco a poco se va internando en el valle que forma el arroyo Rabanales. Justo antes de llegar al arroyo se toma una fuerte, aunque breve, bajada, que sirve de aperitivo a lo que viene después.
El arroyo de Rabanales es ancho y poco profundo en esta época del año, pero tiene excavado un cauce con casi un metro de altura, lo que da una idea de la cantidad de agua que puede llevar en invierno. En esta época del año, sin embargo, no presentaba ningún problema cruzarlo, si bien merecía la pena pararse a disfrutar de la vista, como no dejé de hacer:
El arroyo marcó el punto de inflexión de este tramo de la etapa. De la misma manera que había disfrutado con la bajada anterior, no me quedaba más remedio que afrontar una dura, aunque breve, pared de apenas 300 metros, pero con rampas del 11%. Pared a la que seguía una breve bajada, y la verdadera subida del día. 400 metros de subida con un brutal desnivel del 18.5%. Y con unas vistas excelentes:
Alcancé a dos ciclistas que también estaban realizando el ascenso. Los sobrepasé y continué con mi subida. Una vez superada la tortura, (cuyo fin lo marcan unos postes de gasoducto) empezaba la parte divertida: la bajada hasta la Virgen de Linares. La vez que había tomado la vereda no había realizado este ascenso, sino que había seguido a la izquierda de la casa que se encontraba en el fondo del valle, en vez de hacerlo por la derecha. Por ello, esta bajada iba a ser inédita para mí:
Tras una bajada sumamente divertida, llegué a la Virgen de Linares a las 9:38h. No me detuve demasiado antes de emprender la vuelta por el tramo de la Vía Augusta que confirma el Camino Mozárabe. Entré en la aberración urbanística de Torreblanca poco después, con idea de bajar por el arroyo Pedroche hasta Puente de Hierro. Sin embargo, me confundí al atravesar la urbanización, y acabé saliendo al tramo antiguo de la N-432 por debajo de la rotonda que antecede a la bajada al arroyo. Subí hasta la rotonda, y allí decidí cambiar el plan previsto: en vez de bajar por el arroyo, tomé el tramo abandonado del ferrocarril de Almorchón en dirección Córdoba, que no abandoné hasta llegar a la gasolinera de Repsol de la Carrera del Caballo. La vía, pese a encontrarse con abundante balasto y algunas traviesas de madera, es transitable, pero no es demasiado cómodo rodar por ella.
Finalmente, crucé por debajo de la variante de la N-432, y llegué a la parte superior de la cantera abandonada de áridos. Estuve un poco subiendo y bajando por la cantera, antes de tomar una pista que desciende por una abrupta pendiente -muy divertida- hasta el arroyo, y que llega justamente hasta el viejo acueducto romano que transcurre por la margen izquierda del arroyo.
(Imagen correspondiente a otra etapa)
Una vez en el arroyo, subí hasta Puente de Hierro, donde crucé al otro lado del cauce. En esta ocasión no subí hasta el castillo del Maimón por la pista que asciende junto a la vía del tren, sino que seguí subiendo hasta alcanzar la fuente de la Palomera, y desde allí tomé el camino que asciende hasta el castillo. Al llegar al comienzo de la bajada, para mi sorpresa, encontré una puerta metálica puesta recientemente, pero que no presenta ningún problema saltar, aparte del evidente fastidio. Y como el día estaba siendo prolífico en variaciones, decidía añadir una más. En vez de dirigirme hacia el barrio Naranjo, giré a la derecha para aparecer en la zona de chalets de Sansueña, desde donde -esta vez sí- volví a casa, dando por finalizada la etapa a las 10:25h. Una etapa corta, pero bastante interesante.
El mapa de la etapa es el siguiente:
Ver 2011/05/15: Vereda de Linares – Puente de Hierro en un mapa más grande
En esta ocasión no hay muchos datos de la etapa, ya que el pulsómetro no me funcionó bien:
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El pasado día de Andalucía volvimos a salir a rodar Javi Aljama, Mané y yo. Una etapa tranquila, en principio, pero en la que queríamos probar varias cosas: Mané, por su lado, una nueva cámara deportiva, la Go Pro Hero. Yo, por el mío, mi navegador Tomtom al que le había cargado los mapas 1:25.000 del Ministerio de Fomento geolocalizados y un sistema para registrar el recorrido en formato gpx. Eso, y cómo se llevaba la Ghost ASX 5100 de Mané con una cubierta trasera Maxxis Larsen TT de 1.9”. Nuestra idea inicial había sido ir por las cercanías de Trassierra, y recorrer la zona de Valdejetas, Puerto Artafi y el cerro del Trigo, pero ese era el recorrido que se iba a efectuar en la Andalucia Bike Race, por lo que tuvimos que cambiar de recorrido. Y aprovechando que la zona este de la ciudad era la menos conocida por mis amigos, nos decidimos a realizar el siguiente recorrido: salir desde el puente romano del arroyo Pedroche, subir por la vereda de la Alcaidía hasta el cortijo homónimo, para desembocar en la vereda de la Pasada del Pino (también conocida en esa zona como la vereda de la Armenta). Posteriormente, bajar por la Cuesta del Gallo a la vereda de las Pedrocheñas, y entrar en Cerro Muriano por las minas. Por último, bajar a Córdoba por la Loma de los Escalones y regresar por Puente de Hierro. Así a ojo, unos 35 kms.
Teníamos previsto empezar la etapa a las 9:30h, pero un inoportuno pinchazo en la bici de Javi hizo que éste se retrasara, con lo que no pudimos empezar la etapa hasta cerca de las 10:00h. Una vez salimos, dejamos Córdoba por la joroba de Asland, y cruzamos por el puente romano. Seguimos la carretera hasta la urbanización de la Campiñuela baja, donde tomamos la vereda de la Alcaidía. Todo transcurría sin mayor novedad, hasta que un problema mecánico hizo mella en la bici de Javi: sufrió una salida de cadena que dobló algunos eslabones de ésta. La enderezamos como pudimos y seguimos adelante. Pero a partir de este momento, Javi empezaría a sufrir problemas con la cadena, cada vez más graves.
Rebasamos el canal y pasamos sobre el puente romano sobre el arroyo Rabanales, siguiendo la vereda. En la pequeña subida que sigue al paso del arroyo se volvieron a reproducir los problemas de Javi, lo que nos obligó a detenernos de nuevo. Pese a todo, pudimos continuar. Salvamos la zona embarrada que precede al cruce de la vereda de la Alcaidía con la vereda de Linares, y empezamos el ascenso. Todo lo que habíamos dejado de ascender, mientras nos aproximábamos poco a poco a la Sierra tuvimos que realizarlo de golpe. Se me hizo durísimo el tramo de subida conocido como Cañada de la Víbora: una subida por un estrecho valle, en línea recta hacia el norte. La Ghost no se portaba mal con la Larsen TT atrás, pero el exagerado peso de la High Roller de 2.35”, junto con el de la horquilla de 120 mm. me hacían notar la bici excesivamente cabezona, acostumbrado como estaba a mi ligera Fuji Sundance SE.
Javi, por su parte, había encontrado un ritmo razonable dejando el piñón en un punto en el que no le daba problemas, y Mané seguía subiendo a un ritmo muy alegre. Alcanzamos la cancela que cierra el paso, una vez pasada la casilla que hay a media subida, y continuamos ascendiendo. Una subida dura y atravesada, pero que prometía un descanso no demasiado lejano. Al fin y al cabo, estábamos ascendiendo todo lo que se podía ascender. Y así, llegamos al cortijo abandonado de la Alcaidía. Lo más duro del día había quedado atrás.
Nos echamos unas fotos y seguimos avanzando en dirección norte. El GPS realizaba su función perfectamente, y podíamos leer en las cartas nuestra posición sin ningún problema. Desde la Alcaidía iniciamos un rápido descenso que no tardó mucho en conducirnos a un valle, que se abría ante nosotros espectacular en un precioso día de invierno que empezaba a ser primavera. No pudimos menos que detenernos un rato a tomar unas fotos.
Aprovechando la parada, Mané se decidió a sacar la cámara deportiva, para empezar a filmar algunos tramos de la etapa. Y abrimos fuego filmando el descenso… marcha atrás. Bastante divertido. Seguimos descendiendo hasta que alcanzamos una bifurcación en el camino. Vimos un cartel que indicaba “Camino real” hacia la izquierda, por lo que tomamos ese camino. Aún no lo sabíamos, pero a partir de entonces dejamos de ver los postes de la Junta de Andalucía que indicaban que seguíamos una vereda pecuaria. Entrábamos en los conflictivos terrenos de la Armenta.
Desde hace algunos años hay problemas con los dueños de los cortijos de la Armenta Baja y la Armenta Alta. Éstos han cortado el acceso a caminos públicos que pasan por el interior de sus fincas y se muestran bastante hostiles hacia todo aquel que trata de ejercer su derecho de paso. Nosotros no íbamos a ser una excepción. Seguimos avanzando por la vereda de la Alcaidía hasta que nos tropezamos con una reja que nos impedía el paso. Anunciaba con un cartel que no existía ningún camino público por su interior. Alguien se había molestado en tachar esta indicación, y existía un sendero que rodeaba la verja, hasta alcanzar de nuevo el camino, que tomamos, dado que el GPS nos indicaba que seguíamos por la vereda.
Un poco más adelante, la cadena de Javi dijo basta. Volvió a salirse, quedando atrancada entre cuadro y platos. Cuando conseguimos liberarla, había quedado completamente doblada. No nos quedó más remedio que quitar una sección de la cadena, haciendo uso del tronchacadenas que, por suerte, Javi llevaba encima. El día se nos echaba encima, por lo que tuvimos que desechar la opción de bajar por la cuesta del Gallo y llegar a Cerro Muriano: seguiríamos por la vereda de la Pasada del Pino hasta llegar hasta la N-432, y desde allí bajaríamos por la Loma de los Escalones.
Una vez arreglada la cadena, arrancamos de nuevo, aunque Javi se vio obligado a no usar más que un piñón alto, ya que el resto de la cadena, todavía dañado, no le permitía cambiar sin sufrir problemas. Una vez llegamos al cruce de la vereda de la Alcaidía con la vereda de la Pasada del Pino, giramos a la izquierda en dirección a la Nacional. Poco a poco, y en ascenso, fuimos dejando una vegetación típica de dehesa para ir encontrando poco a poco la vegetación de pinos que es propia del Muriano. Así, tras un rato de marcha, llegamos hasta la confluencia de la vereda con la Cuesta del Gallo, y la entrada del cortijo de la Armenta Alta.
No nos habíamos detenido aún para orientarnos, cuando nos salió al paso un todoterreno en el que iba un guarda de la finca. Con malos modos, al ver la cámara que Mané llevaba en su casco, y tras asegurarse de que estaba apagada, nos quiso hacer creer que ahí no había camino público alguno y que habíamos invadido una propiedad privada. Haciéndome el tonto, aducí que nos habíamos despistado siguiendo la vereda de la Alcaidía, y que gustosamente tomaríamos la vereda de la Pasada del Pino para llegar al Muriano, tan pronto como nos indicará la manera de alcanzarla. Nos respondió que siguiéramos adelante por el propio camino que llevábamos (y que realmente es la vereda pública) hasta llegar a la vía abandonada de Almorchón, y que saliéramos de la finca por ella, ya que según él, la entrada del camino estaba cerrada. Para evitarnos mayores problemas, así lo hicimos, no sin comentar medio enfadados, medio divertidos, la jugada. Eso, y la cara de susto que tenían los pobres chavales que acompañaban al guarda.
Dicho y hecho. Poco después llegamos a la vía del tren y, dado que apenas quedaba kilómetro y medio hasta la curva del frenazo, la recorrimos. No pude alegrarme más en todo el día de llevar una bici con doble suspensión, ya que este es uno de los pocos tramos de la vía que aún conserva raíles, traviesas y balasto, y el rodar sobre todo ello se hacía francamente duro. Más que duro, movido. Como para aflojarte las muelas. Nuevo cambio de paisaje. Pasamos a recorrer una trinchera de ferrocarril abandonada, con abundante vegetación. Y así, sin mucha novedad, llegamos hasta el túnel de la Mocha, cuya entrada norte se hallaba casi bloqueada por un derrumbe y la vegetación.
Eso lo que respecta a la entrada norte. La sur estaba prácticamente impracticable por la maleza. Tras abrirnos paso entre las zarzas, conseguimos salir a una zona más despejada, cercana a una casilla del guarda del tren, donde nos detuvimos a reponer fuerzas.
A esas alturas del día, estaba bastante claro. Habíamos estado hablando de seguir la vía hasta la estación de la Balanzona, que es bastante llamativa, pero al ver que la vía describía un rodeo de varios kilómetros, optamos por salir directamente a la curva del frenazo, y empezar el descenso por la Loma. Dejamos atrás la vía a la altura de la casilla, y empezamos el descenso. Un descenso muy rápido por la pista de la cantera, y que Mané grabó íntegro. Nos detuvimos al comienzo de la calzada, para ajustar la altura de los sillines, y reemprendimos el descenso.
Tengo que admitirlo: el descenso con la Ghost por la Loma fue sencillamente brutal. Soy aficionado a las rígidas, y a realizar descensos técnicos con cuidado, pero era una auténtica delicia descender con esa bici. Posteriormente Mané me comentaría que le había sorprendido el aplomo con el estaba bajando, pese a ser sólo la segunda vez que cogía una doble, y la primera en ese tipo de trazado. Y es que estaba disfrutando. Hice el descenso íntegro, salvo un pequeño repecho en que que no le eché el suficiente valor. Pero aun así, me di por satisfecho.
Nos detuvimos unos instantes frente a la ermita de la Virgen de Linares, antes de continuar la vuelta por el trazado del Camino Mozárabe, hasta llegar a Torreblanca. Desde allí nos encaminamos hacia el arroyo Pedroche, que vadeamos, para realizar el descenso hasta Puente de Hierro. De nuevo, nos lo pasamos bomba con la bajada, que quedó registrada en vídeo. Por último, subimos hasta el barrio Naranjo, y por la cuesta Negra volvimos a casa, a las 14:35h. Una magnífica etapa pese a todos los avatares que sufrimos en su realización.
El GPS, por su parte, llegó a casa justo de batería y quejándose desde Puente de Hierro. Aun así, registró perfectamente el recorrido, que subido a Google Maps queda como sigue:
Ver 2011/02/28: Alcaidía – Loma de los Escalones en un mapa más grande
En cuanto a los datos de la etapa, son los siguientes:
En cuanto tenga tiempo, pondré alguno de los vídeos.
Etiquetas: alcaidía, armenta, arroyo pedroche, córdoba, cerro muriano, ferrocarril de almorchón, loma de los escalones, mtb, puente romano
Ayer realicé la que es probablemente la etapa ciclista más improvisada desde hace mucho tiempo. Cuando salía a comprar el pan a eso de las dos y media de la tarde me encontré con mi amigo Mané, que estaba estrenando su nueva Giant doble suspensión. El caso es que empezamos a darle a la hebra, y decidimos salir esa tarde a rodar. Hacía al menos 12 años que no rodábamos juntos, y era una oportunidad que no iba a desaprovechar, como en los viejos tiempos. Quedamos a las cuatro de la tarde, por lo que tuve que ir a comprar el pan, y comerme las habichuelas a cara de perro para poder llegar a tiempo.
Mané me prestó su “vieja” Ghost doble suspensión, que compró la pasada primavera, y salimos a rodar. Era la primera vez que rodaba con una doble, con unas cubiertas Maxxis High Roller de 2.35”, por lo que, en comparación con mi rígida con Larsen TT de 1.90”m, tenía la sensación de manejar un tractor, más que una bici. Entre eso, y que hacía más de mes y medio que no rodaba, empecé a notar que lo iba a pasar francamente mal en la etapa.
Subimos por Sansueña y enfilamos por Huerta de Hierro, para realizar la subida de Los Morales. El día, tras las lluvias de esta semana, estaba espectacular, y el campo no lo estaba menos: mucha agua, pero poco barro. La primera subida de huerta de hierro me pegó un mazazo espectacular, y al pasar junto a Los Morales estaba completamente desfondado. Pero aun así, no iba a rendirme. Especialmente con un día tan bueno.
El ascenso de Los Morales tenía más agua de la que había visto en mi vida, acostumbrado a verlo hecho un secarral. El camino era una auténtica torrentera, con un arroyo por la bajada. Impresionante. La subida la hice a ratos montado, y las más de las veces arrastrando los 16 kilos de la bici, purgando el mes largo sin bici, las habichuelas, y los 12 kilos de sobrepeso que aún tengo que quitarme.
Posteriormente, y antes de llegar a la fuente de los Piconeros, giramos a la derecha para realizar la subida a las antenas, con el objetivo de realizar el descenso hacia el cortijo de San Pablo. Por primera vez iba a probar una buena doble en descenso. Y no tengo más que alabanzas para ella. La bajada del cortijo estaba llena de agua, suelta y trepidante, pero la Ghost la afrontó con gran aplomo. El exceso de kilos y de agarre que venía sufriendo la subida se demostraron excelentes en la bajada.
Llegamos sin novedad a la carretera del 14%, y tras considerar cruzar el cortijo de San Pablo para aparecer en Santo Domingo, optamos por bajar hasta el cruce y entrar normalmente. Desde Santo Domingo bajamos hasta el camino del arroyo, y bordeamos la cantera. El arroyo estaba enormemente crecido, y había llegado a arrasar parte del vado que hay antes de la subida al cortijo de Los Velascos.
Desde el cortijo tomamos el camino de la cantera hasta llegar al arroyo Pedroche, que también se encontraba enormemente crecido, de tal manera que se había llevado el camino en el punto en que éste cruza su cauce. Tomamos el sendero que baja bordeando el arroyo hacia la Palomera, donde tuvimos un bonito y rápido descenso, con algún que otro susto, pero sin mayores consecuencias. Lo más preocupante es que se nos estaba echando la noche encima.
Al llegar a Puente de Hierro estábamos ya prácticamente sin luz. En el cruce del arroyo metí la rueda casi entera, por lo que me puse de agua hasta los gemelos, y con las botas inundadas.
Desde ahí, subimos hasta el castillo del Maimón, donde me dio un tirón en el cuadriceps de la pierna derecha. El resto de la etapa no tuvo mayor novedad, salvo que probé hasta llegar a casa la Giant nueva de Mané. Una auténtica virguería, si bien es verdad que lo cuesta.
El resultado: llegué reventado, pero contento. Hacía mucho que no rodaba con Mané, pero espero volver a hacerlo en breve, junto con Marcos, Paco, Javi Aljama y los demás. Eso sí, tendré que incrementar el ritmo de entrenamiento, para no arrastrarme miserablemente como en la etapa de ayer.
Ver Los Morales – Cuesta de San Pablo – Palomera (24/12/2010) en un mapa más grande
Etiquetas: arroyo pedroche, cortijo de san pablo, la palomera, los morales, los velascos, santo domingo
Hace unos días recibía en casa un pedido realizado a DealExtreme, una página de Hong Kong afamada por enviar chorradas tecnológicas varias a domicilio sin cargar gastos de envío. El pedido consistía en una cámara deportiva de 2 megapixels pensada para grabar desde una bici o algo similar:
Y claro, no podía dejar pasar mucho tiempo antes de probarla. Así que esta mañana salí a rodar tempranito, con la idea de probar el artilugio. La mini-etapa consistió en ir a Puente de Hierro, de ahí ascender hasta el Cortijo de Los Velascos, para bajar por el camino de la Cantera hasta el arroyo Pedroches, y descender por él hasta el Puente Romano del arroyo. 12’9 kilómetros de etapa que realicé en 55:29.
¿Qué cuál fue el desempeño de la cámara? Pues hay que decirlo, no es ninguna maravilla. Era algo de esperar, dado el precio, y la calidad de los plasticos de la propia cámara. Al ser en sensor de tipo CMOS (y sospecho que no de muy buena calidad), si mueves demasiado rápido la cámara tiende a deformar la imagen. Y esto, en una cámara que ha de grabar imagen en movimiento acoplada a un manillar de bici, es un claro problema. El audio es bastante malo, y en cuanto al vídeo grabado, apenas tiene compresión, por lo que se come a una velocidad disparatada la memoria (de tipo MicroSD). Para muestra, una grabación de 22 minutos ocupa algo más de un giga.
Aun así, creo que ha valido la pena, pues permite realizar tomas como la que sigue. Espero que os guste:
En cuanto a mi rendimiento en la etapa, fue el siguiente: 12’9 km en 55:29, 157 pulsaciones/minuto de media, 182 de máxima, un consumo energético medio de 1200 kcal/h, y máximo de 1450. No está mal para una pequeña etapa de prueba.
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Esta tarde, tras mucho tiempo sin hacerlo, he salido a rodar por la sierra de Córdoba. No ha sido una salida larga, ya que apenas he recorrido 13 kilómetros en 55 minutos, pero ha sido muy agradable, ya que he vuelto a dar pedales por lugares conocidos, y muy entrañables.
La salida ha comenzado en el parque de la Asomadilla, que he atravesado para llegar al Naranjo, y desde ahí llegar hasta el castillo del Maimón. Si bien tenía previsto bajar hasta el puente de Hierro, y desde ahí subir por la vereda de Santo Domingo, he tenido que variar el recorrido merced a la aparición de un rebaño de ovejas que me cortaba el camino. En vez de eso, he decidido cruzar el puente y llegar hasta la Carrera del Caballo. La primera sorpresa de la jornada la ha constituido el encontrarme el puente cortado por un guardarraíles:
No hace falta que me digan que las caídas son a distinto nivel. Ya lo creo que sí.
Tras cruzar el puente, he llegado a la Carrera del Caballo, desde donde se subido por la antigua N-432 hasta el camino de la cantera de Santo Domingo. Una vez allí, he descendido el arroyo Pedroche, pasando por las fuentes de la Palomera, el propio puente de Hierro, la cinta de áridos de la cantera, hasta llegar al puente romano sobre el arroyo.
En este recorrido he tenido dos pequeños incidentes: el primero, cerca de los presuntos restos de uno de los acueductos romanos de Córdoba, donde una rama en el camino ha estado a punto de hacerme caer (por suerte, he podido apoyarme en un talud, y evitar irme al suelo. El segundo ha sido al cruzar una de las veces el arroyo, donde me he quedado clavado en la grava, y he tenido que meter la pata hasta más allá del tobillo.
La vuelta hasta casa no ha tenido novedades dignas de interés. Joroba de Asland, Vial Norte, y Cuesta Negra.
A continuación se puede ver el mapa de la mini-etapa:
Ver 2010/06/28 – Puente de Hierro – Arroyo Pedroche en un mapa más grande
Etiquetas: arroyo pedroche, córdoba, puente de hierro