Grabación del recorrido en bici efectuado con Fernando y Slava el 16/04/2023 por la pista del parque eólico de Monte Seixo, tomada a vista de dron. Realizada con un dron DJI Mini 3 Pro.
Música: SoundCarousel, de Pixabay
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Aprovechando que estoy estos días por Santiponce, y que el día de ayer dio descanso a las lluvias que se esperan frecuentes estos días, salí a rodar un poco por Santiponce. Nada especialmente elaborado, Vía de la Plata, enlace con la estación de servicio de la Venta de Ana Velázquez, y vuelta por la Cañada Real de las Islas, y a Santiponce por la vía verde. Se notaba que había llovido recientemente, porque las ruedas tendían a transformarse en esos dónuts de arcilla, cosa que sucede cuando el terreno de la campiña sevillana ha alcanzado cierto punto de saturación, pero no el suficiente como para que sea un barrizal. El caso es que, volviendo por la cañada real, tuve la oportunidad de contemplar un bellísimo atardecer, con el sol ocultándose entre las nubes que algunas horas más tarde descargarían en la zona, pero que por el momento me estaban concediendo cuartelillo.
La foto está tomada con HDR, para que reflejara de manera más fiel los colores que se podían ver en el atardecer. Llegué a casa cansado, lleno de barro, pero enormemente satisfecho. Espero que os guste.
Etiquetas: atardecer, cañada real de las islas, hdr, mtb, santiponce
El jueves 8 de diciembre, aprovechando el festivo, salí a rodar en una etapa vespertina por las cercanías de Forcarey. Había querido salir a rodar por la mañana, pero el día se había presentado lluvioso, y según la previsión meteorológica la tarde iba a estar mejor que la mañana. Así pues, salí a rodar pasadas las 16:15h, y hasta el momento, la previsión no engañaba. Tenía ganas de ir a las Neveras de Fixó, que recientemente habían sido limpiadas de maleza, y quería ver qué tal se encontraban. Salí a rodar con la Super BH L6000 gravel 2, a la que también había hecho cambios hacía poco: unas pastillas de freno Shimano Ultegra, para intentar mejorar la potencia de frenado, además de restituir las anteriores manetas.
Empecé a rodar subiendo por carretera hasta el desvío de A Ponte, a donde bajé rápidamente. De momento, los frenos parecían comportarse bien, pero sin grandes alardes. Seguí hasta Casanova, y empecé a subir por monte, para pasar por las cercanías de Cachafeiro, pero sin entrar en él. La subida fue ardua, ya que el terreno se encontraba bastante húmedo, pero sin encontrar acumulaciones de barro. No por ello, deja de ser una buena patada en el pecho, con rampas de hasta el 15%. Y ahí fue cuando empezó a llover. Al menos, fue poca cosa, cuestión de unos minutos. Viendo que la cosa no se ponía serie, continué rodando, en vez de dar la vuelta.
Llegué hasta la carretera de Lalín, que crucé, para continuar por asfalto hacia Fixó. Ahí volvió a chispear en algunos momentos, pero nada especialmente molesto. Lo que sí era preocupante es que la tarde no dejaba de estar cubierta, y la luminosidad era algo escasa. Una vez en Fixó, empecé el ascenso hasta las neveras. Con un problema añadido: notaba que el sillín se había desplazado un poco hacia atrás, e iba algo más bajo e incómodo de la cuenta. SIn poder hacer nada, ya que hubiera necesitado una llave fija para poder aflojar la tuerca y ajustar el sillín, no me quedó otra que subir. Los dos kilómetros de subida hasta las neveras se me hicieron pelín largos, pero a la postre se trató de agachar la cabeza, y seguir de frente. Una vez arriba, me encaminé hasta las neveras en sí. El entorno estaba poco más o menos igual, pero la labor de limpieza de las neveras, sobre todo de la segunda, era bien claro.
Aproveché un rato para descansar, y ya de paso tomar unas tomas con el dron de ambas neveras:
Y ahí fue donde empezó a llover de verdad. Nada copioso, pero sí constante. Dejé atrás las neveras, y me dirigió hacia Vilariño. Giré a la derecha por donde se encuentra la señalización para la mámoa que hay entre los generadores. Ese tramo de pista había sido acondicionado recientemente, y me permitió enlazar con la pista de los generadores sin mayor inconveniente. Y una vez en la pista, vi dónde me estaba metiendo.
O no. Estaba en las propias nubes de lluvia, e iba hacia lo peor de la tarde. Pero, la verdad, no me apetecía dar la vuelta. Seguí avanzando hasta dar con un cruce donde había un cazador. Me comentó que por la derecha bajaría directo a Vilariño, mientras que por la izquierda sería algo más largo, y saldría más bien en La Portela de Lamas. Aunque mi idea era ir por la izquierda y explorar una bajada hacia Soutelo, el día no estaba para exploraciones, así que bajé a Vilariño. Y ahí se demostró que los frenos seguían sin estar finos. Con pista mojada y lluvia, la capacidad de frenado se veía bastante disminuida. Aun así, mejor que lo de la vez anterior, pero siguen sin ser completamente confiables.
Según llegué a Vilariño, bajé hasta la carretera. Ahí podía optar por volver por Fixó, pero como ese tramo de carretera tiene mucha subida y bajada, era más rápido seguir a la Madalena, y volver por la carretera de Cachafeiro. Así lo hice. A esas alturas ya había tenido que encender la luz delantera (mi veterana Lupichin). Seguí sin mucho trastorno, aunque sí con bastante agua, hasta Sanguñedo, y desde ahí, continué por la Madalena, pasando junto al circuito, para desembocar en la carretera de Soutelo a Cachafeiro a la altura de Vilar. Desde ahí fue cuestión de volver, prácticamente en suave descenso todo el rato, hasta la Freixeira y Cachafeiro, y por último, enlazar con el Lérez y subir de nuevo a Forcarey. Un par de horas de etapa, donde acabé como una sopa, pero que era exactamente lo que necesitaba.
Datos de la etapa
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El domingo 4 de diciembre realicé una etapa ciclista con mis cuñados Slava y Fernando por las cercanías de Puente Caldelas. Hacía tiempo que buscábamos salir juntos, y el domingo 4 por fin pudimos hacer la salida, entre lluvias, lesiones y compromisos varios. El día se presentaba estupendo, aunque frío de narices. Había salido de Forcarey a las 8:30h, con -1ºC en el termómetro del coche. Slava, por su parte, había encontrado temperaturas de -5ºC yendo a Vilarchán desde Salvatierra. Esa era la razón por la que empezamos a rodar algo más tarde que de costumbre (pasadas las 10:15h), para evitar las horas más frías de la mañana. Aunque como buen inconsciente, yo no tenía mayor problema en empezar a la hora de costumbre.
Salimos, pues, de Vilarchán, y nos encaminamos hacia la Cruz del Brasil. Era básicamente el recorrido que había hecho a final de primavera con Fernando, Álex y el primo de éste. Una vez allí, seguimos ascendiendo por el mismo camino, pero al cabo de un rato nos desviamos a la izquierda, para tomar un divertido descenso hasta Taboadelo. La pena fue que la SJCam andaba con la batería lista de papeles, y no pude tomar ninguna toma. En cuanto a la pista, Fernando tenía sus dudas, porque la recordaba llena de maleza la última vez que estuvo por allí, pero desde entonces la habían segado y se encontraba estupenda para bajar.
Una vez de nuevo en el asfalto, cruzamos Taboadelo y emprendimos un segundo tramo de bajada por pista hasta el arroyo de San Vicenzo. Este segundo tramo tuvo en mi caso un pequeño percance, y es que enganché en una rama la webcam que llevaba en el casco, y hubo un momento tenso, en el que no se sabía si cedería la rama o la cabeza. Digamos que al final, la cosa quedó en tablas. Por otro lado, el descenso, sobre todo en su tramo final, se encontraba bastante roto por el paso de motos de campo, lo que lo hacía algo comprometido.
Una vez abajo, cruzamos sobre el arroyo por el paso de piedra, sobre el que Fernando tenía dudas de que estuvera expedito, porque el arroyo podía bajar con bastante agua. No fue un problema, ya que traía agua, pero no tanta como para tapar el paso. Ya en el otro lado, rodamos en paralelo al río por una pista estupenda, hasta llegar a las cercanías de la Ermita de San Vicenzo. Hacía frío. 2.5ºC en algunos momentos. Acabada la pista en una carretera, emprendimos el ascenso de la misma hasta la aldea de Parada. Allí intentamos tomar un camino para ir hacia Puente Caldelas bordeando el río Verdugo, pero nos encontramos que en ese momento estaba ocupado por un rebaño, y por dos perros pastores con bastantes malas pulgas. Así que optamos por volver a la carretera, y llegar a Puente Caldelas por carretera. Allí paramos un rato, para tomar café y filloas.
De nuevo en marcha, salimos de Puente Caldelas en ascenso, por el camino del cementerio. Lo pasamos, y llegamos a la altura de la iglesia de Santa Eulalia, donde tomamos una carretera que ascendía hacia Pé da Múa. Dejamos la carretera, saliendo a mano izquierda, una vez que llegamos al camino que va hacia los petroglifos, y que se encuentra señalizado como Camino de Santiago. Desde allí, rodamos sin mayor novedad hasta llegar a las cercanías del Campo de las Rosas, y desde allí, fuimos hacia Vilarchán, pasando junto al campo de fútbol. Dimos por finalizada la etapa a las 13:30h, tras algo más de 27 kilómetros de recorrido.
La etapa tuvo un tercer tiempo interesante: aprovechamos para ir con Ana y Mari a Salvatierra, donde recogimos a Zaixe, y almorzamos los seis en la carpa de la Feria del Espumoso de Salvatierra. Jamón de Los Pedroches, espumoso de la tierra, pulpo, arroz marinero y empanada. Nada mal para cerrar la etapa.
Datos de la etapa
Etiquetas: cruz del brasil, mtb, petroglifos, puente caldelas, taboadelo, vilarchán
El sábado 26 de noviembre realicé una etapa ciclista por las cercanías de Forcarey. El día se presentaba estupendo, y era una razón tan buena como otra cualquiera para aprovechar la mañana. Sobre todo, porque iba a ser el único día bueno en prácticamente toda la semana. Lo cual era una razón excelente. Empecé la etapa clavadas las 9:00h, y la idea era realizar algo sencillo, pero entretenido. La principal motivación era hacer la bajada trialera de las Rabadeiras que la semana anterior no había llegado a hacer debido a la lluvia, y que me había dejado con las ganas. Así que salí de Forcarey por la carretera de la Chamosa, y subí por la misma hasta llegar a las Casetas. Allí seguí por carretera hasta las Rabadeiras. No tardé demasiado en llegar a la aldea, y casi lo primero que me encontré fue a una familia haciendo la matanza del cerdo. No sería la única a lo largo del día.
Salí de las Rabadeiras en dirección sur, por la inconfundible trialera que baja hasta el cruce con Córneas, y estaba estupenda para rodar. Algo de piedra al principio, pero genial en la parte media, y con algo de barro en la parte final. Sobre todo en el cruce con el viejo camino que va de Forcarey a Dos Iglesias. Allí había mucho barro, y de uno de los peores tipos: del que evacua de una vaquería. En fin, tremendo. Desde el cruce empecé a subir durante algo más de dos kilómetros. Por tierra primero, hasta llegar a Córneas, luego un rato por asfalto, según se atraviesa la aldea, y luego de vuelta a la tierra. Es una subida dura, sostenida, con rampas de hasta el 15%, pero tremendamente interesante. Se acaba saliendo a la carretera que va a Silleda, a la altura de un enorme y solitario aerogenerador.
Desde allí continué por carretera hasta el desvío del monasterio de Aciveiro. Seguí por carretera, pasando por las cercanías de San Bartolomé de Pereira, y Andón. En ambos sitios no dejaban de oírse siniestros chillidos de cerdos en el matadero, que perturbaban un día por lo demás estupendo. En Andón me detuve un rato junto al Puente Viejo, y estuve tomando algunas tomas con el dron.
De nuevo en el camino, resolví volver a Forcarey por el PR-G 113, el sendero de los Puentes del Lérez. Ya había bajado por allí hacía un par de años, y me había gustado bastante, aunque tenía tramos bastante complicados. No recordaba por qué no había vuelto a bajar, cuando me había dejado buen regusto. Pronto recordaría por qué. Desde el Puente Viejo seguí las marcas blancas y amarillas. Crucé la carretera y me encaminé hacia Andón por campo. No tardé en volver a la carretera, para desde allí volver a tomar un camino hacia Andón. Bueno, más que camino, era un puro arroyo, con hasta 10 centímetros de agua en algunos puntos. Imposible rodar cuando el camino se ponía cuesta arriba, y echar el pie a tierra significaba acabar con las botas llenas de agua. Empezaba a recordar por qué no había vuelto a tomarlo.
Superado el tramo de agua, giré a la derecha, siempre siguiendo las marcas. Ese tramo estaba mucho mejor, y dejaba rodar muy alegremente. Primero hasta acercarse a la carretera PO-534, y luego, por campo, en bajada hacia el Lérez. El primer tercio es estupendo, un descenso por un buen camino, pasando por tramos de bosque, recorrido técnico y agua, mucha agua. Divertido. Lo malo empieza en el segundo tercio. El camino pasa a convertirse en un cortafuegos. Cortafuegos que se notaba que había sido limpiado hacía poco. Abundante tierra suelta y piedra machacada. Seguí con la bajada, y fue entonces cuando oí el silbido. Eso sí que me refrescó la memoria. Pinchazo, y donde había pinchado ya dos años antes. En el cortafuegos. Reparé un primer pinchazo, pero al poco de emprender la marcha noté que seguía saliendo aire. Hice lo que pude hasta llegar al tercer tramo de la bajada. Final del cortafuegos, y el camino reaparece, convertido en un sensacional camino de piedra junto a una cerca, también de piedra.
Ya era peligroso bajar por ahí, con pendientes del 22%, pero la combinación de la pendiente, la piedra y la verdina lo convertían en tóxico para la bici. Aunque de una belleza sin igual. No tardé en llegar al paso sobre la cascada, en donde no me quedó más remedio que parar otra vez. La rueda no daba para más. Reparé el segundo pinchazo, pero no había manera de meter presión. Había más pinchazos, y me estaba quedando sin parches. Además, el lugar no era el mejor para repararlos, ya que con el ruido de la cascada costaba horrores oír el silbido del aire al salir.
Inflé la rueda lo que pude, y seguí bajando. A partir del paso de piedra sobre la cascada el camino modera el desnivel, y pasa a ser de tierra, sin base de piedra. Pude rodar casi todo el rato, hasta que la rueda no dio más de sí, y llegué a las cercanías del Lérez, donde había menos ruido de agua (irónicamente) que en la cascada. Tercera reparación, y tercera infructuosa. Estaba decidido a no desperdiciar más parches, ya que estaba a menos de 4 kilómetros de Forcarey. Inflé la rueda lo suficiente para no dañar la llanta, y seguí rodando hasta el puente da Carballa sobre el Lérez. Crucé el mismo, y tomé el camino que asciende hasta Quintelas. Entre el barro, el agua que bajaba por el camino y la rueda trasera, hice todo el camino andando, de nuevo con las botas llenas de agua.
Atravesé Quintelas andando, y al salir a la carretera que da a Dos Iglesias, volví a meter algo de aire, y como era casi todo bajada, volví a rodar un poco, volcándome sobre el manillar para meter el menos peso posible en la rueda trasera. Al final, aguantó más de lo que esperaba, ya que pude seguir hasta el desvío para Focarey. La subida ya no me quedó otra que hacerla andando. Y una vez arriba, volví a meter más aire, para acabar bajando a casa, a donde llegué a las 12:10h. Pese al mal sabor de boca del final de etapa, había valido la pena. Y eso que, hasta que no llegué a casa, no fui realmente consciente de cuánto barro había de verdad chupado en todo el día.
Datos de la etapa
Etiquetas: andón, forcarey, mtb, pr-g 113, puente de andón, puentes del lérez, rabadeiras