El sábado 12 de noviembre realicé la primera salida en Forcarey de la temporada otoño-invierno de 2022.
Y es que estoy de vuelta por Galicia, merced al trabajo de Ana. Lo que no está nada mal. Después de la etapa anterior en Santiponce, estaba con ganas de algo diferente: no tanto una kilometrada como algo con bastante subida, y qué mejor plan que hacer una subida a Monte Seixo. Pero a diferencia de las anteriores, iba a salir desde Forcarey. No en balde, tenía todo el sábado libre: Ana se iba a encontrar haciendo una jornada de formación del profesorado en Santiago de Compostela, así que no iba a ir con restricciones horarias. Todo el día para hacer el salvaje. Así que planifiqué un recorrido que uniera Forcarey, Monte Seixo, y la vuelta por Cerdedo. Más de 1000 metros de desnivel acumulado. Iba a ser divertido.
Pero tampoco se trataba de reventar, escogí para la etapa la Super BH L6000 Gravel 2 que restauré hace algunos meses. Algo que permitiera rodar ligero. Le hice un par de modificaciones antes de salir: le cambién el sillín de paseo por un Medicus de MTB (buen cambio), y reemplacé las manetas de freno por unas Avid de montaña. Muy, muy, muy mala idea. Pero no adelantemos acontecimientos.
Salí de Forcarey a las 9 de la mañana. Empecé la etapa en descenso, bajando por carretera hasta el Lérez, para después emprender la subida a Cachafeiro. Primer problema. La bici frenada poco. Había cambiado precisamente las manetas por eso mismo, para ver si mejoraba, pero más bien al contrario, parecía ir peor. Y yo tampoco iba muy bien en la subida. Todo el verano en Sevilla, con pocos desniveles, me habían sacado de forma. Pero daba igual, la cosa era disfrutar. Crucé Cachafeiro y continué hacia Soutelo por la carretera. El día estaba frío a la par que despejado. Bueno para rodar. Llegué al polígono de Vilapouca, crucé la Nacional, y seguí por la carretera de Presqueiras. La subida, bien. Es una tachuela con subida constante, con la que no hay que cebarse demasiado si pretendes hacer 45 kilómetros largos en el día. La pronunciada bajada que hay después fue otra cosa. ¡Iba sin frenos! Bueno, con muy pocos frenos, teniendo que hacer una fuerza considerable para reducir la velocidad de la bici. En fin, la mejor manera de frenar la bici era tomar cuanto antes una cuesta arriba. No es que en Galicia no las haya, pero no se trata tampoco de la mejor idea del mundo. En fin.
Tras la bajada, seguí hasta San Miguel de Presqueiras, y una vez allí, subí hasta la iglesia, para dejar por fin atrás el asfalto. Empecé la subida de Monte Seixo, finalmente por pista. Llegué a las primeras indicaciones de la mina, y giré a la derecha, para dirigirme hacia Carballás. Fue en este tramo -sobre todo, tras pasar el río- donde disfruté de los mejores tramos para recorrer en una gravel.
Tras un breve descenso, llegué a Carballás. Hice una pequeña parada junto al pilón y el cruceiro que se encuentra en medio del pueblo, y me preparé para la verdadera subida del día. Aunque, bueno, a esas alturas llevaba ya 15 kilómetros de etaoa, 450 metros de desnivel acumulado, y un buen rato de sube y baja entre pecho y espalda. Que, como calentamiento, no estaba nada mal.
Salí de Carballás en subida, enfilando la carretera de Monte Seixo. Sin prisa, pero sin calma. Eran casi 5 kilómetros de ascenso con rampas del 14%. La gravel se portaba estupendamente bien, y el sillín de MTB se adaptaba mucho mejor a mi estilo de pedaleo que el anterior. Era cuestión de tomárselo con calma. Pasé un puesto de cazadores que se encontraban a pie de carretera, y seguí subiendo. La carretera no dejaba de soltar agua, merced a las semanas de lluvia casi constante que habíamos tenido. No en balde, era casi el primer día sin lluvia desde mediados de octubre.
No tardé en llegar a la subestación. Mi idea era parar un poco para descansar, antes de seguir con la etapa. Pero la verdad es que me encontraba bastante bien, así que seguí rodando, dejando atrás la carretera, y continuando por la pista de grava fina. De nuevo, un tramo que iba de perilla a la bici. Al final, acabé llegando a Portalén, donde paré a tomar un refrigerio, y las fotos de rigor.
De nuevo en marcha, descarté volver por el mismo camino, ya que me encontraba bien de forma, y seguí adelante con el plan previsto: ermita de Santa María, Cima de Vila, La Cavadosa, Cerdedo y vuelta a Forcarey. Iba a ser divertido. Estaba justo en la mitad de la etapa, pero con lo peor ya hecho. Seguí adelante por la pista, y no tardé en llegar a la ermita de Santa María, donde pude disfrutar de unas vistas estupendas de todo el entorno.
Tras la parada, emprendí el descenso hacia Cima de Vila. Un descenso bastante tremebundo. Porque la bici seguía sin frenar. Y si ya es malo que no lo haga en una carretera, en una pista de grava con pendientes del 17% es bastante peor. Es más, tuve que frenar un par de veces con el pie a tierra para no acabar en el fondo de un barranco. Peligroso, muy peligroso. Y encima, me estaba haciendo polvo las manos. Lo peor acabó cuando llegué a Cima de Vila. Seguía habiendo pendientes acusadas, pero al menos esta vez eran de asfalto. Seguí con la misma tónica hasta llegar a La Cavadosa, donde no me pude resistir a detenerme en su poza, y echar algunas fotos.
De nuevo en marcha, seguí descendiendo hacia Cerdedo. La suerte es que en este tramo el descenso por carretera, sin ser lo que se dice suave, sí me permitía controlar adecuadamente la bici, salvo en el tramo final de Meilide. Ahí volví a pasarlo mal. Por suerte, los grandes descensos se habían acabado. Estaba en Cerdedo, donde hice una nueva parada justo a la iglesia. Llevaba ya 35 kilómetros, y apenas eran las 12:30h.
Tras la última parada, reemprendí el camino. Lo más duro de la etapa ya había pasado, pero me quedaba el tramo de la incertidumbre: como no quería volver desde Cerdedo hasta Forcarey por la Nacional, me había buscando un recorrido alternativo, en una vieja pista que -teóricamente- ascendía casi en paralelo a la Nacional, hasta Cachofés. Con ello evitaba el peor tramo, pero no tenía constancia de su estado. Iba a la aventura. Crucé Cerdedo, hasta la salida del pueblo por su lado norte. Allí giré a la izquierda, para tomar una carreterita señalizada con un cartel de la ETAP de Cercedo. Fui en ascenso por un estupendo tramo de bosque, hasta llegar a un cartel indicador de una senda por el monte. Según éste, el camino que quería tomar no existía, pero esa senda me permitía hacer poco más o menos lo mismo. Pero el caso es que el comienzo de la pista estaba ahí. Amplio, pero lleno de restos de poda. Y la senda subía al principio por carretera, en fuerte pendiente. ¿Qué hacer?
Se impuso mi lado sherpa. Tomé la pista, pasando con relativamente pocos problemas por los restos de poda. La pista subía hasta la fábrica de colchones, y era ciclable con la gravel en casi toda su extensión, salvo un punto pelín duro y con bastante piedra suelta. Había otro segundo tramo algo duro, justo al llegar a la fábrica, pero que pude salvar sin problemas. Una vez en la fábrica, hay que dirigirse hasta el lateral de la nave para dar de nuevo con el camino. Arranca con fuerte pendiente en asfalto, para dar después a un tramo de cemento, y de nuevo, a una pista ancha y bien marcada. Sospecho que es viejo camino existente de manera previa al trazado actual de la Nacional. El camino asciende de manera suave por el monte, dejando abajo la carretera. Lo pude seguir sin demasiada dificultad ni esfuerzo, hasta la llegada a un cruce. Desde ahí, se gira a mano derecha. La pista se hace un poco más cerrada de maleza, y asciende hasta lo alto del monte O Couto. No es dura salvo en alguna rampa un poco exigente, pero nada imposible. Y una vez subido el monte, hay una breve bajada, que de nuevo puso a prueba las capacidades de frenado de la bici, hasta dar con una carreterita -tramo abandonado de la Nacional, sin duda- que acaba saliendo a Cachofés.
Desde allí, no hay nada en especial que contar. Subí hasta dar con el cruce de Forcarey, que tomé a mano izquierda, y seguí la carretera hasta llegar Cachafeiro, y luego tomar el descenso hasta el Lérez, donde volví a pasarlo mal por los frenos. Y ya desde allí, subí sin grandes novedades -y relativamente poco esfuerzo, para la que llevaba encima- hasta Forcarey, dando por finalizada la etapa a las 13:40h, tras casi 46 kilómetros de etapa, y casi 1300 metros de desnivel acumulado. Una buena etapa. Para celebrarlo, y como me había quedado sin cerveza, me tomé un buen trago de horchata que tenía guardada. Una manera como otra cualquiera de terminar el recorrido.
Un par de apostillas. La primera es que me llevé conmigo el dron, y pude hacer algunas tomas en el recorrido. Espero que os gusten.
La segunda es relativa al problema de los frenos. En esta bici estoy haciendo uso de los frenos tipo caliper originales de la bici, unos Sprint Podium de los años 80. Se trata de frenos de tiro largo, adecuados para frenos de carretera. Pero como a esta bici le he puesto un manillar recto estilo de montaña, no puedo hacer uso de esos frenos. Le había puesto unas manetas adecuadas para cantilever, con un tiro de 40 milímetros. En principio, debía de ser suficiente. Pero los Avid que comentaba al principio son frenos para V-Brake, de tiro corto (unos 30 mm), completamente inadecuados para los cantilever. Por eso lo pasé tan mal. Las pastillas, unas Decathlon, tampoco es que ayudaran mucho. En la otra Super BH L6000 dan un buen resultado, pero en estas se quedan claramente cortos. Así que estos días he vuelto atrás, he vuelto a poner las manetas de cantilever, y he reemplazado las pastillas por unas Shimano Ultegra, que espero que den mejores resultados. Ya lo veremos.
Etiquetas: carballás, cerdedo, forcarey, gravel, la cavadosa, portalén, san miguel de presqueiras, super bh l6000