Martes 11 de agosto de 2009. Acabábamos de finalizar nuestro quinto Camino de Santiago, esta vez desde Lugo. La urbe compostelana era ya una vieja conocida nuestra. Teníamos todo el día por delante para emplearlo en Santiago y, ¿qué hicimos? Pues lo normal: comprar regalos para los seres queridos.
Al salir de la oficina del peregrino, nos encontramos con una familia, que nos hizo algunas preguntas, con el afán de ilustrar a los pequeños del grupo, de cómo era hacer el Camino, cuántos kilómetros se hacían, y qué ganabas con ello. Tras ilustrarlos un poco, con afán divulgativo, seguimos nuestro deambular por la ciudad.
Tras realizar las compras de rigor, nos encaminamos hacia Casa Manolo, un magnífico restaurante de la ciudad, que se encuentra en la plaza de Cervantes, en una antigua casa reconstruida en un estilo bastante moderno.
Una buena mezcla, que se ve mejorada por la magnífica comida que sirven, a un precio bastante comedido. Dicho y hecho. Bueno, en realidad, dicho, esperar cola, y hecho, ya que, como suele ser habitual, había una considerable cola para acceder al local. La espera fue larga, y al sol, pero el dueño del restaurante tiene el detalle de colocar sillas en el exterior, así que al menos durante un rato, pudimos tomarnos el descanso del guerrero:
Antes de entrar, llamamos a mis tíos, para ver por dónde se encontraban. Para nuestra sorpresa, no habían llegado a Santiago antes que nosotros, como calculábamos, sino que aún se encontraban de camino. Los volveríamos a encontrar, sorprendentemente, en el propio restaurante, cuando ya nos íbamos y llegaban ellos. Comentamos durante un rato los avatares de la etapa, y nos despedimos.
Esa misma tarde salimos en tren hacia Pontevedra, donde Mari, la hermana de Ana, nos estaba esperando. íBamos a hacer noche en su casa, a donde nos dirigimos para adecentarnos un poco, ya que esa noche, para celebrar el cumpleaños de Ana y la llegada a Santiago, teníamos mesa reservada en el Micota, un restaurante del centro de Pontevedra del que Ana y yo somos asiduos. Una divertida cena con las hermanas de Ana, su madre, y su sobrina, previa a nuestra vuelta a Andalucía. Por desgracia, el jueves de esa semana tenía que reincorporarme al trabajo.
El viaje de vuelta lo hicimos en el Peugeot 206 de Ana, por la ruta de la Plata. Un largo y bonito viaje por Puebla de Sanabria, Zamora, Salamanca, Béjar, Cáceres, Mérida y Fuenteobejuna, antes de llegar a Córdoba, donde finalizamos nuestro viaje. Pero esa ya es otra historia. Historia aromatizada, dicho sea de paso, por dos magníficos panes de pasas y nueces que compramos en la panadería del puerto de Combarro, que recomiendo fervorosamente.
Y colorín colorado, esta historia se ha acabado.
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