El sol caía a plomo sobre el asfalto. No quedaba más remedio que aferrarse a la cadencia que había marcado desde el inicio de la subida. Ritmo, ritmo, y ajustar el desarrollo a las diferentes pendientes de la subida, para que, fuera cual fuera la velocidad, la cadencia se mantuviera constante. Aún quedaban al menos tres kilómetros de dura subida, que se percibían a las claras al levantar la vista del manillar, y contemplar que la serpiente de asfalto seguía ascendiendo por la ladera de la montaña. Estaba siendo duro. Muy duro. “¿Y qué puñetas es lo que estoy haciendo aquí”. No dejaba de repetirme una y otra vez la misma cuestión, a la vez que procuraba apartarla de mi cabeza, a fin de no distraerme de lo verdaderamente importante a esas alturas: mantener la cadencia. Eso era lo único importante en ese momento, dado que era lo único que podía sacarme de allí. Pero empecemos por el principio.
Desde que hiciéramos, en el ya lejano abril, la etapa Brutal 3, Ángel y yo llevábamos tiempo con ganas de repetir una etapa de gran kilometraje. Entre unas cosas y otras, lo habíamos ido dejando correr, pero esa semana, la idea volvió a cruzarse en nuestras intenciones. Lo malo es que se cogió de la mano con otra idea que a mí llevaba tiempo rondándome por la cabeza: realizar una etapa en bici entre Córdoba y Villaviciosa, y recuperar las viejas sensaciones de rodar íntegramente por asfalto. No hizo falta más que plantearlo, para que rápidamente decidiéramos afrontar el reto. En concreto, el sábado 2 de julio. La primera etapa del final de primavera iba a ser de infarto. Y para ello, decidí preparame de una manera especial. Aunque lo más recomendable hubiera sido disponer de una bicicleta de carreras, o al menos haber preparado la Fuji para rodar por asfalto, no andaba con excesivas ganas de volver a transportar bicis entre Sevilla y Córdoba, así que opté por equipar la Ghost con cubiertas lisas de carretera. Cogí las dos cubiertas Kenda Kwest de 1.5” que tenía guardadas, y ni corto ni perezoso se las coloqué a la Ghost. El efecto era, cuando menos, bastante raro. Pero en cuanto las probé pude ver que no me había equivocado con mi elección:
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Empezamos la etapa a las 7:30h junto a la casa de Ángel. En esta ocasión Ángel había optado por realizar la etapa con su Ghost AFX 4900, muy similar a la mía, pero en su caso, equipada con cubiertas convencionales de montaña. No cabía duda de que la etapa del día iba a ser sumamente interesante. E incluso estábamos teniendo suerte con la climatología. La mañana se presentaba cubierta y algo fría. Tan sólo nos quedaba esperar que se mantuviera así el resto de la jornada. Porque falta nos iba a hacer algo de ayuda con la que teníamos por delante: unos noventa kilómetros de etapa, dos puertos de montañas y tres altos. Unos 1900 metros de desnivel de subida acumulado. Dura, muy dura.
Abrimos boca subiendo por el Brillante, camino del Lagar de la Cruz. Teníamos por delante mucha tela que cortar, por lo que atacamos las primeras rampas de la carretera con comedimiento. Aun así, mantuvimos una excelente media de 10 km/h, que nos hizo alcanzar el Lagar en menos de 50 minutos de subida, en los que salvamos los 9 kms. de distancia desde la salida en el Camping. Sin ni siquiera deternos, seguimos avanzando por carretera, realizando a toda velocidad el descenso hasta Las Jaras, primero, y hasta los Arenales, a continuación. La mañana se mantenía fresca y cubierta, por lo que no era plan detenerse a realizar vida contemplativa: teníamos que aprovechar esa suerte todo el tiempo que fuera posible.
Cruzamos el puente de los arenales y empezamos la segunda gran subida del día: el puerto del Aire. La subida del puerto del Aire desde los Arenales tiene una longitud de 14 kilómetros, divididos en tres grandes fases: una primera subida inicial de 6 kms. de pendiente constante, con rampas del 10%, y que por sus características se asemejaba bastante a la subida del Brillante con la que habíamos abierto boca para empezar el día. La segunda, cercana a los 6 kms., constituía un tramo pestoso, con pequeñas subidas y bajadas enlazadas, que permitían recuperar algo de resuello, pero en la que corrías el riesgo de desfondarte si forzabas el ritmo demasiado. Y la tercera, la última subida al puerto, de algo más de 2 kms. de subida sostenida, también con unas rampas del 10%. Y todo eso tan sólo para quedarnos en mitad de la nada, aún a 9 kilómetros de llegar a Villaviciosa.
Afrontamos la primera fase de la subida al puerto de la misma manera que habíamos subido hasta el Lagar: marcando un ritmo conservador, sabiendo lo que teníamos aún que salvar a lo largo del día. Mi elección de cubiertas había sído todo un acierto, y aunque notaba la Ghost más nerviosa que de costumbre con esas cubiertas mas estrechas de lo que suelo montar, también la notaba sumamente ágil para ser una doble de casi 14 kilos de peso en esa configuración. Ángel, por su parte, rodaba como un campeón con cubiertas de montaña sobre el asfalto. Casi podía notar cómo sus cubiertas abrían surcos en el asfalto al rodar en subida. Lo que estaba haciendo era algo increíble. Y el recorrido estaba siendo genial: un paisaje espectacular, en una carretera de montaña sin ningún tráfico a esa hora de la mañana. Y casi puedo apostar que en todo el día: apenas nos cruzamos con 5 vehículos en los 40 kilómetros entre Córdoba y Villaviciosa.
Tardamos 35 minutos en recorrer esos 6 kilómetros de subida. Había sido duro, pero ya llevábamos dos subidas duras de las tres que teníamos por delante antes de llegar a Villaviciosa. Nos permitimos rodar con más alegría el segundo tramo de la subida al puerto. Entre otras cosas, porque había olvidado la existencia del tercero, al revisar el perfil de la etapa la tarde anterior. Así que cuando nos encontramos con una tercera pared en la subida, no nos quedó más remedio que apretar los dientes y seguir subiendo. Coronamos el puerto del Aire a las 9:50h, tras haber recorrido 30 kilómetros de la etapa. Sin pausa alguna.
Dejamos atrás el techo de la etapa (775 m. de altitud), e iniciamos un rápido descenso hacia Villaviciosa. Descenso que no fue un descenso puro, sino que en los tramos finales se iba alternando con falsos llanos que nos iban sumiendo en la desesperación, porque nos hacían tener la sensación de que nunca acabábamos de llegar al pueblo objeto de nuestro viaje. Pero finalmente, llegamos a las 10:15h, tras 2h 45m de incesante pedaleo.
Paramos a tomar unas excelentes tostadas en un bar a la entrada de Villaviciosa. La pausa nos vino de perilla, ya que yo, por mi parte, notaba las piernas como si fueran de gelatina, y Ángel empezaba a acusar la dureza de la etapa. Y aún teníamos que volver. Fue durante la pausa cuando noté que el velocímetro de mi bici estaba midiendo la distancia de manera errónea: a esas alturas de la etapa indicaba 45 kms. de recorrido, cuando yo recordaba que la distancia era algo menor. ¿Qué estaba pasando? Fue entonces cuando lo vi claro: tenía calibrado el velocímetro para una cubierta de 2.35”, y estaba montando una de 1.5”. No sólo había variado el ancho de la cubierta, sino también su grosor, por lo que el conjunto de la rueda tenía un diámetro más pequeño. Y esa diferencia estaba bastando para alterar de manera significativa la medición de la distancia. En fin, habría que tenerlo en cuenta para ajustar los esfuerzos en la subida.
Tras 25 minutos de distancia, reemprendimos la etapa. Ya habíamos hecho lo más duro, pero aún nos quedaba el mayor espanto del día: la subida a Puerto Artafi desde el valle del Guadiato. Y encima, el cielo había empezado a abrirse. Iba a tocar despedirse del frescor que nos había acompañado durante la subida a Villaviciosa. Qué lástima que no hubiera sido al revés. Pero supongo que no se puede pedir todo. Salimos de Villaviciosa por la carretera que conduce a Posadas, y que en ese primer tramo convive con una vereda pecuaria. La verdad, daban ganas de salir del asfalto y ponerse a rodar por tierra. Pero no convenía realizar más frivolidades de la cuenta, y tampoco mis cubiertas iban a permitirme demasiadas excentricidades a ese respecto. Tan sólo tomar nota mental para futuras etapas por la zona -que todo hay que decirlo, lo vale muy mucho-.
La salida de Villaviciosa fue una delicia, con un rápido descenso por asfalto. No en balde habíamos ya realizadp 1200 metros de subida acumulada de los 1900 que tenía la etapa, con lo que en el resto del día la tendencia iba a ser que el descenso predominara. Tan sólo teníamos que tener una precaución: no saltarnos el desvío de la carretera que teníamos que tomar para Trassierra, y meter el remo hasta el corvejón y acabar en Posadas. Encontramos el desvío 10 kms. después de abandonar Villaviciosa, y giramos a la izquierda, pasando el puente sobre el arroyo Orejón, y afrontamos un rápido y pronunciado descenso, que pronto se vio recompensado -como no podía ser menos- con una subida equivalente al salvar el puente sobre el Arroyo del Pueblo. Esa subida nos condujo a una zona de subidas bajadas, de unos 5 kms., antes de afrontar un nuevo y rápido descenso hasta lo que creímos que era el río Guadiato, y que no era el otro que el Guadiatillo. Un diminutivo que, de haber sido conscientes de él, nos habría ahorrado algún que otro disgusto.
Hicimos la segunda para del día junto al puente, y antes de iniciar la que creíamos que era la subida a Puerto Artafi. Subida de 5’5 kms. que me hacía temblar de tan sólo pensar en ella. Habíamos decidido parar en ese punto con la idea de comer algo, descansar, y afrontar más frescos la tremenda subida que -creíamos- teníamos por delante. Pero es verdad que algo no me cuadraba: el río estaba demasiado seco, el puente era demasiado pequeño para lo que había oído contar, y no se veía por ningún lado la cola del pantano de la Breña II, que suponía que llegaba hasta la zona. No acababa de cuadrarme, pero es cierto que teníamos una subida por delante que se adivinaba dura. Muy dura. El caso es que aparté las dudas de mi mente, y una vez finalizada la pausa, Ángel y yo afrontamos el ascenso. Y en efecto, fue duro. Rampas casi constantes del 10% que nos hicieron un gran destrozo, pues el calor a esa hora -estábamos al filo del mediodía- se dejaba ya notar en toda su crudeza. Pero el ascenso fue corto, de tan sólo 2 kilómetros, cuando esperábamos más de 5. Estaba claro que algo estaba pasando. Sobre todo cuando empezamos a descender por una espectacular carretera de montaña, camino de un nuevo valle, y no de Trassierra, y que, además, presentaba ante nosotros una cresta de sierra como no había visto en esa zona de Sierra Morena en mi vida. Ya no cabía dudas: lo que teníamos delante era de verdad el valle del Guadiato. Y la subida a Puerto Artafi.
Cruzamos el puente sobre el Guadiato justo al mediodía. Si la anterior subida me había parecido dura, esta no tenía ni punto de comparación. Tanto Ángel como yo lo vimos claro: se trataba de encontrar un ritmo que nos permitiera afrontar ese espanto, y llegar arriba en las mejores condiciones posibles. Y es aquí como volvemos al principio de esta historia.
Yo, por mi parte, tuve suerte y pude encontrar esa cadencia. Pude hacer la subida a un ritmo de pedaleo constante, que me hacía oscilar entre los 6 y los 8 km/h de velocidad de subida. Ángel no tuvo tanta suerte. Venía sufriendo un mayor desgaste que yo por razón de sus cubiertas, y estaba al límite de su resistencia, lo que le hacía estar tremendamente incómodo, y mantener un ritmo muy irregular, que le llevaba a descolgarse en ocasiones, a alcanzarme, y a volverse a hundir. Estaba sufriendo de una manera desmesurada. Y el calor no ayudaba, precisamente. Todo el frescor que habíamos tenido en la primera parte de la etapa parecía querer tener su contrapartida en el espanto de subida que estábamos acometiendo. Y para colmo, el trazado de la subida no hacía sino machacarnos psicológicamente: curvas enlazadas, a izquierda y derecha, que bordeaban la montaña, y que, cuando creías haber terminado de subir al superar una curva muy pronunciada, lo que hacían era enseñarte un nuevo tramo de cinta de asfalto que trepaba, desafiante, por la ladera de la montaña. Parecía no tener fin, por lo que no te quedaba más remedio que agachar la cabeza, y mirar apenas un metro por delante del manillar. Y desear que esa tortura finalizara pronto. “¿Y qué puñetas es lo que estoy haciendo aquí”. Pues lo que me gusta, maldita sea.
Coronamos Puerto Artafi a las 12:45h. Tres cuartos de hora para 5’5 kms. de subida. Tras 70 kilómetros de etapa. Nos sentíamos como héroes. Héroes pasados por una picadora de carne, pero héroes. Nos dejamos caer hasta Trassierra, y realizamos la tercera parada del día. Acuarius y un rato de descanso a la salida de Trassierra. Nos vino como anillo al dedo.
Esta vez la parada fue de apenas 15 minutos. La una de la tarde había pasado ya, y seguía cayendo plomo derretido del cielo. A casita, que llovía. Fuego, pero llovía. Encaramos los escasos 5 kilómetros que separan Trassierra del Cruce de Trassierra, a un ritmo relajado, ya que a esas alturas de la jornada no estábamos para muchas alegrías, y sin solución de continuidad, encaramos el descenso de la Albaida. Sin pedalear apenas, la Ghost con cubiertas finas se comía el asfalto. Alcancé sin dificultades los 60 km/h en descenso, y aún tuve que contener a la bici para no comerme a Ángel, que bajaba por delante. Si no hubiera frenado y le hubiera dado fuerte, creo que habría pasado de los 80 km/h fácilmente.
Sin más ceremonias, entramos en Córdoba por el Tablero Bajo, y llegamos de nuevo al Cámping al filo de las 14:00h. Paramos en casa de Ángel a celebrar el final de la etapa y de la tortura. Mi velocímetro marcaba la increíble distancia de 98 kms. de recorrido. En realidad no era tanta distancia, pero no cabía menos que registrar tal acontecimiento:
…y regarlo con unas magníficas Franziskaner y Mahou junto a la casa de Ángel. Lo habíamos hecho. Y pese a las paradas, y la paliza del final de etapa, en menos tiempo de lo que había calculado. Ida y vuelta a Villaviciosa. Aunque -como habría de descubrir al llegar a casa- algo churruscado por el sol. Pero había valido la pena: como vería posteriormente, había sido -de largo- la etapa más dura que había realizado hasta el momento con la bici.
Los datos de la etapa son los siguientes:
Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Puerto del Aire – Villaviciosa – Santa María de Trassierra
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