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Me encanta el olor del napalm por la mañana
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10 ene 16 Camino Mozárabe: Etapa 2: Villaharta – Hinojosa del Duque (24/III/2013)

Esta entrada es la parte 3 de 5 de la serie Camino de Santiago 2013

Empezamos la segunda etapa de nuestro viaje poco después de las 7:45h del Domingo de Ramos. Tras la complicada noche, y teniendo en cuenta que no teníamos prácticamente nada para comer, no nos demoramos demasiado en comenzar la etapa, sabiendo que podríamos tomar un buen desayuno en Villaharta.

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La mañana, como el día anterior, se presentaba complicado en lo meteorológico. Según hacia donde miraras, se podían ver retazos de cielo azul…

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…o un cielo gris y plomizo que no hacía sino presagiar lo peor:

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Así que, seguramente, íbamos a tener un día bastante movido, como así fue. Volvimos a tomar la carretera de Villaharta, y a subir la dichosa cuestecita del día anterior. El Bar Mirasierra seguía cerrado, pero por suerte, un poco más adelante encontramos otro bar, abierto este sí, en el que pudimos tomar un buen desayuno, que venía fantástico dado lo fría que estaba la mañana. Aprovechamos que estábamos en el bar para analizar nuestro recorrido. Teníamos previsto continuar por el sendero GR-40 (Cañada Real Soriana) el mayor tiempo posible, pero dado lo lluvioso de los últimos días, temíamos encontrarlo muy poco practicable. Tras discutirlo, preferimos evitar este trazado, ya que barruntábamos tener que afrontar un rodar muy penoso por él debido al barro, y a la necesidad de vadear el río Guadalbarbo, algo difícil en época de lluvias. La alternativa era seguir el mayor tiempo posible por la carretera hasta la Gargantilla de Villaharta, para tomar, desde ahí, una buena pista agrícola que nos llevaría hasta el Puerto del Calatraveño. Incluso valoramos seguir por la carretera hasta Pozoblanco, y desde allí enlazar con nuestro recorrido en Alcaracejos. Pero no era algo por lo que estuviera dispuesto a pasar.

Dicho y hecho. Dejamos atrás Villaharta ascendiendo un nuevo puerto de montaña, con ocasionales descargas de lluvia, que no nos impidieron disfrutar de la impresionante vista de la Gargantilla de Villaharta, así como de su espectacular bajada hasta el río Guadalbarbo.

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Lo malo de bajar, claro, es que tienes que volver a subir. Sobre todo cuando te diriges a algo que se llama “Puerto del Calatraveño”. En apenas 9 kms habíamos pasado de los 496 m. de altitud a los 673, y de nuevo a 457. Y teniendo aún que subir el Calatraveño, la cota máxima de la jornada con 765 m. de altitud.

Recién pasamos el puente sobre el Guadalbarbo encontramos a la izquierda nuestra pista agrícola. Ancha y bien mantenida, pero con un desnivel tremendo. Rampas del 15% que nos hicieron subir, en 1’3 kms, más de 100 metros de desnivel. Y con barro, mucho barro. Una subida exigente, y que nos hizo sudar la gota gorda. Lo malo es que, superada la cuesta, aún teníamos por delante unos 10 kms de marcha hasta llegar a pie de puerto. Iba a ser largo.

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Continuamos durante 5 kms. hasta hacer una pausa. Por el camino subimos una tachuela que incidió más en el estado de ánimo que sobre las piernas en sí. Pero el camino era una sucesión de subidas y bajada, con marcada tendencia ascendente, que con el barro se hacía duro de recorrer. Hicimos la pausa en el punto en el que la pista se unía con el trazado de la Cañada Real, pasado el cortijo del Paguillo, donde volvimos a encontrar las marcas del Camino Mozárabe.

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Terminada la pausa, sobre las 10:30h reanudamos la marcha. Siempre por la pista, en buenas condiciones, camino del pie del puerto. Pasamos por una nava con olivar y encinas a nuestro alrededor. Agradable a la vista, siempre en línea recta, pero de nuevo con subidas y bajadas. Llegamos al arroyo del Lorito, donde la pista pasó a estar asfaltada.

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Allí tuvimos que tomar la segunda decisión del día: subir el Calatraveño por campo, o por carretera. En esta ocasión, y dada la importante paliza que nos había dado la pista, optamos por subir por carretera, algo que, en realidad tampoco era moco de pavo. Teníamos por delante 3 kms de subida con pendientes de hasta el 7%. Para hacer con buena letra. Algo que la cadena de la bici, que ya había empezado a saltar la jornada anterior, no parecía dispuesta a dejarme hacer. Cierto es que era nueva, pero esperaba que a esas alturas estuviera ya mejor aposentada. No era el caso.

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Coronamos el puerto a las 11:30h. 750 metros de altitud, y algo más hasta la escultura Raíces de los Pedroches, de Aurelio Teno, que da la bienvenida al Valle de los Pedroches.

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Un pequeño inciso. EL lector avispado habrá notado que el recorrido que estábamos realizado no es el que uno esperaría cuando se dirige desde Córdoba a Extremadura. Lo habitual para el conocedor de esos pagos es pasar por el valle del Guadiato, pasando por Espiel, Belmez, Peñarroya, pero luego girar hacia La Granjuela y Monterrubio de la Serena (o bien, si se viaja en coche, seguir hasta Zafra, y luego tomar la Ruta de la Plata), donde este trazado se enlaza de nuevo con nuestro recorrido previsto. Esto es algo que en los últimos años ha generado cierta polémica entre los aficionados al Camino Mozárabe en Córdoba. Y es que, si bien el trazado considerado histórico coincide con el expresado anteriormente, al seguir los trazados de los principales caminos romano y árabe, este trazado adolece de un grave problema: el recorrido histórico, a día de hoy, se encuentra principalmente bajo las aguas del pantano de Puente Nuevo y de la N-432. Por ello, en su día, la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Córdoba optó por un trazado por el Valle de los Pedroches, que cuenta con la ventaja de seguir igualmente un trazado histórico medieval (coincidente en su mayor parte con la Cañada Real Soriana), y con menos problemas de tráfico. En nuestro caso habíamos optado por tomar esta segunda opción, pero a día de hoy es algo que sigue generando polémica en la zona.

Finalizado este inciso en el relato, y nuestro descanso en el recorrido, reanudamos ambos, tanto relato como trazado. El tiempo había mejorado bastante, y el cielo azul se dejaba ver en toda su gloria. Algo que nos vendría bien porque aún teníamos más de la mitad de la etapa por delante (más de 35 kms). Pero lo más duro ya había pasado. A partir de ahí teníamos ante nosotros enormes rectas, un trazado en general descendente o plano, y mucho ánimo. Bajamos el puerto a toda velocidad, con velocidades que llegaban a sobrepasar los 40 km/h, y a pie de puerto hicimos el que esperábamos que fuera el último descanso hasta la hora de comer. Paramos en una pequeña área de servicio, restos de la vieja carretera, para tomar un pequeño tentempié.

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Seguimos nuestra marcha, camino de Alcaracejos, con un buen ritmo, lastrado por molestos saltos en la cadena. La cosa empezaba a resultar molesta, cuando se consumó el desastre. La cadena se partió. No parecía un excesivo problema, y no era la primera vez que pasaba por eso. Con el tronchacadenas y un rato de trabajo mecánico solucionamos el problema. Lo malo eran -por un lado- la mala sensación que el problema transmitía. Y por otro, que el tiempo estaba empeorando de nuevo. El viento olía de nuevo a humedad, lo que presagiaba nuevas lluvias.

No quedó más remedio que desechar mi idea, que era volver a tomar camino camino de Hinojosa, para seguir rodando por carretera. Reducía el tiempo y el esfuerzo, pero nos exponía al tráfico, y ero menos interesante. Aunque mi padre, claro, agradeció el prolongar la marcha por asfalto. En fin, a cada uno lo suyo. :)

Al llegar a Alcaracejos el problema se produjo de nuevo. La cosa pintaba realmente mal. Ya había perdido dos tramos completos de cadena, que se empezaba a acortar de manera peligrosa. Y en Domingo de Ramos iba a ser completamente imposible encontrar repuestos, ya que esa eventualidad -necesitar un recambio de cadena- era algo que no había previsto.

Seguimos, por tanto, por carretera camino de Hinojosa. Pasamos Fuente la Lancha, y seguimos, rectos como una flecha, camino de Hinojosa. Pero de nuevo, y por tercera vez, volvió a romperse la cadena. La situación era ya desesperada. No tenía posibilidad de engranar piñones altos. Y encima, empezó a llovernos con saña.

Finalmente acabamos llegando, a las 14:52h, a Hinojosa del Duque. En el primer sitio donde vimos hospedaje, que no era sino el Restaurante El Cazador, fue donde dimos por finalizada la etapa. Poco antes había dejado de llover. Habíamos empleado más de 7 horas en recorrer los 60 kilómetros de etapa desde Villaharta. Una etapa dura y, en muchos aspectos, descorazonadora. Pero que, pese a todo, había valido muy mucho la pena.

El almuerzo en El Cazador fue poco menos que excepcional. Seguimos con nuestra dinámica habitual de pequeño descanso, lavado de ropa y preparación de la etapa siguiente, antes de hacer una pequeña visita al pueblo, que bien la merece. Ese día, además, pudimos contemplar la procesión de La Borriquita…

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…además de visitar la Catedral de la Sierra.

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La segunda etapa había finalizado, y teníamos para la tercera, además, un nuevo reto: encontrar una cadena para 9 piñones en Los Pedroches. Algo que iba a resultar más complicado de lo que nos podíamos imaginar.

Los datos de la etapa son los siguientes:

  • Distancia: 53’929 (con fallo del velocímetro)
  • Distancia (según el GPS): 60’3 km.
  • Tiempo de etapa: 4h 49m 44s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 7h 6m 4s
  • Velocidad media: 12’6 km/h
  • Velocidad máxima: 45’7 km/h
  • Pulsaciones medias: 116 pulsaciones/min
  • Pulsaciones máximas: 170 pulsaciones/min
  • Consumo medio de calorías: 760 kcal/h
  • Consumo máximo de calorías: 1290 kcal/h
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: 4h 0m 12s
  • Consumo total de calorías: 5829 kcal
  • Índice IBP de dificultad: 50 BYC

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