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28 abr 11 Vías verdes del Aceite y Subbética 2011: Etapa 1. Jaén – Zuheros

Esta entrada es la parte 1 de 3 de la serie Vías Verdes del Aceite y Subbética 2011

La pasada Semana Santa fui con mis amigos Mané y Javi Aljama a recorrer las Vías Verdes del Aceite y Subbética, además de realizar una etapa por el Parque Natural de las Sierras Subbéticas. Llevábamos varios meses planificando realizar un recorrido en bici de varios días y, entre las alternativas que habíamos estado barajando, esta fue finalmente la opción escogida.

Realizamos la primera etapa el Lunes Santo, 18 de abril. Durante la semana anterior habíamos estado ultimando los preparativos del viaje: recorrido final, medios de transporte, lugar de alojamiento, alojamiento en sí, petición de permisos para recorrer el Parque, etc… Uno de los puntos interesantes fue escoger la bici a utilizar. Javi y Mané optaron por llevar sus bicicletas con doble suspensión, y llevar un equipaje ligero en mochilas. Yo, por mi parte, opté por llevar mi bicicleta rígida, equipada con alforjas, ya que de viajes anteriores sabía que no era demasiado conveniente forzar la espalda.

Como decía, tomamos el tren regional a Jaén a las 8:00h del lunes. Tuvimos un viaje bastante tranquilo a Jaén en uno de los nuevos Media Distancia de Renfe que, pese a ser realmente cómodos, tienen un importante problema a la hora de viajar con bicis: y es que sólo disponen de tres plazas en los vagones habilitados para ello. Esto me había obligado a sacar el sábado anterior los billetes por ventanilla en la estación de Córdoba, y exponerme al vergonzoso comportamiento de los taquilleros de la estación: no en balde tardé media hora en comprar los billetes, lo que es, teniendo en cuenta que sólo tenía dos personas delante mía y que había tres taquilleros expendiendo billetes, sumamente lamentable.

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Experiencias traumáticas de Renfe aparte, llegamos a Jaén en una magnífica mañana, sin sombra alguna de nubes en el horizonte, y con toda la mañana por delante. Y no nos iba a sobrar tiempo, precisamente, dado que teníamos que recorrer unos 75 kms. de vía verde hasta Zuheros. El recorrido era conocido para mí. No en balde, hacía justo dos años que ya lo había recorrido, en la Semana Santa de 2009. Por ello, no tardamos en empezar la etapa, no sin antes hacer un alto en la cafetería de la estación de Jaén para pegarnos un homenaje a base de tostadas -en mi caso, con aceite y tomate- antes de empezar a rodar.

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Empezamos oficialmente la etapa a las 10:28h, junto al área deportiva en la que tiene su inicio la vía verde. El trazado, como es propio de una vía verde, no era en absoluto complicado, y el estado de conservación de la vía era sumamente bueno, con un asfaltado ligero que para sí querrían muchas carreteras comarcales. Pronto (11:05h) llegamos a la cercana población de Torre del Campo, en la que es preciso entrar haciendo uso de un viaducto, ya que el trazado de la vía verde ha desaparecido. Una vez en el pueblo se retoma la vía verde a la derecha de una rotonda, y el pueblo se atraviesa sin mayor novedad.

El siguiente pueblo al que llegamos (11:30h) fue Torredonjimeno. A esas alturas de viaje ya habíamos disfrutado de unas cuantas muestras de ingeniería de estilo Eiffel en forma de puentes de hierro, así como del interninable olivar jiennense. Llevábamos un ritmo sumamente bueno. Quizá excesivo, teniendo en cuenta la kilometrada que aún teníamos por delante, y que íbamos ascendiendo levemente. Pero la verdad es que el día invitaba a rodar alegremente, y no podíamos impedirlo.

Siempre entre olivares, llegamos media hora después al punto más elevado de la vía verde en Jaén: Martos, a unos 668 m. de altitud. Si hasta aquí habíamos rodado rápidamente, el resto del viaje iba a ser visto y no visto. A diferencia de los pueblos anteriores, la vía verde se adentra en Martos de manera significativa, por lo que tuvimos la oportunidad de contemplar cómo se delimita una vía verde en casco urbano: en este caso, haciendo de mediana a una calle residencial, que finaliza en el paseo de la estación, estando esta última en un estado de lamentable abandono.

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Hicimos un pequeño descanso a la salida de Martos, que aprovechamos para abastecernos de líquido en una fuente junto a la vía verde. Este sería el último casco urbano por el que pasaríamos, antes de llegar a Zuheros. Una vez reanudamos el camino, empezamos a rodar con un suave descenso que nos hizo dar pedales con una inusitada alegría. Los kilómetros caían velozmente, y nuestro rodar entre olivares era bastante divertido.

Pese a la distancia con respecto a núcleos de población, no dejó de sorprendernos la cantidad de gente que recorría la vía verde, especialmente abundantes eran las familias con niños, con y sin alforjas, que se habían echado a rodar por la vía. Y es que hay que admitir que la nula dificultad del trazado anima a crear cantera con los más pequeños.

Cruzamos varios puentes de hierro en nuestro rodar, que empezaba a hacerse algo monótono. Además, al rodar en bajada -suave, pero bajada al fin y al cabo-, los kilómetros caían sin suponernos apenas esfuerzo. Tanto fue así que Mané llegó a manifestar que estuvo a punto de quedarse dormido sobre la bici en algunos tramos. Por suerte, el cruce sobre los puentes siempre daba algo interesante para hacer. En concreto uno, cerca de Alcaudete, nos permitió contemplar unas buenas vistas de un antiguo puente medieval:

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Paramos a comer al filo de las dos menos cuarto en las cercanías de la estación de tren de Alcaudete. Mi idea era haber parado en la misma estación, pero Mané empezó a manifestar problemas en una de sus rodillas, lo que aconsejaba detenernos, cosa que hicimos, aunque probablemente en la peor de todas las áreas de descanso: casi sin vegetación, y en una zona de derribo de una vieja casilla del guarda del ferrocarril. Aun así, un descanso era un descanso. Comimos unos bocatas que llevábamos preparados y alguna que otra barrita de cereales. Tres cuartos de hora después reanudamos la etapa, para detenernos en la cercana estación a repostar algo de agua. Allí vimos que han terminado la construcción de unos apartamentos rurales junto a la vía, excelentes para detenerse a hacer noche en ellos si viajas con la familia, ya que distan unos 50 kms. de Jaén. Para nosotros, tipos duros, se nos hacía una distancia algo corta. :mrgreen:

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Continuamos rodando en dirección Córdoba. El paisaje, poco a poco, iba cambiando, denotando que nos acercábamos a la Subbética: menos olivos, más vegetación serrana, y la primera trinchera de ferrocarril digna de tal nombre:

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Pasada la trinchera tuvimos la primera vista del río Guadajoz, embalsado por el pantano de Vadomojón. No pude menos que impresionarme ante el espectacular aumento de caudal que presentaba con respecto a 2009, cuando lo vi por primera vez.

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Y así, llegamos al puente sobre el Guadajoz a las 15:15h. Nos despedíamos de Jaén…

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…para entrar en Córdoba, y empezar a rodar por la Vía Verde de la Subbética.

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Y para colmo, íbamos a entrar en Córdoba por el puente que una vez cobijara al último bandolero de la Subbética.

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Tras cruzar el puente, nos tocó de nuevo ir en ascenso. El firme de la vía verde había mejorado bastante desde el año 2009. Su estado era aún algo peor que el tramo de Jaén, pero al menos no se encontraba ya medio comido por la vegetación. Avanzamos hasta la laguna del Salobral sin mayores inconvenientes, salvo que la tarde estaba empezando a nublarse. El tiempo, que nos había respetado durante todo el día, empezaba a amenazarnos con lluvia. Nos detuvimos en un pequeño mirador junto a la laguna. Justo ahí, mi GPS se quedó sin batería. El resto de la etapa iba a tener que registrarla Mané con su móvil.

Desde la laguna nos dirigimos al lugar de nuestra siguiente parada: la estación de Luque. A esas alturas de la tarde los kilómetros estaban empezando a dejarse notar, por lo que la parada en la estación, habilitada como bar, nos vino de fábula. Lamentablemente no pudimos detenernos demasiado, porque el tiempo estaba empezando a ponerse realmente feo. A la salida de la estación de Luque nos encontramos con una sorpresa: la vía verde se bifurcaba en dos. A la derecha, y sobre la carretera, salía un ramal recién rehabilitado de la vía del aceite, que conduce hasta la cercana Baena. Un nuevo aliciente para la vía verde de la subbética. Nosotros, claro, continuamos en dirección Zuheros.

A medida que nos aproximábamos a Zuheros el viento, húmedo y que anunciaba lluvia, empezaba a azotarnos con más y más fuerza, lo que nos dio la ocasión de empezar a hacer pequeños abanicos. Todo fuera por llegar a Zuheros lo antes posible, para evitar la inminente lluvia que se cernía sobre nosotros. Bordeamos el macizo montañoso que separa Luque de Zuheros junto cuando las primeras gotas de lluvia hicieron acto de presencia. No podíamos detenernos. Con las fuerzas justas llegamos al cruce con la carretera de Zuheros. Dejamos la vía verde y tomamos la carretera. Habíamos recorrido 72’3 kms. de vía verde. Y a partir de ahí, tocaba lo peor: el ascenso a Zuheros. Una subida de apenas 1’2 kms., pero con unas terroríficas rampas del 29% por las calles empedradas del pueblo.

Afrontamos el ascenso con calma, dado que la rodilla de Mané estaba otra vez dándole guerra. El primer tramo de la subida, hasta la entrada del pueblo, no guardaba mayor problema. Pero a partir de ahí empezaba la tortura: apenas 200 metros de calles en los que íbamos a salvar 40 metros de desnivel. Sencillamente horroroso. Y pese a todo, lo hicimos. En mi caso, con las alforjas tirando de mí hacia abajo como si quisieran arrastrarme al séptimo círculo del infierno. Pero lo hicimos. Llegamos hasta arriba sin poner pie en tierra. Eran las 17:15h. cuando llegamos a la plaza del pueblo, después de casi 75 kilómetros de etapa.

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Tras descansar un poco, nos dirigimos al albergue rural donde teníamos alquilado un apartamento. Por desgracia, aún se encontraba cerrado, por lo que nos tocó esperar un rato en la terraza del restaurante Los Palancos, donde nos guarecimos de la lluvia que empezó a azotar el pueblo. Al poco, mientras disfrutábamos de unas cañas (en el caso de Javi y Mané) y de un café con leche (en el mío), llegó la señora de la limpieza del albergue, que nos abrió las puertas y nos entregó las llaves del apartamento. Curiosamente era exactamente el mismo en el que estuviera en 2009, si bien no era el que habían pretendido alquilarnos. Por suerte para nosotros, ya que salimos ganando con el cambio: se encontraba completamente equipado con microondas, nevera, vajilla y fregadero, y para colmo era más barato.

El resto de la tarde la empleamos en dar una vuelta por el pueblo, hacer la compra para la desayuno, almuerzo y cena del día siguiente, y en hacer la colada. Tuvimos la enorme suerte de que pronto paró de llover, e incluso salió un sol que picaba como él sólo, por lo que pudimos tender la ropa en la terraza del edificio, y contemplar unas magníficas vistas del cañon del Bailón.

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…así como del castillo del pueblo:

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Esa noche cenamos en Los Palancos: estaba claro que nos merecíamos un homenaje, que cayó en forma de ensalada con queso de cabra, espárragos fritos, churrasco y presa ibérica. Todo ello en el paraíso de los madridistas, ya que el restaurante se encuentra adornado con innumerables fotografías del dueño con todas las glorias presentes y pasadas del madridismo.

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Terminada la cena, volvimos al apartamento, a terminar de preparar el material para la dura etapa que nos aguardaba a la mañana siguiente: una etapa circular por el parque natural de las sierras subbéticas, con la subida de dos puertos de montaña, y un trepidante descenso por el cañón del río Bailón. Y ahí fue cuando la lié: al revisar el estado de carga del GPS, noté que éste no se había cargado prácticamente nada, pese a llevar toda la tarde enchufado a la red eléctrica con el cargador de la minicámara MD80. Al revisar el nivel de voltaje que proporcionaba, pude ver que los valores eran bastante anómalos, por lo que debía de encontrarse defectuoso. Por suerte para mí -pensé- ví que el sintonizador TDT del cuarto tenía un puerto USB. Torpe de mí, no se me ocurrió otra cosa que conectarlo y encenderlo. Jamás lo hiciera. A partir de ese momento, el GPS dejó de funcionar. Se quedaba mostrando sólo la pantalla inicial, sin llegar a pasar jamás al resto del programa. El sistema operativo del TDT -un linux, según pude ver- había fastidiado parte del sistema de encendido del GPS. Nos habíamos quedado ciegos para la etapa siguiente. Por suerte había sido previsor, y contaba con una copia impresa de la etapa del día siguiente. Pero el cabreo que tenía encima iba a durarme bastante tiempo. Y para colmo, la predicción meteorológica para el día siguiente iba de mal en peor: nos fuimos a dormir sin saber siquiera si al día siguiente íbamos a poder salir a rodar. Pero eso forma ya parte del relato del segundo día.

El mapa de la etapa es el siguiente:


Ver 2011/04/18: Etapa 1. Jaén – Zuheros en un mapa más grande

Los datos de la etapa son los siguientes:

  • Distancia (según el velocímetro): 70’225 km.
  • Distancia (según el GPS): 74’667 km.
  • Tiempo de etapa: 4h 27m 56s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 6h 47m 0s
  • Pulsaciones medias: 121 pulsaciones/m (tramo Jaén – Alcaudete)
  • Pulsaciones máximas: 168 (tramo Jaén – Alcaudete)
  • Consumo medio de calorías: 810 kcal/h (tramo Jaén – Alcaudete)
  • Consumo máximo de calorías: 1170 kcal/h (tramo Jaén – Alcaudete)
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: 1h 35m 37s (tramo Jaén – Alcaudete)
  • Consumo total de calorías: 3150 kcal (tramo Jaén – Alcaudete)
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07 abr 09 Vías verdes del Aceite y Subbética. Etapa 1: Jaén – Zuheros

El sábado 4 de abril de 2009 comenzamos el recorrido de las vías verdes del Aceite y Subbética. Estas vías se corresponden con el antiguo trazado del tren del aceite, que enlazaba las zonas olivareras de Jaén y el sur de Córdoba con los ferrocarriles de Córdoba y Málaga.

Nuestro comienzo de etapa puede localizarse en la Boutipan, en el Brillante de Córdoba. Ahí habíamos quedado a las 7:15h mi padre, Pablo y yo, para dirigirnos a la estación de Córdoba y tomar el Andalucía Exprés de las 8:00h que nos llevaría a Jaén. El día se presentaba frío, pero no hacía presagiar mayores problemas en lo climatológico, salvo algunas brumas mañaneras que se extendían por el valle del Guadalquivir.

El tren nos dejó a las 9:45h en la capital del Santo Reino, donde el sol, a esa hora, ya había vencido a las brumas y lucía en todo su esplendor. En la cafetería de la propia estación desayunamos a base de medias con aceite y tomate, antes de emprender el recorrido. Recorrido que se inicia junto al polideportivo de Las Fuentezuelas. Tuvimos algún que otro inconveniente para llegar, motivado por una incorrecta localización del inicio de etapa en el GPS, que nos obligó a cruzar la vía férrea para poder alcanzar el inicio de etapa.

Una vez allí, y antes de empezar la etapa, nos dirigimos al polideportivo para solicitar el pasaporte de las Vías Verdes. Este pasaporte, que se ha de sellar en las oficinas habilitadas para ello en las vías verdes suscritas al programa, permite optar a una serie de regalos promocionales de las vías verdes; pero en la vía verde del Aceite tienen un plan de promoción especial que, si consigues sellar el pasaporte en dos de los tres puntos de sellado (en el tercero es en el que otorgan el pasaporte) te hacen entrega de un paquete promocional especial. De todas maneras, la idea de sacar el pasaporte era más por la tontería que por otra cosa, pero puestos a recibir un detalle, no estaba mal…

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Entre unas cosa sy otras, no empezamos la etapa hasta las 11:00h. El firme de la vía verde es prácticamente inmejorable: está formado por grava fina tratada con una capa de alquitrán, de tal manera que se asemeja a las carreteras de los años 70. Muy cómodo para rodar, muy agradecido para pasear, pero un tanto aburrido, acostumbrado como está uno a cosas un tanto más salvajes. Sin embargo, esto tiene como ventaja que es muy frecuentado por gran cantidad de gente haciendo deporte: desde jóvenes deportistas hasta jubilados con aspecto indestructible, aunque lo que más abunda son personas de mediana edad con aspecto de estar a punto de sufrir un infarto. Quizás en algunos tramos el apelativo más adecuado sea la Vía Verde del Colesterol.

La vía verde del Aceite cuenta en su recorrido con un total de 13 puentes y tres túneles. El primero de estos últimos se encuentra en Torredelcampo, a unos 10 kilómetros de la salida. Se trata del Túnel del Caballico, de 333 metros de largo.

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No mucho después se llega al primero de los puentes, el de la Piedra del Águila. Es un impresionante ejemplo de puente de hierro, como todos los levantados en esta antigua vía, que permite contemplar un paisaje olivarero espectacular.

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La vía verde sigue, moderando el ascenso que venía teniendo desde la salida en Jaén y que mantendrá hasta martos, hasta la cercana población de Torredonjimeno. Aquí encontraremos el segundo túnel del recorrido, de 120 metros de longitud, y la primera de las diferentes pasarelas con las que se salvan las carreteras en las que no se han conservado los antiguos viaductos.

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La vía alcanza su máxima altura en Martos, donde la vía verde hace un pequeño extraño: una vez entrada en el casco urbano, el trazado original se pierde bajo un edificio en construcción, con el apropiado nombre de Edificio Vía Verde. Se ha de continuar por una calle de nueva creación existente junto al edificio, que tiene señalado mediante una especie de parterre el recorrido de la vía, y que permite alcanzar la antigua estación de Martos (que se encuentra en un lamentable estado de conservación), y continuar por la vía una vez se sale del pueblo.

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En el polideportivo de Martos conseguimos uno de los sellos que necesitábamos (si bien ya contábamos con uno puesto en Jaén, al parecer de manera incorrecta), aunque nos costó lo suyo, ya que el polideportivo se encuentra algo alejado de la vía verde, y el responsable al cargo de aquél no parecía estar demasiado al tanto de cómo había que prodecer.

No bien hubimos superado Martos, empezamos a descender. Aunque las vías verdes no tienen, por su propia naturaleza, grandes pendientes, habíamos ascendido desde los 490 m. de altitud que cuenta la vía a su salida de Jaén hasta los 650 m. de Martos en 22 km. Hasta entonces habíamos llevado una velocidad media de 13-14 km/h. A partir de Martos, y hasta la abandonada estación de Vado-Jaén, no bajábamos en prácticamente ningún momento de los 20 km/h, llegando en ocasiones hasta los 30 km/h. Camino de esta estación cruzamos dos nuevos puentes, los correspondientes a los arroyos Salado (208 m) y del Higueral (133 m), que pudimos fotografiar desde la lejanía:

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Llegamos a la estación de Vado-Jaén al filo de las 15:00h. Teníamos que ir planteándonos dónde almorzar y cómo almorzar, ya que, salvo las tostadas de la mañana, llevábamos todo el día aguantando a base de barritas energéticas. Decidimos comer en Alcaudete, a unos 16 km (10 hasta la estación, y 6 más hasta el pueblo), y de paso sellar por última vez el pasaporte, y conseguir nuestro lote de camisetas, botellitas de aceite y globos. Aparte de la minucia de comer como personas, claro.

El tramo entre Vado-Jaén y la estación de Alcaudete guarda algunos elementos interesantes: se cruzan tres nuevos puentes, entre los que destaca el Puente del Pontón (224 m), sobre el río Víboras, que permite contemplar junto a él un puente que, según dónde consultes, puede ser romano o medieval, y que probablemente tenga algo de ambos.

Puentes sobre el arroyo Víboras (Imagen cortesía de <a href="http://www.panoramio.com/photo/10385472">garysugar3</a>)

Puentes sobre el arroyo Víboras


(Imagen cortesía de garysugar3)

Justo pasado el puente, se encuentra la cantera de la Muela de donde se extrajo el balasto utilizado para tender la vía. Y por último, se pasa por los puentes sobre los arroyos del Chaparral (70 m) y Esponela (70 m).

Llegamos a la estación de Alcaudete (483 m de altitud) aproximadamente a las 15:30h. Emprendimos el ascenso hasta Alcaudete, que sólo completamos Pablo y yo, ya que mi padre empezó a sufrir pinchazos en el muslo de la pierna derecha, y decidió volverse. En Alcaudete ascendimos hasta la oficina de turismo, emplazada junto al castillo, pero se encontraba cerrada. Recorrimos el pueblo en busca de algún sitio donde comer, y tan sólo conseguimos unos bocatas en el casino del pueblo (donde, por cierto, nos miraron al entrar como si fuéramos una especie de extraterrestres. Teniendo en cuenta que estaban en los preliminares de las escenificación de la sentencia a Cristo, es algo comprensible). Posteriormente, esperamos en balde hasta casi las 17:30h a que reabrieran la oficina, ante lo que decidimos marcharnos, cansados, de vacío, y mosqueados.

Retomamos el camino después de que mi padre se comiera su bocata de calamares (“mucho pan y pocos calamares”), y afrontamos los últimos kilómetros de la vía verde del aceite. Poco a poco el paisaje empezaba a cambiar. Los olivos dejaban de ser la especie vegetal omnipresente, para dar paso a un paisaje más agreste.

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Un nuevo puente, sobre el arroyo del Desgarradero (83 m), y la cercanía de la Laguna Honda, servían como aperitivo al último viaducto en tierras jiennenses: el correspondiente al río Guadajoz (200 m de longitud, y 400 m de altitud).

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Este viaducto marca el fin del recorrido de la vía verde del Aceite. A partir de aquí, pese a corresponder a la misma vía, recibe la denominación de Vía Verde de la Subbética. Habíamos recorrido 54’5 km. de vía verde desde Jaén, más un postre de unos 14 km. hasta Alcaudete y de vuelta.

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La vía verde de la Subbética tiene algunas sutiles diferencias con respecto a la vía verde del Aceite. La más llamativa de ellas es el diferente estado de conservación del firme: mientras en Jaén es prácticamente perfecto, en Córdoba hay zonas más invadidas de vegetación (aunque nunca llega a interrumpirse el tránsito). El firme, por otro lado, es algo diferente: mucha más grava, casi nada de asfalto, y en ocasiones tierra apisonada. No hay tantas zonas de descanso habilitadas (en Jaén prácticamente cada 2 km. hay una), ni tanta gente recorriendo la vía. Sin embargo, en lo que aventaja este tramo de la vía con respeco al jiennense es en el estado de conservación de las estaciones: mientras que en Jaén prácticamente todas se encuentran abandonadas, en Córdoba todas ellas se encuentran restauradas, y con la mayoría de ellas prestando algún tipo de servicio.

Una vez en Córdoba, destaca por su belleza la laguna del Salobral, que se encuentra a apenas 2 km. del Guadajoz.

Hicimos la segunda parada del día en la estación de Luque (500 m), donde nos relajamos un rato en el bar en el que se ha convertido la estación. No tardamos demasiado tiempo en continuar hasta Zuheros, donde (a la altura de la oficina de Turismo en la que se ha convertido la antigua casilla del guarda del paso a nivel) abandonamos la vía verde para encaminarnos al pueblo. Eran aproximadamente las 20:15h cuando llegamos, en un durísimo ascenso, hasta la plaza del pueblo. Allí se encontraba nuestro alojamiento, en los apartamentos rurales Señorío de Zuheros, magníficamente regentados por Francisco, que además proporciona una charla muy amena sobre la vía verde y la Subbética.

Esa noche cenamos en el Asador los Palancos, paraíso madridista, en el que pudimos degustar una magnífica ensalada con queso de cabra gratinado, queso en aceite, y en mi caso y el de mi padre, un sublime solomillo relleno de jamón, y en el de pablo, de un conejo al ajillo excelente. La lástima es que el precio no fuera tan excelente, pero en fin…

Al filo de la medianoche, antes de acostarnos, Pablo y yo subimos al mirador de los apartamentos, desde donde se contempla una magnífica vista del castillo.

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Un bonito cierre de etapa, que no hacía sino adelantarnos algunas estampas de las que disfrutaríamos en la siguiente etapa.

A continuación, el recorrido completo en Google Maps:


Ver mapa más grande

Ir a Etapa 2: Zuheros – Puente Genil.

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05 abr 09 De vuelta por Córdoba

Ya estamos de vuelta en Córdoba. Han sido dos días en los que hemos hecho unos 150 kilómetros, por vía verde y carretera, sin contar con los trayectos en Andalucía Exprés (Córdoba-Jaén y Puente Genil-Córdoba). Hemos visitado pueblos dentro y fuera de la vía verde, cenado a cuerpo de rey en Zuheros, tenido tiempo para agarrar un mosqueo del quince en Alcaudete, tomar unas tostadas de vicio en Doña Mencía y hacer el tonto a cuenta del pasaporte de las Vías Verdes. Y yo, personalmente, hacer trizas el buje de la rueda trasera de mi bici, que llevaba tocado desde el Camino de Santiago. Y de quemarnos un poco: mi padre los brazos, Pablo el cuello, y yo la cara. Unos días completitos.

Mañana empezaré a colgar fotos y extenderme un poco más.

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