Quien conmigo quisiera venir para cercar a Valencia (…) sepa que le esperaré tres días en el Canal de Cella
A principios del mes de julio de 2019 mi padre y yo recorrimos en bici el recorrido entre Cella (Teruel) y Valencia, siguiendo el trazado del Camino del Cid. Era éste un recorrido que llevaba casi quince años queriendo recorrer, camino que sigue las andanzas del gran héroe castellano, uno de los grandes personajes que se alza entre la historia y la leyenda, y que es en parte mito fundacional de la Corona de Castilla y, por ende, del concepto de España.
Es, sin embargo, el Cid un personaje histórico, al que grandes literatos como Menéndez Pidal dedicaron su vida, y al que se le puede seguir la pista con razonable exactitud histórica, a diferencia de otros personajes medievales. Fruto de esta capacidad de ser seguido, plasmada en una serie de documentos, cantares, y leyendas, se diseñó a principios del Siglo XXI un recorrido que une Burgos con Valencia, además del gran cantidad de sitios históricos relacionados con el Cid. Tuve conocimiento de este recorrido en torno a 2006, y desde entonces estuve soñando con poderlo recorrer. Tendrían que pasar 13 años hasta poder realizarlo.
Es costumbre de mi padre y mía dedicar a finales de primavera o principios de verano algunas jornadas para hacer un viaje juntos. Por lo general habíamos realizado distintos trazados del Camino de Santiago. Pero para el primer recorrido tras mi vuelta de Irlanda había pensado en realizar algo especial. No pudo ser algo que hiciéramos de inmediato, pero pronto tuve claro que el escogido sería el Camino del Cid. Faltaba por determinar el tramo. El punto de destino, cómo no, tenía que ser Valencia, pero no tenía claro el origen. ¿Burgos? Ojalá, pero hubiéramos necesitado muchos días. Al final la respuesta la dio el propio Camino, gracias a una estupenda herramienta para calcular trayectos en función de tu medio para recorrer el Camino del Cid, y tu disponibilidad. Teníamos cuatro jornadas. Y la respuesta fue Cella, punto de partida del recorrido denominado La Conquista de Valencia.
Cella, una pequeña población cercana a Teruel, y mencionada en El Cantar de Mío Cid con las palabras que abren este artículo. Una excelente opción. Nos permitía viajar desde la zona de Teruel (capital que sí conocía) atravesando la parte sureste del Sistema Ibérico, descender hasta Sagunto, y desde allí enlazar con Valencia, todos estas zonas desconocidas para mí. Y como guinda del pastel, recorriendo dos trazados de vías verdes: la de Ojos Negros y la de Xurra. La primera de ellas un impresionante recorrido por un antiguo ferrocarril minero, desde la mina de hierro más importante de Europa, y la segunda, un precioso recorrido por la huerta valencia, entre campos de naranjos, verduras y… chufas. Algo a lo que no podía resistirme.
Determinamos empezar nuestro recorrido el 3 de junio de 2019, y contar con algunas jornadas adicionales para los desplazamientos. Finalmente, el plan de viaje escogido fue salir de Córdoba el 2 de julio, y dirigirnos a Cella en coche. Allí nos hospedaríamos en una casa rural durante una noche y donde el coche nos esperaría hasta nuestra vuelta. Viajaríamos durante 4 jornadas hasta Valencia, para volver en tren regional hasta Cella (donde hay parada de tren), volver a hacer noche en la casa rural, y posteriormente volver a Córdoba. Un plan redondo. Y que, en mi caso, implicaba a mi vez viajar el 1 desde Sevilla a Córdoba en tren.
En cuanto a nuestras monturas, escogimos lo siguiente: mi padre su por entonces flamante bicicleta de montaña eléctrica, que le permitía rodar con alegría en cualquier tipo de trazado, como los que nos íbamos a encontrar: vía verde, carreteras secundarias, algún que otro puerto de montaña y algo de pista. Por la mía, mi vieja y querida Fuji Sundance SE, cuyo cuadro rajado hacía no demasiado tiempo que había hecho restaurar, y que había equipado para ciclismo urbano, a fin de utilizarla en mis desplazamientos al trabajo.
Sin embargo, sobre este punto de partida hice un par de modificaciones. Sabiendo lo que se me venía encima, reemplacé la corona de piñones de ciudad, un grupo de carretera adecuado para rodar rápido y bien, por la corona XT de montaña. Con el único plato de 48 dientes, y sabiendo que había que superar puertos de montaña, consideré necesario disponer de un poco de ayuda a la hora de subir. Nunca podré dar suficientes gracias por haber realizado dicho cambio. Y el segundo, sustituí el sillín Selle de carretera por uno de gel de cicloturismo. Nunca podré lamentarlo lo suficiente. Y es que, si en el Camino de Santiago se dice que nunca has de estrenar botas para recorrerlo, tendría que haber imaginado que algo similar se ha de tener en cuenta en el caso de los sillines. Pero no adelantemos acontecimientos.
Esta es la introducción de las jornadas que vivimos recorriendo el fascinante trayecto del Camino del Cid: La Conquista de Valencia.
Etiquetas: camino del cid, cella, ciclismo, fuji, la conquista de valencia, mtb, ojos negros, teruel, valencia, vías verdes, xurra
Y seguimos con la secuencia de artículos sobre bicis e impresiones en 3D. En este caso le vuelve a tocar a la Fuji urbana. En realidad, se trata de un pequeño fleco que quedaba pendiente de los arreglos que le estuve haciendo a la bici en relación a las bielas para las que tuve que hacer la primera de las impresiones en 3D. Como comentaba en ese artículo, había tenido una serie de problemas en el viaje de alforjas del Camino del Cid (otra pista más), que tuvo dos resultados: uno a corto plazo y otro a largo. El corto: acabé en Alboraya con la biela en el suelo, que tuve que atornillar como buenamente pude, y que me trajo por la calle de la amargura hasta que conseguimos llegar a Valencia. Y el largo: que perdí la tapa de la biela que cierra la transmisión.
No es que fuera un gran problema, es básicamente una pieza decorativa, pero no me acababa de gustar el dejar la pieza tal cual. El problema es que la transmisión es una pieza bastante particular que compré por Aliexpress, y que no tiene unas dimensiones estandarizadas, por lo que las tapas de Shimano o XRAM no eran compatibles. Pedí unas tapas de sustitución al fabricante, pero las que me envió (gratuitamente, eso sí) no eran del mismo modelo. Así que lo dejé pasar durante un tiempo. En realidad, lo dejé pasar hasta que vi que los arreglos explicados en el artículo anterior eran satisfactorios. Y de hecho, lo son: con la nueva ubicación de las bielas gracias a los espaciadores, y unos tornillos de ajuste nuevos (ya que los antiguos tenían las cabezas pasadas de tanto forzarlos) no he vuelto a tener problemas con las bielas, y tras más de un mes de uso se mantienen correctamente en su sitio. Por tanto, había llegado el momento de solucionar la carencia de la tapa de la biela.
En este caso, la cosa iba a ser un poco más complicada: la tapa de la biela va atornillada al eje pasante, por lo que en principio tendría que imprimir la pieza con el diámetro y el paso de rosca adecuado, lo que podía traer bastantes dolores de cabeza. Así que opté por un planteamiento distinto: al ser una pieza meramente decorativa, en vez de hacer una pieza atornillada iba a hacer una pieza insertada a presión. Básicamente, como las tapas de los puños del manillar. Así que busqué un modelo 3D de una de esas tapas, y realicé los ajustes para adaptarlo a las dimensiones de mis bielas.
…además de un pequeño toque para incluir un logotipo de mi videojuego favorito desde hace ya la tira de años: Half-Life 2. Así que tras diseñar, imprimir y pintar en negro la tapa, ésta ha quedado como sigue:
¡Ahora, a rodar mucho con ella!
Etiquetas: biela, fuji, half-life 2, impresora 3d
Sí, tengo una impresora 3D. Hace algunas semanas me compré una impresora 3D, después de estarlo rumiando durante meses, a raíz de que en el trabajo compráramos un brazo robótico, que tuviera como una de sus funciones la impresión 3D. El caso es que el robot es una maravilla en general, pero a la hora de imprimir no es que destaque precisamente. Hasta ahora he estado usando la impresora 3D principalmente para temas de domótica (y que requieren otro artículo aparte) además de para algunas pequeñas figuras, soportes, etc… Pero ayer llegó el tema del ciclismo. Hace ya algún tiempo puse de nuevo en servicio el viejo cuadro de la Fuji como bici urbana, principalmente para ir y venir del trabajo, si bien con algunos cambios sutiles: transportín y alforjas, horquilla rígida, cubiertas lisas, corona de 9 piñones de carretera, manillar de paseo… y un monoplato de 48 dientes. Que como idea está bastante bien, pero que me ha traído bastante de cabeza.
El principal problema es que cuesta un poco adaptar un eje de pedalier y plato monstruoso, pensados para una bicicleta de pista, a un cuadro de bicicleta de montaña, ya que este último tiene la irritante tendencia a pegar con las vainas inferiores del cuadro. En su momento lo solucioné poniendo más espaciadores en el lado del plato, con lo que conseguí evitar que los dientes del plato dieran en el cuadro, pero generé un nuevo problema, y es que la biela contraria tiene una irritante tendencia a soltarse. De hecho, esto provocó que a punto estuviera de no poder terminar el viaje de alforjas de este año entre Teruel y Valencia (pero de nuevo, esta es otra historia, y deberá ser contada en otro momento). Ayer, dándome ya por vencido, llevé la bici a un taller en Sevilla, y si bien no me pudieron solucionar el problema, me dieron una pista para solucionarlo: el problema es que el pasante del eje del pedalier en el que se atornilla la biela quedaba demasiado adentro, y era necesario que quitara algún espaciador del eje. Y para evitar que el plato tocara en el cuadro, que pusiera espaciadores entre el plato y la biela. Y es aquí donde entra la impresora 3D.
Mi primera idea era usar unas simples arandelas metálicas para dar más espacio entre plato y biela, pero no tenía ninguna de los diámetros (interno y externo) necesarios. Pero el problema gordo vino al aflojar el eje del pedalier: los espaciadores de plástico de fábrica estaban desintegrados. Se cayeron a pedazos en cuanto aflojé el eje. Y ahí, puestos a comprar unos simples espaciadores de plástico, me vino la inspiración. ¿Por qué no crearlos en la impresora 3D? Total, peores que los que venían originalmente no iban a ser. Dicho y hecho. En un rato tenía diseñados los espaciadores a medida, y no tardé mucho más en imprimirlos. Ajustados a la décima de milímetro. Y en blanco, eso sí. Ahora a ver cuánto duran.
Etiquetas: ciclismo, espaciadores, fuji, impresora 3d
Esta tarde he realizado una pequeña adaptación urbana en la Fuji:
He montado cubiertas lisas de 26×1.5, transportín y, sobre todo, engrasado especial para soportar el invierno dublinés y el salitre de las calles -sobre todo, esto último-. A esto habría que sumarle unos guardabarros, pero no ve a llegar a tanto la cosa.
La razón es que tengo un radio roto en la plegable, que me ha obligado a pasar por el taller, y hasta el martes no tendré los radios nuevos.