El domingo pasado por fin tuve la oportunidad de realizar una etapa con la que llevaba tiempo soñando: realizar una nueva subida al castañar de Valdejetas, esta vez en otoño, cuando los castaños -árboles de hojas caducas- se visten de colores rojizos y dorados, y empiezan a dejar caer sus hojas, anticipo del invierno que, como bien sabe la familia Stark, presto se acerca.
Una etapa especial porque, sin que sirva de precedente, nos habíamos conseguido juntar ocho personas para realizar la etapa: Ángel y un amigo, Marcos, Mané, Enrique, Carlos, Javi Aljama y yo. Algo verdaderamente inusitado. Así que, dado que la ocasión lo merecía, aproveché para hacer una limpieza general en la bici, con desengrasado de cadena y coronas incluido (hecho que me tuvo unas cuantas horas danzando entre gasoil, grasa de litio y herramientas varias). A la postre tuve que cambiar la cadena de la bici, ya que se encontraba en bastante mal estado, pero el resto de la limpieza mereció la pena.
Habíamos quedado a las 9:00h en Cruz de Juárez, pero a las 8:45h ya teníamos noticia de dos bajas: Mané había caído enfermo esa noche, al igual que el hijo de Ángel, lo que obligó a ambos a quedarse en casa -e hizo que el amigo de Ángel se decidiera a salir con otros conocidos-. Así que a las 8:55h, cuando salí de casa y me encontré con Marcos, contaba con que los participantes se habían reducido a cinco. Cuatro, me dijo Marcos poco después. Enrique también había pasado mala noche con su hijo recién nacido, y tampoco acudía. Nos vi subiendo solos a Marcos y a mí, que aunque no era mala perspectiva, resultaba un tanto descorazonador teniendo en cuenta que supuestamente íbamos a salir ocho.
Sin embargo, pronto llegaron Carlos y Javi, con lo que nuestras negras espectativas quedaron en buena parte despejadas. Y poco después llegó un nuevo mensaje de Enrique, diciendo que podíamos contar con él. Cinco al final. Lo que no estaba nada mal.
Empezamos la etapa a las 9:05 en Cruz de Juárez. Allí nos encotnramos con el amigo de Ángel y sus compañeros de etapa. Comentamos un poco lo que esperábamos hacer cada uno, por si hacíamos trayecto común, pero al final partimos cada grupo por nuestro lado, si bien estuvimos en compañía hasta el Tablero. Nuestro recorrido previsto era el siguiente: subir por la carretera de la Albaida hasta el Cruce de Trassierra, desde allí tomar la vereda de la Canchuela y el GR-48 hasta la entrada del Castañar de Valdejetas -la Ruta Azul-, y volver a Santa María de Trassierra por carretera. Desde allí, en función del tiempo que tuviéramos disponible, bajaríamos bien por carretera, bien por el bosque de Fangorn y Montecobre. La razón de que la etapa tuviera ese comienzo de asfalto -tan poco habitual- era que Carlos no disponía aún del doble plato en su bici de descenso, y mover esa monstruosidad de 18 kilos por las subidas habituales (Montecobre, Vereda de la Canchuela o Alto de San Jerónimo) era poco menos que inhumano. Y que a los demás tampoco nos venía mal: Javi llevaba dos meses sin rodar, yo casi un mes, y Enrique hacía tiempo que no realizaba una etapa larga. El único que se salvaba era Marcos.
Así pues, iniciamos con calma el ascenso de la carretera de la Albaida. A las primeras rampas de la subida el grupo se empezó a fragmentar: Javi y Marcos por delante, yo en medio, y Enrique y Carlos detrás. Nos agrupamos en la entrada del castillo, y continuamos subiendo, pero a un ritmo más relajado. La subida desde el castillo tiene 4’8 kms. de longitud, y tres tramos bien diferenciados: una primera pared de un kilómetro largo, con pendientes del 13’6%, casi tres kilómetros de subida más relajada, y un último trozo de unos 700 metros, con algunas rampas del 10%. Se trataba de superar el primer escollo, pillar resuello en el segundo tramo, y acabar la subida de la mejor manera posible.
La primera pared, como era de esperar, se atragantó bastante, si bien la salvamos de una manera bastante decente. Hicimos una pequeña parada en la entrada del camino de la Casa de la Ventana, donde se cruzan la carretera y la subida de Montecobre. En principio era una pequeña parada para permitir recuperar el resuello, pero Carlos había notado un problema con su juego de bielas: bailaba de derecha a izquierda, con bastante holgura. Estaba claro que no era muy buena idea hacer toda la etapa con esa monstruosidad de holgura, porque corría el riesgo de destrozar el buje. Carlos casi parecía dispuesto a dar la vuelta y dar por finalizada la etapa, pero Enrique le dio una alternativa: como él tenía que estar en Córdoba da vuelta a las 12:30h, tampoco iba a realizar la parte de la subida al Castañar, si bien iban a tratar de llegar hasta Trassierra. Así que decidimos hacer una cosa: continuar con la subida hasta el cruce del GR-48 con la Vereda de la Canchuela, y allí decidir.
Continuamos con nuestro ascenso, esta vez por el tramo de subida más relajada. Pronto nos volvimos a quedar en cabeza Marcos, Javi y yo. Seguimos subiendo a un ritmo razonable, pero Javi empezó a notar los dos meses que llevaba sin dar pedales, y poco a poco se fue quedando. Finalmente el último tramo de subida lo hicimos Marcos y yo en solitario, aunque Marcos -tengo que admitirlo- me llevaba con la lengua fuera.
Nos volvimos a agrupar en el cruce de Trassierra, donde nos detuvimos para recuperar algo de fuerzas. Eran las 10:45h, y el tiempo -en especial a Enrique- nos empezaba a apretar. Reanudamos la etapa, y en el Rosal de las Escuelas nos desviamos a la izquierda para tomar la vereda de la Canchuela, siguiendo la Ruta Azul.
Pasamos junto a la Fuente de la Marquesa, e iniciamos un rápido descenso -el primero del día- hasta el embalse de la Jarosa, que nos sorprendió por el bajo nivel que alcanzaban sus aguas, que contrastaba bastante con el nivel que alcanzaban en marzo.
A partir de la Jarosa empezamos, como de costumbre, un tramo de subidas y bajadas antes de alcanzar el cruce con el GR-48. Tramo que no tendría nada de particular, salvo por el hecho de que se encontraba lleno de vacas. Algunas con sus terneritos, y con aviesas intenciones. Más de una vez tuvimos que salirnos de la pista para evitar tener un encuentro desagradable.
Llegamos al cruce a las 11:15h. Tras un rato de palique y de descanso, Enrique y Carlos no se dejaron convencer, y tomaron el GR-48 para dirigirse directamente a Santa María de Trassierra e iniciar la vuelta. Nos quedamos solos para afrontar el resto de la etapa Javi, Marcos y yo. Nos quedaba por delante la cota más alta del día: cinco kilómetros hasta Puerto Artafi, pasando por el Castañar, y cinco más hasta Trassierra. Tres kilómetros de subida por el castañar, con pendientes del 13%. Al menos el paisaje era -o iba a ser- excelente. Esperaba no equivocarme.
Y no me equivoqué. El otoño había empezado a hacer mella en el paraje, y los tonos verdes de finales de verano se entrelazaban con los ocres del invierno, tanto en los árboles como en el suelo. No en balde, cada palmo de terreno estaba cubierto de hojas muertas y erizos de castaña.
La subida por el castañar, pese a lo duro, fue una auténtica delicia. Delicia compartida, por otro lado, ya que había gran cantidad de excursionistas que frecuentaban la zona. Más concurrido que la calle Cruz Conde, como llegué a comentar en una ocasión.
Pasamos junto al cortijo de Valdejetas, que da nombre al castañar. Allí tuvimos la ocasión de saludar a uno de sus habitantes; saludo que nos fue devuelto, y con bastante amabilidad. Hecho que, por desgracia, no es algo que siempre nos encontremos.
Seguimos avanzando, inmersos en esa magnífica paleta de pintor que era el castañar. Encontramos claros de castaños, repletos de hojas caídas, y tramos ganados para el olivar, en perfecta armonía. No lamentaba, ni mucho menos, haber insistido tanto en subir al lugar. Estaba disfrutando como un enano.
Y así, llegamos al otro extremo de la finca, y atravesamos la cerca que corta el paso a los vehículos. Realizamos un breve descenso, antes de afrontar una nueva subida, durísima, que lleva al punto más alto del castañar, antes de descender hasta Puerto Artafi.
Hicimos la vuelta hasta Santa María de Trassierra por carretera. Llegamos a la pedanía a las 12:30h, y la atravesamos sin detenernos. Al igual que Enrique, Marcos tenía que estar de vuelta en Córdoba, en su caso a las 13:30h, por lo que íbamos con el tiempo justo. Salimos de Trassierra por carretera. Íbamos a tener que olvidarnos de atravesar el bosque de Fangorn, dado que el tiempo corría en nuestra contra, y que Javi estaba sufriendo sobremanera con el final de etapa: no en balde llevaba dos meses sin coger la bici. Sólo podía quitarme el sombrero ante su pundonor. Eso, y ponerle las cosas más fáciles. A la entrada del bosque de Fangorn, optamos por una alternativa algo más relajada: tomar la pista que pasa por la urbanización Torrehoria, y que lleva directamente hasta la entrada del Mirador de las Niñas. Desde allí, podríamos bajar a Córdoba bien por Montecobre, por carretera, o bien por la Cuesta del Reventón.
Entramos en la pista. El único que aguantaba el tipo de manera digna era Marcos. De hecho, nos llevaba con la lengua fuera. Las etapas con Los Califas lo han dejado en un excelente estado de forma, y además iba con prisas… En fin. Llegamos a la entrada del mirador al filo de las 13:00h. Allí tomamos la siguiente decisión: Javi optaba por volver las Ermitas y el Reventón (ya que lo dejaba directamente en su casa), y Marcos, para ir más rápido, prefería bajar por la carretera de las Ermitas. Yo por mi parte ¡bajaría por Montecobre! Hubiera sido divertido, pero no. Viendo tan hecho polvo a Javi, preferí acompañarlo en su bajada por el Reventón. Así pues, nos despedimos de Marcos, y nos dirigimos por carretera a las Ermitas.
Ese trayecto por carretera no tuvo mucha más complicación, salvo por el pequeño puerto que hay que salvar por carretera. Fue en ese momento -llevábamos ya cuatro horas largas de etapa- cuando el GPS empezó a dar señales de que la batería se encontraba exhausta. No era la única, porque nosotros no estábamos mucho mejor. Quise entonces conectarle la batería externa de Dealextreme, pero ésta -oh, sorpresa- se había vuelto a estropear. Tuve entonces que activar el GPS del móvil. Javi, que había seguido subiendo, aprovechó para detenerse y recuperar azúcares a base de comer madroños de un arbusto que había encontrado. No era mala manera de hacerlo, pardiez.
Llegamos al comienzo de la bajada del Reventón a las 13:25h, y empezamos el descenso. Javi esta vez se lo tomó con calma. A mí, por mi parte, también empezaba a apretarme la hora: el GP de Fórmula 1 empezaba a las 14:00h, y no quería perdérmelo. La bajada, como siempre, fue divertida.
Tras 10 minutos de descenso, llegamos a casa de Javi. Decliné una invitación a tomar unas birras -cosa que me apetecía bastante- para volver rápidamente a casa. La hora se me echaba encima, y empezaba yo también a estar hecho polvo. Llegué a las 13:44h, con el tiempo justo para ducharme y ver empezar el GP. Un buen epílogo para una etapa sobresaliente.
Los datos de la etapa son los siguientes:
Y aquí (atención, variación en el modo de publicar artículos) está el enlace al recorrido de la etapa: Carretera de la Albaida – Castañar de Valdejetas – Cuesta del Reventón
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El pasado 27 de marzo Javi Aljama, Enrique, Mané y yo hicimos una gran etapa por la Sierra de Córdoba. Una etapa que, por segunda vez consecutiva, iba a disputar sin haber dormido prácticamente nada la noche anterior. Y es que había tenido una intervención nocturna en el trabajo por videoconferencia que se alargó hasta las cinco de la mañana, que apenas me permitió dormir una hora y tres cuartos antes del comienzo del Gran Premio de Australia de Fórmula 1, que se alargó hasta las nueve y media de la mañana. Apenas había cruzado Vettel la línea de meta, cuando salía yo por la puerta con las gafas enfundadas y el casco puesto. Y es que se me paraba a pensarlo, caía redondo de sueño.
Empezamos la etapa un poco antes de las 9:45h, y nos dirigimos al canal del Guadalmellato, para enlazar con la vereda de Trassierra. Íbamos a subir por Monte Cobre hasta el cruce de Trassierra. Empezamos la subida suaves; había calculado hora y media de subida hasta el cruce, pero tengo que admitir que era la segunda vez que subía Monte Cobre desde la vereda: salvo en una de las Maratones MTB Sierra Morena, siempre había subido hasta el camino de la Casa de la Ventana por la carretera de la Albaida.
Al llegar a la altura del Cortijo de la Gitana Javi y yo, que íbamos en cabeza de palique, nos desviamos por una dura subida, que pronto tuvimos que desandar, ya que nos habíamos saltado el desvío que da comienzo al primer tramo de Monte Cobre. Empezamos la subida por un camino, seguido de un durísimo sendero que nos acabó llevando, a las 10:40h, junto al guardarraíl que corta el paso de la subida, y que hay que salvar para continuar ascendiendo hasta la Casa de la Ventana, primero, a la Torre de las Siete Esquinas, después, y por último, al Mirador de las Niñas.
Poco después empezamos la subida hacia la Casa de la Ventana, acompañados por un grupo de ciclistas que habían subido por la carretera de la Albaida. Salvamos la cerca que corta el paso cerca de la Casa, y continuamos ascendiendo. Pronto Enrique, lastrado por sus cubiertas de descenso, se fue quedando atrás, mientras Mané y Javi se iban un poco en cabeza. Superamos el olivar que antecede a la Torre, y nos reagrupamos en ésta. Pudimos descansar un poco, mientras contemplábamos una magnífica vista del Valle del Guadalquivir.
Antes de continuar, tuvimos un breve momento de duda sobre si seguir ascendiendo por el camino conocido, o seguirlo haciendo por un sendero que surgía hacia el oeste de la torre. Tentados estuvimos de tomarlo, pero el recuerdo de los acontecimientos de la semana anterior nos hicieron desistir, aunque dudamos bastante. Seguimos el ascenso hacia el Mirador de las Niñas, donde de nuevo volvimos a separarnos. Tuve algunos problemas de cambio con la Ghost, y perdí comba con Mané y Javi, que consiguieron subir del tirón hasta el Mirador.
Desde allí continuamos hasta la primera parada del día, la gasolinera del Cruce de Trassierra. Eran las 11:30h de la mañana. Habíamos tardado algo menos de dos horas en subir. Allí Enrique decidió no continuar con la etapa: tenía que estar pronto de vuelta en casa, y la etapa, de la que apenas habíamos hecho un tercio, prometía ser larga. Así que, reducido el grupo a tres integrantes, tomamos la decisión de ir hasta el punto más lejano propuesto: el castañas de Valdejetas. Eso suponía que íbamos a subir tres puertos de montaña, y que ya habíamos superado el primero de ellos.
Al filo del mediodía reemprendimos la marcha. Tomamos la carretera de Trassierra, para abandonarla poco después, siguiendo las indicaciones de Puerto Artafi. Tomanos la vereda del Llano de Mesoneros, que nos hizo pasar junto a la fuente de la Marquesa, para llevarnos en un divertido descenso hasta el embalse de la Jarosa. Era ya terreno conocido para nosotros. Seguimos avanzando, siguiendo las indicaciones de Puerto Artafi, hasta que llegamos al cruce del GR-48 que, semanas atrás, Mané y yo habíamos seguido para ir a Santa María de Trassierra. En este caso, continuamos de frente.
Otro grupo de ciclistas, con bicis rígidas, nos preguntaron a dónde iba el camino. Les respondimos que se trataba del GR-48, y que nosotros íbamos siguiendo las indicaciones del Sendero Azul hasta el castañar. Era fácil: sólo tenían que ir siguiendo las marcas rojas y blancas, hasta encontrar a mano derecha el desvío para el castañar. Decidieron recorrerlo, por lo que nos dieron las gracias y siguieron avanzando.
El GR-48 seguía en dirección noroeste, pasando por un magnífico tramo de dehesa, mezclada con bosque mediterráneo. Desde el embalse habíamos ido en un suave ascenso, marcado por ocasionales subidas y bajadas, que hacían el rodar bastante divertido. Dos kilómetros y medio después, llegamos a una intersección del GR-48 con otro camino. Consultamos el GPS, y vimos que teníamos que abandonar el GR-48, y seguir a mano derecha para emprender la subida al castañar de Valdejetas. Sin embargo, no había rastro de indicación del Sendero Azul. Espero que el trío de las rígidas no hubieran seguido avanzando, esperando encontrarse el cartel azul, porque si no podrían haber acabado en Portugal.
Faltaban diez minutos para la una de la tarde cuando empezamos el ascenso a Puerto Artafi por el castañar de Valdejetas. El entorno era un preciosidad, pese a que el castañar no se encontraba en su mejor época del año. Pasamos junto al Cortijo de Valdejetas que, como bien dijo Mané, más parecía un cortijo de campiña que uno de sierra, y salimos de la finca no mucho tiempo después. Hicimos la segunda parada de la jornada junto a la cancela de entrada a Valdejetas. Era la una y diez de la tarde. Habíamos cruzado el castañar en 20 minutos, a un ritmo bastante tranquilo, y disfrutando del paisaje.
Nubes de tormenta avanzaban sobre nosotros, por lo que tuvimos que decidir cómo finalizar la etapa. Determinamos llegar hasta la carretera de Trassierra, y volver a Trassierra por ella para, posteriormente, bajar a Córdoba por la Cuesta del Reventón. Dicho y hecho. Empezamos un breve descenso, seguido de una dura subida hasta Puerto Artafi, donde tuve que entregar la cuchara. Repuesto del esfuerzo, bajamos hasta la carretera, y volvimos rápidamente a Trassierra y tomamos, sin detenernos, el camino hacia la Fuente del Elefante. A partir de este punto, Mané empezó a experimentar molestias en una de sus rodillas. Estaba claro que íbamos a tener que terminar la etapa por la vía rápida.
Pasamos por la Fuente del Elefante pasadas las dos menos cuarto de la tarde. Seguimos hasta el Cortijo del Caño del Escarabita, y tomamos el camino que lleva hasta la Torre del Beato. Recordaba haber pasado por allí en la II Maratón MTB Sierra Morena, pero me encontraba bastante despistado, especialmente cuando salimos a la carretera. En un momento creí reconocer el entorno como -precisamente- el de la Torre del Beato, pero ni a Javi ni a Mané parecía sonarles. Como luego pude comprobar en Google Earth, lo había reconocido bien.
Desde la Torre tomamos la carretera en dirección a Las Ermitas. Íbamos a afrontar el tercer y último puerto de la jornada. Y el primero por carretera. Aunque a esas alturas del día no era demasiada ventaja. Aun así, disfrutamos del veloz descenso por carretera hasta el comienzo de la cuesta del Reventón. Terminamos la etapa con un trepidante descenso por la Cuesta del Reventón, en el que, para variar, abusé de los frenos de disco.
Dimos por finalizada la etapa al pie de la cuesta del Reventón, cerca de la casa de Javi. Eran las dos y media de la tarde, y en ese momento el GPS, que estaba a punto de quedarse sin batería tras casi cinco horas de etapa, indicaba que habíamos recorrido 40’3 kms. Mané y yo, tras despedirnos de Javi, descendimos hasta el Brillante, y nos encaminamos a casa, a donde llegamos al filo de las tres de la tarde. Habíamos recorrido, en total, 45’56 kms. de etapa larga, divertida, y con un paisaje sumamente hermoso. Y por una vez, no volvíamos cubierto de barro o arañazos.
El recorrido de la etapa en Google Maps es el siguiente:
Ver 2011/03/27 – Monte Cobre – Puerto Artafi – Cuesta del Reventón en un mapa más grande
En cuanto a los datos de la etapa, por error no puse en marcha el pulsómetro a la salida (me dí cuenta a la altura del Cortijo de la Gitana), y se interrumpió en la Fuente del Elefante, por lo que los datos cardíacos son sólo parciales, correspondientes a ese segmento de la etapa. Los correspondientes al kilometraje sí son correctos:
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