Esta semana he estado en Sevilla para dar una vuelta por la oficina y por la casa. Y aprovechando que bajaba, hemos organizado una pequeña etapa ciclista para ir estirando piernas. La novedad es que hemos salido Manolo, Miguel y yo. Hacía ya bastantes años que no salía a rodar con Manolo (desde antes de que se fuera un par de años a Colombia, por lo menos), así que ha estado bastante bien. La etapa ha sido algo bastante convencional, ya que tanto Miguel como Manolo están empezando a coger el punto, y no era plan hacer algo demasiado disparatado. En el caso de Miguel y yo, salimos de Santiponce, pero Manolo venía desde su casa de Sevilla, y nos recogió al paso. De Santiponce seguimos por la vereda de Guillena, entre la N-630 y la A-66, hasta llegar a la pista de Aljarafesa por donde trascurre el Camino de Santiago.
Cruzamos sin mucha novedad el arroyo de los Molinos, y seguimos hasta el fin de la pista. Desde allí entramos en Guillena tras recorrer un tramo de camino junto a la carretera, en bastante mal estado por las lluvias y el paso de tractores. En Guillena hicimos una parada para tomar unas buenas tostadas. Tras ello, decidimos volver hacia Santiponce. Por variar, en vez de volver por la pista, seguimos por la Cañada Real en paralelo a la carretera, hasta llegar a la estación de servicio. Seguimos por la misma, pasando junto a la mina y el arroyo Galapagar. La idea era seguir hasta la vía verde de Itálica, pero Manolo empezó a tener calambres en una pierna, por lo que regresamos a Santiponce por carretera. Y Manolo, a Sevilla por la misma. Una buena etapa para rodar y hacer kilómetros.
Datos de la etapa
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Estas semanas (en parte por afición y en parte por trabajo) he seguido avanzando con mis investigaciones con tecnología IoT basada en LoRaWAN. Ya había hablado anteriormente de comunicaciones básicas LoRa, uso de una red abierta LoRaWAN como es la red TTN, pero no había tocado el tema de disponer de un servidor LoRaWAN privado. Y es aquí donde entra en acción Chirpstack. Éste es un diseño basado en software libre que proporciona la capacidad de conectar dispositivos de campo LoRa y junto con los Gateway LoRaWAN permite constituir una red privada LoRaWAN. En este contexto, ChirpStack una solución que mediante una interfaz de usuario amigable permite gestionar dispositivos, usuarios, gateways, y que proporciona una interfaz de integración que permite interactuar con terceros sistemas.
ChirpStack proporciona una serie de componentes que interactúan entre sí para proporcionar la infraestructura necesaria para recibir información de dispositivos y gateways LoRa, con el objeto de proporcionar capacidades de gestión de dichos dispositivos (por un lado) y de poner la información que envían los dispositivos a disposición de terceros sistemas para que la consuman. Esto se articula en base a los siguientes componentes:
El aspecto clave de ChirpStack hace referencia al modo en el que se procesa la información. ChirpStack hace uso de los componentes anteriores para componer y almacenar información estructurada proveniente de los dispositivos de campo, en un formato similar al siguiente:
{
“applicationID”: “123″,
“applicationName”: “temperature-sensor”,
“deviceName”: “garden-sensor”,
“devEUI”: “0202020202020202″,
“rxInfo”: [
{
"gatewayID": "0303030303030303",
"name": "rooftop-gateway",
"time": "2016-11-25T16:24:37.295915988Z",
"rssi": -57,
"loRaSNR": 10,
"location": {
"latitude": 52.3740364,
"longitude": 4.9144401,
"altitude": 10.5
}
}
],
“txInfo”: {
“frequency”: 868100000,
“dr”: 5
},
“adr”: false,
“fCnt”: 10,
“fPort”: 5,
“data”: “…”,
“object”: {
“temperatureSensor”: {“1″: 25},
“humiditySensor”: {“1″: 32}
},
“tags”: {
“key”: “value”
}
}
Otro aspecto interesante es que Chirpstack se puede desplegar de muy diversas maneras, al estar estructurado en una serie de componentes bien definidos que se comunican entre ellos mediante puertos e interfaces estandarizados. Permite tanto realizar un despliegue convencional en un único servidor, a desplegarse en un modelo de microservicios en un entorno Docker o Kubernetes. Para el caso en el que estoy trabajando, he optado por hacer un despliegue basado en contenedores Docker en una máquina virtual, aunque he realizado algunas pruebas con un despliegue más monolítico, y en el ámbito laboral estoy haciendo uso de un entorno Kubernetes.
El despliegue mediante Docker es tremendamente sencillo, ya que los propios desarrolladores de Chirpstack proporcionan una configuración de ejemplo con todos los elementos necesarios. Y una vez desplegado, es bastante sencillo añadir los componentes necesarios. En mi caso, he integrado un gateway Dragino LG308. La integración es tan sencilla como apuntar el servicio LoRaWAN del gateway al puerto 1700/UDP del servidor donde se encuentre levantado el componente Network de Chirpstack. Es posible desplegar un paquete software en el gateway Dragino para convertirlo en un Gateway Bridge de Chirpstack, pero si tenemos éste desplegado en otro sitio, no es necesario realizarlo.
Y en cuanto al registro de los dispositivos, tampoco supone mayor inconveniente. Es necesario definir de manera previa unos perfiles de configuración de dispositivos y la aplicación donde registramos estos últimos, y a partir de ahí, se puede crear la propia aplicación, y registrar los dispositivos, bien por OTAA o ABP, en función de nuestras preferencias. Con todo ello, se tiene una red privada LoRaWAN perfectamente funcional.
Etiquetas: chirpstack, contenedor, docker, dragino, kubernetes, lora, lorawan, microservicio
El sábado 6 de marzo realicé una etapa en Forcarey cuyo objetivo principal era visitar la aldea abandonada de Grobas, que se encuentra en uno de los cañones más recónditos de la Sierra de Candán. Una visita que vale muy mucho la pena realizar, pero que exige armarse de valor para realizarla. Cargué la bici en el coche a las 9 de la mañana, y me dirigí al Monasterio de Acibeiro, que sería mi punto de partida. Empecé a rodar un poco antes de las 9:30h, en dirección al parque eólico de Masgalán. Y es que parte de la gracia de ir a Grobas, encajonada en el fondo de un valle a unos 600 metros de altitud, es que tienes que hacer primero la subida al Alto de Candán, a 1014 metros. Y en mi caso, saliendo desde los 720 metros del Monasterio. Una etapa que iba a tener su miga.
Como decía, dejé atrás el Monasterio, siguiendo en un primer momento las marcas del PR-G100 (circular de la Sierra de Candán) hasta llegar a la cercana O Forno. Desde allí se abandona el asfanto un poco antes de llegar a la carretera de Lalín, por un camino que, a mano derecha, baja hasta el Puente Viejo do Forno. Tras esta bajada se emprende un ascenso por buena pista, casi constante, que no se detiene hasta llegar hasta A Rochela, a 2’5km de distancia. En todo momento se tienen unas estupendas vistas del valle donde se alza el monasterio, que no dejará de ser nuestra referencia visual durante casi toda la etapa.
Tras llegar a la aldea de A Rochela (atención, perros cruzados con oso sueltos) se gira a mano derecha por carretera para encaminarse hasta A Noveliza. Un poco antes de llegar a las casas, una amplia pista que sale a mano izquierda nos permitirá empezar la verdadera subida al parque eólico. Es posible hacerlo también desde la propia A Noveliza, pero en mi caso, ese sería el camino de vuelta. La subida por la pista es larga, sostenida y dura (con rampas del 11%), pero no es complicada. Toca armarse de paciencia, echar la vista abajo y pensar en cualquier cosa que no sea terminar cuanto antes. Casi al final de la subida volvemos a recuperar el recorrido del PR-G100, que en mi caso había abandonado casi desde la salida, pero es por poco tiempo, ya que éste se desvía a mano izquierda poco antes de llegar a la subestación eléctrica del parque eólico.
Una vez llegado a la subestación, se ha de tomar la pista de mantenimiento del parque eólico, con un buen firme de grava asfaltada, y que sigue el ascenso hasta llegar al Alto de Candán, subiendo por la cresta de la Sierra homónima. La vista es espectacular, y permite ver tanto los valles del Lérez como del Deza. La pena es que el día, pese a estar despejado, mostraba algo de brumas hacia el Deza, y la vista por esta parte no era clara.
Seguí con el ascenso, para llegar a las cercanas ruinas de la Ermita de San Benito, que formaba parte de los terrenos del monasterio de Acibeiro, y que a día de hoy se encuentra prácticamente desaparecida, pero en cuyas cercanías hay, de nuevo, unas imponentes vistas del valle del Lérez, con el monasterio en lontananza.
Poco después de dejar atrás los restos de la ermita se llega a la cota máxima de la etapa, el alto de Candán (1014 msnm), inconfundible con su vértice geodésico, junto al que se encuentran una antena de comunicaciones, una estación meteorológica… ¡y un geocaché a los pies del vértice!
De vuelta en el camino, dejé atrás el alto, y empecé la verdadera diversión de la etapa. El descenso a Grobas. Un descenso que tiene su miga: en menos de 3 kilómetros se bajan más de 400 metros de desnivel, hasta llegar a la aldea minera abandonada de Grobas. Un descenso que en el que se llegan a bajar por rampas de más del 30%. Primero por la pista del parque, hasta llegar al último aerogenerador -alternando la grava y el cemento en las partes donde la pendiente es más acusada-, y desde allí, por el viejo camino minero, que no es sino una sucesión de grava y piedras sueltas, pendientes criminales y curvas y contracurvas, hasta que bajas al fondo del cañón. Una bajada con bastante mala idea, en la que se me aflojó el cierre de la rueda delantera, y tuve que parar un par de veces ante el riesgo de salir por encima del manillar, y por no sentirme los dedos con los que frenaba. Una bajada bastante fastidiosa, pero que valía la pena cada instante de la misma. Tanto por la bajada en sí, con unas vistas espléndidas, como por la maravilla que esperaba en el fondo.
La aldea se encuentra junto al cauce de un regato que corre por el fondo del cañón, y que forma un verdadero vergel, que más parece un trozo del paraíso caído en lo más profundo de una sima como pocas.
La primera visión del cauce es espléndida, pero al poco cede a una nueva maravilla, que es la Poza Verde, que se encuentra apenas a una decena de metros de donde termina el camino. Y es algo que a nadie puede dejar indiferente.
Como en días anteriores, no pude menos que lamentar mi suerte por llegar a este lugar en pleno invierno, y no en verano. Lástima de que no hiciera tiempo de pegarse un chapuzón.
Aguas abajo el aspecto sigue siendo genial, pero poco a poco el día se iba alargando, y aún me quedaba mucho por explorar. Recorrí los restos de la aldea, de la que apenas queda un grupo de casas con los techos hundidos, diseminadas a lo largo del río. La aldea fue abandonada a finales de los años 60, y el tiempo ha hecho estragos en ella…
…si bien hay una construcción que resiste el paso del tiempo. Es una casa, más bien un galpón, que se alza justo encima de la Poza, y que ha sido reconvertida en un refugio de montaña. Una estupenda idea, ya que se encuentra habilitada para poder refugiarse en ella, con mesas, bancos, utensilios de cocina y hasta un colchón y una radio. Pero por desgracia, los últimos visitantes de la misma no respetaron la petición de los que habilitaron el refugio: por favor, no deje basura. En fin, una lástima.
Tocaba volver, y volver deshaciendo mis pasos. Lo que había sido duro para bajar, para subir iba a ser una verdadera tortura.
Al poco de empezar la subida estaba claro que me iba a tocar echar el pie a tierra, y tirar de la bici durante un buen rato. Al final fue casi más tiempo andando que montado en la bici, pero es que la salida de la garganta se las traía. Iba a ser, en total, 1100 metros de distancia, con una pendiente media del 18%.
Al llegar al aerogenerador pude dejar de arrastrar la bici, pero aunque la tortura ya no era tan intensa, la subida se las seguía trayendo. Quedaban 900 metros de subida con rampas del 19% hasta llegar a un sendero que se abría a la izquierda, y que permitía volver a A Noveliza esquivando el Alto de Candán. Un sendero que, pese a que empezaba con una pendiente del 15%, constituía un alivio con respecto a la barbaridad por la que estaba subiendo por carretera. Y fue ahí donde pasó la cosa más extraña de la etapa: a medida que subía dos moteros en sendas motos de trail, con sus alforjas y todo, bajaron hacia Grobas. Se me quedaron mirando con cara extraña, la misma que se me debió de quedar a mí al verlos de esa guisa camino de la aldea. Si hubieran sido motos de campo no habría tenido nada de extraño, pero con esa clase de motocicletas lo iban a pasar mal bajando… y peor aún subiendo. Algunos minutos después tuve la confirmación de que algo no parecía ir del todo bien. Por toda la garganta resonaban acelerones de moto que, teniendo en cuenta el tipo de firme, no presagiaban nada bueno. Espero, en fin, que no tuvieran problemas graves.
Seguí mi camino, aún en ascenso, pero cada vez más relajado que con respecto a lo que venía realizando antes, y tras recorrer 1 kilómetro de sendero, salí a una nueva pista de mantenimiento del parque. Desde ahí empecé un descenso hasta A Noveliza (dejando la pista principal por una salida a mano derecha) que me hizo volver a pisar el asfalto, y que ya no abandonaría en el resto de la jornada. Tras dejar atras A Noveliza, seguí en descenso hasta A Rochela, para girar en ella a mano derecha, y por carretera seguir hasta enlazar con la carretera de Lalín, justo tras pasar una granja de cerdos. Es posible evitar este ascenso tomando el PR-G100, que nos volvemos a encontrar, al poco de salir de A Rochela, pero a esas altura estaba tan reventado de la tortura de Grobas que no quise ir por la senda, pese a que tenía una pinta estupenda.
Una vez en la carretera de Lalín se emprende un descenso que no tarda en llevar de nuevo a O Forno. En esa bajada se tienen, otra vez, unas vistas estupendas del Monasterio.
Tras dejar la carretera principal, se entra en O Forno, para volver al monasterio, que no deja de estar siempre a nuestra vista, y que no permite equivocarnos. Finalicé la etapa al filo de las 12:30h, tras 20 kilómetros tremendamente duros, pero que valieron la pena en cada una de las pedaladas que di a lo largo del día.
Datos de la etapa
Etiquetas: alto de candán, forcarey, grobas, monasterio de acibeiro, mtb, sierra de candán
El domingo 14 de febrero realicé una nueva etapa por la zona de la Sierra de Candán, la más larga hasta ahora de las realizada en las cercanías de Forcarey. El objetivo principal de esta etapa era encontrar unas cascadas de cuya existencia habían referido en la panadería Kalis de Soutelo de Montes (que aprovecho para recomendar) y, ya de paso, enlazar con Soutelo desde Forcarey, algo que no había hecho hasta el momento. La ubicación de la cascada no había sido demasiado precisa, algo más allá de La Portela de Lamas, cerca de Arnelas, por una pista que habían limpiado recientemente. Sobre el mapa no encontré gran cosa, más allá de algunas fuentes entre Arnelas y Ventosela, así que decidí extender la zona de búsqueda hasta As Antas, y desde allí volver por algunas pistas que había identificado, y que pasaban por estas fuentes y las aldeas indicadas. Una verdadera etapa de sherpeo.
Empecé a rodar al filo de las 9 de la mañana, bajando por una corredoira hacia a Ponte desde Forcarey. No fue demasiada buena idea porque la corredoira está bastante comida de vegetación, y al poco de empezar tuve que echar pie a tierra y abrirme paso entre aulagas y espinos. No sería la última -ni la peor- de las veces que tuviera que hacerlo a lo largo de la etapa. Pero la corredoira tenía su encanto, salía a un bosquecillo, y posteriormente a un prado, antes de desembocar en la carretera de A Ponte. Desde allí bajé hasta el Lérez para remontar por carretera hasta a Casanova, para seguir a mano derecha por otra corredoira que acaba saliendo a la carretera PO-2205 un poco antes de Cachafeiro. Crucé el núcleo urbano, para dejar la carretera a la altura del área recreativa de A Freixeira, con la idea de tomar un camino hasta Vilar. Sin embargo, no pude seguir durante mucho tiempo el camino, ya que al poco éste se hallaba devorado por la maleza e inundado de agua. Un rato bastante fastidioso, antes de volverse a abrir el camino, poco antes de un desvío que llevaba de nuevo a la carretera. Seguí por la misma hasta el desvío de La Madalena, pasando junto al circuito de velocidad allí existente.
De nuevo por carretera, no tardé mucho en llegar a Soutelo, desde donde giré a la izquierda, tomando la N-541 sentido Orense. Desde allí me esperaban 7 kilómetros de subida hasta As Antas, no demasiado dura, pero sí sostenida, y con bastante viento, lo que la hacía bastante fastidiosa. Por suerte, apenas pasó algún vehículo durante todo el recorrido. Recorrido que me habría de llevar por La Portela de Lamas, A Ermida, Liñares y finalmente, As Antas.
Nada más llegar encontré algo curioso, La Mesa de los Obispos. Al parecer la aldea estaba justo en el límite jurisdiccional de tres obispados: Orense, Lugo y Santiago, y una piedra fue erigida en el punto en el que se unían las tres zonas. Piedra que aún existe, y que se puede ver justo al borde de la carretera.
Tras las fotos de rigor, salí de As Antas camino de Arnelas, y tras algún despiste, pude identificar la pist que, en descenso, me tendría que llevar hasta Arnelas. Empezaba bien, ancha y limpia, pero al cabo del rato, y tras una breve subida, se cerraba bastante en una interesante corredoira que había sido recién desbrozada, pero que tenía los restos de la broza aún en el camino, lo que obligaba a echar el pie a tierra.
Una vez pasada la pista, se llegaba a una carreterita que conducía hacia Arnelas. En mi caso, tomé la carretera en sentido contrario (y en subida) camino de una pista que conducía hasta Ventosela, bordeando el Alto do Couto. La pista se abría a mano derecha, y de nuevo era una buena pista, amplia y en ligero ascenso. A medida que subía empecé a encontrar indicaciones de la existencia de manantiales. Agua no faltaba. Pero de cascadas, nada de nada. Tras remontar el alto, llegué a un cortafuegos que, a mano izquierda, bajaba hacia las fuentes (Del Sapo y de Nuestra Señora) que había identificado en el mapa. Y de nuevo, nada. O bien se encontraban comidos por la vegetación, o el cortafuegos se los había llevado por delante. Vuelto sobre mi camino, o mejor dicho, mi cortafuegos, continué en descenso para desembocar en un nuevo camino, a mano derecha, que seguía bordeando por una zona repoblada hasta ventosela. No encontré las fuentes, pero sí una cantidad inusitada de agua en la pista, justo al llegar a un pequeño bosquecillo de ribera que se emplazaba en alto del Rego da Balsada. Desde allí volvíamos a un bosque de tipo atlántico que llevaba por un bonito camino hasta la entrada de Ventosela.
Ventosela es apenas un pequeño grupo de casas, bien cuidadas, pero en el que no encontré a nadie al atravesarlo.
La salida de la aldea la hice por una nuevo corredoira, esta limpia y bien cuidada, que me habría de llevas hasta As Codesás, primero en bajada, y tras cruzar el Río Porto, apenas un regato a esas alturas, en subida.
Entonces no lo sabía, pero las cascadas que estaba buscando se encontraban muy, muy cerca. Intuía su cercanía, pero a esas alturas llevaba ya una cierta paliza -25 kilómetros de subidas y bajadas, con una cota máxima de 852 msnm- y empezaba a tener ganas de emprender la vuelta. Ya habría otros días para buscar cascadas en la Sierra de Candán.
Dejé atrás Codesás y me dirigí por carretera hasta la cercana Ameixeiras, desde donde salía un nuevo camino, en ascenso que me tendría que llevar a una nueva subida, previa a la bajada hasta Vilariño. El comienzo de la pista estaba de nuevo cerrado por vegetación, señal de que nadie había pasado por ahí en tiempos recientes. Tocaba de nuevo echar pie a tierra, sobre todo después de que una aulaga me pegara un bonito picotazo justo encima de la rótula, que me tuvo sangrando un rato. Nada grave, pero sí aparatoso.
Salido este tramo malo, salí a una pista más amplia que seguía en ascenso. Esta pista salía de As Codesás, y esquivaba el paso por Ameixeira. Bueno para tenerlo en cuenta de cara a otra visita. Tras completar el ascenso (de nuevo hasta los 819 msnm desde los 720 que tenía al paso sobre el Río Porto en algo menos de 2 kilómetros), emprendí una rápida bajada hasta Vilariño, una aldea con bastante más vida que las anteriores. No en balde contaba con casa rural y restaurante. La bajada, ya en la otra vertiente de la montaña, permitía divisar Forcarey en lontananza, a unos 8 kilómetros de distancia en línea recta.
Dejado atrás Vilariño, tomé una carretera que me llevaría hasta las cercanías de Cachafeiro, casi en continuo descenso. Pasé por Fixó, Portela, Millarada, Porto, Igrexa, Malburgo y Covas. A esas alturas los kilómetros empezaban a pesar bastante. Al salir a la PO-534, tenía la posibilidad de volver por Cachafeiro, pero mi idea era enlazar por campo con Casanova. Algo que no pide hacer, ya que me encontré con una partida de caza que bloqueaba el camino que tenía previsto seguir. Así que, tras volver sobre mis pasos, crucé Cachafeiro y acabé volviendo a Forcarey por carretera, para completar un total de 39’5 kilómetros de dura, pero estupenda etapa.
Como epílogo de la etapa, días después, al revisar el recorrido efectuado en Google Earth, encontré algunas fotografías geolocalizadas de una cascada en las cercanías de A Graña, otra aldea cercana a As Codesás. Estaban mal etiquetadas (indicaban como nombre Cascada de Chamosa, que no se encuentra precisamente ahí), pero eso me dio la pista que necesitaba para identificar la cascada como la del río Porto. Así que ya tengo plan para volver, cuando el tiempo lo permita.
Datos de la etapa
Etiquetas: as antas, cachafeiro, forcarey, mtb, soutelo de montes, vilariño