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11 dic 20 Camino del Cid 2019: Epílogo(07/VI/2019)

Esta entrada es la parte 7 de 7 de la serie Camino del Cid 2019

No puedo cerrar esta historia sin contar nuestra vuelta a Andalucía. Como no podía ser menos, volvimos en coche hasta Córdoba, en un viaje de 5 horitas de coche. De nuevo por la N-330 hasta Utiel, para tomar posteriormente la A-3, la A-43, y por último, la A-4 hasta Córdoba, aunque con una parada bastante especial: Las Navas de Tolosa.

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En mi caso, no me demoré mucho en mi ciudad, ya que tenía que volver a Sevilla esa misma tarde en un media distancia que no había conseguido reservar en Valencia, pero cuya reserva -bici incluida- sí pude hacer por Internet.

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Ya en Sevilla, en vez de esperar el cercanías para Santiponce, me animé a cruzar la ciudad, y encaminarme a casa desde la Estación de Santa Justa. Lo que tampoco era un gran drama. Algo menos de 11 kilómetros, cruzando por la Ronda Histórica hasta el Puente de la Barqueta, luego la Isla de la Cartuja, y por último mi vuelta a casa habitual desde el trabajo, por el Estadio Olímpico y el Campo de Tiro de Camas. Nada espectacular, después de haber hecho más de 260 kilómetros con alforjas en los días anteriores.

El único aspecto molesto es algo que, en realidad, no he referido en la historia. Y es algo que ya apunté en el prólogo de este relato: el sillín. Cometí el tremendo error de estrenar un sillín ergonómico para este viaje. Un sillín pensado para cicloturismo, en teoría más cómodo que mi Selle de carreras, pero en la práctica, una verdadera tortura. Durante las 4 jornadas de viaje -recordemos, más de 260 kilómetros- me estuvo haciendo rozaduras, y provocando molestias en la ingle, que en determinados momentos llegaron a dormirme las partes nobles, además de hacerme unas muy fastidiosas rozaduras. Así que un consejo: nunca, nunca, nunca se ha de estrenar un sillín para un viaje de alforjas.

Y así, sin más, llegué a casa. Y no tardé mucho en disfrutar de una Irish IPA de Kildare -de cervezas va la cosa- con mi señora esposa, que tan pacientemente había aguantado a su señor marido haciendo el indio por ahí. :mrgreen:

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Y colorín colorado, esta historia se ha acabado.

O casi, porque hay tres pequeños detalles más:

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Así quedaron las cubiertas de la bici, la delantera y la trasera. Se nota dónde iba más carga.

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Tanto le gustó a Ana lo que le contamos mi padre y yo de nuestro viaje, que ese mismo septiembre ella y yo pasamos unos días de vacaciones en la zona. Camino del Cid, pero de Teruel hacia el norte. La foto sobre este texto es del puente romano de Calamocha. :)

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También ese septiembre Arturo Pérez-Reverte publicó su novela “Sidi, Un Relato de Frontera”, sobre las vivencias de un Rodrigo Díaz de Vivar cuando era un desterrado de Castilla, que tenía que ganarse la vida en la frontera de los reinos cristianos y musulmanes. Hubiera sido estupendo tener la novela en el viaje, pero con el Poema de Mío Cid ya fuimos suficientemente ilustrados.

Y ahora sí, vale.

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14 nov 20 Camino del Cid 2019: Prólogo (01-02/VI/2019)

Esta entrada es la parte 2 de 7 de la serie Camino del Cid 2019

Nuestro comienzo del Camino del Cid estuvo precedido de un viaje que, de por sí, merece ser narrado. Ya he comentado la planificación que habíamos establecido, pero vale la pena refrescarla: por mi parte, tendría que viajar desde Sevilla a Córdoba, para allí unirme a mi padre, y viajar ambos hasta Cella. Allí haríamos noche en una casa rural, y empezaríamos a rodar el 3 de junio. Una vez finalizado nuestro viaje, el día 6, volveríamos esa misma tarde en tren regional hasta Cella, donde habríamos dejado el coche, para volver a Córdoba el 7.

Con este plan, salí de Santiponce en la sobremesa del día 1, para coger el cercanías en la estación de Valencina-Santiponce, y en Santa Justa tomar el tren regional hasta Córdoba. Siempre hay un punto de incertidumbre en este tipo de trasbordos, ya que te arriesgas a que algún retraso en los trenes implicados pueda dar al traste con los planes establecidos, pero en este caso tengo que decir que los trenes cumplieron con lo que de ellos se demandaba. Incluso ahora, que es necesario hacer una reserva previa para el transporte de bicicletas, y cuyo número está muy restringido por convoy. Todo fue como la seda, y el viaje hasta Córdoba fue muy agradable, excepción hecha del calor que empezaba ya a azotar ambas ciudades.

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La situación empezó a torcerse al poco de llegar a Córdoba. Tenía una cierta desconfianza en la llanta trasera que montaba en la Fuji. Era una llanta que había desechado en el pasado, merced a una insólita fragilidad en los radios de la misma, que tendían a saltar a la mínima de cambio, y que precisamente en etapas de alforjas me las había hecho pasar canutas. Y no había hecho sino rodar un poco en subida, en la Cuesta Negra, cuando escuché un clang terriblemente familiar: el de un radio rompiéndose. Y como no tardé en confirmar, por la parte de la corona. Estaba claro que esa llanta no iba a aguantar. Así que no me quedó más remedio que hacer un viaje de urgencia a una tienda de bicicletas para conseguir una nueva llanta, seguido de una sesión de ajuste de frenos y cambio de cubiertas. Desde luego, algo así era mejor que pasara al comienzo del viaje, que más tarde, pero no se trataba, ni por asomo, de un buen augurio.

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Solventado el problema, y tras una buena cena, nos preparamos mi padre y yo para el viaje que teníamos al día siguiente: unos 570 kilómetros de coche entre Córdoba y Cella. Salimos al filo de las 9 de la mañana, y condujimos hasta Manzanares por la A-4, para llí tomar la A-43 hasta su confluencia con la A-3 en las cercanías de Tébar. Un viaje agradable y con poco tráfico a través de Andalucía y La Mancha. La dinámica cambió un poco al tomar la A-3, ya que se notó una importante incremento de tráfico en sentido a Valencia. Se notaba que estábamos en fin de semana y en período vacacional. Continuamos por la autovía, entrando en Valencia por la zona de las impresionantes Hoces del Cabriel. Dejamos esta carretera y tomamos la N-330 a la altura de Utiel. Una Nacional con un excelente trazado y firme en los primeros kilómetros, pero que poco a poco fue cambiando su fisonomía, a medida que entrábamos en el Sistema Ibérico.

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Paramos a almorzar en Ademuz, exclave valenciano entre Castilla-La Mancha y Aragón, en una zona de esparcimiento junto al río Turia. Muy agradable, pero con muchas semillas de álamo volando por la zona en esa jornada, que cubrían el suelo de blanco, en una suerte de nevada fuera de temporada. Sin mucho más trámite, más allá de un café, continuamos con nuestro viaje, que se seguía adentrando en el Sistema Ibérico, por el valle excavado por el Turia en la dura roca. El paisaje seguía cambiando, y la carretera, ahora unida a la N-420, seguía haciéndose más sinuosa, y pegada a unos impresionantes cortados en la roca, que en ocasiones obligaban a tender redes de mallazo para evitar la caída de escombros a la calzada. Suerte del poco tráfico existente, pues en esas circunstancias era imposible adelantar. No quedaba otra que disfrutar del paisaje, y tomárselo con calma. Nos preguntábamos cómo tendría que ser viajar por esa zona en pleno invierno, con nevadas como las habituales por esa zona.

Tras llegar a Teruel, nos dirigimos a la cercana Cella por la N-234. Descargamos nuestro equipaje en la casa rural La Posada de Clotilde, donde habíamos reservado para esa noche, y para la vuelta desde Valencia, y que para nosotros contaba con la gran ventaja de que dispone de un aparcamiento privado donde podríamos dejar el coche durante toda la semana. Aunque, como descubrimos, la tranquilidad de Cella lo hacían completamente innecesario. La casa rural era tremendamente agradable y acogedora, así como su responsable. No puedo menos que recomendarla.

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Tras un rato de descanso, nos decidimos a hacer un poco de turismo por las cercanías. Y la decisión de a dónde ir estaba más que clara: la cercana Albarracín, por mérito propio declarada en sí misma Monumento Nacional desde el año 1961. Y hay que decir que no desmerece dicha calificación. Salimos de Cella para tomar la carretera de Albarracín, que transcurre junto al cauce del río Guadalaviar. De nuevo un precioso recorrido por zona de ribera y valle cerrado, rodeado de un impresionante sistema montañoso. Pero lo que pensábamos que iba a ser un viaje sin más hasta Albarracín pronto se vio interrumpido con algo que no esperábamos encontrar en absoluto: un acueducto. Romano, para más señas. Y excavado en roca viva. Demasiado tentador como para dejarlo pasar sin más.

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Paramos el coche y nos aprestamos a recorrer parte del trazado del acueducto. Se trataba del acueducto de Albarracín-Cella, de 25 kilómetros de recorrido, y que condujo las aguas del Guadalaviar hasta la cercana Cella desde el siglo I d.C. hasta mediados del siglo XII. Lo característico de este acueducto, y lo que lo hace verdaderamente espectacular es que gran parte de su trazado se encuentra excavado en roca viva, con respiraderos laterales en la montaña. No hay que esperar grandes arcadas estilo Acueducto de Segovia o similar, pero no por ello deja de ser digno de admirar, ni mucho menos.

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Estuvimos durante un rato recorriendo la sección de la Galería de los Espejos, llamada así por los respiraderos que permiten visualizar el valle en determinadas zonas (specula, atalaya de vigilancia), antes de volver al coche, y continuar el viaje a Albarracín. Pero no tardamos mucho en detenernos de nuevo, ya que no tardamos en encontrarnos con el Castillo de la Santa Croche, creado precisamente para controlar y proteger el suministro de agua del acueducto.

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Pasado el castillo de Santa Croce, por fin llegamos a Albarracín. Y como decía antes, no desmerecía en nada su bien ganada fama. Un pueblo medieval, bien mantenido, mejor cuidado, encaramado en un cerro junto al que por tres de sus lados transcurre el río Guadalaviar, y al que el cuarto protege una fabulosa fortificación medieval que trepa por la montaña. Y todo eso coronado por un castillo, junto al cual se alza una catedral. Una maravilla entre las montañas.

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Estuvimos un rato paseando por el pueblo, calle arriba y calle abajo, con una parada en la oficina de turismo, donde nos dieron abundante información del pueblo, y la primera de las chapas del recorrido. Y es que, como complemento al recorrido en sí, los municios adscritos al Camino del Cid entregan a los viajeros unas chapas identificativas de los lugares por donde has pasado y sellado el salvoconducto. Un detalle que nos daría bastante diversión a lo largo de nuestro viaje.

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Como decía, estuvimos buena parte de la tarde recorriendo Albarracín, y contemplando las vistas del pueblo.

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Desde lo alto de la Catedral bajamos hasta el cauce del río, que cruzamos, y estuvimos desandando el camino hasta llegar de nuevo a la oficina de turismo.

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Era hora de volver a Cella. Recorrimos la carretera de vuelta hasta nuestro inicio de etapa, para hacer noche en el pueblo. Cella es también digna de visitar, y destaca, aparte por su famoso canal, por su aún más conocida Fuente. Se trata, en realidad, de un gigantesco pozo artesiano por el que desaguan gran parte de las aguas subterráneas de los sistemas montañosos circundantes. Tiene a gala haber sido creada por los Templarios en el siglo XII, y en parte explica el abandono del primitivo acueducto romano.

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Tras dar una vuelta por el pueblo, empleamos el resto de la tarde en cenar en un bar junto a la Fuente donde, aparte de degustar la primera cerveza Turia del recorrido, fuimos devorados por inmisericordes mosquitos. Y es que eran grandes como aviones, y voraces como langostas.

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Ya caída la noche, volvimos a la casa rural. Para ser verano hacía algo de fresco, por lo que no quisimos imaginar cómo sería el clima en pleno invierno. Echamos pronto el cierre, en mi caso tras algo de lectura escogida.

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Quien quiere ir conmigo çercar a Valencia,
todos vengan de grado ninguno no ha premia,
tres días le speraré en Canal de Çelfa.

Esto dixo mio Çid el Canpeador leal.
Tornávas a Murviedro, ca él ganada se la á.
Andidieron los pregones, sabet, a todas partes,
al sabor de la ganançia non lo quieren detardar,
grandes yentes se le acojen de la buena cristiandad;
creciendo va riqueza a mio Çid el de Bivar;
Cuando vio las gentes juntadas, compeçós’ de pagar
Mio Çid don Rodrigo no lon quiso detardar,
adelinó pora Valencia e sobr’ella se va echar.

En pocas horas estaríamos empezando nuestro viaje a Valencia.

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01 ene 17 Etapa ciclista: Santo Domingo (24/12/2016)

Y es que los viejos rockeros nunca mueren. El día 22 de diciembre retorné a Córdoba desde Dublín, para pasar las vacaciones de Navidad. Llevaba tiempo con ganas de realizar una salida por Córdoba, con los amigos, para quitarme el mono de Sierra y disfruta -de aquella manera que nos gusta a los ciclistas- de mi estancia en Córdoba. Sin embargo, las circunstancias no lo iban a poner fácil. Para empezar, me habían robado unos meses antes la doble, y por unas cosas y otras, los colegas no estaban disponibles para salir a rodar en estas fechas. Pero afortunadamente Jose Anta se animó a acompañarme, y ya siendo dos, no podía menos que volver a poner el plan en marcha. Además, tenía que estrenar mi nuevo reloj con GPS Posma W2.

Mi vieja burra

Mi vieja burra

La única opción para ello era clara: volver a poner en servicio mi vieja burra, que utiliza mi padre para rodar por Córdoba. Así que el 23, a la vuelta de un viaje a Sevilla, me dediqué a cambiarle geometría del sillín, reemplazar cubiertas lisas por un buen par de ruedacas (High Roller Super Tacky de 2.35 delante, y Small Block Eight de 2.10 detrás) y engrasarla y darle algo de mimo. Así, el 24 por la mañana, Jose y yo salimos a rodar. No puedo menos que reconocer el esfuerzo de Jose, que llevaba un año sin salir a dar pedales. Y como tampoco era cosa de reventar, sino de pasar un buen rato entre amigos, y disfrutar del campo, optamos por una etapa conservadora: subida a Santo Domingo por la vereda. El campo estaba de dulce, despejado y algo fresco, con las lluvias aún recientes que habían aposentado el terreno, si bien hizo que nos encontráramos con un par de zonas embarradas, en las que no pude menos que meterme. Y es que sin barro, una salida de invierno no es lo mismo. :mrgreen:

Llegamos a Santo Domingo, y desde allí, tomamos el sendero que sube a la antena de telecomunicaciones del 14%. Como a esas alturas se nos estaba haciendo algo tarde, bajamos por la carretera hasta el cruce de Santo Domingo, y allí tomamos el sendero que baja hasta el Maestre Escuela. Y desde allí, al Naranjo. Había algo más que hacer: tomarse un buen chocolate con jeringos.

Chocolate y jeringos en El Naranjo

Chocolate y jeringos en El Naranjo

Los jeringos no eran los mejores que he probado, ni mucho menos. Pero eso no era lo importante. Gracias, Jose, de todo corazón.

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29 oct 16 Robada bicicleta Ghost ASX 5100

Esta tarde me han robado en casa de mis padres mi bicicleta Ghost ASX 5100:

Ghost ASX 5100 robada

Ghost ASX 5100 robada

Se trata de una Ghost ASX 5100 en colores azul, negra y blanca. Se habían eemplazado la horquilla delantera y la suspensión trasera de fábrica por una Rock Shox Sektor TK y un Rock Shox Monarch RL 190/51, respectivamente.

Tiene como marcas identificativas lo siguiente: pegatinas “BARTOCALVOS MTB” en ambos costados, y pegatina “Vaso de pinta – IRELAND” en la parte superior.

Se ha denunciado su robo. Por favor, si la has visto o tienes información de ella, deja un comentario en esta entrada, o ponte en contacto con la Policía en Córdoba. Muchas gracias.

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19 jun 16 Etapa ciclista: La Bastida – Los Toros – Trassierra – Torre Horia – La Albaida (12/06/2016)

El domingo 12 de junio, aprovechando el viaje que hice a Córdoba para el bautizo de mi sobrina Helena, hice una nueva salida ciclista por Sierra Morena. Lo que en un principio parecía que iba a ser una etapa en solitario se transformó en una bonita salida en grupo, gracias a Antonio, compañero y amigo bartocalvo, que tuvo a bien invitarme a una salida con su tío y unos amigos. Lo interesante del asunto es que me enteré a las tres y media de la madrugada, al volver de la fiesta posterior al bautizo. ¡Etapa con salida a las 8:30h en El Higuerón! Así que con poco sueño y menos descanso en mi haber, salí de casa recién pasadas las 8:00h, para encontrarme con mis compañeros de etapa en el punto de comienzo.

Tomé el camino del Canal para llegar hasta la carretera de Medina Azahara. Ahí bajé a la carretera de Palma, y no tardé mucho en encontrarme con mis compañeros de etapa, que ya me esperaban. Salimos raudos, para intentar aprovechar la mañana, ya que el día apuntaba a que iba a ser caluroso, aunque no tanto como lo habían sido los días previos en Córdoba, frisando ya los 40ºC en las horas centrales del día. Algo que, tras casi un año en Dublín, para lo que estoy perdiendo la costumbre. Y es que la etapa se aventuraba larga: subida de los Toros, si bien por una variante que no conocía, parte alta de La Canchuela, y tal vez Valdejetas. Buen reto.

Seguimos por la carretera de Palma hasta girar a mano derecha por la Canchuela, que abandonamos para seguir por el Canal en dirección a Almodóvar. Sin embargo, tomamos una subida para mí desconocida sobre el terreno, pero que me sonaba en el mapa: La Bastida. Dejamos el Canal a la altura de unas canteras mozárabes (km 19 de etapa para mí), y tomamos una pista que ascendía con unas rampas medias del 9%, pero que en determinados ratos llegaban al 14% de desnivel. Esta primera subida fueron 2’2 km de subida, en los que subimos desde los 115 metros a los 306 metros, donde llegamos a una pequeña meseta, para ascender de nuevo un pequeño repecho, justo tras lo cual abandonamos la pista que llevábamos, girando a mano izquierda, justo a la altura del cortijo de La Bastida, y en la que iniciamos un trepidante descenso hasta el arroyo Guadarromán.

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Y tras la bajada, la no quedaba otra que ascender una brutal subida -de nombre la V- de 500 metros con rampas de nuevo superiores al 15%. Terminada la subida llegamos a portela en una cancela a mano derecha que, entre vacas, nos permitió llegar a una segunda cancela, para seguir nuestro camino. Pasada la cancela, y en permanente ascenso, llegamos a una bifurcación que tomamos por la izquierda, pero que se volvía a unir algo más adelante. El paisaje había cambiado de bosque mediterráneo a dehesa ganadera, y en ese tramo la pista estaba bastante polvorienta y algo suelta, y costaba un poco rodar sobre ella. Siempre siguiendo por esta pista, llegamos a un segundo cortijo y, algo más adelante, acabamos saliendo a la subida de Los Toros. Justo a punto para empezar la subida del cortijo de La Porrada. Llevábamos ya 27 kilómetros de etapa, y aún quedaba la subida más brutal -a la postre- del día.

Giramos a mano derecha y enfilamos la subida de La Porrada, que acabaríamos culminando a las 10:35. Seguimos hacia la entrada de Valdejetas, aprovechando Antonio y yo en este trazado en descenso nuestras dobles, ya que nuestros compañeros venían todos con rígidas de 27’5 o 29”, y en este trazado las nuestras marcaban la diferencia. Cuando llegamos a Valdejetas decidimos ir por la vía rápida hacia Santa María de Trassierra. Dos de nuestros compañeros habían realizado el día anterior una etapa de carretera de 90 kms., y en el día de hoy venían algo justitos. Teniendo en cuenta que contaban con una edad que rondaba las sesentena, no puedo decir más que automáticamente se habían convertido en mis héroes.

Dicho lo cual, tomamos la vereda de La Canchuela hasta llegar a la pista del Salado, que cogimos para llegar, a las 11:15h, a Santa María de Trassierra. Allí hicimos una parada para desayunar en un bar, antes de seguir con nuestra etapa.

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Era hora de volver a Córdoba. Tras comentarlo, decidimos probar a seguir una senda que, en paralelo a la carretera de Trassierra, uno de nuestros compañeros de etapa había visto en alguna ocasión. Yo recordaba esa pista de hacía muchos años, al menos 15. Y también recordaba que llevaba casi tantos años cerrada por una verja por el dueño de la finca colidante, así que no esperaba gran cosa de esa senda. Error. Es cierto que la pista que recordaba había sido cercada, pero posteriormente se abrió una senda -señalizada además con postes blancos y amarillos- que bordea la cerca y que conduce, entre arboleda y con divertidas subidas y bajadas, hasta la entrada de la urbanización Torre Horia. Una buena alternativa para llegar rápidamente hasta la entrada de Bosque de Fangorn.

En esta ocasión optamos por subir por la pista de cemento hasta la altura del Mirador de las Niñas. Y aunque tenía ganas de hacer un Montecobre Express, iba ya con algo de prisas a esas alturas de la jornada, así que me decidí a bajar por la carretera de La Albaida, con dos de mis compañeros. Antonio y su tío, por su parte, bajaron por la carretera de San Jerónimo hasta El Higuerón. Nosotros hicimos un rápido descenso hasta el Tablero, donde me encaminé a casa, dando por terminada la etapa a las 12:45, tras 54 kilómetros de divertidísima etapa por Sierra Morena. ¿Cuándo podré repetir? Espero que pronto, ya que fue una excelente etapa en aún mejor compañía.

Los datos de la etapa son los siguientes:

  • Distancia: 54’1 km
  • Distancia (según el GPS): 54´139 km.
  • Tiempo de etapa: 3h 38m 5s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 4h 35m 56s
  • Velocidad media: 14’9 km/h
  • Velocidad máxima: 72’4 km/h
  • Pulsaciones medias: 140 pulsaciones/min
  • Pulsaciones máximas: 178 pulsaciones/min
  • Consumo medio de calorías:1709 kcal/h
  • Consumo máximo de calorías: S/D kcal/h
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: S/D
  • Consumo total de calorías: S/D kcal
  • Índice IBP de dificultad: 90 BYC
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