El pasado miércoles 30 de diciembre hice la última salida ciclista del año, y la primera en España desde que me mudé a Irlanda. Y como no podía ser menos, tenía que ser una etapa especial, en mi Córdoba natal. Y aunque intenté quedar con todos mis compañeros Bartocalvos, finalmente -cuestión de las fechas- sólo dos valientes salimos a rodar: Javi Aljama y yo. La etapa estuvo precedida de una agradable comida con nuestras señoras en Arroyo del Moro. Si bien la idea era haber hecho una etapa mañanera -el día se prestaba a ello- finalmente tuvimos que salir a rodar por la tarde.
Empezamos la etapa a las 16:15h, un horario un poco tardío para una etapa en pleno invierno, por lo que tuvimos que optar por hacer una etapa corta. Además, tampoco estábamos como para hacer una etaba brutal, habida cuenta de que Javi apenas había salido a rodar desde el verano, y yo sólo había cogido la bici para ir al trabajo en Irlanda, con recorridos de apenas 6’5 kms. completamente planos, y con una plegable de 20”. Así que no esperaba estar en un gran estado de forma.
Volver a coger una doble de 26” después de cuatro meses de rodar tan sólo con la plegable se me hizo enormemente extraño. Notaba la bici enorme, con un manillar inmenso. Además, notaba inercias enormes con respecto a la ágil aunque nerviosa plegable, y una lentitud de reacciones exagerada. Algo de lo que Pablo, en su momento, ya me había advertido. Pero no era cuestión de quejarse, sino de rodar.
Subimos la Cuesta Negra y Sansueña hasta la Huerta de Hierro, para tomar inmediatamente después la subida hacia Los Morales por los eucaliptos. Allí empecé a notar una nueva anomalía provocada por la plegable: al tener que rodar con ruedas de 20”, pese a llevar un plato de 42 dientes y una corona entre 14 y 28 dientes, tengo que dar muchas más pedaladas para alcanzar la misma velocidad que con una bici con ruedas de 26”. Es decir, estoy acostumbrado a hacer molinillo. Eso se traducía en la doble en que rodar con el plato mediano cuando el camino se empinaba se me hacía enormemente pesado, por lo que pronto tenía que empezar a tirar de plato pequeño… si bien haciendo molinillo, y pudiendo aguantarlo mucho más tiempo del que solía. Así que, pese a todo, podía mantener buenos ritmos incluso cuando la cosa se podía peliaguda. Mucho mejor de lo que me había esperado.
Pasamos Los Morales y empezamos la subida. Dos noches antes había caído una lluvia bastante intensa en Córdoba, lo que había provocado que el campo estuviera perfecto para rodar: sin polvo ni tierra suelta, y con la superficie perfectamente compactada, y sin nada de barro. Un firme a pedir de boca. Observamos la existencia de diversos carteles que aconsejaban no salirse del camino público, ante el riesgo de recibir un disparo en alguna montería. Seguimos subiendo. La cosa empezaba a ponerse seria, y la falta de una actividad acorde en los últimos meses se dejaba notar, tanto en Javi como en mí mismo. Pero pese a todo, ahí estábamos. Dándolo todo.
La Sierra estaba de dulce, y si bien era consciente de que echaba de menos rodar por mi Córdoba después de tantos meses de asfalto, no me podía imaginar cuánto lo echaba de menos. Estaba decicido a aprovechar cada segundo. Apenas eché a pie a tierra al final del tramo pedregoso, donde hay un tubo. El resto de la subida la hice del tirón, mucho mejor que en la última subida del verano (hecho que posteriormente pude comprobar en Strava, al ver que en ese tramo hice mi segunda mejor marca histórica). Tomamos aire antes de la fuente de los Piconeros, y continuamos el ascenso hasta el Lagar de la Cruz, donde hicimos una breve parada para tomar fuerzas y avituallarnos. Eran las 17:30h. Unos 20 minutos peor que en nuestras mejores marcas, pero 10 mejor de lo que había calculado.
Retomamos la marcha, camino de las Ermitas. A esa hora se dejaba sentir la caída de la tarde, y entre la vegetación, el cielo nublado y la hora tardía casi se echaban de menos las luces. Aun así, seguimos rodando, bajando a las Ermitas por la vereda (alias Los Chorizos), que hicimos a un ritmo bastante alegre. Otra diferencia que notaba: la enorme estabilidad de la Ghost, especialmente desde que le puse la horquilla Rock Shox Sektor y la suspensión Monarch. Y una vez llegamos, no pude menos que deleitarme con las vistas:
Y es que, de nuevo, no podía imaginar cuánto echaba de menos este tipo de paisaje. Y el poder disfrutarlo tras haber sudado la gota gorda para subir hasta ahí. Pero era hora de volver, ya que la noche empezaba a echarse encima. Para bajar optamos por tomar un nuevo sendero, que conduce desde lo alto del Reventón hasta el Mirador. Abierto hace poco, brutal y muy técnico, pero enormemente divertido. Eso sí, de sillín abajo y con algún que otro salto demencial:
El resto de la etapa, desde el mirador, no tuvo grandes novedades. Hicimos una bajada relativamente rápida hasta el comienzo del Reventón, y bajamos hasta el Tablero por la carretera de las Ermitas. Allí Javi y yo nos separamos, dando por concluida la etapa. Una pequeña gran etapa, de la que disfruté cada segundo, cada centímetro y cada gota de sudor. ¡Que se repita!
Esta mañana he instalado el nuevo amortiguador en la Ghost. Y la verdad, ha quedado bastante bien:
¡Ahora se trata de sacarle partido!
Esta tarde me ha llegado el nuevo amortiguado que he comprado para la Ghost. Es un Rock Shox Monarch RL 190/51:
…que he conseguido en ProbikeShop por un precio bastante apañado. ¡Espero estrenarlo este fin de semana con una buena etapa!