Uno de los recuerdos que más afloran de mi memoria de cuando vivía en Dublín es la impresión que me causó el centro de la ciudad. Impactaba el que pudieras encontrar, junto a maravillas como el Trinity College, la General Post Office, o en zonas tan estupendas como St. Stephen’s Green, y prácticamente sin solución de continuidad, edificios tremendamente degradados, algunos por el paso de las décadas, y otros directamente por tropelías urbanísticas.
Alguna que otra vez bromeé diciendo que a estas zonas le hubiera venido bien, para mejorar su estética, el sufrir un bombardeo de la Luftwaffe, sabiendo como sabía que Irlanda había sido un país neutral durante la II Guerra Mundial, y como tal -pensaba yo- había quedado libre de los horrores de la guerra, y del posterior proceso de reconstrucción por el que tuvo que pasar Centroeuropa en las décadas posteriores. Pero quién me iba a decir a mí que no podía estar más equivocado, y que la Isla de Irlanda también sufrió los embates de la guerra, materializados en bombardeos -precisamente- de la aviación alemana. Y es que esta es una historia bastante desconocida para la mayoría de los españoles.
El Bombardeo de Belfast. Belfast Blitz
Es preciso empezar esta historia algo más al norte. Recordemos que en la Isla de Irlanda existen dos países: la República de Irlanda, y el Reino Unido de Gran Bretaña, que incluye Irlanda del Norte. Si bien la República ganó su independencia del Reino Unido en 1922, tras el Alzamiento de Pascua de 1916 y varios años de guerra y siglos de dominación, seis condados del norte de la Isla cuya población era mayoritariamente protestante permanecieron en el Reino Unido, hecho que causaría graves consecuencias en las décadas posteriores. La ciudad más importante de estos condados, y que pasaría a ser la capital de Irlanda del Norte, era Belfast, que contaba con una potente industria naval, así como de represantación gubernamental por parte de la Corona. Al estallar la II Guerra Mundial, la ciudad -debido precisamente a esta industria estratégica en tiempos de guerra- pasó a ser un posible objetivo de los alemanes, a diferencia de lo que ocurriría con la República, que permaneció neutral durante la guerra, y que en todo momento mantuvo contactos diplomáticos con el III Reich.
La II Guerra Mundial empezó con la toma de Polonia por parte de Alemania, y la declaración de guerra por parte de Francia y Reino Unido a este último país, pero en los primeros meses de guerra se vivió una inusual calma en el frente occidental, la conocida como drôle de guerre. Calma que no duraría mucho, ya que fue seguida por el espectacular ataque y derrota de Francia con las tácticas alemanas de la Blitzkrieg. El siguiente paso era Inglaterra, y a diferencia de la conquista de Francia, el peso de las operaciones los llevó el arma aérea alemana, con una serie de ataques y bombardeos que pasarían a la historia como El Blitz. Si bien el Blitz tuvo su foco en las ciudades inglesas y galesas, no fue desdeñable el impacto que sobre otras ciudades británicas tuvo esta parte de la guerra: bien conocidos son los ataques sufridos por Londres, Coventry, Manchester, Cardiff, Liverpool o Sheffield. Y Belfast no se iba a quedar al margen.
El Blitz de Belfast tuvo lugar en cuatro oleadas:
Además de estos grandes ataques dirigidos sobre Belfast, hubo una serie de bombardeos preliminares sobre Irlanda, posiblemente provocados por aviones alemanes que fallaron sus objetivos en Glasgow y otras ciudades del norte de Inglaterra. Recordemos que la orientación en aviación en aquellos años aún no estaba tan perfeccionada como en la actualidad, y era sencillo desorientarse y perder el rumbo, especialmente en vuelos nocturnos. Estos pequeños ataques tuvieron lugar a finales de marzo de 1941.
Los bombardeos de Dublín
La República de Irlanda no se mantuvo ajena a estos bombardeos. El Taoiseach Éamon de Valera protestó de manera formal ante el gobierno aleman, argumentando que los norirlandeses también eran “nuestra gente”. Además de esta protesta formal, apenas dos horas después del bombardeo del Martes de Pascua, bomberos del lado sur de la frontera (71 hombres y 13 camiones) se desplazaron a Belfast para ayudar en los esfuerzos para extinguir los incendios provocados por las bombas alemanas. Dichos bomberos se desplazaron desde Dundalk, Drogheda, Dublín y Dún Laoghaire. Esta última acción se apunta como una de las posibles causas del posterior bombardeo alemán de Dublín. Éste se produjo el 31 de mayo de 1941, en el que 4 bombas alemanas cayeron en el barrio de North Strand, en el norte de Dublín, matando a 28 personas, y dañando entre otros la casa del Presidente de la República.
En toda Irlanda se registraron los siguientes bombardeos alemanes:
Para finalizar, en cuanto a las razones de los bombardeos sufridos por la República, se han apuntado diversas causas:
Referencias
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El recordatorio más grande -al menos en tamaño- que teníamos de nuestro periplo irlandés era un Mercedes C180 Sportcoupe de 2002. Fue el coche que nos compramos al año de estar allí, y con el que nos recorrimos la Isla Esmeralda de punta a punta. Desde Tramore a La Calzada del Gigante, y de Dublín a los Acantilados de Moher. Incluso al remoto Condado de Kerry, y la estupenda Killarney, por no olvidar la muy especial Sligo, así como Carlingford.
Volvimos a España con él, cargados hasta los topes, y con un cofre lleno de trastos y de recuerdos. Solía decir que me valía con que el coche llegara a Santiponce, e hiciera un kilómetro más, pero no sólo fue capaz de eso, sino que nos recorrimos también España de punta a punta: Almería, Cuenca, Bilbao, toda la costa Cantábrica hasta Galicia, y por supuesto, Pontevedra, y desde ahí hasta abajo por la Ruta de la Plata. De hecho, tengo la sensación de que le hemos hecho más kilómetros en España que en Irlanda. Por no olvidar toda Francia desde Roscoff a San Juan de Luz, pasando por Burdeos.
Era un coche tremendamente divertido de conducir, con esa estupenda tracción trasera, su motor de 2 litros, y los 130 caballos de pontencia que desarrollaba. Pero toda historia llega a su fin, y tras más de un año sin conducir el Mercedes, y no teniendo sentido -desde el punto de vista económico- rematricularlo en España, y siendo un coche (volante a la derecha) que nadie compraría en España, hoy lo hemos vendido para desguace. Ha sido una pena verlo partir, pero no he podido menos que adecentarlo, para que en su último viaje luciera tan estupendo como en todos estos años en los que nos ha hecho felices.
Adiós, viejo amigo. Ojalá que todos los coches que tengamos nos salgan tan estupendos.
Tal día como hoy, hace dos años, abandonamos Irlanda para volver a España. Fueron dos años, exactamente dos, ya que llegamos a Dublín un 26 de agosto de 2015, los que estuvimos viviendo en la Isla Esmeralda. Y la última imagen que tuvimos de la isla fue la de la ciudad costera de Cobh.
Dos años han pasado desde entonces. Dos magníficos años, que han seguido a otros dos excepcionales. Y que me hacen recordar, con enorme cariño, a las excepcionales personas que conocí allí. Esta noche brindaré por ellos con un excelente whiskey. Irlandés, por supuesto. Sláinte!
Cuando volvimos de Irlanda e hicimos la reforma de la casa, una de las cosas que hice fue plantar el árbol que más me recordaba nuestra estancia allí. Irónicamente este árbol es el arce japonés. Cosas de haber visitado los maravillosos jardines de Powerscout en otoño, donde pudimos contemplar su excelente jardín japonés, uno de los mejores del país. El caso es que el arce japonés es bastante popular en la isla, y es fácil encontrarlo en los más insospechados lugares de Dublín y sus alrededores.
A la vuelta, como decía, quería algo que me recordara nuestro tiempo allí, y me decidí por plantar uno de estos árboles. Lo plantamos el pasado otoño, apenas un par de ramas completamente peladas, y hasta la primavera no empezó a tener yemas. Pronto fue una explosión de color. Verde, claro. No podía esperar a que llegara el otoño para contemplar el impresionante tono rojo que tanto echaba de menos. Y ha tardado en llegar. Pero ha acabado llegando:
Me encanta. La combinación de rojos, naranjas y aún verdes sobre el fondo blanco del lecho de guijarros de río no podía ser más evocador. En cierto sentido, es como si me hubiera traído conmigo un pequeño trozo de Erín.
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Pues eso, que toca despedida. Hoy hemos dejado de vivir en Waterville Terrace, en Dublín. Una nueva etapa da comienzo. Y aunque la fotografía no responde exactamente a la despedida -no nos vamos vía aérea- la foto que tomó mi bien amigo Pablo hace algunas semanas bien valía ilustrar esta entrada. ¡Gracias, Pablo!
En cuanto a nosotros, otra ilustración que hace justicia a esta entrada es la que sigue:
Fotografía, que, por cierto, es la gemela a otra que tomamos hace exactamente dos años menos un día. Y es que abandonamos Irlanda a los dos años exactos de haber llegado: un 26 de agosto.
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