Una de las maravillas de Irlanda es el tema del impuesto sobre la televisión. Para los que no estén al corriente de en qué consiste este descubrimiento, en Irlanda, al igual que en el Reino Unido o Alemania, la televisión pública se financia gracias a un impuesto sobre la posesión de aparatos de televisión. Viene a ser de unos 180 euros/año por hogar. Eso no quita que la televisión pública (RTE) también tenga anuncios, lo cual viene a ser una especie de maravillosa ironía.
En fin, el caso es que, para garantizar el pago del impuesto, el Estado Irlandés envía una serie de inspectores a recorrer el país y comprobar el pago del impuesto. Este servicio, hasta donde sé, lo realizan los empleados del servicio de correos. Por supuesto, si no tienes televisión, no pagas impuesto. Recuerdo que cuando vinimos a vivir a Irlanda recibimos una carta reclamándonos dicho pago o, en caso de declarar no tener televisión, el notificarlo convenientemente. Así lo hicimos, y al cabo de no mucho tiempo recibimos en casa la visita de uno de estos inspectores. De acuerdo a mis compañeros irlandeses, estos inspectores no tienen potestad para poder entrar en tu casa, y tienes toda la capacidad para negarte a que entren en tu casa, si así lo estimas oportuno. Pero como el caso es que no tenemos televisión, tampoco nos importó demasiado dejar que este funcionario entrara en casa.
Hoy, más o menos un año después -y sábado- hemos recibido una nueva visita del inspector de la televisión. De nuevo he declarado no tener tele y, de nuevo, el inspector ha solicitado poder verificarlo. Así que le he franqueado el paso a casa y ha podido comprobar que no tenemos televisión en el salón. Pero lo que este hombre ha visto lo ha dejado pelín perplejo:
Y es que, haber, lo que se dice haber, televisión no hay ninguna. Debe de ser el único dispositivo de audio/vídeo que no tenemos. Porque esa es la coña que tiene el impuesto de las narices: que es sobre el aparato físico. Pero nada impide que uses un ordenador -o dos- para conectar con la web de la RTE, y veas en streaming las emisiones en directo. Ni que conectes el ordenador a unos altavoces. Ni, por supuesto, a un proyector de cine.
Así que el buen hombre ha murmurado algo así como “desde luego, no hay televisión”, y se ha despedido amablemente. Lo que me he podido reír.
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