Hoy he aprovechado la excelente mañana que hacía en Dublín para estrenar uno de mis regalos de Reyes: una copia china de una GoPro. Una camarita muy apañada que, pese a que no da la calidad de una GoPro, se porta con bastante decencia. Aquí dejo un vídeo rápido que he grabado en un trayecto junto al Río Tolka, desde Blanchardstown hasta el campo de golf de Elmgreen:
Había agua. MUCHA agua. Y barro, y hacía frío. Y ha habido que vadear arroyos, en los que Ulises se ha metido tras mía. Y hemos llegado cubiertos de barro, el perro y yo. Y he roto el cable del cambio trasero con una rama que se ha metido en la cadena. Pero ha sido enormemente divertido. Y todo eso en sólo 6 kilómetros.
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Todos los días -que voy en bici- atravieso para ir al trabajo el Parque del Río Tolka. Como su propio nombre indica, este parque es atravesado por el río que le da nombre. Un río pequeño, sinuoso y rápido, que no obstante es el tercero más importante de Dublín.
Llevamos unos cuantos dias sufriendo los coletazos de los restos de una tormenta tropical, que ha provocado vientos huracanados en Irlanda, así como lluvias más intensas de lo normal. Uno de los resultados de este pequeño temporal ha sido una crecida del Río Tolka, que me he encontrado desbordado de su cauce al ir esta mañana a trabajar:
No es que sea una gran crecida, más bien lo justo para llamar la atención y hacer que tuviera que ir despacio con la bici para no salpicarme de agua, pero no deja de ser llamativa.
Por cierto, Tolka viene del gaélico An Tulcha, que significa inundación, que inunda. Y es que será pequeño, pero es bien conocido por desbordarse con relativa frecuencia.
Esta tarde he salido a rodar un poco. Sé que no es ninguna novedad, teniendo en cuenta que desde que me vine a vivir a Irlanda mi medio principal de transporte es la bici: voy al trabajo en bici, voy a hacer la compra en bici, y cuando me cuadra, voy al centro en bici. Pero esta vez ha tenido algo diferente. Ha sido la primera vez desde que vine que me voy con la bici a hacer el indio.
Con la excusa de salir a lavar la bici a una gasolinera cercana -aunque no ha llovido en serio en estas últimas semanas, los parques que atravieso camino del trabajo tienen algo de barro, que junto con los restos de poda y césped cortado se pegan a la bici como cemento-, he salido esta tarde a dar una pequeña vuelta, que he aprovechado para recorrer un sendero junto al río Tolka, que pasa cerca de casa. No tenía por qué hacerlo, pero puestos a pegarle un buen lavado a la bici, lo mismo me daba llegar cubierto de barro… o eso pensaba yo.
El sendero en sí no tenía mucha complicación. Dejas atrás Waterville Terrace, atraviesas el Hospital de Connolly, e inmediatamente llegas al río Tolka, que se cruza por un viejo puente de piedra. Y justo ahí, nada más cruzar, tienes el sendero que se abre, a mano izquierda.
Ya desde el comienzo vale la pena. Un sendero entre abundante arboleda de hoja caduca, que a estas alturas del año ya se encuentra en su mayor parte cubriendo el suelo en forma de hojarasca, más que en las copas de los árboles, junto a un río cantarín que, además, se encontraba con un buen caudal gracias a las lluvias de la mañana. Lluevias que hacían, de paso que la hojarasca fuera particularmente resbaladiza. Nada que no se pueda superar sin problemas con una bici de montaña. Pero que, cuando lo que montas es una bici plegable urbana, con llantas de 20”, cubiertas lisas y banda de rodadura estrecha, hacen que la cosa se ponta mucho más interesante.
Tan interesante, que casi acabo nadando en el río Tolka. Y es que al cruzar por un estrechamiento del sendero, que cae a pico sobre el Tolka -40 centímetros de caída, tampoco nos pensemos que es el Gran Cañón- cubierto de hojarasca húmeda y abundante barro, al dar pedaladas la rueda trasera perdió agarre, y me pegó un buen latigazo que casi hace que acabe chapoteando en el río. Y es que hacer el indio a veces provoca que acabes… haciendo el indio de verdad.
Pasado este pequeño susto, poco más de interés. Llegué a la gasolinera para descubrir que el autolavado era túnel de lavado. Nada de pistolas de agua a presión. Algo que, dicho sea de paso, sospecho que es particularmente difícil de encontrar en Irlanda. Así que media vuelta, tomé la vieja carretera de Navan para llegar a Blanchardstown Village, primero, y Centre, después, donde aproveché para hacer unos recados. Y de ahí, a casa, no sin antes volver a la entrada del sendero a tomar la foto que abre este artículo. En efecto, no estaba tan oscuro cuando pasé la primera vez, pero así hace el artículo más emocionante.
Y luego, de vuelta a casa por el Parque de Waterville. Un pequeño paseo muy bien aprovechado.
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