La mañana de la cuarta etapa del Camino, primera en la que partíamos ya desde tierras gallegas, amaneció fría, nublada, y con amenaza de lluvia. Esta etapa la iniciamos con una importante variación en el recorrido. En vez de seguir estrictamente el Camino, continuamos bordeando la costa desde Ribadeo por la N-634, previa parada en una gasolinera para hacernos con un mapa de carreteras de Galicia, hasta Barreiros. Una vez allí, tomamos seguimos por la nacional en dirección a Mondoñedo. El trayecto por la carretera, en constante ascenso, fue bastante tranquilo hasta Vilanova de Lourenzá.
Hicimos la primera para de la mañana en Lourenzá, junto al Monasterio de San Salvador, magnífica muestra del Barroco gallego, y en el que se puede visitar un conocido museo de Arte Sacro, y en la que destaca la preciosa iglesia de Santa María.
Una vez finalizado el descanso, continuamos en dirección a Mondoñedo. Optamos por seguir por un viejo tramo de la N-634, evitando el nuevo trazado. No fue una mala decisión, ya que el trazado del tramo era mucho más cercano al recorrido señalizado del Camino.
Por otro lado, proporcionaba un ascenso mucho más descansado hasta Mondoñedo, y nos permitió contemplar unas bellas vistas de Lourenzá.
Sin embargo, la mañana estaba empezando a complicarse. La lluvia que llevaba amenazando desde la salida de Ribadeo, hizo acto de presencia, si bien es verdad que apenas en forma de una breve llovizna.
Tras recorrer los apenas 10 km. que separan Lourenzá de Mondoñedo, entramos en la bella ciudad de Mondoñedo, capital de una de las siete provincias históricas de Galicia, y co-sede del episcopado de Mondoñedo-Ferrol. Su importancia a lo largo de la Historia ha dejado huella en el entramado urbano de Mondoñedo y, pese a que actualmente no llega a los 5000 habitantes, es una hermosa población con un importante legado artístico.
La siguiente parada, como no podía ser menos, la hicimos frente a la catedral, donde, en los soportales de la plaza, pudimos tomar un buen tentempié a base de café y tostadas; estas últimas, pese a ser de pan Bimbo, cayeron maravillosamente bien. Aproveché este rato para enviar un par de postales.
Dado que la lluvia volvía a hacer acto de presencia, decidimos hacer una pequeña parada para visitar la catedral. Algo que fue, sin lugar a dudas, una decisión muy acertada. En la catedral, de un estilo gótico de transición con el románico, pudimos disfrutar de unos magníficos murales.
También merece ser destacado el precioso rosetón que corona la entrada.
Dado que seguía lloviendo de manera intermiente, seguimos postponiendo el momento de seguir el Camino. Aprovechamos para ver la Fuente Vieja, construida en la época de Carlos V.
Posteriormente, y siguiendo la ruta cultural por la ciudad, contemplamos el imponente edificio del Seminario de Santa Catalina, del siglo XVI.
Mediada la mañana, el tiempo empezó a mejorar bastante. El cielo se despejó, e incluso empezó a brillar un sol bastante fuerte, lo que nos permitió retomar el camino. Desde Mondoñedo, dado que el Camino transcurría por una vieja carretera cercana en su trazado a la Nacional, decidimos seguirlo, para evitar el tráfico pesado de la N-634. El Camino sale en ascenso del pueblo, y la carretera es una contínua sucesión de subidas y bajadas, algunas de ellas de fuerte pendiente.
Nada más salir de Mondoñedo pasamos por un alto en el que hay una casa que presentaba una curiosa hornacina, en la que en algún momento hubo una imagen. Ahora tan sólo queda la siguiente inscripción:
“El Ylmo. Sr. Obispo de Moñdo [Mondoñedo] concede cuarenta días de yndulgencias a los fieles que devotamente ante esta ymagen rezaren V.G. el Padrenuestro o el Credo. 2 de Enero de 1903″
La carretera continuaba con contínuos ascensos y descensos hasta la aldea de Lousada, a unos siete kilómetros y medio, en los que prácticamente ninguna casa flanquea la carretera (salvo por la aldea de Sopena), algo bastante inaudito en el agro gallego. Pasado Lousada, hay que superar un duro ascenso hasta el Llano de la Aldea, donde se desemboca de nuevo en la Nacional. Justo antes de llegar a ésta hay una fuente de agua helada que hace las delicias de los caminantes.
De nuevo en la carretera, pronto llegamos al Alto da Xesta, que marca el inicio de un largo descenso que lleva prácticamente hasta Gontán, el pueblo donde teníamos previsto terminar esta etapa. Sin embargo, dado que aún era algo temprano para comer, decidimos continuar hasta el vecino pueblo de Abadín, que también cuenta con albergue de peregrinos.
Una vez allí, entramos en un bar de carretera, recomendado por unos obreros que realizaban reparaciones en la carretera, para comer. En efecto, disfrutamos de una magnífica comida. A la salida, dado que aún era bastante temprano, y que apenas teníamos 20 kilómetros de recorrido bastante asequible hasta Villalba, decidimos continuar la etapa.
En efecto, el recorrido hasta Villalba apenas presentó dificultades. El terreno era prácticamente plano, con apenas subidas y bajadas, e incluso la carretera, antes de llegar a Villalba, era una recta perfecta de unos 10 kilómetros. El Camino, en este trayecto, no discurre exactamente por la Nacional, sino por una pista cercana que va acercándose y separándose de la carretera. Decidimos continuar por ésta, si bien pudimos ver a un gran grupo de ciclistas que iban por el Camino. Pronto los volveríamos a encontrar.
El albergue de peregrinos de Villalba se encuentra justo a la entrada de esta población, en un polígono que está junto a la N-634. Es un edificio bastante moderno y con buenos servicios. Es gestionado por Protección Civil. Como hecho curioso puede citarse que ha sido el primer albergue del Camino, de todos los realizados, donde hemos pagado en vez de realizar el correspondiente donativo, con entrega de una entrada serigrafiada y todo. Todo esto viene de una normativa que publicó la Xunta en 2006, en la que, para evitar que los albergues fueran invadidos por turistas que no estuvieran realizando el Camino, decidió establecer un cobro de una pequeña cantidad, previa muestra de la credencial de peregrino.
La tarde la empleamos en ajustar las bicis, lavar ropa, y reposar tranquilamente en el albergue. No mucho tiempo después llegó el grupo de ciclistas que habíamos visto con anterioridad. Cenamos con ellos en un restaurante cercano, en el polígono. Allí les recomendamos, dado que aún no tenían sitio donde parar en Santiago, que acudieran al Seminario Mayor, el sitio donde nosotros teníamos reservada habitación.
Recapitulando, habíamos realizado etapa y media en el mismo día. Ello implicaba que la etapa del día siguiente iba a ser demasiado corta, o que, por el contrario, tendríamos que volver a hacer etapa y media en la siguiente jornada. De acuerdo al perfil de la etapa, esto último parecía ser la opción ganadora. Sin embargo, ello implicaba que íbamos a llegar a Santiago con un día de antelación: el 25 de julio, día de Santiago. Algo que precisamente habíamos tratado de evitar. Pero algo que, finalmente, creíamos que merecería la pena.
Datos de la etapa: