El sábado 10 de marzo volví a salir a rodar por Córdoba, en la que sería la primera etapa nocturna de la temporada en tierras cordobesas (y es que -no lo olvidemos- ya había salido a rodar en nocturnas en Sevilla en 2012). Para esta etapa tan sólo habíamos quedado tres personas: Ángel, su amigo Josemi y un servidor. Y nos planteamos hacer un recorrido diferente: recorrer la Vereda de Linares (que la teníamos bastante abandonada), y bajar por la trialera hasta Puente de Hierro. Un recorrido que, pese a todo, tenía su aquel, pues realizar la bajada técnica de Linares por la noche no era precisamente como rodar por el Vial Norte. Pero era interesante.
Empezamos la etapa a las 19:00h, en el Cámping. Bajamos por Chinales hasta Fátima, y salimos de Córdoba por el puente romano sobre el arroyo Pedroche. Tomamos la carretera hasta la Campiñuela Baja, y entramos a continuación en la vereda de Alcolea. No faltó mucho tiempo antes de que me dejara llevar por la Fuji, y empecé a rodar ligero casi sin proponérselo. Ángel, con su BigHit de descenso, y Josemi, con su Giant Reign de all mountain, no tuvieron que tardar mucho en llamarme a capítulo. El tramo por la vereda no supuso más novedad que el poder contemplar en campo en pleno crepúsculo, algo que no observaba en esta zona desde hacía bastantes años. Al llegar al cruce con la vereda de Linares fue el momento elegido para poner en marcha las luces. Y es que la noche ya se nos había echado encima.
La bajada hasta el arroyo Rabanales fue bastante divertida, aunque me deparó un buen susto. En el tramo más abrupto de la bajada perdí el control de la bici -por frenar demasiado- y tuve que salir dando brincos por encima del manillar. Por suerte, sin más inconveniente que un tirón en el gemelo derecho. A partir de ahí empezó el sufrimiento: la subida de la cuesta de Linares, con su 18.3% de pendiente, y en plena noche. Subida dura, subida exigente, pero subida genial. Una vez pasada la subida, salimos de mi terreno y entramos en los dominios de Ángel: la bajada de Linares. Una bajada técnica, peligrosa, con mucha piedra suelta, raíces y ramas. Y que íbamos a hacer de noche. Y que hicimos del tirón. Ángel, para lo que es su costumbre, marcó un ritmo tranquilo. Eso quiere decir que me costaba trabajo seguirle. Y pese a todo, conseguí hacer una bajada bastante decente con la rígida. Y sin partirme la crisma.
Terminado el descenso, tomamos el tramo del Camino Mozárabe. Realizamos la subida y la posterior bajada por las piedras. Creo que fue cosa de la oscuridad, y que no veía bien por donde me metía, pero realicé un salto por las piedras que hay justo al coronar que en condiciones normales casi no realizo con la Ghost. Ni yo mismo me creía lo que estaba haciendo, así que el ver el gesto de aprobación de Ángel tras verme dar ese salto fue un premio que agradecí bastante.
De vuelta en la carretera, optamos por dirigirnos a la trialera atravesando Torreblanca por asfalto. A esas alturas Josemi, que había salido equipado con las espinilleras y el casco integral, estaba empezando a pasarlo mal, por lo que Ángel comentó que lo mejor sería volver hacia su casa desde Santo Domingo. Eso nos dejaba con la única opción de realizar la subida de la pista de la cantera hasta el Cortijo de los Velascos: kilómetro y cuarto de subida psicológica con una pendiente máxima del 14%. Ángel y yo realizamos la subida bastante bien, pero Josemi lo pasó bastante mal.
Desde allí, subimos a Santo Domingo por la cantera, sin más percance que una pequeña caída de Josemi al cruzar el arroyo Santo Domingo. Llegamos al picadero e hicimos una pequeña parada, antes de afrontar la subida de la pista de grava que está antes del monasterio.Y allí fue, por fin, donde inmortalizamos la etapa:
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Tras el pequeño descanso, afrontamos la última subida del día digna de ese nombre: 300 metros de pista de grava, con una pendiente máxima del 17%. Una bonita pared que, de nuevo, hizo su selección. Y es que este día, a diferencia de la etapa anterior, agradecí bastante llevar la Larsen. Pese al susto que me había dado en la bajada del arroyo de Rabanales. Y así, llegamos a la cota de la etapa: 343 m. de altitud. A partir de ahí, la etapa fue casi un mero trámite. Bajamos por asfalto hasta la carretera del 14%. Allí subimos un poco para tomar el carril que comunica con El Cerrillo (que era, dicho sea de paso, desconocido para mí), y por último realizamos la bajada de la Huerta de Hierro por los eucaliptos. Un bonito descenso para poner fin a la etapa. Ángel y yo nos despedimos de Josemi, y bajamos de vuelta a casa por la calle Sansueña y por la Cuesta Negra. Dimos por finalizada la etapa a las 21:41h.
Los datos de la etapa son los siguientes:
Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Vereda de Linares – Santo Domingo – El Cerrillo (nocturna)
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