El pasado Viernes Santo de 2022 realicé con mi amigo Mané una etapa por la Sierra de Córdoba, después de casi un año -por mi parte- sin salir por Córdoba, y no sé ya ni cuánto tiempo sin salir a rodar con Mané. Fue una muy buena etapa, que disfruté como un enano. Empezamos a rodar casi al filo de las 10:00h. Y es que había llegado a Córdoba con Ana a eso de las 9:30h desde Sevilla, y tuve que preparar a todo correr la bici y los arreos ciclistas. En lo referente a la bici, utilicé la doble del Decathlon de mi padre, que ya tengo bastante adaptada a mis gustos.
Salimos de la Asomadilla, atravesando el parque y cruzando por la pasarela metálica hasta Mirabueno. Desde allí tomamos el viejo recorrido del ferrocarril de Almorchón hasta llegar a las cercanías del Castillo del Maimón. Llegado a ese punto, nos desviamos para bajar hasta el cauce del arroyo Pedroches, junto al puente de Hierro. Seguimos ascendiendo el arroyo por la trialera, pasando junto al cortijo y la fuente de la Trinidad. Desembocamos, tras un rato de pedaleo y palique, a la pista de la cantera de Santo Domingo, donde hicimos una breve parada.
Reanudada la marcha, subimos por la pista hasta llegar a la N-432, y nos metimos por la urbanización de Doña Manuela, buscando el trazado del Camino Mozárabe. Llegamos a él, y descendimos alegremente por el mismo hasta llegar a las cercanías de la Ermita de la Virgen de Linares. Desde allí, el plan era ascender por la vereda, para acabar saliendo al cruce con la vereda de la Alcaidía. Y así lo hicimos. Lo interesante es que, según me comentó Mané, siempre habíamos ido por la senda incorrecta. En efecto, siempre había creído que la vereda de Linares desembocaba frente a la ermita, pasando por una pequeña cancela de hierro. Error. Al parecer ese es un camino privado, casi paralelo a la vereda, tomándose ésta un poco más arriba, siguiendo durante unos 250 metros la cañada Soriana desde la curva de la carretera, para después desviarse a mano derecha.
Tomamos este recorrido, y no puedo menos que decir que fue un gran acierto. Este camino se encuentra más despejado que el anterior, siendo mucho mas sencillo recorrerlo, pese a que sigue siendo algo estrecho y rodeado de vegetación. Lo que, por otro lado, es una gran alegría. Ascendimos durante unos 600 metros, hasta salir de la zona boscosa y encontrarnos en lo alto del cerro de San Fernando, donde nos volvimos a encontrar con el camino que conocía. Allí, una vez llegado a una de las tomas de ventilación del gasoducto, hicimos una nueva parada, que aprovechamos para comer algo, y poner a grabar el dron, en una prueba de grabación del modo follow me. El resultado fue estupendo.
Paramos a la bajada del cerro para recoger el dron, y seguimos rondando por la vereda. Según lo previsto, llegamos hasta el cruce con la vereda de la Alcaidía. Desde allí decidimos el resto de la etapa: era ya algo tarde para subir la Alcaidía, pero pronto para volver a Córdoba. Así que decidimos continuar por la Vereda de la Casilla de los Locos, hasta llegar a la urbanización El Sol. Tenía granas de hacer el descenso por las pizarras, y sobre todo, cruzar el Arroyo Guadalbarbo. Una bajada muy divertida, y -efectivamente- pude cruzar el arroyo sin contratiempos. Mané optó por cruzarlo a pie por la derecha.
Ya en El Sol, bajamos por carretera hasta el puente romano sobre el Guadalbarbo, que cruzamos con idea de emprender el regreso a Córdoba. Lo hicimos por la pista de mantenimiento del Canal, siguiéndolo hasta la altura del cortijo de la Campiñuela Alta. Allí descartamos seguir por el Canal, que se encuentra vallado, y tomamos la vereda de Alcolea hasta llegar a la Campiñuela Baja. Seguimos por carretera hasta el Molino de los Ciegos, y desde allí seguimos por el sendero ciclista que han abierto junto a la circunvalación, hasta llegar a la Asomadilla, que ascendimos desde el campo de fútbol. El recorrido se nos hizo algo largo al final, llegando de vuelta a las 12:55h. Una estupenda etapa junto a un gran amigo con el que hacía tiempo que no rodaba.
Datos de la etapa:
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El lunes 20 de agosto continuamos con una dinámica de gran actividad ciclista. En este caso se trató de una etapa en la que participamos Kike y yo. La idea era hacer algo tranquilo no excesivamente rodador por las proximidades de Córdoba… objetivo que conseguimos a medias.
Para evitar el fuerte calor del día empezamos a rodar al filo de las 20:00h en el Barrio Naranjo. Salimos por un descenso bastante abrupto junto al castillo del Maimón, que Kike hizo a las mil maravillas con su burra, pero que a mí me dio algunos problemas más con la mía. Rápidamente llegamos al pie de puente de hierro. Cruzamos el arroyo Pedroche y remontamos por la horrible subida del otro lado de la ladera de nuevo hasta el puente. Avanzamos sin mucho problema hasta llegar a la Carrera del Caballo. Durante un rato probé la bici de Kike, con sus plataformas. Tengo que admitir que eran bastante cómodas para rodar, y firmes para agarrar el calzado, pero fiel a mis viejas costumbres, me sigo decantando por los rastrales.
Desde la Carrera del Caballo tomamos el viejo camino de la cantera que lleva hasta el lago azul. Desde allí cruzamos el canal, y seguimos el recorrido de éste hasta cruzarnos con la vereda de Alcolea. Allí no pudimos menos que tomarla para hacer la vereda de Linares. Para mi sorpresa, una vez que pasamos el puente romano, vi que en fechas recientes habían pasado por allí una niveladora. Hay que admitir que facilitaba el tránsito por la vereda, pero por otro lado le quitaba todo el encanto de la subida pedregosa, y el posterior llaneo esquivando roderas provocadas por todoterrenos. En fin, algo menos de diversión en un recorrido siempre interesante.
Al llegar a la cancela, giramos a mano izquierda para enlazar con la vereda de Linares. Como siempre, este tramo fue sumamente divertido. Y por primera vez conseguí hacerlo entero, incluyendo el cruce del arroyo Rabanales, sin llegar a poner pie a tierra. Y a partir del arroyo, como siempre, el horror. Las dos subidas brutales, especialmente la segunda, que constituyen auténticas patadas en el pecho. Pero subida que hicimos como campeones. El problema era la hora: eran las 21:00h y todavía no habíamos empezado el descenso hacia la Ermita de Linares. Estaba claro que íbamos a tener un problema con la luz.
La bajada de Linares fue, como de costumbre, sumamente divertida, aunque la falta de luz la hizo algo más complicada que de costumbre. Una vez en Linares emprendimos el camino de vuelta por el trazado del Camino Mozárabe. Atravesamos sin especiales incidentes la zona de Torreblanca hasta alcanzar la N-432. A esas alturas el sol ya se había puesto, y la luz empezaba a escasear. Tuvimos que descartar nuestra idea original de bajar por la trialera hasta Puente de Hierro, y en su lugar seguimos por el viejo trazado de la vía del tren. Suerte que las bicicletas de doble suspensión hicieron su trabajo a la perfección.
Pero aun así la luz empezó a ser prácticamente nula. Por suerte Kike llevaba su linterna del chino, si bien hacía un año que no cargaba la batería. ¿Daría para llegar a casa? Sólo había una forma de comprobarlo. Seguimos el trazado de la vía hasta que la nueva variante de la N-432 nos obligó a tomar la carretera antigua. Desde allí cruzamos por debajo de la variante, y recuperamos el trazado de la vía. No nos quedaba más alternativa que cruzar por el Puente de Hierro… en la oscuridad. Y así lo hicimos. Andando, eso sí. Tampoco era plan jugarse el tipo porque sí.
Una vez que pasamos el Puente, cruzamos el Barrio Naranjo, y el parque de la Asomadilla. Llegué, sorprendentemente de una pieza, a casa pasadas las 22:00h.
Los datos de la etapa son los siguientes:
Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Naranjo – Carrera del Caballo – Vereda de Linares – Puente de Hierro
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El pasado 13 de mayo realicé una nueva etapa ciclista en Córdoba, con Javi Balaguer y su amigo Pedro, del club A las 9 en Aqua. Aunque habíamos quedado a las 8:30h en la Cruz de Juárez para empezar a rodar, salimos con algo de retraso. La razón de una salida tan tempranera -para lo que son nuestras costumbres- es que el día estaba anunciado como uno de los más calurosos en lo que llevábamos de año. Y, pardiez, las predicciones acertaron de pleno.
Salimos de Cruz de Juárez camino de la vereda de la Alcaidía. Ganamos el Vial Norte, y desde allí cruzamos Fátima para dar al puente romano del arroyo Pedroche. Avanzamos hasta la Campiñuela Baja, y tomamos la vereda de Alcolea, camino de la dura subida que teníamos por delante. Rodamos a buen ritmo hasta llegar al cruce de veredas, al filo de las 9:25h. A pesar de lo temprano de la mañana, el calor ya se iba dejando notar. Atacamos la subida de la Alcaidía, y sus rampas del 18% con buen empeño y osadía, pero como tampoco era plan de echar los pulmones por la boca, marcamos un ritmo, sobre todo en la parte de anterior a la cancela, lo suficientemente relajado como para no morir de deshidratación en la subida. Realizamos los casi 3 kms. de subida en unos 40 minutos.
Tras el pequeño descanso de rigor, reanudamos la etapa, camino de una zona de la Sierra que aún no conocía: el descenso hacia El Tubo. El Tubo es una sección del suministro de aguas a Córdoba desde el pantano del Guadalmellato. Yendo hacia el este desde la Alcaidía se puede alcanzar El Tubo, en las cercanías de la urbanización El Sol. Hay que cruzarlo para poder seguir descendiendo y poder enlazar con la Vereda de Alcolea, a la altura de las pizarras. Así pues, giramos al este, y emprendimos una interesante bajada, hasta llegar a una verja que impide el paso de vehículos motorizados, pero que tiene un pequeño (muy pequeño) paso para peatones y ciclistas. En este punto nos confundimos de camino, y avanzamos un centenar de metros por la pista principal, y que nos alejaba del tubo. Visto el error, desandamos el camino, y afrontamos el primer tramo de bajada; un primer tramo de descenso bastante interesante:
En este punto nos unimos a un trío de ciclistas que ya nos habíamos cruzado por la Alcaidía, ya que ellos conocían bien el camino. Así pues, iniciamos el segundo tramo de descenso, con mucha más piedra y más complicado que el tramo anterior, pero sumamente divertido (dejo a continuación un vídeo del resto de la bajada):
Durante la bajada Pedro sufrió un reventón en la rueda trasera, lo que le obligó a detenerse con Javi para repararlo. Yo, enfrascado en el descenso, me había unido al otro grupo, y no me había percatado de ello. Una vez llegamos a la zanja, al ver que Javi y Pedro no aparecían, me volví para buscarlos, separándome del otro grupo. Una vez reunido con mis compañeros, seguimos el descenso hasta el valle que antecede al tubo. Alcanzamos al otro grupo en la pequeña subida que hay antes del propio tubo, donde nos estaban dejando unas marcas para que no nos desorientáramos.
Así pues, llegamos al tubo sin más incidentes. Cruzamos sobre el arroyo Guadalbarbo, y continuamos la bajada hasta llegar a la vereda de Alcolea. Eran las 11:00h, y llevábamos ya casi 20 kilómetros de etapa. Además de tener 30ºC. Era hora de emprender la vuelta. Nos encaminamos hacia el cruce de veredas, donde teníamos previsto volver a Córdoba sin más. Pero la verdad, era bastante temprano, y había ganas de más. No tardamos en decidirnos tomar la vereda de Linares, a pesar de que íbamos a tener que subir su espantosa pared de 300 metros al 18% con más de 30ºC. Una vez en el sitio, sin vegetación y sin terreno de pizarra, los grados exactos fueron 33ºC. Con el suelo reverberando calor, y sin una sola sombra donde guarecerse… hasta el final de la subida. Y aun así, lo hicimos. Una vez arriba, nos quedaba el divertido descenso hasta la ermita. Descenso que por lo menos iba a ser a la sombra.
Desde Linares nos dirigimos hacia Torreblanca por el trazado del Camino Mozárabe. De nuevo sin ninguna complicación digna de mención. Una vez en Torreblanca, paramos un momento en un supermercado para reabastecernos de líquido. A esas alturas de etapa ya había acabado con los dos litros de agua que llevaba encima, por lo que la parada me vino de perlas. Una vez salimos de Torreblanca, bajamos hasta el arroyo Pedroche por el camino de la cantera de Santo Domingo. Allí nos separamos de Pedro, que se había quedado con ganas de más, y decidió subir hasta el Cortijo de Los Velascos. Javi y yo, por nuestra parte, bajamos por la trialera hasta el Puente de Hierro, y desde allí volvimos a la Asomadilla atravesando el barrio Naranjo y el parque, donde nos encontramos a Ángel. Dimos por finalizada la etapa al filo de las 13:00h.
Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Alcaidía – Tubo – Vereda de Linares – Arroyo Pedroche
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El sábado 10 de marzo volví a salir a rodar por Córdoba, en la que sería la primera etapa nocturna de la temporada en tierras cordobesas (y es que -no lo olvidemos- ya había salido a rodar en nocturnas en Sevilla en 2012). Para esta etapa tan sólo habíamos quedado tres personas: Ángel, su amigo Josemi y un servidor. Y nos planteamos hacer un recorrido diferente: recorrer la Vereda de Linares (que la teníamos bastante abandonada), y bajar por la trialera hasta Puente de Hierro. Un recorrido que, pese a todo, tenía su aquel, pues realizar la bajada técnica de Linares por la noche no era precisamente como rodar por el Vial Norte. Pero era interesante.
Empezamos la etapa a las 19:00h, en el Cámping. Bajamos por Chinales hasta Fátima, y salimos de Córdoba por el puente romano sobre el arroyo Pedroche. Tomamos la carretera hasta la Campiñuela Baja, y entramos a continuación en la vereda de Alcolea. No faltó mucho tiempo antes de que me dejara llevar por la Fuji, y empecé a rodar ligero casi sin proponérselo. Ángel, con su BigHit de descenso, y Josemi, con su Giant Reign de all mountain, no tuvieron que tardar mucho en llamarme a capítulo. El tramo por la vereda no supuso más novedad que el poder contemplar en campo en pleno crepúsculo, algo que no observaba en esta zona desde hacía bastantes años. Al llegar al cruce con la vereda de Linares fue el momento elegido para poner en marcha las luces. Y es que la noche ya se nos había echado encima.
La bajada hasta el arroyo Rabanales fue bastante divertida, aunque me deparó un buen susto. En el tramo más abrupto de la bajada perdí el control de la bici -por frenar demasiado- y tuve que salir dando brincos por encima del manillar. Por suerte, sin más inconveniente que un tirón en el gemelo derecho. A partir de ahí empezó el sufrimiento: la subida de la cuesta de Linares, con su 18.3% de pendiente, y en plena noche. Subida dura, subida exigente, pero subida genial. Una vez pasada la subida, salimos de mi terreno y entramos en los dominios de Ángel: la bajada de Linares. Una bajada técnica, peligrosa, con mucha piedra suelta, raíces y ramas. Y que íbamos a hacer de noche. Y que hicimos del tirón. Ángel, para lo que es su costumbre, marcó un ritmo tranquilo. Eso quiere decir que me costaba trabajo seguirle. Y pese a todo, conseguí hacer una bajada bastante decente con la rígida. Y sin partirme la crisma.
Terminado el descenso, tomamos el tramo del Camino Mozárabe. Realizamos la subida y la posterior bajada por las piedras. Creo que fue cosa de la oscuridad, y que no veía bien por donde me metía, pero realicé un salto por las piedras que hay justo al coronar que en condiciones normales casi no realizo con la Ghost. Ni yo mismo me creía lo que estaba haciendo, así que el ver el gesto de aprobación de Ángel tras verme dar ese salto fue un premio que agradecí bastante.
De vuelta en la carretera, optamos por dirigirnos a la trialera atravesando Torreblanca por asfalto. A esas alturas Josemi, que había salido equipado con las espinilleras y el casco integral, estaba empezando a pasarlo mal, por lo que Ángel comentó que lo mejor sería volver hacia su casa desde Santo Domingo. Eso nos dejaba con la única opción de realizar la subida de la pista de la cantera hasta el Cortijo de los Velascos: kilómetro y cuarto de subida psicológica con una pendiente máxima del 14%. Ángel y yo realizamos la subida bastante bien, pero Josemi lo pasó bastante mal.
Desde allí, subimos a Santo Domingo por la cantera, sin más percance que una pequeña caída de Josemi al cruzar el arroyo Santo Domingo. Llegamos al picadero e hicimos una pequeña parada, antes de afrontar la subida de la pista de grava que está antes del monasterio.Y allí fue, por fin, donde inmortalizamos la etapa:
Tras el pequeño descanso, afrontamos la última subida del día digna de ese nombre: 300 metros de pista de grava, con una pendiente máxima del 17%. Una bonita pared que, de nuevo, hizo su selección. Y es que este día, a diferencia de la etapa anterior, agradecí bastante llevar la Larsen. Pese al susto que me había dado en la bajada del arroyo de Rabanales. Y así, llegamos a la cota de la etapa: 343 m. de altitud. A partir de ahí, la etapa fue casi un mero trámite. Bajamos por asfalto hasta la carretera del 14%. Allí subimos un poco para tomar el carril que comunica con El Cerrillo (que era, dicho sea de paso, desconocido para mí), y por último realizamos la bajada de la Huerta de Hierro por los eucaliptos. Un bonito descenso para poner fin a la etapa. Ángel y yo nos despedimos de Josemi, y bajamos de vuelta a casa por la calle Sansueña y por la Cuesta Negra. Dimos por finalizada la etapa a las 21:41h.
Los datos de la etapa son los siguientes:
Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Vereda de Linares – Santo Domingo – El Cerrillo (nocturna)
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Como se ve que con la etapa del 11 de junio no nos habíamos quedado satisfechos, continuamos con la sesión doble del fin de semana haciendo una etapa el domingo 12. En esta ocasión salimos a rodar Javi, Mané y yo. Y el recorrido escogido fue una etapa que ya había efectuado en solitario el pasado 15 de mayo: la vereda de Linares, ya que Mané y Javi tenían interés en recorrerla.
Empezamos la etapa a las 9:15h, lo que fue una interesante diferencia con la etapa del día anterior, que iniciamos a las 7:00h. Tomamos el Vial Norte y pasamos por debajo de la joroba de Asland, y desde allí fuimos por carretera hasta la Campiñuela Baja. Como Javi tenía ganas de ver el Lago Azul (una antigua cantera abandonada), decidimos ir hasta la vereda de Alcolea por el Canal. Tras una pequeña visita al lago, seguimos avanzando por la vereda hasta llegar al cruce con la vereda de Linares.
El recorrido hasta el arroyo Rabanales fue sumamente rápido, y la bajada hasta éste hizo las delicias de Mané y Javi, aunque me emocioné en un par de puntos, y la bici me hizo algunos extraños, que por suerte pude controlar sin mayor problema.
Hicimos una pequeña pausa una vez pasamos el arroyo, aunque no demasiado larga, ya que el calor empezaba a apretar, y aún teníamos por delante la terrorífica doble subida de la vereda, con unas rampas máximas del 18’8%. En esta ocasión hice la subida sin detenerme, al igual que Javi y Mané, pero hay que admitir que fue terrorífica. Eso sí, constituyó un magnífico aperitivo para la bajada que nos esperaba justo a continuación:
Hice la bajada a un mejor ritmo que la vez precedente, aunque acabé metido dentro de un matorral que me provocó un hematoma en la frente, visible durante el resto de la semana. Pero valió la pena.
Hicimos una nueva pausa en la Virgen de Linares, donde estuvimos un rato de palique, tomando un refrigerio. Un merecido descanso después de una intensa bajada. De nuevo en marcha, bajamos hasta la Carrera del Caballo por el Camino Mozárabe. Desde allí enlazamos por carretera con la cantera abandonada de Pedroche, bajamos hasta el arroyo por el camino que bordea la cantera. En la bajada Javi sufrió una caída que, en condiciones normales no habría tenido consecuencias, pero al quedársele trabado el pedal automático en la cala, le provocó algunos rasguños y una erupción debida a haber caído sobre unas plantas espinosas:
Desde allí finalizamos la etapa volviendo al Naranjo por el Castillo del Maimón. Nos separamos de Javi en la rotonda del Calasancio, y dimos por finalizada la etapa a las 11:50h, tras 21’7 kms. de etapa.
El recorrido en Google Maps es el siguiente:
Ver 2011/06/12: Vereda de Linares en un mapa más grande
Y los datos de la etapa son estos:
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