Etapa ciclista por el tramo recientemente restaurado de la Vereda de Salteras, que permite comunicar Santiponce y Guillena, que va en paralelo al antiguo ferrocarril minero de Cala, y que se espera que funcione como camino alternativo de la Vía de la Plata, reemplazando a la pista de Aljarafesa; ascenso por la Cañada Real de la Isla Mayor desde Guillena al Cortijo Las Cruces, y descenso junto a la mina de cobre Las Cruces, grabado a vista de dron, la mañana del 2 de enero de 2024.
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Salida corta por los alrededores de Santiponce, donde puse a prueba los sistemas de seguimiento y anticolisión del dron. Recorrido por la Vía de la Plata entre Santiponce y Guillena, Cañada Real de la Isla en las cercanías de Salteras y Vía Verde de Itálica entre Valencina de la Concepción y Santiponce.
Grabación efectuada con un DJI Mini 3 Pro el 26/04/2023.
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Aprovechando que estoy estos días por Santiponce, y que el día de ayer dio descanso a las lluvias que se esperan frecuentes estos días, salí a rodar un poco por Santiponce. Nada especialmente elaborado, Vía de la Plata, enlace con la estación de servicio de la Venta de Ana Velázquez, y vuelta por la Cañada Real de las Islas, y a Santiponce por la vía verde. Se notaba que había llovido recientemente, porque las ruedas tendían a transformarse en esos dónuts de arcilla, cosa que sucede cuando el terreno de la campiña sevillana ha alcanzado cierto punto de saturación, pero no el suficiente como para que sea un barrizal. El caso es que, volviendo por la cañada real, tuve la oportunidad de contemplar un bellísimo atardecer, con el sol ocultándose entre las nubes que algunas horas más tarde descargarían en la zona, pero que por el momento me estaban concediendo cuartelillo.
La foto está tomada con HDR, para que reflejara de manera más fiel los colores que se podían ver en el atardecer. Llegué a casa cansado, lleno de barro, pero enormemente satisfecho. Espero que os guste.
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El día de Todos los Santos realicé una buena etapa de XC por los alrededores de Santiponce con la bici de montaña de carbono. Me encontraba en Sevilla por razones de trabajo, y como ese día, festivo a la sazón, no tenía nada mejor que hacer, me dediqué a rodar todo lo que pude. Empecé a rodar un poco antes de las 9:00h, y la primera sorpresa fue la niebla. Niebla y frío. Hasta entonces, habíamos tenido días excelentes en Sevilla, pero esa mañana empezaba completamente otoñal. NO estaba mal, pero no era exactamente lo esperado.
Salí de Santiponce pasando junto a Itálica, para ascender hasta la Vía Verde. En esa zona la niebla era bastante intensa, aunque a medida que iba avanzando iba aclarando poco a poco, aunque sin llegar a desaparecer. Al llegar al Arroyo del Judío -seco a la sazón- la niebla abrió bastante, pero sin dejar aún ver el cielo azul.
Desde allí tomé la Cañada Real de la Isla, camino hacia Guillena. A medida que avanzaba hacia el norte y ascendía, iba empezando a salir de la niebla. A la altura de la mina de cobre, pude ver algo llamativo: el final de la niebla, con el día despejado hacia el norte, y una masa neblinosa hacia el sur. Aún iba a tardar algunas horas en deshacerse en el valle, pensé.
Dejada atrás la mina, descendí hacia Guillena por el sendero que va paralelo a la carretera. Al terminar la bajada, seguí hacia Guillena por la indicación del camino de Santiago, por donde continué hasta llegar a la gasolinera de Repsol. Allí me desvié a la izquierda, evitando entrar en Guillena, ya que mi idea era subir hacia Las Pajanosas. Pasé por el recinto ferial, y tomé la carretera que lleva a la cantera, primero, y después asciende convertida en camino en dirección a Las Pajanosas. En el extremo sur del campo de golf enlacé con la ruta del agua, por la que continué hasta llegar a la carretera de Las Pajanosas, a la altura del zoo. Ascendí por carretera, hasta Las Pajanosas. Continué sin determe en los bares de la entrada de la pedenía, con la idea de seguir sin parar en ascenso hacia El Garrobo, pero poco antes de salir de Las Pajanosas me lo pensé mejor, y paré en una placita para tomar algo de fruta, y descansar un poco. Pasaban ya de las 10 de la mañana, y llevaba unos 25 kilómetros en el cuerpo. Un tercio de la etapa, según mis cálculos. Y aún quedaba lo peor.
Tras el descanso, continué rodando, saliendo de Las Pajanosas por el camino que pasa por la urbanización abandonada, y tras cruzar por encima de la autovía, empieza a subir hacia El Garrobo por uno de los mejores tramos trialeros de la zona. Con un comienzo que tiene un breve tramo de bosque en galería, al poco empieza un descenso vertiginoso hasta un arroyo -lamentablemente seco- para después ascender en sucesivas rampas. Una delicia. No quise cebarme demasiado en la subida, teniendo en cuenta lo que tenía por delante, pero lo disfruté enormemente. Los charcos habituales -cinco en todo el ascenso- ya se habían empezado a formar, merced a las lluvias -ciertamente escasas- caídas en los días anteriores, que habían bastando para que hicieran acto de presencia. Culminé la subida un poco antes de las 10:45h, y sin detenerme, tomé la carretera que lleva a Gerena.
Al poco me alcanzó un pequeño grupo de carreteros, a los que me acoplé. No debían de ir demasiado rápido, porque no me costó demasiado ir a su ritmo, teniendo de cuando en cuando que refrenarme. E incluso en la subida tras el arroyo de Las Torres tuve que ponerme en cabeza para que no me rompieran la marcha. En fin, la cosa no duró mucho, porque no tardé en meterme por la trialera paralela a la carretera, y ahí ya se me fueron. Pero si quisiera ir por carretera, no llevaría una bici de montaña.
Tras una breve parada, continué el camino hasta Gerena, que atravesé, para salir por el sur, enlazando con la Ruta del Agua. Seguí por la misma, a un ritmo sorprendentemente bueno, hasta llegar al Pilón del Conti, donde hice una nueva parada. Me entretuve mirando el pozo, que tenía agua, aunque también bastante suciedad. De todas maneras, no tenía intención de beber. Ya lo había hecho una vez (que no me quedó más remedio porque me había quedado sin agua), y recuerdo el agua del mismo como bastante salobre. Llevaba, en cualquier caso, 45 kilómetros de mi recorrido, y no llegaban a ser las 11:30h.
Tras la pausa, continué rodando, en dirección a La Alondra. Al cruzar el viejo trazado del ferrocarril tuve la tentación de tomarlo para volver a Santiponce. Empezaba a estar algo cansado. Pero decidí continuar por la Ruta del Agua. El camino va este rato más en ascenso, con suaves subidas y bajadas hasta el cortijo La Bartola. Fue en esa zona donde empecé a notar las piernas algo flojas. Así que al llegar a la estación depuradora de La Alondra, hice mi última parada, para tomar algo más de fruta, y ver si me recuperaba. Pasaba ya de los 50 kilómetros.
No fue muy buena idea. Al volver a rodar, me seguía notando débil, y tuve que bajar un poco el ritmo. La verdad, es que los últimos 12 kilómetros del recorrido se me hicieron un pelín largos. Seguí por la Ruta del Agua, cruzando la carretera de Salteras, y la tachuelilla que hay justo después se me hizo dura. Al menos, ya estaba cerca de casa. Seguí rodando de manera relajada, hasta llegar a la vía del tren. Allí tomé la Cañada Real, para bajar -a buen ritmo- hasta la vía verde, que tomé para volver hasta Santiponce. Llegué a casa a las 12:35h, tras haberme metido entre pecho y espalda casi 70 kilómetros de buen recorrido rodador. Y aunque el final se me había hecho algo largo, había disfrutado tremendamente de la etapa. Aunque lo mejor vino después: la visita de mis padres, que decidieron venir a pasar la tarde conmigo a Santiponce. Un estupendo tercer tiempo para una gran etapa.
Datos de la etapa:
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Esta mañana he salido a rodar, después de algunas semanas algo inactivo, por las cercanías de Santiponce. Salía prácticamente sin un plan fijo, simplemente con idea de rodar para estirar un poco las piernas. Escogí para la etapa la Super BH L6000 gravel, a la que hace algunas semanas le había puesto un manillar nuevo, y que aún no había estrenado. Salí de casa pasadas las 8:00h, en dirección a la vía verde de Itálica. La seguí hasta el puente sobre el arroyo del Judío, y desde allí giré a la izquierda, par ascender por la Cañada Real de las Islas hasta alcanzar la Ruta del Agua. Entre una cosa y otra, ya había fraguado la idea: pasar La Alondra, y al llegar al cortijo de la Bartola, girar a la izquierda para ascender hasta la fuente de la Coriana. Dicho y hecho. Lancé la bici, me dediqué a pasar gente -tengo que admitir que la Super BH rodaba extraordinariamente bien-, e hice la subida como tenía previsto. La subida no fue nada mal, pero desde prácticamente la salida tuve problemas con la corona de 8 dientes que instalé hace algún tiempo. Los piñones extremos no iban mal, pero los intermedios saltaban. Algo que ni yo ni en la tienda de bicis habían terminado de solucionar.
Fue interesante ver que la fuente, pese al año tan duro de sequía que llevamos, siguiera manando agua. Una vez reemprendida la marcha, continué por pista hasta Salteras, evitando la carretera. Desde Salteras me decidí a dirigirme a la fuente de las Alberquillas, para ver su estado. No tardé demasiado en llegar, y al igual que en el caso anterior, seguía teniendo agua.
Tras dejar atrás la fuente, bajé en busca de la Ruta del Agua. Me sorprendió ver que se ha arreglado el camino, convirtiéndolo en una amplia pista. Estuve dudando en si volver ya a casa por la Ruta del Agua, pero al final me decidí a tomar la carretera que desemboca en la N-630 a la altura de la fábrica de ladrillos. Y, desde allí, pasé junto al cortijo de Palmarraya, para salir a la pista de Aljarafesa por la que pasa el Camino de Santiago. Desde allí, entonces ya sí, decidí volver a casa, sin grandes novedadas, mas allá de la constatación de que esa corona de 8 no acaba de ir fina, y que no voy a tardar en volver a la Shimano de 7. Mejor 7 piñones que vayan finos que 8 que no vayan.
Llegué a casa tras algo menos de 2 horas de rodar, en las que hice 42 kilómetros bastante agradables. Una buena manera de estirar las piernas.
Datos de la etapa:
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