Al hilo de mi anterior entrada sobre Pérez-Reverte, me hace gracia leer su artículo de esta semana en el XLSemanal, dedicado a Juan Marsé, recientemente galardonado con el Premio Cervantes de Literatura.
Recuerdo que, cuando le concedieron por fin el premio, le puse al viejo luchador un telegrama con estas palabras: «Enhorabuena, maestro. Todo llega al fin, incluso en este país de hijos de puta». Quise enviarlo por teléfono, pero la empleada se negó a aceptarlo. No podemos, dijo, aceptar telegramas telefónicos con palabras malsonantes. De nada me sirvió argumentar que no se puede calificar de malsonante el término que con mayor precisión histórica y social define, más o menos, a media España. La chica se mantuvo firme. Así que tuve que salir a la calle y buscar una oficina de Telégrafos.
Y es que las peleas de Pérez-Reverte con los aparatos telefónicos son míticas.
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