Este fin de semana he estado en Granada en la despedida de soltero de un buen amigo. Aparte de todas las barbaridades que se hacen -y bien hechas están- en una despedida, pude disfrutar de una magnífica mañana de domingo.
Desayuné unos excelentes churros con chocolate junto a la Catedral, y luego, paseando, remonté el curso del río Darro hasta el Paseo de los Tristes. Y allí, al sol de la mañana, estuve leyendo un buen rato sentado en el pretil del paseo, con el Darro a mi izquierda, cantarín, que lamía las faldas de la Alhambra mientras iniciaba su viaje hasta su encuentro con el Genil.
Una magnífica manera de acabar un gran fin de semana.
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