Hoy, hace apenas unos minutos, he dado por inaugurada la temporada piscinera de 2007. Normalmente suelo darme el primer baño en la piscina en torno al 1 de abril: me meto, me dan los siete temblores, y salgo del agua sin sensibilidad en los dedos de los pies, tras lo que no me vuelvo a meter hasta mediados de junio.
Este año, dado que a primeros de abril ni siquiera estaba en Córdoba, se ha postpuesto el chapuzón. Pero ya iba siendo hora.
Ah, sí: estaba fresquilla.