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27 sep 12 Etapa ciclista: Castillo de las Guardas – Cortafuegos – El Pedrosillo (09/09/2012)

El domingo 9 de septiembre volví a salir con mis compañeros de Sevilla. En esta ocasión se trató de una salida considerablemente más multitudinaria que la anterior: asistieron Sergio, que había demostrado un buen estado de forma en la etapa anterior, Rafa, que ese fin de semana se encontraba en Sevilla, Miguel, que se había estado preparando intensamente todo el verano en Granada, su amigo y vecino Ricardo, del Club Deportivo Tussam, y yo. Habíamos escogido realizar la etapa que realizamos -parcialmente- Rafa y yo en 2011.

Empezamos a rodar a las 9:00h, con una climatología que no cabe definir de otra manera que gallega: niebla, frío y humedad. La verdad, magnífico para rodar, pero no hacía sino recordar que el verano iba tocando a su fin. Encaramos la subida de la carretera del radar a un ritmo razonablemente tranquilo, pero que pronto empezó a dejar claro que Miguel iba como una moto, y que Ricardo no se quedaba atrás. Tomamos el desvío del radar y ascendimos por el camino, hasta llegar a la cerca que da entrada a la finca donde se alza. Allí volvimos a encontrar las marcas blancas y amarillas (sendero PR A-320), que nos confirmaron que íbamos por el trazado correcto. Atravesamos la finca, y tras encontrarnos con unas vacas, una guardesa nos confirmó que el camino era correcto, si bien al final de una bajada que teníamos que afrontar el camino discurría por la cerca de la derecha, no por la frontal. Hicimos la bajada, bastante divertida y con un buen nivel de agarre por la humedad, hasta llegar a la citada cerca.

Allí nos encontramos con un guarda que, tras unos intercambios de impresiones algo tensos al inicio, nos indicó el camino a seguir. Al parecer hay mucha gente que salta la cerca de frente, entrando en una finca que -según nos indicaba- es privada y no tiene camino público, discurriendo éste por su alrededor. Al no disponer de datos ni en un sentido ni en otro, y al permitirnos sus indicaciones llegar hasta nuestro punto de destino (Las Minas de El Castillo de las Guardas), fuimos por donde nos indicó. En efecto, en la zona las marcas blancas y amarillas habían desaparecido, pero las cancelas se encontraban abiertas al paso, tal y como el guarda nos había indicado. Pasamos por una zona de dehesa muy interesante, si bien tenía un pequeño problema: la gran cantidad de ganado que pastaba en ella. Tanto fue así que, asustadas por nuestra presencia, las reses poco a poco iniciaron una estampida que llegó a movilizar del orden de doscientas cabezas de ganado. Algo digno de verse, la verdad.

Tras pasar la finca de ganado, llegamos al camino que bordea el cerro que lleva a Las Minas del Castillo de las Guardas, justo a la altura de la fuente escondida (de cuya existencia, en ese momento, no tenía constancia). Entramos en la pequeña aldea, no sin antes detenernos para tomar la primera foto de la jornada, junto a la semiderruida iglesia minera.

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Atravesamos Las Minas y tomamos la carretera de Nerva, para abandonarla poco después camino de la aldea de El Peralejo. Fue una subida por carretera de algo más de 5 kms., en los que Miguel y Ricardo abrieron hueco rápidamente. Viendo que Sergio y Rafa se descolgaban, intenté ofrecerles primero una rueda para que pudieran enganchar, pero al no hacerlo, alcancé a Ricardo y Miguel para informarles de la contigencia. Pero Miguel no parecía por la labor de bajar mucho el ritmo, por lo que decidí acomodarme al suyo. Así pues, acabamos llegando a la par a El Peralejo. Unos minutos después llegaban Ricardo, primero, y Rafa y Sergio, después.

Hicimos un breve descanso, antes de afrontar lo peor. Y es que si la subida por carretera había sido dura, quedaba una verdadera pared de piedra por delante: teníamos que seguir ascendiendo por un muro de piedra, hasta la cima del puerto que tenía por buen nombre Puerto Mortal. Y es que lo era, sin lugar a dudas. Derrapando un poco en la salida logré afrontar el ascenso sin echar pie a tierra, al igual que Ricardo. Los demás sufrieron algo más, sobre todo al levantárseles la horquilla delantera. Y es que la pendiente no era para menos.

A partir de ahí teníamos por delante una bajada por pista pedregosa, primero, y cortafuegos, después. Miguel se llevó un susto en la pista pedregosa, dando con sus huesos en el suelo, sin más percance -por suerte- que magulladuras en los dedos de una mano. Tras ese tramo de pista salimos a un pequeño llano donde la pista se convertía en sendero, antes de dar con un cortafuegos que bajaba directamente hasta el arroyo de Peñas Altas. Un cortafuegos bastante engañoso, porque en su primer tramo no ofrece muchas dificultades, salvo una fastidiosa inclinación lateral, pero que en el tramo final es de los que obligan a bajar sillín y a no tirar demasiado de freno. Afortunadamente bajamos toda esa parte sin problemas.

Nos encontrábamos a esas alturas en una zona minera cercana a Nerva, aunque aún en la provincia de Sevilla. Habíamos cruzado el viejo trazado del ferrocarril minero de Nerva, y circulábamos por un sendero paralelo a la línea eléctrica de la zona norte de Huelva. Era un paisaje lunar, con una vegetación muy escasa, mucha piedra suelta, y grandes cortafuegos que atravesaban los cerros -ellos sí- cubiertos de pinos. Y no nos iba a quedar más remedio que subir por uno de ellos. Y así fue. A base de plato pequeño y piñón grande, Ricardo y yo afrontamos la subida del cortafuegos, que se hizo tremendamente dura. Pero era una subida en dos partes. Una primera pared para destrozarte, un pequeño descanso con descenso, y una segunda pared, algo menos dura que la anterior, que llevaba a la carretera de Nerva. Fue una subida muy dura, pero que afrontamos con calma y a ritmo, y que salvamos sin más incidente que una nueva caída sin consecuencias de Miguel.

Ya en la carretera hicimos una pequeña pausa para reabastecernos. Habíamos realizado la segunda de las cuatro subidas grandes que teníamos en el día, pero aún quedaban otras dos. No era cosa de reventar porque sí. Una vez finalizado el descanso, giramos a la izquierda, en dirección a La Aulaga, por la carretera, camino de nuestro próximo desvío. Recorrimos 1700 metros de carretera, antes de abandonarla por la derecha, por una pista que subía entre replantaciones de pinos por el cerro del Vicario. Allí giramos a la izquierda, camino de una antena de telecomunicaciones, donde nos hicimos una nueva foto. Para esas alturas del día, las nieblas se habían despejado, y el verano se volvía a dejar notar.

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Bajamos desde la antena hasta la carretera C-421, donde giramos a la derecha, en suave bajada. La recorrimos unos 500 metros, para desviarnos a la izquierda por una pista en bajada, que nos habría de llevar a uno de los lugares más bellos de la etapa: la cresta de la Sierra de Chiclana. Recorrimos una pista forestal que nos llevó en descenso por toda la cresta. A nuestra izquierda divisábamos la zona de La Aulaga, con sus plantaciones de pinos, y a la derecha la zona de dehesa del Puerto del Mochuelo. Era una zona espectacular.

Tras llegar al final de la pista, nos encontramos con dos alternativas: bajar hasta la casa del Jabonero por la misma pista que traíamos, y luego rodar por el Camino de los Camellos hasta el río Crispinejo, o bien acortar por un cortafuegos que bajaba por la Loma de la Dehesa directamente hasta el río. Y en vez de actuar como personas con sentido común, bajamos por el cortafuegos.

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Al principio la bajada no era especialmente complicada, era asumible, si bien la inclinación lateral hacía que fuera fácil acabar rodando por el suelo. Sin embargo, la cosa no tardó en ponerse complicada de verdad: una bajada con mucha pendiente, pendiente lateral, piedra suelta y roderas. Sólo Ricardo le echó valor para bajarlo casi entero.

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Tanto Miguel, Sergio y yo lo hicimos prácticamente entero andando. Rafa, por su parte, probó suerte. Pero se olvidó de regular su horquilla delantera en 120 mm. (la llevaba en 90 mm.) de recorrido, y acabó saliendo despedido por encima de la bici, con el resultado de magulladuras en el hombro, las manos despellejadas, y un fuerte golpe en la rodilla. Algo que le marcaría para el resto de la etapa.

Desde allí no teníamos muchas más alternativas. Tomamos una pista en paralelo al río (que se encontraba seco, pero que no dejaba lugar a dudas de que en las cercanías había minas de hierro, por el color óxido de su lecho) hasta dar con el Camino de los Camellos, que tomamos para cruzarlo. Subimos una loma para luego bajar, y tomar a mano izquierda un camino que nos habría de llevar directamente hasta la última parada de nuestra etapa: la aldea de El Pedrosillo. A esas alturas Rafa se estaba resintiendo bastante, por lo que tuvimos que acomodar el ritmo para hacérselo lo más fácil posible.

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Hicimos una última parada a la sombra, antes de afrontar la última subida del día. Se trataba de la misma carretera del radar que habíamos cogido al salir del Castillo de las Guardas, pero por su otra vertiente. Rafa empezó a sufrir sobremanera en esa subida a causa de la rodilla, así que no le quedó más remedio que parar, y pedirme que fuera a buscar su coche para recogerle. Ante ello, empecé a tirar con todo lo que pude para llegar al final de la etapa. Alcancé a Miguel, que se pegó a mi rueda, y ambos subimos a toda marcha hasta rebasar a Sergio y alcanzar a Ricardo, que nos esperaba en el cruce del radar. Allí bajamos los tres a toda velocidad hasta el Castillo, llegando al final de la etapa a las 13:40h, tras más de cuatro horas y media de recorrido. Sin pausa, cogí el coche de Rafa y volví sobre mis pasos, para recogerlo en la carretera de El Pedrosillo. De vuelta al Castillo de las Guardas, Ricardo, Miguel y Sergio nos esperaban en un bar, bebiendo zumo de cebada y comentando los avatares de la etapa que, pese a todo, había sido magnífica.

Los datos de la etapa son los siguientes:

  • Distancia: 39’600 km
  • Distancia (según el GPS): 40’107 km.
  • Tiempo de etapa: 2h 38m 31s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 4h 29m 01s
  • Velocidad media: 15’0 km/h
  • Velocidad máxima: 59’1 km/h
  • Pulsaciones medias: 137 pulsaciones/min
  • Pulsaciones máximas: 180 pulsaciones/min
  • Consumo medio de calorías: 970 kcal/h
  • Consumo máximo de calorías: 1390 kcal/h
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: 2h 57m 39s
  • Consumo total de calorías: 3667 kcal
  • Índice IBP de dificultad: 82AA

Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Castillo de las Guardas – Cortafuegos – El Pedrosillo

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