El sábado 15 de septiembre volví a hacer con mis amigos de Córdoba una de las etapas aerotransportadas que tanto son de mi gusto. En este caso, se trataba de volver a la zona de Cardeña, en la que ya he rodado en otras ocasiones. Pero esta vez había planeado una variación interesante: una etapa ralillera que nos habría de llevar, por la zona oeste del Parque Natural, hasta el pueblo de Fuencaliente, ya en la provincia de Ciudad Real. Cuatro fuimos los elegidos para la gloria: Jose, Javi Aljama, Mané y yo.
Para ello, nos desplazamos a Cardeña en dos coches, haciendo uso de mi portabicis, que tan buenos servicios me ha dado en los viajes a Galicia. Pero como a uno ya empiezan a fallarle las neuronas, me olvidé en Sevilla de coger los anclajes y cinchas de seguridad del portabicis, por lo que, a las 7:30h, hora a la que habíamos quedado para cargar los coches y subir a Cardeña, nos encontrábamos atando las bicis con cuerdas al dichoso portabicis, y rezando por que los nudos que estábamos haciendo aguantaran los 80 kilómetros de carretera que teníamos hasta Cardeña. Y hay que decir que aguantaron. Pero no había sido ese mi único olvido.
Había olvidado también mi casco ciclista, y el de repuesto que tenía en Córdoba había desaparecido. No me quedó más remedio que tirar de mi viejo medio huevo de cuando tenía 14 años, y empezaba en esto de dar pedales.
Llegamos a Cardeña a las 9:15h, con muy poco retraso sobre el horario previsto, pero un pinchazo en la bici de Javi, aún antes de empezar la etapa. Entre eso y que Javi no había desayunado, decidimos tirar la casa por la ventana, tomar un buen desayuno en la plaza del pueblo, y empezar a dar pedales con algo sólido en el estómago. Por ello, entre unas cosas y otras, acabamos empezando la etapa a las 9:50h, con casi una hora de retraso sobre el horario previsto. Salimos de Cardeña por la Vereda de Cardeña a Conquista, prácticamente en paralelo a la carretera de Villanueva. La zona tenía un paisaje de dehesa típico de la zona, aunque el camino estaba plagado de pequeñas trampas de arena. Nada especialmente complicado, comparado con las existentes en la zona de Aznalcázar, pero a las que mis compañeros no estaban acostumbrados. Estábamos haciendo una etapa plenamente ralillera y lo estaba disfrutando como un enano. Pronto dejamos la vereda de Conquista para tomar el Cordel de Villanueva, que se aproximó aún más a la carretera. Pronto llegamos a un cruce de caminos, con una indicación hacia Azuel. En un momento interpreté mal el GPS, y seguimos por el Cordel de Villanueva, pero pronto salimos del error, y tomamos la pista correcta, la indicada en dirección a Azuel.
El paisaje continuó con la misma dinámica: dehesa entre muros de piedra, pero con contínuas subidas y bajadas. Un trazado rompepiernas que empezaba a afectar a mis compañeros, pero en el que me sentía en plena forma. Fuimos pasando por diversas fincas, hasta llegar a un cruce llamativo, el de la finca Matapuercas. A partir de este punto iniciamos una bajada breve pero trepidante hasta la carretera de Conquista. Momentos antes de la bajada tuvimos que hacer una pequeña parada técnica: la horquilla de mi bici perdía aceite por la parte superior. podía ser un problema de retenes o de ajuste del cierre telescópico. Apretamos el ajuste con una llave allen, con lo que dejó de tirar tanto aceite, pero aun así, siguió teniendo fugas el resto de la etapa. Ya iban dos problemas mecánicos en apenas 14 kilómetros de etapa.
Una vez llegamos a la carretera giramos a la izquierda, en dirección Conquista. Teníamos que avanzar cosa de 1400 metros para después tomar un desvío a mano derecha, en dirección a Fuencaliente. Sin embargo, avanzando por la carretera, no vimos desvío alguno, salvo una gran cancela metálica de una finca. Avanzamos algo más por la carretera, pero estaba claro que nos habíamos pasado el desvío. Volvimos sobre nuestros pasos, y confirmamos que esa cancela era la entrada del camino que teníamos que tomar. Además, al encontrarse abierta, supusimos que el paso era libre. Libre pero peligroso, ya que pudimos ver manadas de toros bravos a ambos lados del camino que se iniciaba tras la cancela.
Atravesamos la cancela y preguntamos en una casa cercana a la entrada. Allí amablemente nos indicaron que no había problema de paso, y que tan sólo teníamos que tener cuidad de dejar cerradas las verjas que nos encontráramos al pasar, para evitar que el ganado se dispersara. Así, tranquilizados, continuamos por nuestro camino, que luego averiguamos que se llamaba el camino de la Loma de Villanueva, y que estaba señalizado como sendero PR, con sus marcas blancas y amarillas.
Seguimos avanzando por la pista, que en un momento determinado se transformó en una exigente subida, no tanto por el perfil, sino por la cantidad de cantos rodados que dificultaban el mantener el equilibrio. Pero así, a lo tonto, a lo tonto, acabamos entrando en Ciudad Real, contemplando al fondo los impresionantes picos que nos separaban de Fuencaliente.
Tras un rato de rodaje, la pista acabó desembocando en una carretera que conducía directamente a Fuencaliente, ascendiendo por un estrecho valle entre dos grupos montañosos impresionantes. Iba a ser la primera subida realmente exigente que íbamos a tener en el día, y por suerte íbamos a poder hacerla por asfalto. Para mi sorpresa nos encontramos con bastante tránsito en la zona, tanto de paseantes como de vehículos, y es que parece ser que en la zona hay algún tipo de establecimiento rural o similar, pero eso es algo que quedaría para otra ocasión.
Ascendimos, pues, el kilómetro y medio de carretera que nos llevó hasta la cota máxima de la jornada, a 807 m. de altitud, por una carretera con rampas del 10%. Fue en este punto cuando Mané fue visitado por el tío del mazo, empezando a sentirse realmente mal. Un mal sitio para ello, ya que estábamos en el punto más alejado de la etapa. Hicimos un rápido descenso de otro kilómetro y medio hasta Fuencaliente, donde realizamos una parada, en el mirador del pueblo, para comer algo y reponer fuerzas, antes de retomar la marcha. La zona nos enamoró, tanto por su belleza natural como por las enormes posibilidades que ofrece para el ciclismo de montaña. Apenas pasaba el mediodía cuando llegamos al pueblo.
Reanudamos la marcha pasadas las 12:30h, saliendo de una manera bastante abrupta del puedo, dejándonos caer por unas escaleras hasta el hogar del pensionista, y luego descendiendo por el trazado de la vieja carretera hasta la N-420. Apenas 1300 metros después la abandonamos, por un camino que surgía a nuestra derecha. Iba a empezar el tramo duro del día. Contínuas subidas y bajadas por fincas alejadas de cualquier rastro de vida humana, en el momento de más calor de toda la jornada. Ascendimos por el Camino de las Mestas, pero al llegar a las cercanías del derruido cortijo de los Doblares, equivoqué la lectura del GPS, y nos dirigimos en dirección sur, en vez de en dirección norte. Por suerte nos percatamos pronto del error, y un lugareño nos indicó que el camino que seguíamos (y nos habíamos planteado seguir) moría dos kilómetros más adelante, sin posibilidad sencilla de salir a una zona ciclable. Volvimos sobre nuestros pasos, y tomamos la senda adecuada.
Continuamos en dirección norte hasta las cercanías del cortijo de la Herrumbrosa, y allí giramos hacia el sur, por el Camino de los Rodeos. Irónicamente nos encontrábamos muy cerca del camino de Villanueva, que apenas unas horas antes habíamos seguido hacia Fuencaliente. Pero esta vez tocaba ir en dirección sur. Descendimos un valle, que nos llevó hasta el nacimiento del arroyo de los Términos, frontera natural entre Ciudad Real y Córdoba. Y pese a que toda la zona se encontraba particularmente seca por las prácticamente nulas lluvias caídas desde el invierno, esta zona conservaba algunos pastos verdes y algo de vegetación de ribera. Eso nos dio una idea de lo que podría ser la zona de ser visitada en invierno o en una primavera lluviosa: sin duda, algo excepcional.
Pero como decía, habíamos tenido que descender al valle. Y como todo descenso que se precie, nos tocaba ascender por el lado contrario. Una subida que a esas alturas se nos empezaba a atragantar, sobre todo por lo que nos encontramos a media subida: una manada de toros, con sus vacas y sus terneras, plantadas en mitad del camino. Y que ni se apartaban ni dejaban de mirarnos. No nos quedó más remedio que armarnos de valor y circular junto a ellas con la mayor tranquilidad del mundo. Porque pocas cosas hay más peligrosas en el campo que una vaca recién parida que crea que amenazas a su ternera. Afortunadamente, cruzamos sin mayor percance.
Poco después del encuentro con las vacas llegamos al cortijo de Pedro de la Huerta, que se hallaba bastante rehabilitado (a diferencia de otros encontrados en la zona), y en el que encontramos una edificación que no pudo menos que llamarme la atención:
No tengo una explicación para lo que pudo servir esa estructura, pero si alguien lo sabe, le agradecería mucho que me lo aclarara. Parecía una especie de almacén, pero con una puerta de entrada sumamente baja. Tal vez fuera un corral para animales, o alguna especie de fresquera. Allí nos volvimos a agrupar, pues había seguido tirando demasiado fuerte, y había dejado atrás a mis compañeros. A esa hora recibí una llamada de Ana. Se encontraba ya en Cardeña, a donde se suponía que nosotros tendríamos que estar a punto de llegar. Sin embargo, estábamos al menos a una hora de camino de allí. Al ver las equivocaciones y el retraso que íbamos acumulando, había intentado comunicar con ella para hacer que saliera de Córdoba más tarde, pero no tuve suerte, al haber poca cobertura, y ya haber salido de Córdoba cuando por fin conseguí llamar. A la pobre no le quedaba otra que esperar un rato.
Desde el cortijo de Pedro de la Huerta apenas había 1500 metros de distancia hasta la carretera de Conquista. Llegamos justo a la zona en donde habíamos desembocado a la ida. Pero esta vez giramos en dirección este, hacia Azuel. Nuestra idea original era llegar hasta Azuel y allí tomar el cordel de Cardeña a Fuencaliente, y volver por él hasta Cardeña. Sin embargo, pasaban ya de las dos de la tarde, y apenas teníamos agua. Avanzamos a todo ritmo hacia Azuel, y nos detuvimos en el desvío, para decidir qué hacer. A ninguno nos quedaba agua, y teníamos que hacer la que era la segunda subida más dura del día, y llevábamos acumulados 52 kms. de etapa en las piernas. Las alternativas eran, por tanto, hacer la subida del Cordel sin agua y volver directamente a Cardeña, o bajar hasta Azuel, reabastecernos de agua, y volver por carretera. Por una vez actuamos con sentido común y escogimos esta última opción.
Por desgracia, no encontramos fuente alguna en Azuel donde poder saciar nuestra sed, aunque por fortuna encontramos un bar abierto, donde dimos buena cuenta de las reservas de Acuarius de las que disponían, y donde amablemente nos llenaron los camelback. Sin embargo, cometimos el error de refrescarnos la cabeza con el agua de la fuente ornamental de la plaza donde estaba el bar. Era agua de circuito cerrado y parecía llevar allí meses, con un sospechoso olor a poza estancada. Por suerte, fui el que menos se refrescó con ella, con lo que la cosa se saldó con un mero picor en el cuero cabelludo y un escozor en los ojos.
Salimos de Azuel a las 14:45h, por la N-420. A sugerencia de Mané y los demás, me adelanté todo lo que pude para llegar lo antes posible a Cardeña, y coger mesa en el restaurante donde íbamos a comer, no fuera a ser que cerraran la cocina. Así pues, me puse a tirar con todo en los siete kilómetros que nos separaban de Cardeña. Los tres primeros kilómetros, de subida contínua, se me hicieron bastante duros, pero pude mantener una media de 13 km/h, lo que a esas alturas de la fiesta no estaba nada mal. A partir de ahí, tuve un par de kilómetros de falso llano hasta el desvío de Cardeña, donde puse toda la carne en el asador, alcanzando los 35 km/h, para finalmente entrar en Cardeña por su parte norte, por donde habíamos salido a mñas de cuatro horas antes. Llegué a la plaza del pueblo, donde Ana nos esperaba tomando una cerveza, a las 15:07h. Javi llegó 3 minutos después, y cinco más tarde lo hizo Jose. Mané, que pese a todo había aguantado la visita del tío del mazo como un auténtico héroe, llegó 10 minutos después.
Mientras tanto, Ana y yo habíamos conseguido mesa para comer. Nos pegamos un excelente homenaje a base de salmorejo, flamenquines, lomo de corzo al jerez y presa ibérica, aparte de disfrutar de unos excelentes postres caseros y uns magníficos cafés. Eso, y tres jarras de agua y dos de vargas. Y es que el calor del día nos había dejado achicharrados, como pudimos contemplar esa misma tarde.
Pero pese a todo, fue una impresionante etapa que abrió una nueva planificación para el club: hacer al menos una vez al mes una etapa aerotransportada. ¿Cuál será la próxima? Probablemente Zuheros.
Los datos de la etapa son los siguientes:
Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Cardeña – Fuencaliente – Azuel
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