No es la primera vez que hablo de ellas, aunque tampoco les haya dedicado toda la atención que se merecen. Cuando vivíamos en Irlanda descubrí una gran cantidad de cervezas interesantes, pero quizás la que recuerdo con más cariño es la Guinness Dublin Porter embotellada. Tuve ocasión de hablar de ella cuando el Real Madrid ganó la Undécima Copa de Europa, merced a que fue mi primera celebración de una Copa de Europa sin Paulaner. Pero es que la cerveza lo vale. Cuando volvimos, pensando -acertadamente- que me sería difícil dar con ella fuera de la Isla Esmeralda, traje con nosotros un pequeño cargamento de estas cervezas.
Se trata de la Guinness Dublin Porter. Es una cerveza basada en las primeras recetas de Arthur Guinness, si bien algo adaptada a los gustos modernos. Tiene un interesante sabor a caramelo, y es una estupenda variedad de Porter. Cuidé de mi pequeño alijo como si se tratara de oro en paño, y fui abriendo una de cuando en cuando, desde 2017 hasta hoy. Y es que -esta noche- he abierto la última que me quedaba:
Sí, traída de Irlanda en 2017. Lo que significa que era muy, muy veterana:
Aún así, tenía un sabor estupendo. Lo ideal para una noche de verano. Y como no podía ser menos, no he podido menos que degustarla en su correspondiente vaso de pinta.
Estas cervezas no se encuentran en España. Lo que me parece una excusa perfectamente válida para planificar un viaje a Dublín.
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Hoy hemos estado, aprovechando que tengo una visita de unos familiares, visitando la fábrica de cervezas Guinness. Es una de las visitas clásicas, que no se pueden dejar de hacer cuando vienes a -o estás en- Dublín, pero que por un motivo u otro siempre habíamos postpuesto. Hasta hoy.
La visita consiste en un recorrido por una antigua planta de fermentación de la fábica, que estuvo operativa entre 1904 y 1988. El recorrido, que avanza a lo largo de 7 niveles por la planta de fermentación, proporciona una completa visión de cómo se elabora, transporta, publicita y consume la cerveza a lo largo de todo el mundo, así como proporciona una breve historia de la familia Guinness y su relación con Dublín.
También contiene varios bares y restaurantes, donde es posible degustar un buen estofado de ternera con salsa de cerveza -Guinness, cómo no-, y de otras recetas preparadas haciendo uso de la cerveza. Y como postre, una degustación en el mirador más alto -el Gravity Bar- de la ciudad de Dublín, lo que permite disfrutar de unas buenas vistas de todo el entorno.
Recomendable visita, que no hay que postponer (como nosotros hemos hecho) mucho tiempo.
Hoy me he tomado el desayuno de los campeones: una pinta de Guinness y una rebanada de pan con mantequilla.
No es un mal desayuno, pero sinceramente, prefiero mi habitual tazón de leche con cereales.
Sin embargo, es un desayuno que tiene su lógica desde el punto de vista histórico. Si nos hacemos a la idea de un desayuno del siglo XVIII, especialmente en entornos urbanos, nos encontramos con lo siguiente: un suministro de leche, cuanto menos, deficiente, que no llega más que a las clases altas, por un lado. Y por otro, un suministro de agua escaso, de poca calidad, y evidentemente sin tratar. Así que por un lado tenemos poca leche, y por otro lado agua que lo menos grave que puede causar es una descomposición intestinal. ¿Qué es lo que nos queda? Pues bebidas con cierto contenido alcohólico, que evitan esa clase de inconvenientes.
Recuerdo haber visto hace algunos meses un reportaje sobre un británico que había abierto en Cantabria una cervecería tradicional. Y el buen hombre comentaba que históricamente en las Islas Británicas el desayuno consistía precisamente en eso, en una cerveza y una rebanada de pan con mantequilla, que hacía crecer a los jóvenes fuertes y mantenía a los viejos saludables. Costumbre, según él, que había desaparecido con la perniciosa introducción del té en las costumbres británicas.
Con respecto a lo anterior, es una evolución lógica. Para hacer el té es necesario hervir agua, lo que automáticamente elimina la mayoría de los gérmenes del agua. Ya tenemos uno de los problemas anteriores eliminados. Y en el caso de España, siempre ha sido más popular el café que el té, pero la idea es la misma.
Pese a todo, contra lo que pudiera parecer, la costumbre de desayunar a base de bebidas alcohólicas no ha sido tan ajena a España de lo que pudiera parecer. Ana aún recuerda a compañeros suyos de colegio cuyo desayuno consistía en unha cunca de viño con rosquillas. Eso en plenos años 80, en la Galicia rural. Y eso que el buen agua y la mejor leche nunca ha faltado en Galicia…
En resumen, el desayuno de los campeones no está mal, pero puestos a elegir, me quedo con mi tradicional desayuno. Y puestos a variar, prefiero una media con aceite y tomate triturado.