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23 nov 10 Vía de la Plata. Etapa 3: Mombuey – Lubián

Esta entrada es la parte 4 de 8 de la serie Camino de Santiago 2010

La tercera etapa de la Vía de la Plata, que realizamos el día 2 de agosto, arrancó al filo de las 7:30h de la mañana de Mombuey, junto a su curiosa iglesia.

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La mañana se presentaba fría, con apenas 14ºC en el arranque de la etapa. Y eso, con indumentaria de verano, son muy pocos grados:

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Y el primer tramo del recorrido no hizo mejorar las cosas. Llegamos a medir en nuestro rodar por la N-525 un mínimo de 12’5ºC. En estas condiciones, y siempre por la N-525, fuimos pasando junto a un rosario de pequeñas poblaciones zamoranas de la comarca de Sanabria: Valdemerilla, Cernadilla, San Salvador de Palazuelos, Entrepeñas, Asturianos, Remesal… La primera parada del día la hicimos en Otero de Sanabria. Nos detuvimos en la iglesia del pueblo, y aprovechamos para echarnos algo al estómago.

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Me llamaron la atención dos cosas en la iglesia. La primera de ellas fue una curiosa representación de almas en el purgatorio. Me llamó la atención porque, con el frío que hacía, bien a gusto hubiéramos estado entrando un poco en calor en esas llamas tan apetecibles en ese momento:

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La segunda de ellas fue la curiosa sucesión de ménsulas de la nave principal. Mejor ver la imagen a todo su tamaño para apreciarlo mejor:

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Retomamos el camino una vez saciados, para interrumpirlo justo a la salida del pueblo. El motivo para ello no era baladí: nos encontramos con el impresionante santuario de Nª Sª de los Remedios, patrona de la comarca de Sanabria. Valía la pena detenerse un momento para contemplarlo tranquilamente. Eran las 9:15h de la mañana.

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No transcurrió ni demasiado tiempo ni distancia antes de la siguiente parada. La realizamos a las 9:45h en las estaciones de servicio existentes junto al Alto de Castro, junto a Puebla de Sanabria. Estas estaciones son bien conocidas por los viajeros en autobús a Galicia, ya que son punto de parada obligado junto a Puebla de Sanabria. También son conocidas porque una de ellas tiene junto a su entrada una cabina telefónica británica, que hace las delicias de los turistas, pese a su lamentable estado de conservación:

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En esta parada aprovechamos para avituallarnos con el bocadillo y la naranja con la que nos habían agasajado en el hostal en el que estábamos parando en Puebla de Sanabria. Un detalle que tienen con los peregrinos, y que es enormemente de agradecer. La pena es que una de las bolsas en las que estaban envueltos era una bolsa de charcutería, que desprendía un desagradable olor a carne putrefacta, y que le tocó a Pablo sufrir.

Antes de partir de nuevo, aprovechamos para tomar algunas tomas de Puebla de Sanabria desde el Alto, en una zona de robles.

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Sobre las 10:15h volvimos a dar pedales. La temperatura era más agradable, y por no variar, seguimos rodando por la N-525. El perfil de la etapa tampoco deparaba grandes alteraciones: seguía siendo prácticamente plano, una vez pasado algunos toboganes cercanos a Puebla de Sanabria. Pero sabíamos -era bastante obvio- que el plato fuerte de la jornada aún no había llegado. Y es que era difícil de olvidar, ya que se alzaba ante nosotros desde el comienzo de la etapa, si bien a partir de Puebla era realmente evidente: la subida del Padornelo. La entrada a Galicia. Una subida hasta 1400 m. de altitud, 400 de ellos desde el último pueblo en llano, Requejo. Todo ello en 12 kilómetros de asfalto.

En Requejo, precisamente, hicimos la última parada antes de afrontar la subida. Apenas lo justo para abastecernos de agua y charlar un poco con un lugareño de avanzada edad que nos animaba diciéndonos que era duro, pero no para tanto, ya que él lo subía a diario en bicicleta pese a su edad. Y con esos ánimos, afrontamos la subida. Fue larga y calurosa. El frescor que habíamos llevado toda la mañana nos había abandonado, y las temperaturas subieron hasta los 29ºC antes del mediodía. Pero no la hicimos especialmente dura. Nos limitamos a coger un ritmo tranquilo y subir cómodamente. Eso sí, aún a un ritmo tranquilo, había algunas rampas escalofriantes.

Coronamos la cima del puerto apenas pasado el mediodía. Cima que, curiosamente, se hallaba bajo tierra, ya que ésta correspondía con el viejo túnel del Padornelo. Curiosamente en toda la subida sólo nos pasaron dos vehículos. Un camión de reparto en el único puente de la subida, y un viejo Mercedes en el interior del túnel. No se me ocurren dos lugares peores, la verdad.

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Tras reagruparnos en la cima del puerto, emprendimos el descenso hasta nuestro fin teórico de etapa: el pueblo zamorano de Padornelo. Llegamos en un rápido descenso. Mientras esperábamos que Ana nos recogiera con el coche, aprovechamos para refrescarnos con el agua de un manantial que salia ¡helada! La verdad sea dicha, no había mucho más en el pueblo. Eran las 12:30h. Habíamos tardado una hora y media en hacer la subida.

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Cuando llegó Ana, ésta se percató de que había cometido un pequeño error: había olvidado en el hostal el portabicis, de tal manera que tendría que volver a bajar para recogerlo y poder cargar las bicis en el coche. Dadas las circunstancias y que aún teníamos bastante mañana por delante, decidimos prolongar la etapa hasta Lubián, el último pueblo de Zamora antes de entrar en Galicia.

Emprendimos el descenso por la inevitable N-525, aunque no tardamos mucho en abandonarla, ya que su trazado se pierde bajo la Autovía de las Rías Bajas. Lamentablemente no abandonamos el asfalto, ya que tomamos la vieja carretera de Villacastín a Vigo, hoy en día comarcal. Esta carretera nos llevó en un vertiginoso descenso por bosques de robles, brezos y pinos junto a las poblaciones de Aciberos, Hedroso, y por último Lubián. Hubiera sido de desear el poder haber realizado el descenso entre Aciberos y Lubián por camino, pero sus condiciones trialeras, pese a su gran belleza, no lo hacían aconsejable para mi padre. Eran apenas las 13:15h y habíamos recorrido 58’4 kms. (según mi velocímetro) desde el inicio de la etapa.

Esperamos a que Ana llegara al pueblo, tiempo que aproveché para intentar que me sellaran las credenciales. Primero en la iglesia, en la parte baja del pueblo, sin éxito. Luego en el Ayuntamiento, en la parte alta. De nuevo sin éxito. Después en el cuartel de la Guardia Civil, más arriba aún, y sin éxito para variar, y por último en el ambulatorio. Algo más abajo, y esta vez sí, con éxito.

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Ana llegó al filo de las tres de la tarde, maldiciendo los caminos de cabras a los que llamaban carreteras por esos lares. Almorzamos en un restaurante frecuentado por obreros, lo que suele ser una buena indicación (especialmente por la relación calidad/precio). No nos equivocamos. De vuelta a Puebla de Sanabria, nos homenajeamos con una bien merecida siesta.

El resto de la tarde lo empleamos haciendo turismo. Subimos hasta el lago de Sanabria, donde nos bañamos. Una curiosa experiencia. Es la primera vez -que yo recuerde- que me baño en un lago.

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Por último nos atrevimos con la subida a la laguna de los peces. Ahí ya no estaba el tiempo, ni el agua, como para atreverse a bañarse.

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Volvimos a Puebla de Sanabria ya cayendo la noche. Dado que nos lo habíamos ganado, esa noche tomamos una cena contundente: una sopa sanabresa que hubiera dado de comer a un regimiento.

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El recorrido de la etapa en Google Maps (registrado con el móvil de Pablo), fue el siguiente:


Ver Vía de la Plata. Etapa 3. Mombuey – Lubián (02/08/2010) en un mapa más grande

Datos de la etapa:

  • Distancia (según la guía): 56,6 + 7,6 km.
  • Distancia (según mi velocímetro): 58,409 km
  • Tiempo de etapa: 4h 2m 58s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 5h 26m 14s
  • Pulsaciones medias: 106 pulsaciones/m
  • Pulsaciones máximas: 161
  • Consumo medio de calorías: 690 kcal/h
  • Consumo máximo de calorías: 1240 kcal/h
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: 1h 39m 31s
  • Consumo total de calorías: 3403 kcal
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24 ago 10 Panorámica del Lago de Sanabria

En la segunda y tercera etapa de la Vía de la Plata nos hospedamos en Puebla de Sanabria, un precioso pueblo, capital de la comarca de Sanabria, conocida en todo el país por el lago de (¿cómo lo has adivinado?) de Sanabria. Después de la tercera etapa disfrutamos en el lago de un merecido descanso -con baño incluido-, que fue acompañado de una excursión hasta la Laguna de los Peces. Durante la subida, pudimos contemplar la siguiente panorámica del lago:

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La imagen está compuesta a partir de varias fotografías enlazadas con el programa autostitch.

El lago, por su parte, es fuente de abundantes leyendas. Quizá la más conocida es la siguiente, tal como aparece redactada en la Wikipedia:

Una de las leyendas más famosas, quizás por ser premonitoria de la catástrofe ocurrida en Ribadelago, es la que narra el origen del Lago. Cuentan que un buen día llegó a la aldea de Villaverde de Lucerna un peregrino pidiendo limosna, y al que nadie le atendió, salvo unas mujeres que estaban cociendo pan en el horno de este pueblo. Éstas se apiadaron del él, y le dejaron entrar en la sala del horno para que pudiera guarecerse del intenso frío y saciar su hambre con algo más de masa que pusieron en el horno. La masa que introdujeron en el horno creció tanto que finalmente el pan se salió del horno y, las mujeres, sorprendidas ante este hecho, escucharon de boca del peregrino, que resultó ser Jesucristo, el castigo que iba a implantar al pueblo ante su falta de caridad: inundaría la aldea, por lo que debían de huir de sus casas para refugiarse en el monte. Seguidamente el hombre clavó su bastón en el suelo diciendo:

“Aquí clavo mi bastón
aquí salga un gargallón
aquí cavo mi ferrete
que salga un gargallete.”

El agua brotó a borbotones anegando el pueblo de Villaverde, salvándose de las aguas tan solo el horno, que conforma hoy en día la pequeña isla que hay en el Lago.

Sigue contando la leyenda que los vecinos de los alrededores quisieron sacar las dos campanas de la iglesia hundida, empleando para ello a dos jatos que estuvieran bien alimentados. Sin embargo a uno de ellos le había ordeñado a la madre y no había podido mamar, derramándose parte de la leche ordeñada por el lomo del animal. Este finalmente no pudo sacar la campana del fondo del Lago y el bien alimentado le decía:

“Tira buey bragau
que la leche quí ordeñarum
por el llomu le fue echau
Ven aquí bragau.
-No puedo, quíestoy ordeñau, le contestó”

La campana que se hundía le decía a la otra que salía:

“Tu te vas, Verdosa,
yo me quedo Bamba
y hasta el fin del mundo
no seré sacada”

Y esta es la campana que los hombres de bien pueden oir repicar desde el fondo de las aguas la noche de San Juan.

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