Grabación de las ruinas del pueblo y castillo de Castrotorafe (Zamora), efectuadas el 6 de diciembre de 2023. Castrotorafe fue una población existente entre el siglo XII y el siglo XVIII, emplazada en un vado junto al río Esla. La población creció en importancia desde el siglo XII en adelante, cuando su ubicación estratégica junto a la Vía de la Plata y el mencionado vado (donde se construyó un puente) la hicieron prosperar. Esta prosperidad se mantuvo hasta el siglo XVI, cuando pierde su importancia, ya decreciente tras la época de los Reyes Católicos, y agudizada tras el derrumbe del puente antes mencionado. La villa queda completamente abandonada y el castillo arruinado tras el siglo XVIII.
La muralla de la villa y el castillo fueron declarados Monumento Nacional en 1931, si bien se encuentran en muy mal estado de conservación, por lo que han sido incluidos en la Lista Roja de Patrimonio en Peligro.
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Ayer estuvimos en el pueblo zamorano de Tábara, al que tengo especial cariño por ser una de las paradas de la Ruta de la Plata que hacemos con bastante frecuencia, tanto en coche como en su día en bicicleta, camino de Santiago. Es un pueblo especial, con una iglesia cuyo campanario no deja a nadie indiferente. Y es que su origen es monástico, vinculado a un monasterio vinculado con el rey Alfonso III, donde se produjo el Beato de Tábara o libro del comentario del Apocalipsis. Y como no podía ser menos, no me resistí a grabarlo a vista de dron:
Grabación de la Iglesia de Tábara (Zamora) y del pueblo efectuada el 07/10/2023 con un dron DJI Mini 3 Pro.
Música:
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El Jueves Santo, dos de abril de 2015, emprendimos la que sería la última de nuestras etapas de la Vía de la Plata entre Mérida y Zamora. Y como colofón a nuestro recorrido nos marcamos una etapa que fue un digno final a nuestro rodar: una etapa sin escalas entre Salamanca y Zamora. 65 kilómetros, de Catedral a Catedral.
Salimos a dar una vuelta mañanera por Salamanca, con la idea de tomar un buen chocolate con churros en la cercana Chocolatería Valor. Pero no habíamos calculado que, por ser Jueves Santo, podría estar cerrada, como así era. Nuestro gozo en un pozo. Al menos pudimos tener una buena visita al corazón de Salamanca, sin gente por la calle. Eso incluía, de nuevo, la Universidad…
…y la Casa de las Conchas.
Al final acabamos desayunando en un mesón extremeño que acababa de abrir, justo junto a la entrada del Hostal. Tras desayunar, recogimos bártulos, y empezamos a rodar al filo de las 9:15h, desde la Plaza Mayor.
Salimos en dirección norte por la calle de Zamora. Una clara señal de que estábamos transitando por una de las calles más antiguas de Salamanca. Caminos, más bien, absorbidos por el crecimiento urbano. La mañana, siguiendo la tónica de este viaje, estaba despejada, y bastante fría, rondando los 5ºC. En esta ocasión decidimos recorrer, de manera íntegra, la etapa por asfalto, siguiendo el trazado de la N-630. Merecía la pena llegar con tiempo a Zamora, y dado que el trazado más fiel de la vieja vía Romana se encuentra bajo la propia Nacional, no había nada mejor que Zamora que nos hiciera merecer la pena ir por el trazado indicado del Camino.
La etapa iba a tener dos grandes zonas diferenciadas: un primer tramo de llanura castellana, de inmensos campos, con apenas cambios de nivel, y que se extendería durante 40 kilómetros, y un descenso final por el valle del Duero hasta la misma Zamora. Con esta tipología en mente, empezamos a rodar. Dejamos atrás Salamanca, pasando junto al Estadio Helmántico, y no tardamos en alcanzar la cercana población de Aldeaseca de la Armuña. Seguimos avanzando por una zona a medio camino entre población rural dispersa y barrios satélites de Salamanca, hasta que llegamos a Calzada de Vandunciel. Sin detenernos, seguimos avanzando, siempre hacia el norte, por la N-630. Pasaríamos junto al Castillo del Buen Amor, la prisión de Topas, y, no mucho tiempo después, llegamos a la única parada de la jornada: El Cubo de Tierra del Vino, primera población zamorana viniendo desde Salamanca.
Tras tomar café y cola-cao en el bar del pueblo, seguimos en dirección Zamora, pasando junto a la Iglesia de Santo Domingo de Guzmán. Ignoramos las flechas amarillas, que en este tramo marcan el Camino coincidiendo con la vieja vía de tren entre Salamanca y Zamora, y seguimos rodando por la Nacional. Iniciamos un suave ascenso, que nos habría de llevar hasta la cota máxima de la jornada, 876 metros de altitud, y que marcaría el fin de la planicie castellana, para dar inicio al veloz descenso por el valle del Duero. Pasamos junto al pueblo de Peleas de Arriba, conocido por ser el lugar de nacimiento del Rey Fernando III el Santo. Pasamos por las poblaciones de Corrales del Vino y Morales del Vino, esta última antesala de Zamora, a la que no tardamos en llegar. Eran las 13:25 horas cuando entrábamos en Zamora.
No tardamos en llegar al Puente de Piedra, del siglo XIII, y lugar de entrada a Zamora, salvando el río Duero. Habíamos llegado.
Una vez cruzamos el Duero, giramos a la izquierda, para ascender hasta la mismísima Catedral, para tener un final de etapa inmejorable:
Habían sido 64’2 kilómetros en 3 horas, 54 minutos y 9 segundos. Y llegamos justo cuando terminaba una procesión en la Catedral.
Tras nuestra arribada a Zamora, bajamos en dirección al Casco Histórico, a fin de buscar un sitio donde almorzar. Pero debido a la finalización de la procesión, la zona se encontraba atestada de gente. Así que optamos por comprar algo de pan, fiambre y queso en un colmado, y nos hicimos unos bocadillos, que degustamos junto a la iglesia de la Magdalena.
Después, tomamos un café en un bar cercano, y volvimos a la Catedral, donde visitaríamos el Castillo de Zamora y la propia Catedral.
Por la tarde, y antes de dirigirnos a la estación de autobuses, hicimos una rápida visita por la ciudad. Nos detuvimos un rato junto a la Iglesia de Santa María de la Horta:
Tras esto, no nos quedó sino dirigirnos a la Estación de Autobuses, donde nos aguardaría un buen rato de espera.
Mi padre, el auténtico héroe de todo este viaje, tomó por la noche un autobús de vuelta a Sevilla, para posteriormente tomar un tren a Córdoba, y salir, el Viernes Santo, de procesión con la Cofradía de la Virgen de los Dolores. Yo, por mi parte, esperé en la estación hasta las 3 de la mañana, para tomar el autobús que me conduciría a Pontevedra, donde habría de pasar el resto de la Semana Santa. Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado…
…o no exactamente. Este trayecto forma parte de un proyecto personal que arrancó en mi mente, allá por el año 1998, consistente en recorrer en bici la distancia que separa Córdoba de Santiago de Compostela. Durante algunos años estuve dando la tabarra a amigos y familiares con ello. Finalmente, 17 años después, tras dividir el trayecto en tres bloques, había cumplido uno de mis sueños de adolescencia:
La siguiente imagen es una panorámica del embalse de Ricobayo. Está compuesta a partir de una serie de fotografías que tomé durante la primera etapa de mi reciente Camino de Santiago, de Zamora a Tábara:
El trazado del Camino pasa junto al embalse, serpenteando entre las carreteras N-630 y N-631. Es desde ahí donde están tomadas las imagenes que componen la panorámica.
Al fondo de la imagen pueden apreciarse las ruinas del castillo y del poblado de Castrotarfe.
Afirmaba Cecil B. DeMille que una película debía empezar con un terremoto, para después ir creciendo en acción. Si algún director tuviera que firmar la película de nuestra primera etapa, el Sr. DeMille se habría prestado gustoso a ello. Marcada por incidentes previos, fue una etapa sumamente complicada.
Los incientes previos consistieron en un accidente de tráfico de mi apadre, durante su ultimo día de entrenamiento previo, que se saldó con una puerta de un coche rota, la suspensión de la bici hecha añicos, y heridas leves en barbilla y rodilla. Por mi parte, tuve sendas lesiones en los gemelos durante el entrenamiento previo. Y Pablo, que se había librado misteriosamente de incidentes previos, tuvo su cuota de desgracia en dos partes: la primera, en la víspera de la etapa, en la que se clavó en un muslo un diente del plato de su bici, y a la mañana siguiente, donde descubrimos un pinchazo que se había incubado en Córdoba, en nuestra etapa del fin de semana anterior.
Comienzo de etapa. Nos las prometíamos muy felices...
Teníamos previsto salir del hotel a las 8:00h, pero por el pinchazo anterior, no pudimos hacerlo hasta las 8:20h. Salimos de Zamora por la carretera de La Hiniesta, en donde continuaron los incidentes. Perdimos la indicación de la Vía, y continuamos 3 kms. por la carretera, desviándonos de nuestro itinerario. Cuando nos percatamos de ello, tuvimos que desandar esa distancia, acumulando kilómetros a la etapa.
El Camino transcurría alternando pistas de tierra paralelas a la N-630, y tramos en los que recorríamos la propia Nacional. Mantuvimos esta dinámica hasta Montamarta, primera parada del día, donde aprovechamos para tomar algunos refrescos. Y aquí nos dimos cuenta de otro pequeño desastre: habíamos planificado registrar la etapa con el móvil Android de Pablo mediante el software SportsTrackLive, pero por error, pese a activar el programa e iniciar la conexión GPS, no empezamos a registrar la etapa.
Parada en Montamarta
Tras la pausa, continuamos recorriendo la N-630, alternando tramos de pista, antes de llegar a la bifurcación con la N-631. Desde allí descendimos hasta alcanzar el nivel de las aguas del pantano de Ricobayo, desde donde pudimos contemplar por primera vez las ruinas del castillo y despoblado de Castrotarfe.
Ruinas de Castrotarfe
Y aquí, de nuevo en el recorrer de nuestros Caminos, y por vez primera en la Vía de la Plata, tuvimos que soportar el que nos quisieran sacar de un pequeño tramo de carretera, dando un enorme rodeo por camino: en este caso, recorriendo los límites del pantano. Bonito desde el punto de vista estético, pero fastidioso desde el punto de vista de la lógica del trazado.
Poco después llegamos, de nuevo por la N-630 hasta las cercanías de las ruinas de Castrotarfe. Y en ese momento, en mi caso, se desencadenó el desastre: llevaba notando desde hacía un rato un extraño en la rueda trasera. Pablo me hizo notar que oscilaba demasiado. Cuando paramos para ver cómo se encontraba, pude ver que tenía dos radios rotos. Y del lado de la corona. Apenas llevábamos 30 kilómetros de Vía de la Plata, y por segunda vez en mi vida de ciclista, había roto radios. La primera vez había sido realizando el Camino del Norte, casi entrando en Galicia. Acababan de pasar las once y media de la mañana. Estábamos a un par de kilómetros de Fontanillas de Castro.
No me quedó otro remedio que llamar a Ana, que actúa como nuestra conductora de apoyo, para que me recogiera, volver a Zamora, e intentar que me arreglaran el desaguisado. Tras hablar sobre ello con mi padre y con Pablo, acordamos que ellos siguieran la etapa hasta Tábara. Antes de eso, subimos hasta el castillo de Castrotarfe, que nos impresionó por su extensión.
Ruinas -de nuevo- de Castrotarfe
Esperé a Ana en Fontanillas hasta que llegó, a algo después del mediodía. Volimos a toda prisa hasta Zamora, donde empezó la segunda parte del desastre: encontrar una tienda donde me pudieran realizar el arreglo. Conseguí localizar un par de tiendas. En la primera de ellas el dependiente, con una desvergüenza que haría sonrojarse al más pintado, me informó de que se negaba a realizarme el arreglo porque era muy tarde (algo comprensible, no lo niego), no sin decirme que (y aquí viene lo bueno) que él no entraba en cómo se organizaba la gente, pero que si hubiera ido a primera hora de la mañana me lo habría arreglado sin problemas. Como si yo planificara cuándo voy a romper un par de radios. En la segunda tienda tuve más suerte, ya que en ella el dueño se prestó a realizarme el arreglo.
Pablo y mi padre, por su parte, continuaron la etapa, hasta Granja de Moreruela. Desde allí giraron hacia el este, cruzaron el río Tera, y avanzaron hasta Tábara alternando, de nuevo tramos de asfalto y tramos de pista. El contratiempo mayor que encontraron, aparte del fuerte calor que sufrimos durante toda la etapa, fue el provocado por las obras de la autovía que enlazará Zamora con la autovía de las Rías Bajas. Llegaron a Tábara al filo de las tres y media de la tarde, justo cuando Ana y yo llegábamos al pueblo.
Almorzamos en Tábara, y regresamos a Zamora sobre las cinco de la tarde. Tras adecentarnos un poco, realizamos una pequeña visita turística a Zamora, y aprovechamos para sellar las credenciales en la Catedral, algo que no habíamos podido efectuar por la mañana, dado que no abrían hasta las diez de la mañana.
Catedral de Zamora
Datos de la etapa:
Distancia prevista: 66’6 km
Distancia recorrida: No disponemos de datos completos
Tiempo de etapa: 3h 30m 44s (hasta Fontanillas de Castro)