Bueno, ya estamos de vuelta, y además con la compostela. La experiencia ha sido gratificante a más no poder: unos días de asueto y compañerismo con mi padre y con Ana; días duros, sufridos, pasando calor y frío, en algunos momentos aproximándonos a nuestro límite personal.
Días en los que conoces a gente, que, a veces para bien y otras para mal, te vuelves a encontrar en los lugares más insospechados. Días que te dan anécdotas con las que torturar a los amigos, fotos, muchas fotos para rematarlos después y, sobre todo, días que son la semilla de nuvos días, en nuevos caminos, en un futuro esperemos que cercano.
Y en cuanto a lo mundano, ambos pies con una ampolla cada uno (pero qué ampolla XD), un bonito morenete de albañil, y un sombrero de vaquero. Ya colgaré fotos.
Por otro lado, el sistema de actualización de la bitácora parece haber funcionado a la perfección, y encima, por lo que he podido ver en las estadísticas del sitio, ¡parece que la cosa incluso ha suscitado interés y todo! (véanse los datos de visitas entre los días 17 y 23) Vamos, que me puedo dar con un canto en los dientes. Si ya hubiera escrito alguien comentando hubiera sido lo máximo. Pero a ver, me hago cargo de que los envíos que hice tampoco daban mucha chicha para hacer comentarios.
En fin, una experiencia genial, a la que animo a que más gente se apunte. El año que viene repetimos, Camino Portugués o Norte, aún está por decidir. De momento el Francés no, demasiada gente. Lo bueno que ha tenido éste es que estábamos prácticamente solos (en el camino nos encontramos con un inglés, una pareja de Valencia, militares a la sazón, un vallisoletano que parecía llevar avispas en el culo, y el último día, en el pabellón municial que sirvió de albergue, una excursión de 20 catalanes, monitores y niños de 15 años, mas o menos. Así que de lujo, los albergues (los de verdad) prácticamente para nosotros solos.
Lo dicho: una virguería.