Tras la excelente etapa que había realizado dos días antes, no pude menos que volver a coger la bici para seguir descubriendo caminos por la zona de Manilva. En esta ocasión, con la idea de terminar en los baños de la Hedionda, escogí realizar un recorrido circular que me acercaría hasta Casares, para descender posteriormente al arroyo de la Vieja, y desde allí subir a la Sierra de la Utrera, para bajar por la cantera hasta los baños, y posteriormente volver a Manilva. Y aunque esas eran mis intenciones, no fue en realidad el recorrido que efectué, algo de lo que me alegro enormemente.
Salí de Sabinillas a las 8:25h por la autovía hasta la cercana Marina de Casares, desde donde tomé la carretera de Casares. Inicié una larga subida de 9 kilómetros por carretera de montaña, rectilínea al comienzo, pero que poco a poco iba empezando a hacerse sinuosa. Aunque no se advertía, en algunos momentos se llegaban a alcanzar pendientes del 16%, lo que da una idea de la dureza del ascenso. Dureza que se veía compensada con unas impresionantes vistas de Sierra Bermeja, a la izquierda, y de una zona de alcornocales, a la derecha.
Tras 9’5 kms de subida, llegué a unos contenedores que marcaron el comienzo de una pista, señalizada con marcas blancas y verdes, que indicaban un sendero local que bajaba hasta los molinos del arroyo de la Vieja. Aunque sufrí un par de equivocaciones en el cruce, pronto pude seguir el camino. Inicié un rápido descenso que me llevó hasta el cruce con la Colada de Estepona, lugar en donde había unas excelentes vistas de toda la zona, pudiendo incluso contemplarse Gibraltar y el norte de África en lontananza.
A partir de este punto la señalización era doble: tanto marcas blancas y verdes como blancas y amarillas, lo que daba lugar en algunos puntos a una señalización bastante sorprendente:
El camino poco a poco se fue transformando en una senda estrecha y pedregosa entre fincas, hasta llegar, desde una zona bastante seca (dado lo avanzado del verano) a un sorprendente vergel, cercano al restaurado Molino de Arriba, donde el Arroyo de la Vieja caía en forma de cascada. Un auténtico regalo para los sentidos.
Poco más adelante se llegaba al mencionado molino harinero, cuyo azud había sido restaurado recientemente, con lo que el agua del arroyo atravesaba el edificio. Por desgracia, éste se encontraba en estado ruinoso en su interior, comido de vegetación, y con las piedras de moler inutilizadas.
Una vez pasado el molino la senda que venía siguiendo se convertía en un camino empedrado que se dirigía hacia Casares. Una vez pasada una cancela de palos, encontré algo que me hizo cambiar el rumbo de la etapa:
Y es que Casares dispone de una excelente señalización de senderos en su entorno, lo que permite combinar etapas de una manera harto flexible. Una auténtica maravilla. Y pese a que mi objetivo era remontar la Sierra de la Utrera para llegar a la carretera de Gaucín, encontré una señalización de sendero local (SL-10, para ser exactos), que llevaba directamente a mi objetivo último: los baños de la Hedionda. No necesitaba más. Abandoné el PR-A 162 para seguir el SL-10.
La señalización del SL-10 no se puede calificar más que de excelente. Descendí de nuevo hacia la fábrica de San Pablo, y siguiendo las marcas blancas y verdes, continué en paralelo al arroyo Tocón, hasta llegar a una verja que antecedía a un pequeño prado comido de vegetación. Allí sufrí un despiste que me hizo seguir recto, cuando el sendero describía un brusco giro a la izquierda y en fuerte ascenso, aunque por suerte pronto me percaté del error. Aun así, esto me permitió contemplar unas increíbles vistas de Casares:
Seguí avanzando en paralelo al valle, si bien subiendo y bajando laderas, y pasando junto a cortijos y antiguos molinos. En esta zona también encontré el comienzo de una de las obras hidráulicas de la Edad Moderna más conocidas de la zona: el puente-acueducto de los baños:
La zona era un auténtico vergel, con un arroyo que daba un gran frescor a la zona, y proporcionaba una abundante vegetación, lo que se agradecía, dado que el sol estaba empezando a apretar. Sin embargo, a medida que me dirigía hacia el sur pude observar el dramático cambio en la vegetación y en el paisaje: poco a poco iba entrando en una zona kárstica, con abundancia de roca caliza y vegetación de tipo arbustivo.
La cosa se iba complicando. De hecho, pronto la pista se convirtió en un sendero, y poco después en una trialera de las que hacen época:
Pero por nada del mundo me hubiera perdido algo así:
Seguí descendiendo, hasta volver a bajar hasta el mismísimo cauce del río Manilva, donde de nuevo volvió a sorprenderme el cambio de vegetación que estaba experimentando cada poco tiempo:
Una vez más (y no sería la última) iba a tener que vadear un curso de agua. Pero este valió especialmente la pena. Me pregunto cómo será la zona en épocas más lluviosas:
Seguí descendiendo, sin perder nunca de vista el río Manilva, y siguiendo las marcas, que volvían a ser simultáneamente blancas, verdes y amarillas. En un momento una casa privada había invadido el margen derecho del río, por lo que se hacía obligado cruzar al margen izquierdo por una zona muy pedregosa, y con las marcas algo perdidas, pero sabiendo que no había que perder el cauce, no había mayor problema.
Así pues, poco a poco se fue abriendo de nuevo el valle, hasta dar con una zona con unas sorprendentes edificaciones, aparentemente destinadas a aprovechar algún afloramiento de agua cercano a los baños de la Hedionda, en cuyas cercanías me encontraba ya:
En este punto el sendero se había hecho sumamente estrecho, de tal manera que decidí subir a una pista que corría en paralelo al sendero, y que llevaba a una finca. Pero llegado a las ruinas, volví a recuperar el sendero. Y así, acabé llegando a los baños de la Hedionda. Pasaban cinco minutos de las once de la mañana, y llegaba sudoroso, lleno de arañazos y cubierto de semillas de plantas espinosas, recuerdo de mi despiste en el prado anterior. Los baños se encontraban llenos de gente, que me vieron aparecer como si fuera un aparecido. Sin mediar palabra, y ante la sorpresa generalizada de los allí presentes, me introduje en el recinto de los baños, aparqué la bici, me quité todos los aditamentos ciclistas salvo el culotte, y me introduje en las refrescantes -aunque malolientes- aguas de los baños de la Hedionda. Fue sin lugar a dudas el mejor momento de toda la etapa, y uno de los mejores de todas mis experiencias ciclistas. Casi habría sido capaz de volver a empezar todo el recorrido, de lo fortalecido que salí de las sorprendentes aguas turquesas.
Una vez refrescado, recompuse mi indumentaria y me dispuse a dar por finalizada la etapa. Tomé el camino que pasa bajo la autopista, y volví a Sabinillas por carretera. Llegué a la urbanización al filo de las 11:30h. Sin lugar a dudas, había sido una de las mejores etapas de todo el verano, y eso que el verano de 2012 estaba siendo pródigo en etapas excelentes.
Los datos de la etapa son los siguientes:
Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Sabinillas – Carretera de Casares – Arroyo de la Vieja – Baños de la Hedionda
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