Este verano, por razones que de momento no vienen al caso, he emprendido muchos proyectos personales. Algunos, como se ha ido viendo hasta ahora, involucran aspectos tecnológicos, pero otros, como el que voy a narrar a continuación, comprenden más bien procesos más físicos. Y es que este verano me he construido mi propio secreter para el trabajo.

Se trata de un secreter de madera de pino con patas ajustables en altura, de tal manera que pueda usarlo tanto con para el trabajo con el ordenador como de escritorio, y también que quede disimulado en el salón.
Para la estructura escogí tableros de pino de 28 mm de grosor. Opté por esta medida porque mi idea inicial era ubicar dos monitores en la tapa del secreter; posteriormente acabaría por usar un solo monitor grande de pantalla curvada, por lo que podía haber optado por un material menos recio, pero en su momento preferí sobredimensionar un poco el grosor de la madera a arriesgarme a que los monitores arrancaran los soportes del tablero.
El primer paso fue establecer un diseño preliminar. Para ello, aparte de inspirarme en algunas ideas encontradas por Internet, utilicé Tinkercad para modelar un boceto en 3D:
Una vez satisfecho con este diseño preliminar (el principal cambio con respecto a la idea inicial que tenía en mente fue retrasar un poco el cierre frontal de la tapa, para que hiciera contraste con el resto del frontal, fue hacerme con los materiales. Localicé un proveedor que proporcionaba tableros de madera de pino nórdico de 120x70x2,8cm, y me hice con tres de ellos. A uno (la base) le hice los rebajes correspondientes para hacer que la tapa sobresaliera 1cm por cada lado y 2 por el frontal, y otro de ellos lo hice cortar en listones para obtener los laterales de la caja. Tras presentarlos, quedaban de la siguiente manera:

El siguiente paso fue el tratamiento de la madera. Fue preciso aplicar tapaporos y dos capas de barniz color roble, con los correspondientes procesos de lijado entre capa y capa, respetando sus respectivos tiempos de secado. Un proceso arduo, sobre todo porque los lijados los realicé a mano con taco de lija, pero que acabó dando un muy buen resultado:

El fijado de los diferentes listones entre ellos y con la base los realicé con espigas de madera y cola de carpintero, a fin de no dejar tornillos a la vista. En cuanto a la tapa, para acoplarla a la base de la estructura opté por una bisagra de piano en acero inoxidable. Realicé un rebaje en el listón trasero de la estructura, a fin de proporcionar un ajuste lo más fino posible.


El principal problema con la estructura del secreter lo encontré durante el proceso de ensamblado: los listones de madera de pino no venían completamente curados, y durante el proceso de barnizado, en el verano más caluroso que ha vivido Forcarey en años, la madera empezó a combarse. Había unas diferencias brutales entre la tapa y el resto de la estructura, que en momento del corte no existían:

Esto también me obligó a utilizar tornillos para reducir el espacio entre los listones laterales y la base del secreter, que también mostraba un combado bastante fuerte. En cuanto a la tapa, opté por humedecer la madera y colocarle peso encima durante 24 horas. Esto redujo algo la curvatura, pero aún seguía apreciándose bastante. Después opté por una solución radical: aplicar vapor con una plancha en la parte cóncava, a fin de aflojar la tensión, luego colocar sargentas con mártires para llevar la pieza a su sitio, volver a colocar peso, y dejarlo así durante 48 horas.


En cuanto a las patas, tenía muy claro lo que quería. Unas patas elevables. Opté por un modelo de FlexiSpot de doble motor y que soporta hasta 120 kilos. Según mis cálculos, la estructura de madera pesa unos 35 kilos; más 20 de las patas, llega en total a unos 55 kilos de secreter. No se puede decir que no sea sólido.

El sistema de patas puede ir desde los 60 hasta los 125 cm desde el suelo, y tiene memoria para 4 posiciones. La estructura del secreter se fijó mediante tornillos de madera, quedando la base completamente enrasada sobre los anclajes de las patas. En cuanto a la apertura de la tapa coloqué un par de pistones hidráulicos, que no sólo facilitan el proceso de apertura, sino que mantienen la tapa abierta a 90º. Cada uno de los pistones puede soportar 35 kilos de peso, por lo que uno sólo basta para realizar la apertura, si bien preferí colocar dos por redundancia. En cualquier caso, en la posición de abierto el peso está soportado por la bisagra de piano, y los pistones no hacen fuerza, pero siempre es mejor pecar por exceso que por defecto.

En la parte superior izquierda de la base realicé un calado para acoplar un pasacables amplio. Compré, además, soportes extraplanos de monitor para colocar los monitores en la tapa:


El paso final fue el de la colocación de los monitores. Al principio tenía previsto usar dos monitores de los que ya disponía, el principal en formato 4:3, y uno panorámico 16:9 colocado en vertical, para la redacción de documentos. Pero al presentarlo no me gustó el resultado. Estéticamente era muy feo:

…así que, siguiendo el consejo de un buen amigo, me decidí a hacerme con un Lenovo Legion de 32» y pantalla curva, que ha venido dando unos resultados excelentes.

En cuanto al uso, he dispuesto un hub USB-C que integra conexión HDMI, puertos USB y USB-C, lector de tarjetas y cargador. Este hub permite usar tanto el Mac Mini M4 como mi Thinkpad de trabajo, simplemente cambiando el conector USB-C, lo que da una flexibilidad tremenda para cambiar de un espacio personal a uno de trabajo.

Con ello, tengo en mi salón un espacio de trabajo preparado para el día a día, ya que puedo tener mi material de trabajo, cuadernos de notas, dispositivos de prototipado, y también mi equipo personal. Y si quiero tener el salón recogido, basta con bajar la tapa, y dispongo también de una mesa auxiliar.
Un buen amigo lo llama una solución tecno-rústica. Y me ha encantado la descripción. Y, por supuesto, que no falte mi querido teclado IBM Modelo M. 