Este sábado, como tenía previsto, salí a rodar a la Sierra de Córdoba, con el fin de estrenar mi bici nueva. Finalmente salió conmigo Rafa Ferres, a quien tuve que prestar mi vieja burra, debido a que la suya aún no se encuentra del todo a punto. Sin embargo, no pudimos realizar la etapa que teníamos prevista.
Como bien me temía, tuvimos problemas en el camino que lleva del cortijo de Román Pérez Bajo al de Román Pérez Alto. A media subida, un abuelete malencarado que bajaba en una furgoneta, nos hizo parar y nos hizo saber que no nos dejaba pasar por ese camino. Debido a que no tenía (ni tengo) constancia de que ese camino sea público, y pese a que supuestamente nos ampara el derecho de paso, siempre que no se causen daños, preferí evitar problemas, y Rafa y yo dimos media vuelta. Lo que ya me empezó a irritar sobremanera es que el amiguete frenara el ritmo del coche cada dos por tres para cerciorarse de que le seguíamos, y que habíamos dado media vuelta.
Así que variamos el plan de ruta: decidimos subir por la Vereda de la Alcaidía hasta el cruce con la Vereda de la Posada del Pino, y salir a la N-432 en las cercanías de Cerro Muriano. Y de nuevo, más vallas. Algunas pequeñas, para control de ganado, que no suponen ningún problema, y de hecho comprendo que se pongan, siempre que dejen el paso libre. Pero me resultó especialmente molesto encontrar un vallón, pasados unos 3 km. el Cortijo de la Alcaidía, citando cierta sentencia de un juzgado cordobés en el que se dice que no sólo ese camino no es público, sino que de valla para adentro no existe ningún camino público. Este cartel se encontraba modificado, de tal modo que decía justo lo contrario. Por cierto, que el citado cartel miente, pues está documentada la existencia de al menos dos veredas (las ya previamente citadas), que además aparecen como tales en la cartografía del Ministerio de Fomento. Bien, el caso es que seguimos adelante, y ahí no pasó nada.
Sin embargo, ya cerca del final del camino, nos encontramos a un operario en otra furgoneta, que nos pidió amablemente que saliéramos de la finca, no tuviéramos a tener problemas con su jefe. La verdad es que su llegada fue providencial, pues estábamos en un cruce, hacía 4 años que no pasaba por allí y no recordaba bien el camino, ya que no la había repasado porque no teníamos previsto ir por ahí. De nuevo, a la salida a la carretera, otro cartelaco. En ese caso puede que sí estuviera justificado, pues el trazado real de la vereda se desvía unos pocos metros más arriba. Pero vamos, que es de vergüenza.
Como de vergüenza fue lo que tristemente pudimos contemplar (o más bién no contemplar) a la bajada de la Loma de los Escalones: el algarrobo de 500 años que se levantaba en lo que ahora es la cantera, catalogado dentro de los árboles singulares de la provincia, ya no existe.
Y encima, cuando bajas a la Ermita de Nª Sra. Linares, y bajas en dirección a la Carrera del Caballo, te salta a la vista (y casi hace que se te salten los ojos de las cuencas) la monstruosa aberración que está perpetrando Rafael Gómez en la zona, arrasando el entorno, desmontando cerros y arrasando lo poco que quedaba (lo que dejó la Asland) de la vía romana que va en dirección a Emérita Augusta. Y encima, para poner una bastarda imitación de la Puerta de Alcalá como puerta de entrada a la futura urbanización, que es horrenda por lo hortera y lo fuera de lugar. Pero qué se puede esperar de semejante personaje.
Al menos, la bici se portó, y Rafa y yo pasamos un día de puta madre. Que se repita. Pese a todo.
Yo también he visto la entrada a la urbanización y… más bien me pareció un mausoleo. Da la impresión de estar viviendo en un cementerio que, si bien a algunos frikis no nos importaría mucho, a la gente normal no creo que le haga mucha gracia… Habrá que ver quiénes son los horteras y/o desesperados que acaban poblando el camposanto-urbanización.