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26 abr 21 Etapa ciclista: Santiponce – Guillena – Castilblanco de los Arroyos – Burguillos – La Algaba (25/04/2021)

El domingo 25 de abril de 2021 realicé una de las etapas más largas que he hecho hasta ahora en Sevilla en particular, y prácticamente en general. Y todo eso en un día en el que no tenía previsto salir a rodar debido a la amenaza de lluvia. Tenía alguna idea malsana de salir a rodar con agua; de hecho, había preparado algunas cosas en la bici para salir a rodar con lluvia, pero siendo sinceros, no tenía en mente realmente salir lloviendo. Al menos, no mucho. Pero el caso es que la mañana, frente a lo previsto, se levantó sin agua, aunque cubierta, y no me pude resistir. Empecé a rodar unos minutos después de las 8 de la mañana, con una mochila equipada con un impermeable, y los teléfonos protegidos con bolsas herméticas, además de haber cogido unas botas de trabajo cerradas hasta el tobillo. La mañana no estaba muy fría, unos 14ºC, así que pude salir en manga corta.

Me encaminé con la bici de carbono hacia la pista del Camino de Santiago hasta Guillena, que realicé completamente en solitario. Al llegar a la altura de la perrera, giré a la derecha por el trazado antiguo del Camino de Santiago, en vez de hacerlo a la izquierda como realizamos de un tiempo a esta parte. Mi idea era comprobar si se podía vadear adecuadamente el arroyo de la Carrascosa, cercano a Guillena. Resultado negativo: no solamente el arroyo está aún más pestilente que nunca, con las aguas prácticamente de color negro, sino que éste se ha comido la ribera, de tal manera que hay una buena caída hasta el cauce. Es más, tanto se ha comido los márgenes que amenaza con tragarse los eucaliptos centenarios que hay junto al arroyo, y que ya muestran amenazadoramente sus raíces. Al menos no tuve que volver sobre mis pasos, ya que hay una senda que bordea el arroyo hasta llegar a la gasolinera a la entrada de Guillena.

Una vez en Guillena, seguí las marcas del Camino de Santiago, en vez de cruzar el pueblo por su calle principal. Las marcas me llevaron junto a la iglesia, y posteriormente junto al polideportivo, para vadear el Ribera de Huelva, en vez de pasarlo sobre el puente. Por suerte, llevaba poca agua y no fue mayor problema. Ya en la margen izquierda, pude llegar hasta el polígono industrial siguiendo un camino junto a parcelas, en vez de ir por la habitual carretera. Una interesante variación. Llegado al polígono, empecé la subida por la trialera del Camino de Santiago. Fue muy llamativo ver cómo había cambiado la subida, después de algunos años sin circular por allí. Supongo que en parte por la pandemia, el camino se notaba muy poco transitado, de tal manera que la vegetación cerraba mucho más de lo habitual hace unos años el camino, llegando a ser verdaderamente estrecho en algunos puntos.

Más arriba me encontré con otro cambio a peor. Una vez que entras en la zona de olivares, y antes de alcanzar el primer paso canadiense, existía una plantación de frutales a mano derecha, que ha desaparecido completamente. Todos los árboles han sido desarraigados, quedando ahora un campo de rastrojos. Por lo que posteriormente pude ver en Google Earth, el arboricidio sucedió en algún momento entre junio y julio de 2019. Estamos hablando de más de 10 hectáreas de frutales completamente arrasados. Triste, muy triste. Pero con todo, no era eso lo peor. Una vez pasada el primer paso canadiense, se entra en el tramo de dehesa, que sigue siendo espectacularmente hermoso. Poco a poco se empieza a subir, para llegar al primer tramo técnico, el paso de las pizarras. Divertido, pero cada vez más sencillo, debido al paso de múltiples personas. Tras pasar ese tramo, y antes de llegar a El Barracón, existían unos tramos técnicos tremendamente divertidos: cárcavas, zonas pedregosas, trampas de arena… que hacían las delicias de los que nos gustan los terrenos complicados. Ya no existen. Alguien ha pasado con una niveladora, rellenando zanjas, arrancando piedra viva, y vertiendo zahorra para aplanar el camino. Admito que es más sencillo de recorrer, pero donde antes el paso era para personas y para bicis de montaña, ahora puede hacerlo -y doy fe de que lo hacen, por las marcas de rodadas- todoterrenos sin dificultad alguna. Y camino arriba la cosa sigue en el mismo plan. Pasado El Barracón había una zona muy técnica que ha desaparecido completamente.

Tras salir de la ex-trialera, llegué a la pista que comunica con la carretera de Castilblanco, que ha sido también muy mejorada. Solo le falta estar asfaltada. Y no lo digo como algo bueno. Sin mucho trámite, salí a la carretera, y subí hasta Castilblanco, con algo de viento de cara, y amenazando lluvia. Sí me pude fijar que existe una senda en paralelo a la carretera, que no tengo dudas de que tomaré la próxima vez. Por lo menos, proporcionará algo de diversión. Entré en Castilblanco -30 kilómetros de etapa a esas alturas- a las 9:50h, y sin detenerme mucho, salí del pueblo por el camino que lleva a Burguillos, alcanzando la cota máxima de la etapa, 368msnm. Aunque ya lo había recorrido varias veces de Burguillos a Castilblanco, era la primera vez que iba a hacerlo en sentido inverso. Y tal hito merecía ser inmortalizado en vídeo, para lo que aproveché un acople de GoPro ubicado en el sillín, y mirando hacia atrás. Una toma interesante.

Este tramo de la etapa fue bastante divertido, pese a que noté una holgura bastante molesta en la horquilla de la bici, lo que me hizo ir con algo más de cuidado de lo habitual. Sobre todo porque este tramo era bastante pedregoso e irregular. Todo lo que había echado en falta en la trialera del Camino de Santiago.

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Las vistas, pese a todo, compensaban el esfuerzo y la paliza.

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En un momento dado, y en uno de los múltiples cruces, me equivoqué de camino. No tardé mucho en notarlo, pero valió la pena, ya que llegué a una casa en ruinas bastante interesante.

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Recuperado el rumbo, no tardé en salir a la pista que baja hasta un área recreativa cercana a Burguillos, y desde allí, en rápido descenso, a la propia Burguillos. Apagué la cámara, y seguí con mi camino. Salí de Burguillos por la carretera de Guillena, que no tardé en abandonar, para tomar la pista de mantenimiento del canal de riego de El Viar. Esta pista me llevó, ya sin dificultad alguna, hasta La Algaba, pasando previamente por San Ignacio del Viar y las cercanías de Torre de la Reina. Llegado a La Algaba, la vuelta a Santiponce fue por carretera, dando por finalizada la etapa a las 11:40h, tras 68 kilómetros de una etapa tan estupenda como tan improvisada.

Datos de la etapa

  • Distancia: 69’012km
  • Distancia (según el GPS): 68’10km
  • Altitud ascendida: 627m
  • Tiempo de etapa: 3:14:44
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 3:30:09
  • Pulsaciones medias: 143ppm
  • Pulsaciones máximas: 178ppm
  • Cadencia media: 67rpm
  • Cadencia máxima: 160rpm
  • Calorías consumidas: 3074kcal

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24 abr 21 Trazabilidad de activos en exterior con LoRaWAN, Chirpstack, Node-Red y una arquitectura de microservicios

Bonito combo el del título de este artículo, ¿verdad? A resultas de algunas actividades que estoy realizando en el trabajo relacionadas con redes IoT industriales, en mi tiempo libre le he dado una vuelta de tuerca al proyecto, para realizar un piloto de trazabilidad de activos en exterior. Cómo no, basado en el uso de LoRaWAN y Chirpstack, como contaba en un artículo anterior.

Arquitectura LoRaWAN

Arquitectura LoRaWAN

La cosa es que aprovechando que contaba con una pequeña infraestructura local de Chirpstack desplegada mediante microservicios, me hice con un dispositivo de Dragino bastante interesante, el LBT1:

Dragino LBT1

Dragino LBT1

Este dispositivo es bastante interesante: integra un módulo GPS que permite obtener su ubicación precisa, que es trasmitida mediante LoRaWAN para ser posteriormente explotada. Pero cuenta con capacidad Bluetooth, para realizar ubicación en interiores mediante iBeacons; dispone de un acelerómetro, de tal manera que el dispositivo tiene capacidad de enviar la señal LoRaWAN cuando detecta movimiento y no de manera indiscriminada, con el consiguiente ahorro de batería; tiene una batería recargable de 1000 mAh (que he podido probar que da para más de una semana de actividad sin necesidad de recarga); y cuenta con un botón que -en su configuración por defecto- permite pasar al dispositivo a un modo de emergencia, de tal manera que pasa a emitir la señal de manera periódica (y no activada por el acelerómetro, como en el modo normal), y con una codificación del paquete de datos específica, de tal manera que es posible distinguirlo de una transmisión normal, y actuar en consecuencia.

Estas capacidades, junto con la característica de integración HTTP proporcionada por Chirpstack, permiten algo bastante interesante, y es realizar un sistema de monitorización de activos en exterior, si lo combinamos con un procesamiento en segundo plano. Para ello, en mi caso, he utilizado Node-Red.

Flujo Node-Red para trazabilidad de activos

Flujo Node-Red para trazabilidad de activos

La idea general es la siguiente: se establece un punto de entrada desde donde recibir los POST HTTP provenientes de Chirpstack, que nos harán llegar cada uno de los eventos provenientes de los dispositivos. Aquí realizamos un primer procesado para obtener información relevante de la señal transmitida (básicamente, latitud, longitud, identificador del dispositivo, cantidad de carga de la batería, y si se trata o no de una señal de emergencia). Con esta información realizamos dos acciones: representar cada objeto definido en la aplicación Chirpstack y que esté enviando señal en el mapa, bien con un icono verde si todo va bien, o con un icono rojo si se ha pulsado el botón de emergencia. Además de esto, se mantiene trazabilidad de los movimiento realizados creando una línea con las distintas ubicaciones GPS enviadas por el dispositivo. Todo ello se representa sobre un mapa, que permite definir zonas de calor, y filtrar por cada uno de los objetos que estén enviando señal. El resultado es algo como esto:

Mapa de ubicaciones resultante

Mapa de ubicaciones resultante

El sistema, además, tiene capacidad para integrarse con sistemas de monitorización de terceros, así como con sistemas de alerta específicos. En mi caso he realizado un procesamiento adicional, que consiste en realizar persistencia de datos para su análisis posterior, en este caso, mediante una hoja de Google Spreadsheet, lo que es interesante de por sí, y puede dar para otro artículo.

Este ejemplo de aplicación tiene bastantes aplicaciones prácticas: realizar seguimiento de activos en una zona exterior de una empresa, seguimiento de personas mayores en zonas urbanas sin coste de transmisión de datos, y con la capacidad de que emitar una señal de emergencia en caso de necesidad, o el seguimiento de visitantes en parques naturales y zonas boscosas, ya que como demostré hace algún tiempo, es posible cubrir zonas muy amplias en entorno forestal con un despliegue de infraestructuras mínimo. E incluso, que es lo que tenía en mente, un sistema para seguimiento de ciclistas o senderistas de montaña en zonas de montaña.

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23 abr 21 Etapa ciclista: San Miguel de Presqueiras – Monte Seixo – Nacimiento del Río Verdugo (17/04/2021)

El sábado 17 de abril realicé una etapa de ciclismo de montaña por el Monte Seixo. Salí de Forcarey temprano por la mañana, a fin de aprovechar el día, y me dirigí en coche hasta San Miguel de Presqueiras, en una de las laderas del monte Seixo. La temperatura era fría, apenas 0.5ºC al pasar por Cachafeiro, y sólo 3ºC al empezar la etapa, a las 8:50h. Había aparcado al lado de la iglesia de San Miguel, justo al comienzo de una pista que ascendía hasta Monte Seixo, y ese era mi recorrido.

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La pista subía de manera continua durante 3 kilómetros, con una pendiente media del 8%, aunque con puntos ocasionales en donde la cosa se ponía interesante, con rampas máximas del 17%. Y para colmo, con viento de frente. En cuanto a las condiciones de la pista, eran bastante buenas, al estar ese tramo del monte bastante explotado, entre ganadería, explotación maderera, y algún recinto minero, tanto del pasado como del presente.

La pista ascendía, poco a poco, hasta enlazar con la carretera del parque eólico. Y era aquí en el único punto donde la cosa, desde el punto de vista de la vegetación, se ponía peor. A unos 100 metros de llegar a la carretera hay una bifurcación: un mal sendero a mano izquierda, en fuerte subida y cerrada vegetación, y un camino completamente devorado por la vegetación, con menos pendiente, a la derecha. Y aunque sobre el papel mi idea era tomar el de la derecha, lo cerrado de la vegetación pronto hizo que volviera sobre mis pasos, y tomara el de la izquierda. No iba a poder ir montado igualmente, y al menos la vegetación era menos cerrada. Una vez en la carretera, el resto del ascenso, otros 2’5 km hasta la subestación, no revestía mayor problema que el de pendientes de casi el 15%, pero al menos era por asfalto.

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Una vez en llegado a la subestación, tomé la pista que a mano derecha sube hacia el mirador de Monte Seixo, que se alza a 1014 msnm. En la zona había caballos salvajes y ganado bovino, pero lo mejor fue llegar a la cota máxima de la jornada, y poder disfrutar el paisaje en un día completamente despejado. Alcanzaban a verse de manera simultánea las rías de Vigo, Pontevedra y Arosa. Sencillamente espléndido.

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Tras un breve descanso, emprendí el descenso hasta la subestación, para desde allí dirigirme a la bajada hacia A Barcia. Se toma para ello la pista que conduce hacia Portalén, pero un poco antes de llegar, a mano izquierda, hay un pequeño bosquecillo de coníferas -Campo da Porteliña- donde se inicia el descenso de A Barcia. Vale la pena detenerse en una fuente de donde brota un agua estupenda.

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La bajada es divertida y trepidante, pese a ser una pista bastante convencional. No es mala, pero no es para meterse con una furgoneta, como hizo un paisano que me adelantó en plena bajada. Ya me lo había tropezado a la subida, y en el desvío del mirador, pero verlo de nuevo -tercera vez- en la bajada fue algo que no entraba dentro de mis planes. Pero que tuvo algo bueno: si no hubiera sido por eso, no me habría apartado del camino, y no me habría fijado en una roca con una erosión diferencia tan llamativa como esta:

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De nuevo en faena, continué descendiendo hasta A Barcia (3 kilómetros desde el desvío, con desniveles del 17%), y desde allí, ya por carretera, me encontré con el río Verdugo, uno de los tres (Lérez, Umia y el mentado Verdugo) que nacen en Forcarey, a la altura de un bonito vado con varios hórreos en su cercanía.

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Desde allí mi siguiente objetivo era el cercano aeródromo de Beariz, conocido por el ser punto de llegada de los indianos cuando vuelven a su tierra a pasar las vacaciones de verano. Tocaba un tranquilo ascenso por carretera, con paredes de hasta el 12%, hasta llegar al aeródromo. Éste, aparte de las bonitas vistas del entorno, no tenía nada en especial. Pero hay que admitir que valen la pena.

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Volví un poco sobre mis pasos, hasta tomar la carretera que va a Ricovanca. Esta pequeña aldea guarda un gran secreto, en forma de puente medieval sobre el río Verdugo, ubicado en donde se alzaba un antiguo puente romano, junto a un estupendo molino hidráulico.

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De nuevo en la carretera, y apenas 900 metros aguas arriba del Verdugo, llegué a mi siguiente parada: el nacimiento de este río, junto a la aldea de Fontegrande. La llegada a la misma es llamativa, porque se tiene que abandonar la carretera que desciende hasta Devesa de Arriba, y coger una carreterita que transcurre justamente por entre dos vertientes: a la izquierda la del Río Verdugo, y a la derecha la del Rego de Alfonso, tributario primero del Río do Castro, y luego del Lérez. El nacimiento del Verdugo no tiene nada en especial, un prado como tantos otros, y al que no se puede entrar por estar cercado. Pero está ahí.

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Lo divertido es que un poco más arriba, en Fontegrande, hay una botina fuente de un manantial que acaba vertiendo sus aguas en el Verdugo, y que sí tiene bastante más empaque que el nacimiento en sí del Verdugo:

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Desde Fontegrande se puede volver a San Miguel por carretera, pero tenía previsto hacer algo más divertido: bajar por un sendero de montaña hasta Devesa de Abaixo. Una opción excelente. Para ello hay que salir de Fontegrande por una pista forestal con una cancela que se puede abrir; la pista al poco empieza a ascender de nuevo al monte Seixo, pero a la derecha, junto a una cerca de piedra, se abre un sendero, que es el que tenemos que tomar. Y qué sendero. Empieza bajando suave, pero tras unos cuantos sube y baja que tienen su puntito, al ser un camino de piedra, tiene una subidilla comida de vegetación, y luego empieza a descender, primero casi como un cortafuegos, que permite visualizar el valle del Castro, y a nuestra izquierda el monte Seixo, con los restos de una sorprendente mina de Wolframio, explotada durante la época de la II Guerra Mundial. Posteriormente se acaba entrando en una plantación de eucalipto, para acabar saliendo a la carretera, justo a la entrada de Devesa de Abaixo. Apenas 2 kilómetros, pero con rampas del 22% que harían las delicias de cualquiera. De cualquiera al que le guste esto, claro. :mrgreen:

Desde allí, la vuelta hasta San Miguel de Presqueiras es por carretera. Son 3.5 kilómetros, más sube y baja que descenso en sí, que acaban llegando a San Miguel, donde queda por realizar una pequeña subida a la iglesia, donde tenía aparcado el coche, para totalizar 25’9 km de divertidísima etapa.

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Datos de la etapa

  • Distancia: 25’9km
  • Distancia (según el GPS): 26’15km
  • Altitud ascendida: 706m
  • Tiempo de etapa: 2:13:54
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 2:48:09
  • Calorías consumidas: 1200kcal

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11 abr 21 Etapa ciclista: Forcarey – A Mámoa – Puente Romano de Parada (11/04/2021)

El domingo 11 de abril realicé una etapa ciclista por los alrededores de Forcarey que consiguió aglutinar lo mejor de todos los terrenos: subidas y bajadas por asfalto, estupendos descensos por pista y endureros, tramos trialeros por viejos caminos de origen romano, algo de sherpeo, y estupendos paisajes allá donde iba. Empecé el día saliendo de Forcarey a las 9:24h, tras algo de trabajo mecánico para recolocar los sensores ANT+ que arranqué en la etapa anterior. La mañana amenazaba lluvia, pero la previsión meteorológica indicaba que no iba a llover en todo el día, y que a medida que avanzara la mañana el tiempo iba a mejorar. La verdad, clavado.

Salí de Forcarey por la carretera de la Chamosa, con la estupenda vista de la cascada. Avancé hasta el cruce de O Salgueiro, y continué a mano derecha, hacia Las Casetas. Allí seguí por la carretera de La Estrada, para desviarme a mano izquierda, a la altura del observatorio, por la pista que lleva a A Mámoa. La pista se encontraba algo embarrado, previsible tras los pasados días de lluvia, pero se podía rodar bien. El momento más complicado fue junto a la vaquería, donde siempre hay un tramo de grava que te deja clavado. Y con tanta agua, más. Pero una vez pasado, y vadeado el arroyo, el ascenso hasta A Mámoa no tuvo ningún inconveniente adicional. Entré en A Mámoa, para tomar, a unos 300 metros de la aldea, una carretera asfaltada que sube hasta lo alto de Peña Madroira, con una cota máxima de 712 msnm. A partir de aquí la carretera gira a la derecha, mientras que yo continué de frente, siguiendo mi avance, para poco después, en una bifurcación, tomar la pista de la derecha, que va describiendo una bajada por la cresta de la montaña. Al principio es una buena pista forestal, pero poco a poco se va transformando en una senda, hasta que desemboca en lo que es prácticamente un cortafuegos, que en sus tramos más complicados deja a la vista la roca madre, una especie de pizarra que le da al suelo una textura de rallador de queso que hace que de lo último que tengas ganas de es besar el suelo. Pero todo se compensa por las estupendas vistas de Monte Seixo, al fondo, y el valle del Lérez, en primer plano.

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Tras una última bajada, el cortafuegos muere en una nueva pista forestal -ojo, hay una buena zanja entre el cortafuegos y la pista-, que circula en un tramo estupendo de bosque atlántico. Una delicia para la vista.

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La pista acaba muriendo en la carretera que va desde Forcarey a la N-541. Tras un poco de descenso, giré a mano izquierda, buscando la aldea de Parada y su puente romano. Se pasa primero por Mouteira, donde destacan su iglesia y cementerio anexo, y tras seguir bajando, se llega a Parada. Se tiene que seguir en descenso, para tomar una corredoira -en realidad, un antiguo camino romano- que se encuentra bastante limpio, para lo que son mis experiencias previas, y que en un divertido descenso (mucha piedra suelta y musgo) acaba llegando hasta el sorprendente puente romano de Parada.

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Se trata de un puente un solo arco que salva el cauce del río Lérez a una altura considerable, en un estrechamiento del cauce, que hace que el río tenga una fuerza considerable, pese a encontrarse, como era el día de hoy, con el nivel bastante bajo.

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Tras visitar el puente, mi idea era volver sobre mis pasos, hasta la carretera y la N-541, pero por un cartel de información junto al puente, tuve conocimiento de que desde el puente se podía alcanzar la aldea de Vilariño (de Cerdedo), lo que me ahorraba unos cuantos kilómetros, ya que tenía previsto pasar por sus cercanías antes de dirigirme hacia Acivedo. De hecho, había hasta postes indicativos de la senda a seguir. El problema: en su comienzo por la margen izquierda del Lérez se veía comido de vegetación. Pero… ¿quién dijo miedo? Los primeros 300 metros de camino eran impracticables en bici. Además de los tojos y espinos (una constante en esta bendita tierra), se sumaban un perfil bastante irregular, con amplias vueltas y revueltas junto al puente. Poco después el camino mejoraba en lo referente a vegetación y perfil, pero el viejo camino romano, y menos vieja corredoira se encontraba con todo su irregular firme cubierto de musgo, tremendamente resbaladizo.

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La cosa mejoraba al acercarse a Vilariño. En el último tramo ya era posible rodar y, así, pude entrar sobre la bici en esta población, y no tirando de ella. Desde allí salí a la carretera de Forcarey. No lejos de la salida de Vilariño se encontraba la fábrica de cementos, donde sale la salida de Acibedo. Tomé esta carretera y, en subida, acabé llegando esta población. Allí me encontré con las señalizaciones del Camino de Santiago (Geira Romana y Ruta de los Arrieros), como ya conocía de una etapa anterior. Salí de Acibedo hacia Cachafeiro, en una divertida bajada por una corredoira con abundante piedra suelta, que posteriormente era reemplazada por una inusitada cantidad de agua, que hacía parecer que iba por el cauce de un arroyo, más que por un camino. Esta circunstancia dejaba paso, al poco, a bastante barro, y a una subida pelín intensa, antes de bajar a la zona recreativa de A Freixeira. Atravesada ésta, se llega a Cachafeiro. Pero en vez de volver por carretera, preferí girar a la derecha por la carretera de Espindo, y girar después a mano izquierda, para realizar el tremendamente divertido descenso por campo hasta A Casanova. Y desde allí, subir por carretera hasta Forcarey, dando por finalizada la etapa a las 11:47, tras algo menos de 25 kilómetros. Lo dicho, una etapa tremendamente divertida y con gran cantidad de elementos de diversión.

Datos de la etapa

  • Distancia: 25’005km
  • Distancia (según el GPS): 24’40km
  • Altitud ascendida: 536m
  • Tiempo de etapa: 2:13:27
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 2:22:51
  • Calorías consumidas: 1095kcal

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10 abr 21 Etapa ciclista: Forcarey – Soutelo – A Graña (04/04/2021)

El día 4 de abril, ya de vuelta en Forcarey, volví a intentar encontrar las cascadas de la zona de la Portela de Lamas. Tras la anterior salida en su búsqueda -infructuosa- había identificado una zona en la que parecía que se pudieran encontrar, junto a la aldea de A Graña, por cuyas cercanías había pasado la vez anterior. Así que decidí volver en su búsqueda, pese a que en otra conversación con Kalis me había dado una pista interesante en la zona de Arnelas. En cualquier caso, se trataba de salir a rodar, y era una excusa tan buena como otra cualquiera.

Salí al filo de las 9:15h desde Forcarey, tras identificar un problema con mi bomba: habían pasado unos cuantos días desde la anterior salida con la Giant, y las ruedas se encontraban algo flojas, pero algo funcionaba mal con la bomba, y apenas metía tanto aire como sacaba. Así que iba bajo de presión, y con un rodar muy pesado. Mal comienzo. Bajé hasta el río Lérez por carretera, para subir desde ahí hasta Cachafeiro. Continué por carretera hasta llegar al área recreativa de A Freixeira, donde continué por camino hasta Acivedo. Este tramo se encontraba en mejor estado que las veces anteriores que había pasado por él, y el tramo de Acivedo se encontraba bastante mejor que el que va más pegado a la carretera. De todas maneras, la entrada a Acivedo se ponía bastante interesante por la cantidad de piedra suelta que una vez había formado parte del empedrado.

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Tras pasar Acivedo volví a rodar por carretera hasta Vilar, primero, y el circuito de A Magdalena, después. Allí me echaron una mano con el problema de las ruedas bajas de presión, dejándome inflarlas con la línea de aire de los boxes. Tras ello, pude continuar hasta Soutelo de Montes sin inconvenientes, y con un ritmo más alegre. Desde Soutelo tomé la N-541 hasta el desvío de Trasdomonte. Seguí el ascenso por carretera, viendo Forcarey al fondo. En un determinado momento, había superado la cota de Forcarey. Tela. Continué con mi camino, y emprendí un rápido descenso hasta As Codesás, primero, y A Graña, después. Era sorprendente, A Graña. Una aldea grande para lo que había visto por estos lugares, cuidada pero sin nadie a la vista, pero con una gran cantidad de coches de todas las épocas. Y cuando digo todas las épocas, me refiero a todas:

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A partir de ahí, se trataba de explorar. Sabía que tenía que haber algún camino que llevar hasta el río Porto, y desde ahí tendría que haber algunas cascadas cerca de molinos. Encontré el camino, que para variar se encontraba lleno de espinos, tojos y ortigas. Tras pasar andando, llegué a una zona que se abría un poco más. El camino seguía bordeando la montaña, pero ni rastro de bajada alguna hasta el río, que oía a mi derecha. Finalmente encontré un calvero en la montaña que me permitió bajar a un paso de una finca, y desde ahí a un sembrado de espinos, que llevaban hasta el cauce del río. Pero nada de cascadas. Aun así, di con el molino, y la verdad es que no era tan impresionante como pensaba, pero casi compensaba el mal rato.

Tras explorar un rato en torno al molino, volví a recuperar la bici, que había dejado maleza arriba, y me dispuse a salir de la zona. Volví sobre mis pasos, hasta llegar de nuevo al camino principal. Desde allí volví a Graña, pese a que una bifurcación a mano derecha parecía que me podía llevar a la pista que quería tomar hacia Vilariño. Pero ante la duda de si terminaría bien o mal, decidí ir a lo seguro. El día se me estaba echando encima, y no era plan perderse por el bosque.

Llegado a A Graña, salí del pueblo, para dar con la pista -apenas un sendero hormigonado junto a unas casas- y empezar el ascenso. Sin embargo, al llegar junto a un depósito de aguas me equivoqué de camino, y continué por la dereche de éste, en vez de por la izquierda. Al poco, el camino empezó a descender (contra lo que debería hacer) y me di cuenta de mi error… y de que este camino enlazaba con la bifurcación que comentaba en el párrafo anterior. Corregí mi error cruzando campo a través hasta dar con el camino bueno, y continué el ascenso, esta vez sí, por una pista pedregosa. Al poco, con esfuerzo, llegué a una incorporación que ya me era conocida, por venir de Ameixeiras, y coroné al poco el paso de la montaña, junto a un poste de la luz y una cancela con un paso de palos. Desde allí mi idea era girar hacia la pista del parque eólico, llegar a las neveras de Fixó, y bajar por Fixó, pero se me había hecho definitivamente tarde, así que seguí recto para bajar por Vilariño.

Desde Vilariño, tras esquivar a un perrazo cruce de lobo y oso, salí a la carretera, y volví por ella hasta las cercanías de Cachafeiro. Desde ahí decidí volver tomando la pista que la vez anterior no había podido tomar, y que lleva directamente a A Casanova. Esta vez sí la pude tomar, y es un descenso estupendo. Lástima que un rato antes mi sensor de velocidad y cadencia se soltara de las bridas: durante la bajada se enredó en los radios, siendo arrancado el cable del sensor de cadencia. Por suerte pude recuperar todas las piezas, y más tarde, en casa, arreglarlo. Retomé el descenso, que me llevó de nuevo al cauce del Lérez, y desde allí ascendí por carretera hasta Forcarey, finalizando la etapa a las 12:31h, tras 32’2 km de recorrido.

Datos de la etapa

  • Distancia: 32’210km
  • Distancia (según el GPS): 32’21km
  • Altitud ascendida: 710m
  • Tiempo de etapa: 2:47:17
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 3:18:38
  • Calorías consumidas: 1317kcal

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