Esta historia comienza una brumosa mañana de Julio, en un tren, camino del Ferroltingham. Un 18 de Julio nuestro protagonista se encuentra en los preliminares de un largo y duro viaje que habrá de enfrentarle al Señor de Compostela en las profundidades del Monte del Granito (también conocido como casco histórico de Santiago de Compostela).
Nuestro héroe, al que llamaremos Yuri, se dirigía acompañado por su lugarteniente, y padre a la sazón, camino del comienzo de todo. Hasta momentos antes se habían visto secundados por una hueste de montaraces jiennenses, así como de ElfoScouts, pero su aventura habría de discurrir por caminos diferentes, y la numerosa tropa se separó de ellos en Sarria.
La llegada a Ferroltingham, lugar de comienzo de la senda, coincidió con la apertura de la mañana, que hasta ese momento se había mostrado gris y amenazadora. Mientras esperaban la llegada de la Dama Blanca (también conocida como Ana), engañaron al hambre en una tosca posada, en la que el único sustento sólido disponible eran churros.
A la llegada de Ana en el carromato de las 10:35h, nuestros protagonistas se dirigieron a la casa del alguacil, donde les sellaron las credenciales de guerreros (cómo está la Terra Media, hasta para eso piden ya papeleo). Una vez solventado esto, se encaminaron al Monolito Primo, lugar del comienzo de la aventura.
El Monolito Primo se encuentra ubicado junto al puerto del Ferrol, lugar en donde las hordas de goblins… digo… de ingleses desembarcaban en Terra Media para dirigirse hacia el Monte del Granito. En su búsqueda coincidieron con dos montaraces de la región de Val-Ent-Zia. Éstos debían de ser montaraces de saldo, porque incluso con un mapa del tesoro fueron incapaces de hallar el Monolito. Cierto es que encontrar la ubicación exacta para los no iniciados es un misterio casi irresoluble, una gymkana que resolver, en la afortunadamente contaron con la ayuda de la Señora de la Oficina de Turismo.
Tras las apropiadas ofrendas en el Monolito Primo, nuestro trío de héroes, así como la pareja de montaraces, partieron hacia Compostela, justo en la hora donde la sombra es más corta. Habían decidiro seguir el antiguo Camino del Rey, casi abandonado y perdido en algunos tramos; más largo y oculto, pero por ello más seguro y discreto. Siguieron las marcas dejadas por innumerables guerreros antes que ellos, dado que el pergamino obtenido días antes en la Magna Biblioteca de Int-Tir-Nit no daba información exhaustiva en ese estadio de la ruta. Los lugareños ferrolanos los despedían con canciones e incluso les indicaban los lugares peligrosos de la senda, bien por mor de las zanjas de defensa contra las invasiones de turistas, o bien por aviesos desvíos planificados por el malvado sheriff de Ferroltingham. Los montaraces de Val-Entzia sucumbieron pronto a una de estas trampas. Resultado: tardarían dos horas más en llegar al final de esta etapa.
La salida del Ferroltingham fue tal y como indicaba el pergamino: fea, triste, gris, y por medio de un polígono industrial. Durante tres horas nuestros caminantes atravesaron extensiones pobladas por pequeñas casas, así como muestras de obras de desaforados gigantes. El camino a seguir discurría bordeando la ría del Ferroltingham, en un día el que el sol estaba empezando a caer a plomo sobre las cabezas del trío del Anillo. Tuvieron que resistir la tentación de tomar varios puentes que les hubieran ahorrado una larga caminata por el fondo de la ría, pero la absoluta seguridad de que se hallaban custodiados por feroces Nâzgul les hicieron optar por ir mejor por caminos secundarios.
Tras pasar Narón, población en la que pararon junto al Monasterio de San Martín de Xubia, siguieron hasta llegar a un curioso molino elfo en que se molía el trigo usando la fuerza de las mareas: se dejaba pasar el agua en la marea alta por unas compuertas, y cuando ésta empezaba a bajar, se cerraba, y tras un tiempo, se abría otra compuerta junto a la rueda del molino, y la fuerza del agua trituraba el trigo.
A continuación pasaron junto a una magna herrería de enanos, dedicada al reciclaje de chatarra. Las pilas de detritos formaban auténticas montañas de hierro, ominosas por su color marrón óxido, en tan flagrante contraste con el verde de los montes y el turquesa del mar. Numerosas fuentes, de hierro, jalonaban el camino junto a la hererría, pero todas salvo una se hallaban secas.
Una vez el trío hubo pasado la herrería enana llegaron junto a un puente de hierro y madera, que les condujo directamente a la primera posada del camino: el Albergue de Neda. Habían pasado unos minutos de las tres de la tarde. Lamentablemente el posadero no abriría el Albergue hasta las seis de la tarde, por lo que nuestros amigos tuvieron que descansar en un prado junto al albergue. Allí se encontraron con un nuevo acompañante: un mago inglés, llamado Alex, que decía residir en un lejano lugar llamado República Checa, y ser parte de un grupo de escribanos que se llamaban a sí mismos Skriptorium, dedicados a la traducción de conjuros históricos del checo al inglés y viceversa. Dado que no hablaba ni una palabra del Idioma Común, Yuri tuvo que hacer de traductor, dado que él podía expresarse en la endiablada jerga de Las Islas.
Mientras consumían sus vituallas, un rápido mensajero, que decía proceder del Valle de Olid, apareció fugazmente por el Camino, y siguió veloz su camino al Monte del Granito. Decía haber estado allí el día anterior, procedente de la Senda de Portus-Calis, pero como no había conseguido los suficientes PXs para mostrarse ante el Señor de Compostela, se había decidido a emprender una nueva aventura. Y, en esto, llegaron los valentzianos.
Al cabo de un rato, tras contactar mediante un conjuro de tipo Vodafone con él, el posadero abrió el albergue. Informó a nuestros héroes de que la próxima posada se encontraba a 25 km. de allí, por lo que, pese a haber recorrido sólo 12 km., decidieron terminar aquel día el recorrido. Adecentaron sus vestiduras, y visitaron por la tarde el pueblo de Neda, donde un curioso Cristo bifaz, cual Jano católico, les asombró junto a una iglesia.
Por la tarde nuestros caminantes tuvieron una sorpresa: un guerrero que se habían encontrado previamente en Ferroltingham había ido hasta la posada, junto con su familia, buscando acreditaciones para emprender el camino como las que disponían nuestros amigos, pues éstos le informaron que ellos las habían conseguido en posadas de guerreros en Córdoba y Ponte-Antiguo. Lamentablemente el posadero de Neda no disponía de ellas. No sería la última vez que lo encontraran.