De vuelta de nuestro viaje a Grecia hicimos una breve escala en Madrid, ya que el vuelo de Grecia llegaba a la capital de España, y desde allí teníamos que volver a Sevilla. Lo irónico del asunto es que descubrimos, en nuestra escala en el aeropuerto de Atenas, que teníamos un vuelo a Sevilla directo, con nuestra misma compañía, y un par de horas antes del vuelo a Madrid, lo que nos había ahorrado -en la práctica- un día de viaje. Pero es lo que tiene ir en paquetes organizados, que no puedes hacer según qué optimizaciones. En fin.
El caso es que, puestos a llegar a Madrid, aprovechamos para emplear el tiempo entre esperas para dar una vuelta por el Retiro y sus alrededores. Del Parque me quedo con esta imagen:
…y de la visita a los alrededores, el haber comprado la última novel de Arturo Pérez-Reverte, El Problema Final, en uno de los tenderetes de la Cuesta Moyano.
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Nuestro último día en Grecia se inició en Santorini. Teníamos la mañana libre antes de tomar un vuelo a media tarde hacia Atenas, y otro por la noche a Madrid, así que invertimos esa mañana en volver de nuevo a Fira. Allí estuvimos deambulando por el pueblo, tomando las últimas fotos, y disfrutando de nuestras últimas horas en Grecia. Y no pudimos menos que quedarnos con el simpático homenaje de Fira a sus burros, que fueron una parte importante de la economía de la isla, al ayudar a trasladar pesadas cargas desde el puerto hasta los pueblos y viceversa, y que a día de hoy son un atractivo turístico más, ya que proporcionan un servicio para subir y bajar del puerto, alternativo al moderno teleférico. Y ese homenaje tiene el nombre de Marcos:
Una simpática estatua emplazada en el centro de la ciudad, en la que se advierte que la misma no es para montar en ella, sino sólo para hacerse “fototos”. Me imagino que más de un inglés borracho se habrá subido al pobre Marcos…
Nuestro tercer día en Santorini estuvo marcado por el periplo que realizamos por la isla. Alquilamos un coche, y nos fuimos a recorrer las playas. Dado que no teníamos tiempo para todo, optamos por dirigirnos al sur de la isla. Allí visitamos, en primer lugar, la playa de la Caldera que, como su nombre indica, está en la parte interior de la isla. Es una playa famosa para disfrutar del buceo, y puedo comprender por qué. A poco que me sumergí en las aguas pude disfrutar del azul más intenso que he visto en mi vida, así como gran cantidad de peces. Sencillamente espectacular pero, torpe de mí, me dejé olvidada la cámara subacuática en el hotel. En fin, quedará en mi recuerdo. Aunque sí que me traje algo de recuerdo, un par de trozos de piedra pómez de color blanco.
Después de eso, fuimos a la playa de Perivolos. En esta ocasión, en la vertiente exterior del volcán. Es una playa de arena negra, no muy fina, sino del tamaño de granos de sémola de hacer cus-cus. Sus aguas son de un color azul acero, debido al propio azul combinado con el fondo de color negro. Llamativo, en todo caso. Allí almorzamos en un velador en primera línea de playa, cosa que disfruté como un enano.
Por último, nos dirigimos a la Playa Roja, también en la vertiente exterior. Como su nombre indica, lo característico es que la arena es roja, debido al color de las erupciones de lava que definieron esa parte de la isla. Su acceso es muy peligroso, debido a los frecuentes derrumbes, por lo cual está prohibido acceder. Prohibición que nadie respeta, por supuesto. Llegamos allí a la caída de la tarde, lo que ayudaba a acentuar el color rojo del entorno. Muy, muy bonito.
Por último, echamos el cierre al día dirigiéndonos al Faro de Akrotiri, donde disfrutamos de la puesta de sol. Muy bonita, pero con mucha gente.
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El segundo día de nuestra estancia en Santorini lo empleamos en conocer el pueblo de Fira. Como era de esperar, tuvimos que afrontar la enorme cantidad de gente que había en el mismo, dada la llegada de cruceros a Santorini. Y eso que, como nos dijeron los lugareños, ¡en septiembre no era nada comparado con agosto! Aun así, pudimos disfrutar, a poco que lo buscaras, puntos tranquilos, como la imagen que comparto a continuación: una vista de la caldera de Santorini tomada desde la Iglesia de las Tres Campanas, uno de los lugares más conocidos de Fira.
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Y tras unas cuantas horas de viaje en ferry, llegamos a nuestro destino: la isla de Santorini. Es uno de los principales destinos turísticos del Mar Egeo, algo que empezamos a notar nada más embocamos la entrada de la caldera de Santorini. Y es que Santorini es una isla volcánica. De hecho, se trata de los remanentes de un gigantesco volcán que ha tenido varios episodios explosivos a lo largo de la historia, alguno de ellos tan relevantes como la erupción minoica, llamada así porque acabó con la civilización homónima en torno a los años 1639 y el 1616 a. C. Como resultado de estos episodios, tenemos una caldera inundada rodeada por dos islas, la propia Santorini y Therasia (más el islote de Aspronisi), así como dos islas deshabitadas en la parte interior de la misma, Palea Kameni y Nea Kameni.
Como decía, Santorini es un destino turístico enormemente popular, de lo que pudimos darnos cuenta al observar la gran cantidad de cruceros que atracan en la caldera. Y no me pude resistir a fotografiarlos durante los días que pasamos allí.
Además de los cruceros, que pueden adentrarse en la caldera merced a la gran profundidad de sus aguas, pudimos ver gran cantidad de embarcaciones de recreo, entre las que destacaban algunos veleros de muy bella factura.