El pasado 13 de enero de 2025 decidí que era el momento perfecto para unir dos de mis grandes aficiones: el ciclismo y la tecnología. Salí desde las inmediaciones de Santiponce, en el corazón de Andalucía, con un objetivo muy claro en mente: poner a prueba mi nuevo juguete, el dron DJI Neo, en un entorno real de actividad física. No se trataba de una etapa de gran fondo, sino de una sesión técnica y recreativa de unos 11 kilómetros para ver de qué es capaz este pequeño dispositivo mientras pedaleo por la histórica Vía Verde de Itálica.

La experiencia fue, cuanto menos, reveladora. Utilicé el dron exclusivamente en modo de seguimiento autónomo, prescindiendo por completo de cualquier mando de control. Quería comprobar si el Neo podía ser el compañero de aventuras ideal para un ciclista solitario. Durante el trayecto, experimenté con varios modos, como el Direction Track, aunque debo admitir que para la dinámica del ciclismo este modo en particular no terminó de convencerme. Sin embargo, lo que realmente me dejó boquiabierto fue su capacidad para esquivar obstáculos en zonas cerradas. A pesar de no contar con sensores de detección de obstáculos dedicados, el dron utiliza una combinación de seguimiento inteligente y optimización por IA que le permitió navegar entre ramas y vegetación en tramos realmente estrechos sin sufrir ni un solo percance.

No todo fue perfecto, por supuesto. Al realizar la actividad durante la caída del sol, noté que el DJI Neo sufría bastante cuando la luz incidía directamente contra la lente; en esos momentos de contraluz extremo, era fácil que perdiera el rastro del objetivo. También encontré su límite en la velocidad: en cuanto intentaba ponerme a toda velocidad y exprimir los pedales, el dron no podía seguir el ritmo, se quedaba atrás y terminaba estacionario en el aire. Aun así, para ser una primera toma de contacto y considerando su portabilidad, los resultados son más que satisfactorios.

El escenario de esta prueba no pudo ser mejor: la Vía Verde de Itálica. Este sendero es en realidad un fragmento recuperado del antiguo ferrocarril minero de Aznalcóllar, una joya de nuestra arqueología industrial. El tramo rehabilitado que recorrí se extiende unos 4 kilómetros desde Santiponce hasta el puente sobre el Arroyo del Judío. Es un trazado llano y agradable, cargado de historia. Este ferrocarril fue construido a principios del siglo XX por la Compañía Gaditana de Minas «La Caridad» para transportar el mineral desde las minas hasta el río Guadalquivir. Aunque la línea original tenía más de 33 kilómetros y operó hasta 1974, hoy disfrutamos de este pequeño tramo que nos permite rodar sobre las huellas del pasado minero de la región.

Como ya mencioné en una entrada anterior de mi blog, esta ruta es una opción fantástica para una salida rápida o para probar material nuevo, como ha sido el caso hoy. El recorrido de ida y vuelta me permitió disfrutar de las vistas y de la tranquilidad del entorno, terminando de nuevo en Santiponce tras poco más de media hora de movimiento real. Una tarde productiva, tecnológica y, sobre todo, muy disfrutada sobre las dos ruedas.

Datos clave de la etapa:

  • Distancia: 11.05 km
  • Tiempo en movimiento: 0h 34m
  • Ganancia de elevación: 59 m
  • Velocidad media: 19.2 km/h
  • Velocidad máxima: 46.8 km/h
  • Fecha: 13 de enero de 2025
  • Tipo de actividad: Ride

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