Hoy he salido, por primera vez en el año (bueno, en realidad, por primera vez desde el verano) a dar pedales. He salido por la Vía Verde de Itálica y he enlazado con la Ruta del Agua. Y como era de esperar, me he puesto de barro hasta las cejas.
Para llegar a la vía verde he tenido que vadear un arroyo que hay cerca de casa. Al poco de pasar el arroyo me he metido en un barrizal hasta media rueda de la bici. Era alucinante: el barro estaba tan húmedo que el surco que dejaba la rueda se iba cerrando a su paso, como si nunca hubiera pasado por ahí.
Posteriormente, en la vía verde, había también zonas en las que el barro de los cultivos había invadido la vía, hasta hacerla casi impracticable en un par de puntos. Además, al ser un barro de tipo arcilloso, se queda pegado a las ruedas, y forma pellas en las horquillas y juntas de la bici.
Desde el puente del arroyo del Judío, tomé la Cañada de las Islas, en la parte que forma parte del trazado de la Ruta del Agua. El arroyo llevaba agua (es la primera vez que lo veo así), y tuve que vadearlo, lo que vino bien para quitarme algo de barro. Continué un rato por el camino, pero tras hundirme de nuevo un par de veces hasta media rueda, y partir una de las calas al intentar sacar el pedal del barro, decidí que era hora de volver a casa. Eso sí, con escala técnica en el lavadero de coches.
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Esta mañana nos hemos ido a dar pedales Ana y yo por las cercanías de Santiponce. Ha sido un rato bastante divertido, en la que nos hemos cruzado con peregrinos, caminantes, y ciclistas a punta pala. El recorrido no ha sido muy largo: Vía Verde de Itálica hasta el puente del arroyo del Judío, desde allí tomamos el Camino Real en dirección a Valencina, y un poco antes de llegar, tomamos una pista que nos llevó hasta la carretera de Santiponce a Valencina, para tomar el camino de los vinateros, de nuevo hasta la vía verde. Teníamos intención de llegar hasta Valencina y ver los dólmenes pero, ante la amenaza de lluvia, tuvimos que volvernos.
En el cruce del Camino Real, nos paramos a tomar una panorámica. Este es el resultado:
Como se puede apreciar, el tiempo estaba bastante variable: lo mismo pegaba un sol abrasador, como nos caían unas gotas.
Por otro lado, a Ana le sorprendió la cantidad de cultivos diferentes que vimos en tan poco tiempo: trigo, cebada, girasol, cebollas, algo bajo plásticos, otra cosa que parecían patatas, y los omnipresentes olivos. Además, vimos halcones, conejos e incluso perdices.
Una mañana bien aprovechada.
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Esta mañana he estado rodando un poco por la Vía Verde de Itálica. La mañana se presentaba buena para rodar: algo cubierto el día y fresco, pero agradable. Mi intención era tomar la vía verde hasta donde fuera posible, que no tenía muy claro si se trataba del río Guadiamar (donde la vía salvaba el río mediante su correspondiente puente), o bien Aznalcóllar.
El recorrido en sí tiene dos partes claramente diferenciadas. La primera de ellas es desde Camas hasta el puente sobre el Arroyo del Judío, donde la vía verde se cruza con la Cañada Real de las Islas.
Hasta ahí la vía se encuentra adaptada al uso para senderismo y ciclismo. Desde el puente, sin embargo, la vía se encuentra abandonada. Si bien se puede circular aceptablemente bien por todo su recorrido, en algunos tramos (los más cercanos al arroyo) hay abundante balasto, por lo que se bota un poco y el rodar es un poco más complicado. En cuanto a perfil, no hay ningún problema: es ligeramente ascendente en todo su recorrido, pero sin llegar a resultar pesado.
El paisaje no destaca precisamente por su variedad: una campiña cerealista con ocasionales apariciones de olivares y frutales, en la que las perdices campan a sus anchas. Aun así, tiene una cierta belleza que tampoco se puede ignorar.
El trazado sigue sin muchas variaciones, salvando dos carreteras, la SE-3409 y la SE-3405, siendo esta última la que marca prácticamente el límite del recorrido. Poco después se encuentra el río Guadiamar, que no se puede salvar debido a que el puente del ferrocarril se encuentra derruido; el río, además, presenta abundante agua en esta época del año, como se puede apreciar en el polar derrumbado, que está casi cubierto por las aguas.
Hubo algo que me llamó la atención. Por lo general, todo el trayecto del antiguo ferrocarril se ha mantenido conservado, salvo en dos puntos. El primero de ellos es poco después de la SE-3409, en la que un par de derrumbes han provocado que la vía no sea transitable, ante lo que la gente ha trazado caminos que bordean los derrumbes, pegados a la propia vía. El segundo de ellos es ya llegando al puente del Guadiamar: esta vez la causa es diferente. Todo el trazado de la vía ha desaparecido bajo una plantación, que ha enajenado el trazado de la vía. Afortunadamente no presenta mucho problema, ya que hay un camino que permite llegar hasta el río, pero no deja de ser llamativo, ya que, pese a que la vía ya no existe, salvo que me equivoque, el terreno por el que discurría sigue siendo público.
Otra cosa que me llamó la antención fue la existencia de flechas amarillas en el puente y sus cercanías. En un primer momento pensé que podrían estar relacionadas con la Vía de la Plata, pero su recorrido, por Guillena y Castilblanco, cae bastante lejos. No he encontrado mucha información al respecto, pero cabe la posibilidad de que exista otro ramal diferente que lleve desde Santiponce hasta Gerena. Seguiré investigando.
La vuelta, habiendo visto que no se podía avanzar hacia Aznalcóllar, la hice por el mismo camino. Tuve la ocasión de contemplar unas llamativas estructuras en la lejanía: una especie de torres que despedían bastante luz por su parte superior. No sé si se tratarán de algún tipo de centrales de energía solar, o algo por el estilo, por lo que agradecería información al respecto.
Por desgracia, las fotos están tomadas con mi teléfono móvil, por lo que no se pueden apreciar demasiado bien.
El recorrido total de la etapa fue de unos 40 km., y empleé en ellos aproximadamente dos horas. El trazado con Google Maps es el siguiente:
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