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07 mar 09 Camino de la Costa: Etapa 6. Sobrado dos Monxes – Santiago de Compostela

Esta entrada es la parte 7 de 7 de la serie Camino de Santiago 2008

El último día de recorrido, 25 de Julio, Día de Santiago, amaneció con malos presagios. Mi padre, a consecuencia del enfriamiento del día anterior, había pasado muy mala noche, con un catarrazo de cuidado. A la mañana, gracias a unos antigripales y dopado de paracetamol, parecía encontrarse mejor. Pero el clima no iba, ni mucho menos, a ayudar. De nuevo el día se presentaba muy frío y lluvioso. Más que un día de verano, parecía un día de invierno en Córdoba. Decidimos no perder demasiado tiempo. Tomamos un “desayuno de campaña”, con los víveres de supermercado que habíamos comprado la tarde anterior, y nos hicimos pronto al camino.

Dado que no estaba la situación como para andarse con florituras, decidimos realizar una nueva variación en el recorrido. Optamos por tomar la conocida como “variante de O Pino”: recorrimos un dédalo de carreteras comarcales, que nos hicieron pasar por las aldeas de Corredoiras, Boimorto, dejar Orxal a nuestra izquierda, y Liñares/Pastor, para acabar saliendo de nuevo a la N-634.

Camino de Boimorto empezó a llovernos en serio, como no nos había caído agua en todo el Camino. Una de esas lluvias densas, con gotas gordas como cocos de La Habana, que casi hacían daño al caer. Y allí estábamos, en mitad de la nada, sin ningún sitio en el que guarecernos. Con la única opción de seguir adelante, aguantar el chaparrón, y esperar a que escampara. Y no lo digo de manera metafórica.

El zurreo de agua duró hasta Boimorto, pero no dejaría de caernos agua hasta llegar a Santiago. Incluso, de cuando en cuando, el recorrido se veía aderezado con nuevas excelencias meteorológicas. Pronto hizo aparición una niebla densa que, hasta entonces, había pensado que era algo incompatible con la lluvia. Pero se ve que Galicia siempre te guarda alguna sorpresa. Decidimos hacer, cerca de un recinto ferial, la primera parada del día.

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Tras un breve rato de descanso, por aquello de no enfriarnos, seguimos adelante por un bosque de eucaliptos. Con la humedad, provocada por la lluvia y la niebla, el olor a eucalipto era enloquecedor, de tal manera que parecía que estuviéramos rodando por un bote de Vicks VapoRub más que por un bosque gallego. “Al menos -le dije a mi padre- te vendrá bien para la congestión”. Nos echamos unas risas a cuenta de esto.

Aún continuamos unos cuantos kilómetros por carreteras secundarias, algunas de ellas en obras, antes de desembocar por última vez a la N-634. Ya no la abandonaríamos hasta Santiago. Pero por el camino, entre subidas y -sobre todo- bajadas, aún tuvimos tiempo de parar en un bar de carretera a meternos entre pecho y espalda algo caliente (“Té, café, caldo, un tazón de leche, lo que tenga”), para combatir el frío que, ayudado por el agua y un fastidioso viento en contra, nos calaba hasta los huesos.

De nuevo en marcha, tuvimos que superar un par de pequeños altos -apenas tachuelas- que al menos nos permitieron entrar en calor. Aunque lo que más reconfortaba eran los ánimos con que la gente, desde los coches y autobuses que se dirigían a Compostela para celebrar la fiesta, nos regalaban con cariño. Y bueno, es algo que no se olvida.

Así, poco a poco, nos íbamos aproximando a Santiago. No pasaría mucho tiempo antes de que llegáramos a las inmediaciones del aeropuerto de Santiago. Allí coincidimos con un padre y un hijo con un aspecto teutónico ciertamente imponentes, también ciclistas, que iban a Santiago, con el equipaje en unos curiosos carritos que llevaban a rastras de la bici. Estuvimos rodando un rato con ellos, juntos pero no revueltos. A esas alturas, entroncamos nuestro recorrido con el Camino Francés. Esa parte ya me resultaba conocida. No el balde la había recorrido el año anterior con Fran, si bien con un estado climatológico ciertamente diferente. Pero era ya terreno familiar, y eso, junto a la cercanía de Santiago, nos hizo casi volar. Y de repente, casi sin esperarlo, la vimos. Bajo la lluvia, con frío y viento. Ahí estaba. Habíamos llegado, o casi, a Santiago.

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La entrada a Santiago la hicimos por el recorrido canónico. Rodamos por la Avenida de los Concheiros, para tomar a continuación las calles de San Pedro y Casas Reales, para bajar, ya andando debido a la aglomeración de gente, por la Azabachería, para desembocar en la Plaza de la Inmaculada. Esta vez sí, habíamos llegado.

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Contra la costumbre, lo primero que hicimos fue entrar en el Seminario Mayor para formalizar la reserva, y soltar bicis y demás bagaje. Y no fue mala variación. Resulta impresionante el edificio del Seminario Mayor. Aunque mejor como lugar de visita que como albergue. No tardaría mucho en descubrir que dos noches durmiendo en las camas del Seminario iban a afectarme más en lo físico que seis días dando pedales desde Oviedo. Pero casi se le perdonaba por lo magnífico del emplazamiento. Casi.

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Siguiente tarea: dirigirse a la Oficina del Peregrino para obtener la Compostela. No había tanta gente como había temido, pero aun así la cola salía a la calle. Lo más divertido del asunto fue un curioso letrero, en varios idiomas, que reclamaban a la gente que esperara su turno. Pero como no estaba en todos los idiomas hablados por los peregrinos, éstos se habían decidido a complementarlo.

Foto0059

Ducha, descanso y almuerzo y siesta. Tras toda una etapa de frío, lluvia y viento, bien merecía la pena remolonear un poco antes de ponerse a dar vueltas por Santiago. Especialmente por mi padre que, pese a su resfriado, había aguantado como un campeón. Por la tarde cumplimos con el Apóstol.

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Y colorín, colorado, el Camino, una vez más, se había acabado. Y con un día de adelanto.

Datos de la etapa:

  • Distancia (según cuentakilómetros): 62’143 km.
  • Tiempo empleado: 4:08:15
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Series NavigationCamino de la Costa: Etapa 5. Villalba – Sobrado dos Monxes
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Comentarios de los lectores

  1. |

    Hice esa etapa a pie el 22-09-09 desde Sobrado a Boimorto y enlacé con el camino francés cerca de Santa Irene, ¡un tramo precioso! luego. hasta Santiago, se me hizo corto… Como 60 km que curiosamente no costaron demasiado. Lo recomiendo.

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  2. |

    Hola vergilium. Ciertamente, el paisaje era precioso, aunque en nuestro caso pudimos disfrutarlo poco, por la manta de agua que nos estuvo cayendo en lo alto, y los ocasionales mantos de niebla. Me apunto ese enlace desde Boimorto hasta Santa Irene. Nosotros fuimos siguiendo el trazado de la N-634 hasta el aeropuerto de Lavacolla. Conozco el Camino, pese a todo, desde Santa Irene, Arca y todo lo demás, ya que lo he recorrido en bici (2007) y a pie (2009), y es cierto que es una gozada.

    Jajaja, 60 kms. a pie de una sentada. ¡Impresionante! Aunque es verdad que la cercanía a Santiago da unas fuerzas inauditas. Aún recuerdo cómo en 2005 nos zampamos en un abrir y cerrar de ojos, en plena noche, el recorrido entre Sigüeiro y Santiago.

    Un saludo.

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