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17 abr 07 Crónica del Camino Francés: Día 1 (y II)

Esta entrada es la parte 2 de 5 de la serie Camino de Santiago 2007

Efectivamente, había empezado a llover. No era una lluvia muy intensa, pero lo suficiente como para forzarnos a sacar los impermeables. El Camino se estaba empezando a complicar, y mucho antes de lo esperado. Aún contábamos con disponer de 16 kilómetros de tregua, en terreno prácticamente plano antes de acometer la pared de 690 metros de ascenso en tan sólo 9 kilómetros. Pero esos 16 kilómetros tampoco fueron, a la postre, ningún paseo. Lluvia y viento de cara dificultaban el pedaleo, de tal manera que incluso en zonas de descenso nos veíamos forzados a pedalear de firme para poder avanzar. La subida, desde Ruitelán, se adivinaba dura. Muy dura.

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Fran afrontando la primera pared

La subida fue atroz. Habíamos calculado unas dos horas, para salvar los 9 kilómetros que nos separaban de Cebreiro, y finalizar la etapa en torno a las 19:30h. Empleamos casi tres horas en el recorrido, que oponía paredes (patásenelpecho) con rampas del 20%, viento en contra y frío, mucho frío. Y eso que nos decidimos a seguir la carretera, algo más cómoda, y evitar la senda de peregrinos, con fama de ser mucho más dura y difícil, en especial con agua y barro, como era el caso.

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Bifurcación del Camino en senda y carretera

Entre bromas, recordábamos cómo habíamos visto Cebreiro nevada a través de la webcam de la RTVG, y Fran se lamentaba por no haberla podido ver en vivo. Apenas, comentábamos, quedaba un poquito en lo alto de la montaña más alta que se veía al fondo, y bromeábamos con que sería brutal que llegáramos hasta esa altura. Llegamos:

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Nieve en la carretera

Si bien es verdad que en realidad no era para tanto. Al menos, aquel día. Sin embargo, el frío era enormemente cortante, y la subida parecía no acabar nunca. Especialmente porque habíamos advertido una curiosa discrepancia entre nuestros cuentakilómetros (que marcaban aproximadamente lo mismo) y la guía y el libro de ruta que llevábamos (que también coincidían entre sí). Por lo que se veía, no sólo a nosotros se nos estaban haciendo muy larga la etapa.

Y sin embargo, coronamos el puerto. Puerto que se encontraba completamente pelado, salvo por unos pequeños arbolitos. Qué bonitos, con nieve y todo, como en las postales. Pero no. No era nieve. Cuando nos acercamos un poco más, pudimos ver que en realidad se encontraban helados, con carámbanos colgando y todo. Ni ánimo para echarles una foto nos quedó. Y así hicimos la entrada triunfal en la aldea de Cebreiro. El frío era cortante y negros nubarrones amenazaban con volver a descargar sobre nosotros. El albergue, efectivamente, se encontraba cerrado, y en toda la aldea, un polo turístico de primer orden en la zona, no quedaba ni una sola habitación libre.

Nos estábamos pelando de frío, y no teníamos donde caer muertos. Ni ánimo para echar unas fotos, ni para una pequeña posada que había pactado con Pablo ante la webcam de Cebreiro (con idea de colgarla a posteriori) nos quedaba. Y suerte que contaba con unas bolsas de calor químico (una de ellas regalada, tiempo ha, por mi buen amigo Jose Jaquotot) que nos permitieron entrar en calor. De esta manera afrontamos la única solución posible: prolongar la etapa y seguir avanzando.

La siguiente aldea tenía como nombre Liñares, y sabíamos que allí habia una buena casa rural. Lamenteblemente, también se hallaba completa. Las vacaciones de Semana Santa estaban haciendo estragos. De nuevo nos veíamos forzados a reemprender la ruta. Eran ya casi las 21:00h y había empezado a nevar, así como a bajar una sospechosa niebla que amenazaba con envolvernos totalmente. La situación, o eso creíamos, no podía ser más dramática. La próxima parada era Hospital de la Condesa, con albergue de peregrinos. Confiábamos en tener algo más de suerte. Esquiva suerte: el albergue no sólo se hallaba completo, sino que había gente durmiendo por los suelos, con aislantes. ¿Qué hacer? Un señor mayor, que parecía hacer las veces de hospitalero, o que acudía al albergue en busca de conversación, me comentó que a la salida de la aldea había un restaurante que tenía habitaciones. Quizás allí pudiéramos encontrar algo. Y si no, la alternativa era seguir hasta Fonfría, a unos 6 kilómetros de allí. Desesperanzado, le transmití las malas nuevas a Fran. El alma se nos cayó a los pies. Seguía nevando, la niebla bajando y estaba cada vez más oscuro: había pasando ampliamente las 21:00h.

Y sin embargo, la suerte nos cambió. Fran entró a preguntar en el restaurante, Mesón “O Tear”, y debió de poner tal cara de pena, que la chica que se encontraba al cargo accedió a abrirnos las habitaciones, pese a que, como nos dijo, en realidad no abrían hasta el día siguiente y se encontraban allí por casualidad, preparando las habitaciones. Pero que no disponían de nada que comer, pues no hacía acopio de alimentos hasta el día siguiente. No era problema, aquello nos sonó a música celestial. Y aparte, llevábamos raciones de comida energética, para casos de emergencia. Al menos aquella noche podríamos dormir calientes en las dos únicas habitaciones que tenían disponibles.

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Habitación de Fran

La etapa había terminado. Había sido larga, dura, difícil y con climatología tremendamente adversa. Pero lo peor de todo el Camino había pasado. Una ducha bien caliente y un masaje con alcohol de romero, poco después, hicieron maravillas. Y además, tuvimos la agradable sorpresa de que la chica del mesón consiguió hacerse con algo de pan, embutidos y queso para preparnos unos bocadillos. Hay cosas, desde luego, que no se pueden pagar con dinero. Fuera la ventisca seguía arreciando. ¿Con qué sorpresas nos encontraríamos al día siguiente?

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Telar que daba nombre al sitio

Resumen de la etapa:

  • Recorrido previsto: Ponferrada – O Cebreiro
  • Recorrido realizado: Ponferrada – Hospital de la Condesa
  • Distancia indicada en la guía: 57’0 km.
  • Distancia marcada: 62’9 km.
  • Comida en: Villafranca del Bierzo. Restaurante “La Puerta del Perdón”. Excelente
  • Cena y noche en: Hospital de la Condesa. Mesón “O Tear” (mesón y albergue rural). Bueno
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Comentarios de los lectores

  1. |

    Yo estuve en el mesón O’tear en 2005, y después de una dura etapa en bici, aquello me pareciò el paraiso, el albergue lleno, pero paramos a comer en el mesón y no salimos hasta la mañana siguiente, la habitación nueva las dos camareras guapas y simpáticas y para cenar unas patatas guisadas con bacalao que todavía sueño con ellas, espero volver ya que estoy haciendo el camino a pie por tramos de una semana al año ya que no dispongo de vacaciones largas.En definitiva sitio muy recomendable.¡¡ VOLVERÉ !!

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