Siguiendo con nuestro viaje a Grecia, otra de las paradas fue la ciudad de Micenas, capital del reino del mítico Agamenón, uno de los héroes grigos de la Ilíada. Hermano de Menealo y, por tanto, cuñado de Helena de Troya. Pero ya de vuelta a la realidad, estuvimos visitando los restos de la Acrópolis de Micenas, donde destaca la impresionante Puerta de Los Leones, datada en el s. XIII a.C.:
La ciudad bien vale una visita. Cuenta además con un pequeño museo bastante interesante, además de con la cercana Tumba de Agamenón, también conocida como Tesoro de Atro, o Tumba de Atreo. Sin embargo, la pieza más impresionante, la máscara de Agamenón, se encuentra en el Museo Arqueológico de Atenas, que también pudimos visitar.
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En nuestra visita incluimos una parada para ver el estupendo teatro de Epidauro, ubicado en el antiguo santuario de Esculapio, en la Argólida. Es, posiblemente, el mejor teatro conservado de la Antigüedad:
Este teatro, con capacidad para 15.000 espectadores, tiene una acústica excepcional. La guía que nos acompañaba nos hizo subir hasta la parte superior del teatro, donde era posible escuchar una conversación mantenida en el centro de la orchestra. Otra demostración que hizo fue rasgar una hoja de papel, cosa que pudimos escuchar a la perfección. Y nos contó que, antes de la entrada del euro, era posible dejar caer un dracma en una piedra circular que se encuentra en el centro de la orchestra, y escuchar el tintineo en la parte superior del teatro. Con las monedas de euro, sin embargo, no se escuchaba. Cosas de la inflación, especulamos que sería.
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Otra de las maravillas -en este caso, moderna- que pudimos ver durante nuestro viaje a Grecia fue el Canal de Corinto:
Es esta una construcción que data de finales del s. XIX, y consiste en una vía de agua que une los mares Egeo, al este, y el Adriático, al oeste. Es una obra que se había intentado realizar ya en época de los antiguos griegos, allá por el s. VII a.C., por parte de Periandro de Corinto. Sin embargo, éste se vio incapacitado de realizarlo por las limitaciones técnicas de la época, construyendo en su lugar una calzada empedrada por la que se hacía rodar los barcos para trasladarlos de un lado a otro de la costa, llamado Diolkos. Lo que, a su manera, también es tremendamente impresionante.
También estuvo en la intención de Julio César la realización del canal, así como en el caso de Nerón, que llegó a empezar la obras, que quedaron abandonadas a su muerte. Los venecianos también lo intentaron en el s. XVII, pero de nuevo, sin éxito.
Lo que vemos a día de hoy fue realizado en el s. XIX, por parte de los franceses, pero con ingenieros húngaros. Han pasado 130 años desde se inauguración, y sigue impresionando, ya que los apenas 6 kilómetros del canal evitan un rodeo de 400 kilómetros. Cuenta con una caída de 80 metros, una profundidad de 8 metros (más o menos como la dársena del Guadalquivir en Sevilla), y 21 metros de ancho.
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Este verano hemos realizado un estupendo viaje por Grecia, en el que hemos combinado aspectos culturales, como son la visita a Atenas y un recorrido por el Peloponeso y Grecia Central, con aspectos lúdicos, conformados por una estancia en la increíble isla de Santorini.
Ha sido, como decía, un viaje largamente esperado, y que hemos disfrutado como pocos. Voy a ir sacando algunas imágenes de este viaje. Y como no podía ser menos, empiezo por una imagen que no podía faltar:
El Partenón, tomado en una fotografía nocturna desde la terraza de nuestro hotel. Aunque Atenas no es la ciudad más bonita del mundo (y pese a tener rincones encantadores), esta imagen vale para que te enamores de la ciudad.