Esta mañana he estado en la feria medieval que se celebra en la Corredera. Quizás, pensándolo bien, lo más apropiado sería llamarla “mercado medieval”, ya que la actividad básica de esta feria es vender productos de artesanía más o menos (generalmente esto último) medieval. Pese a todo, siempre vale la pena acercarse. Hay demostraciones de cetrería, pasacalles, exposiciones de instrumentos de tortura medieval (entre las que sospechosamente, pensé yo, se ha colado una guillotina -si bien la wikipedia se encarga otorgarle cierta carta de legitimidad-) y muchos, muchos, muchos puestos de artesanía y comidas.
Es agradable variar un poco la dinámica del fin de semana, y hacer esta especie de miradas retrospectivas edulcoradas a un pasado que jamás existió tal y como nos lo cuentan. Pero bueno, se admite la intención, que es la de hacernos pasar un buen rato.
La pena es que ha llovido, y mucho, esta mañana. Al principio poca cosa, una llovizna inofensiva, que incluso servía para mitigar el intenso frío que hacía, pero al cabo de un rato San Pedro parecía querer ahogarnos por la vía rápida. Al menos los tenderos ya estaban preparados, y todos los puestos lucían toldos impermeables además de las lonas de imitación medieval que suelen mostrar.
Lo que más me ha gustado de la visita: el pedazo de halcón que sobrevolaba la plaza antes de la lluvia, las dos tabletas de chocolate que he comprado (una de chocolate negro con naranja, y otra de chocolate con café), y sobre todo la patrulla de policía local montada en bicicletas de montaña que vigilaban el entorno de la Corredera. Me gustan ese tipo de iniciativas, sí señor.
your brain is mine jejeje