Y por suerte, sólo eso. Siempre me he vanagloriado de que, pese a hacer auténticas barbaridades sobre la bici, apenas he tenido caídas. Esto, desde las últimas dos salidas, ha dejado de ser cierto. La racha va a caída por etapa.
La primera fue hace ya unas semanas. Fue bajando desde el Lagar de la Cruz a los Morales. Un camino estrecho, un peñasco con un agujero detrás que no vi, y empecé a bailar sobre el sillín. Perdí ambos pedales, y tuve que apoyarme en los laterales del camino que, por suerte, en ese tramo era bastante angosto y cerrado. Aguanté cinco o seis metros, para pillar otra piedra, cruzar el manillar, y salir despedido por encima de la burra.
Pablo marcándose una derrapada en una zona cercana al lugar del que hablo
En realidad hay algo que no he contado. Eran las nueve y media de la noche, y por alguna, ejem, extraña razón, no llevábamos iluminación en las bicis. Tan sólo la luna marcaba nuestro camino. Y en ese tramo no mucho porque íbamos por un tramo de bosque en cuasi galería (Para quien se lo esté preguntando: es posible seguir el camino porque casi todo el mundo pasa más o menos por el mismo sitio, y esa zona, al estar más pulida que el resto, refleja mucho más la escasa luz que le pueda llegar; de hecho, es posible ver el sendero en un precioso tono blanco lechoso, destacando sobre la negrura del resto).
La segunda fue ayer domingo. Llegamos a los baños de Popea, y al río Guadiato. Teníamos que volver atrás para coger la vereda pecuaria que pasa por un puente aguas abajo pero… no había ganas. Así que vimos un tramo de piedras que era vadeable. Y lo vadeamos, claro. Y al vadearlo pillé una piedra con más verdín de la cuenta y me caí, cuan largo soy, en el río. Aunque Pablo lo pasó casi peor: la corriente casi se lleva su bici. Fue al ayudarle a pasarla cuando perdí pie.
La Mesa de la Aldea, donde vadeamos -un poco más abajo, claro-
Aunque para talegazo el de Pablo, también ayer. Fue durante la bajada al Guadiato, por un sendero muy estrecho y peligroso. Al final de él, una bajada abrupta con una enorme piedra como base. Giro de 90º a la izquierda. Yo iba primero, y medio pude tomarlo, pero me quedé clavado en el giro. Intenté quitarme, pero Pablo se me vino encima. La pendiente, así como la estrechez del sendero, le impidió bajarse, y bloqueó contra mi rueda trasera. Salió despedido por encima de su manillar, y casi sobre mi espalda, contra los matorrales. No sé como lo hizo, pero consiguió girar en el aire y caer de espaldas sobre ellos. Creo que Rafa Ferres recordará algo similar por el mismo sitio. Caída espectacular, que se saldó sin consecuencias, pese a que podía haberse abierto la crisma con un tronco, o aquello donde nunca le da el sol con algún tocón que hubiera en el suelo. No quiero ni pensarlo… :S
Rafa Ferres aventurándose por el camino en cuestión, en otra salida
¡Estoy deseando volver a salir!
jo q envidia y yo aki en talavera con la de sitios q hay…muerto del asco sin bici y sin amigos joooooooooooooooo
A ver cuándo puedo escaparme un fin de semana y hacerte una visitilla, que ya va tocando marcarme un viajecito bueno por ahí…