El Domingo de Ramos nos levantamos temprano, en torno a las siete de la mañana, para emprender la segunda y última etapa de las vías verdes del Aceite y Subbética.
Al filo de las ocho de la mañana abandonamos el apartamento, y nos dispusimos a reemprender la marcha, no sin antes tomar algunas fotografías de Zuheros y su entorno, y buscar de manera infructuosa un bar que nos permitiera tomar algo caliente para comenzar la etapa con buen pie, y combatir el aire frío de la mañana.
Después de descender nuevamente hasta la vía verde, a la altura de la oficina de turismo de Zuheros, retomamos el camino allí donde lo habíamos dejado la jornada anterior. Podíamos haber descendido directamente hasta el apeadero de Zuheros, pero la vista que se contemplaba desde la trichera del ferrocarril hacía que valiera la pena retroceder un poco.
Poco a poco fuimos salvando el leve desnivel ascendente de la vía verde hasta la cercana Doña Mencía (km. 72), donde hicimos la primera parada del día, para desayunar unas magníficas tostadas con aceite en el bar en el que se ha convertido la antigua estación. Tostadas que hicieros milagros, ya que desde entonces adquirimos un ritmo de marcha envidiable. Quizás el que la vía verde comenzara su descenso desde su cima en Córdoba (algo más de 600 m.) tuviera algo que ver…
A unos 6 km. de Doña Mencía atravesamos el túnel del Plantío (140 m), el único existente en el trazado del tren del aceite en la provincia de Córdoba. Y poco después llegamos al viaducto de la Sima (132 m), con unas vistas de la Subbética espectaculares.
Seguimos el descenso hacia Cabra atravesando unas espectaculares trincheras excavadas en la roca, aparte de cruzar otro viaducto, el de los Dientes de la Vieja (25 m).
Sobre las 10:15h llegamos a la estación de Cabra (km. 92), recuperada como centro de interpretación del Tren del Aceite (si bien cuando pasamos por allí ésta se hallaba desmantelada), y con una cafetería en la parte superior de la estación. Allí fue donde conseguimos el sello correspondiente a la vía verde de la Subbética. Y donde pude hacer un poco el ganso en las dos locomotoras que s encuentran estacionadas en la estación.
¿A que es como en “Retorno al Pasado”?
Abandonamos Cabra, siempre en descenso, para llegar a Lucena, tras haber pasado por el viaducto del Barranco del Alamedal. Lucena, con su magníficamente restaurada estación (aprox. km. 99), marca el Non Plus Ultra en lo que a cuidados de la vía verde se refiere.
Una vez pasado el kilómetro 100, la vía verde se encuentra bastante abandonada, con la excepción de la excelente pasarela que salva el paso de la vía verde sobre la desdoblada N-331 a su entrada en Lucena. La vía verde transcurre entre viñedos y olivares hasta hacer entrada en la pedanía de Las Navas de Selpillar, donde se encuentra la estación de Moriles-Horcajo (km. 108), la última de la vía verde.
Hicimos una parada en la estación, en la que aprovechamos para proveernos de agua (muy buena, por cierto), engrasar un poco el eje del pedalier de mi bici, y consultar a un lugareño sobre la mejor manera de alcanzar Puente Genil desde allí. Nos recomendó continuar por la vía verde hasta su finalización, a unos 4 km. de distancia, y desde allí tomar la cercana A-318 hasta Puente Genil, a unos 12 km. de distancia; consejo que decidimos seguir.
El fin de la vía verde se encuentra situado en el km. 112’400. Por desgracia, el resto del trazado del tren del aceite hasta Puente Genil se encuentra perdido, comido por la maleza y taponado por escombros y vertidos, por lo que no es posible continuar por él. Así pues, alcanzamos la carretera, y tras una parada en un bar de carretera para reponer fuerzas (a base de Acuarius y patatas fritas de bolsa), empezamos a rodar hasta Puente Genil.
Procuré imponer un ritmo rápido, ya que el eje de mi rueda trasera, que había estado quejándose desde prácticamente desde Jaén, empezó a dar muestras de desfallecimiento: ya en el Camino del Norte me habían comentado que tenía los rodamientos del buje algo tocados. No me había dado guerra en las salidas por Córdoba, pero al meterle el peso de las alforjas lo estaba sentenciando a muerte. Así fue: poco a poco la oscilación de la rueda trasera había ido en aumento, y desde Zuheros la rueda emitía unos crujidos bastante sospechosos. Crujidos que, de camino a Puente Genil, se habían transformado en un lamento estremecedor, cual si estuviera dejando cuadrados los rodamientos. Pensaba que en cualquier momento la rueda iba a decir “basta”.
Llegamos a Puente Genil cerca de las 13:00h. Tuvimos que abandonar la idea de visitar la villa romana de Fuente Álamo debido al estado de mi rueda. Compramos los billetes de vuelta a Córdoba en el tren de las 16:35h, y nos dirigimos a un bar cercano, donde tapeamos e hicimos algo de tiempo antes de volver a la estación, a esperar el tren que nos habría de llevar de vuelta a Córdoba. Rato de espera que dio para echar una breve siesta, algo de lectura, y charlar de chapuzas informáticas varias. Y así, a lo tonto, matamos el tiempo de espera hasta la llegada del Andalucía Exprés. Una hora después éste hacía su entrada en la estación de Córdoba.
Dimos por finalizada la etapa justo en el punto donde, un día y unos 160 km. antes, la iniciábamos: en los jardines de Escultor Martínez Cerrillo, cerca de la Boutipán. Nuestra idea era habernos fotografiado junto al azulejo que recuerda al antiguo ferrocarril de Almorchón, que transcurría por ahí, pero dado el lamentable estado de conservación de aquél, lleno de pintadas, tuvimos que limitarnos a fotografiarnos junto a la fuente.
Y colorín, colorado, esta historia se ha acabado.
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El sábado 4 de abril de 2009 comenzamos el recorrido de las vías verdes del Aceite y Subbética. Estas vías se corresponden con el antiguo trazado del tren del aceite, que enlazaba las zonas olivareras de Jaén y el sur de Córdoba con los ferrocarriles de Córdoba y Málaga.
Nuestro comienzo de etapa puede localizarse en la Boutipan, en el Brillante de Córdoba. Ahí habíamos quedado a las 7:15h mi padre, Pablo y yo, para dirigirnos a la estación de Córdoba y tomar el Andalucía Exprés de las 8:00h que nos llevaría a Jaén. El día se presentaba frío, pero no hacía presagiar mayores problemas en lo climatológico, salvo algunas brumas mañaneras que se extendían por el valle del Guadalquivir.
El tren nos dejó a las 9:45h en la capital del Santo Reino, donde el sol, a esa hora, ya había vencido a las brumas y lucía en todo su esplendor. En la cafetería de la propia estación desayunamos a base de medias con aceite y tomate, antes de emprender el recorrido. Recorrido que se inicia junto al polideportivo de Las Fuentezuelas. Tuvimos algún que otro inconveniente para llegar, motivado por una incorrecta localización del inicio de etapa en el GPS, que nos obligó a cruzar la vía férrea para poder alcanzar el inicio de etapa.
Una vez allí, y antes de empezar la etapa, nos dirigimos al polideportivo para solicitar el pasaporte de las Vías Verdes. Este pasaporte, que se ha de sellar en las oficinas habilitadas para ello en las vías verdes suscritas al programa, permite optar a una serie de regalos promocionales de las vías verdes; pero en la vía verde del Aceite tienen un plan de promoción especial que, si consigues sellar el pasaporte en dos de los tres puntos de sellado (en el tercero es en el que otorgan el pasaporte) te hacen entrega de un paquete promocional especial. De todas maneras, la idea de sacar el pasaporte era más por la tontería que por otra cosa, pero puestos a recibir un detalle, no estaba mal…
Entre unas cosa sy otras, no empezamos la etapa hasta las 11:00h. El firme de la vía verde es prácticamente inmejorable: está formado por grava fina tratada con una capa de alquitrán, de tal manera que se asemeja a las carreteras de los años 70. Muy cómodo para rodar, muy agradecido para pasear, pero un tanto aburrido, acostumbrado como está uno a cosas un tanto más salvajes. Sin embargo, esto tiene como ventaja que es muy frecuentado por gran cantidad de gente haciendo deporte: desde jóvenes deportistas hasta jubilados con aspecto indestructible, aunque lo que más abunda son personas de mediana edad con aspecto de estar a punto de sufrir un infarto. Quizás en algunos tramos el apelativo más adecuado sea la Vía Verde del Colesterol.
La vía verde del Aceite cuenta en su recorrido con un total de 13 puentes y tres túneles. El primero de estos últimos se encuentra en Torredelcampo, a unos 10 kilómetros de la salida. Se trata del Túnel del Caballico, de 333 metros de largo.
No mucho después se llega al primero de los puentes, el de la Piedra del Águila. Es un impresionante ejemplo de puente de hierro, como todos los levantados en esta antigua vía, que permite contemplar un paisaje olivarero espectacular.
La vía verde sigue, moderando el ascenso que venía teniendo desde la salida en Jaén y que mantendrá hasta martos, hasta la cercana población de Torredonjimeno. Aquí encontraremos el segundo túnel del recorrido, de 120 metros de longitud, y la primera de las diferentes pasarelas con las que se salvan las carreteras en las que no se han conservado los antiguos viaductos.
La vía alcanza su máxima altura en Martos, donde la vía verde hace un pequeño extraño: una vez entrada en el casco urbano, el trazado original se pierde bajo un edificio en construcción, con el apropiado nombre de Edificio Vía Verde. Se ha de continuar por una calle de nueva creación existente junto al edificio, que tiene señalado mediante una especie de parterre el recorrido de la vía, y que permite alcanzar la antigua estación de Martos (que se encuentra en un lamentable estado de conservación), y continuar por la vía una vez se sale del pueblo.
En el polideportivo de Martos conseguimos uno de los sellos que necesitábamos (si bien ya contábamos con uno puesto en Jaén, al parecer de manera incorrecta), aunque nos costó lo suyo, ya que el polideportivo se encuentra algo alejado de la vía verde, y el responsable al cargo de aquél no parecía estar demasiado al tanto de cómo había que prodecer.
No bien hubimos superado Martos, empezamos a descender. Aunque las vías verdes no tienen, por su propia naturaleza, grandes pendientes, habíamos ascendido desde los 490 m. de altitud que cuenta la vía a su salida de Jaén hasta los 650 m. de Martos en 22 km. Hasta entonces habíamos llevado una velocidad media de 13-14 km/h. A partir de Martos, y hasta la abandonada estación de Vado-Jaén, no bajábamos en prácticamente ningún momento de los 20 km/h, llegando en ocasiones hasta los 30 km/h. Camino de esta estación cruzamos dos nuevos puentes, los correspondientes a los arroyos Salado (208 m) y del Higueral (133 m), que pudimos fotografiar desde la lejanía:
Llegamos a la estación de Vado-Jaén al filo de las 15:00h. Teníamos que ir planteándonos dónde almorzar y cómo almorzar, ya que, salvo las tostadas de la mañana, llevábamos todo el día aguantando a base de barritas energéticas. Decidimos comer en Alcaudete, a unos 16 km (10 hasta la estación, y 6 más hasta el pueblo), y de paso sellar por última vez el pasaporte, y conseguir nuestro lote de camisetas, botellitas de aceite y globos. Aparte de la minucia de comer como personas, claro.
El tramo entre Vado-Jaén y la estación de Alcaudete guarda algunos elementos interesantes: se cruzan tres nuevos puentes, entre los que destaca el Puente del Pontón (224 m), sobre el río Víboras, que permite contemplar junto a él un puente que, según dónde consultes, puede ser romano o medieval, y que probablemente tenga algo de ambos.
Justo pasado el puente, se encuentra la cantera de la Muela de donde se extrajo el balasto utilizado para tender la vía. Y por último, se pasa por los puentes sobre los arroyos del Chaparral (70 m) y Esponela (70 m).
Llegamos a la estación de Alcaudete (483 m de altitud) aproximadamente a las 15:30h. Emprendimos el ascenso hasta Alcaudete, que sólo completamos Pablo y yo, ya que mi padre empezó a sufrir pinchazos en el muslo de la pierna derecha, y decidió volverse. En Alcaudete ascendimos hasta la oficina de turismo, emplazada junto al castillo, pero se encontraba cerrada. Recorrimos el pueblo en busca de algún sitio donde comer, y tan sólo conseguimos unos bocatas en el casino del pueblo (donde, por cierto, nos miraron al entrar como si fuéramos una especie de extraterrestres. Teniendo en cuenta que estaban en los preliminares de las escenificación de la sentencia a Cristo, es algo comprensible). Posteriormente, esperamos en balde hasta casi las 17:30h a que reabrieran la oficina, ante lo que decidimos marcharnos, cansados, de vacío, y mosqueados.
Retomamos el camino después de que mi padre se comiera su bocata de calamares (“mucho pan y pocos calamares”), y afrontamos los últimos kilómetros de la vía verde del aceite. Poco a poco el paisaje empezaba a cambiar. Los olivos dejaban de ser la especie vegetal omnipresente, para dar paso a un paisaje más agreste.
Un nuevo puente, sobre el arroyo del Desgarradero (83 m), y la cercanía de la Laguna Honda, servían como aperitivo al último viaducto en tierras jiennenses: el correspondiente al río Guadajoz (200 m de longitud, y 400 m de altitud).
Este viaducto marca el fin del recorrido de la vía verde del Aceite. A partir de aquí, pese a corresponder a la misma vía, recibe la denominación de Vía Verde de la Subbética. Habíamos recorrido 54’5 km. de vía verde desde Jaén, más un postre de unos 14 km. hasta Alcaudete y de vuelta.
La vía verde de la Subbética tiene algunas sutiles diferencias con respecto a la vía verde del Aceite. La más llamativa de ellas es el diferente estado de conservación del firme: mientras en Jaén es prácticamente perfecto, en Córdoba hay zonas más invadidas de vegetación (aunque nunca llega a interrumpirse el tránsito). El firme, por otro lado, es algo diferente: mucha más grava, casi nada de asfalto, y en ocasiones tierra apisonada. No hay tantas zonas de descanso habilitadas (en Jaén prácticamente cada 2 km. hay una), ni tanta gente recorriendo la vía. Sin embargo, en lo que aventaja este tramo de la vía con respeco al jiennense es en el estado de conservación de las estaciones: mientras que en Jaén prácticamente todas se encuentran abandonadas, en Córdoba todas ellas se encuentran restauradas, y con la mayoría de ellas prestando algún tipo de servicio.
Una vez en Córdoba, destaca por su belleza la laguna del Salobral, que se encuentra a apenas 2 km. del Guadajoz.
Hicimos la segunda parada del día en la estación de Luque (500 m), donde nos relajamos un rato en el bar en el que se ha convertido la estación. No tardamos demasiado tiempo en continuar hasta Zuheros, donde (a la altura de la oficina de Turismo en la que se ha convertido la antigua casilla del guarda del paso a nivel) abandonamos la vía verde para encaminarnos al pueblo. Eran aproximadamente las 20:15h cuando llegamos, en un durísimo ascenso, hasta la plaza del pueblo. Allí se encontraba nuestro alojamiento, en los apartamentos rurales Señorío de Zuheros, magníficamente regentados por Francisco, que además proporciona una charla muy amena sobre la vía verde y la Subbética.
Esa noche cenamos en el Asador los Palancos, paraíso madridista, en el que pudimos degustar una magnífica ensalada con queso de cabra gratinado, queso en aceite, y en mi caso y el de mi padre, un sublime solomillo relleno de jamón, y en el de pablo, de un conejo al ajillo excelente. La lástima es que el precio no fuera tan excelente, pero en fin…
Al filo de la medianoche, antes de acostarnos, Pablo y yo subimos al mirador de los apartamentos, desde donde se contempla una magnífica vista del castillo.
Un bonito cierre de etapa, que no hacía sino adelantarnos algunas estampas de las que disfrutaríamos en la siguiente etapa.
A continuación, el recorrido completo en Google Maps:
Ir a Etapa 2: Zuheros – Puente Genil.
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Ya estamos de vuelta en Córdoba. Han sido dos días en los que hemos hecho unos 150 kilómetros, por vía verde y carretera, sin contar con los trayectos en Andalucía Exprés (Córdoba-Jaén y Puente Genil-Córdoba). Hemos visitado pueblos dentro y fuera de la vía verde, cenado a cuerpo de rey en Zuheros, tenido tiempo para agarrar un mosqueo del quince en Alcaudete, tomar unas tostadas de vicio en Doña Mencía y hacer el tonto a cuenta del pasaporte de las Vías Verdes. Y yo, personalmente, hacer trizas el buje de la rueda trasera de mi bici, que llevaba tocado desde el Camino de Santiago. Y de quemarnos un poco: mi padre los brazos, Pablo el cuello, y yo la cara. Unos días completitos.
Mañana empezaré a colgar fotos y extenderme un poco más.
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