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27 sep 12 Etapa ciclista: Castillo de las Guardas – Cortafuegos – El Pedrosillo (09/09/2012)

El domingo 9 de septiembre volví a salir con mis compañeros de Sevilla. En esta ocasión se trató de una salida considerablemente más multitudinaria que la anterior: asistieron Sergio, que había demostrado un buen estado de forma en la etapa anterior, Rafa, que ese fin de semana se encontraba en Sevilla, Miguel, que se había estado preparando intensamente todo el verano en Granada, su amigo y vecino Ricardo, del Club Deportivo Tussam, y yo. Habíamos escogido realizar la etapa que realizamos -parcialmente- Rafa y yo en 2011.

Empezamos a rodar a las 9:00h, con una climatología que no cabe definir de otra manera que gallega: niebla, frío y humedad. La verdad, magnífico para rodar, pero no hacía sino recordar que el verano iba tocando a su fin. Encaramos la subida de la carretera del radar a un ritmo razonablemente tranquilo, pero que pronto empezó a dejar claro que Miguel iba como una moto, y que Ricardo no se quedaba atrás. Tomamos el desvío del radar y ascendimos por el camino, hasta llegar a la cerca que da entrada a la finca donde se alza. Allí volvimos a encontrar las marcas blancas y amarillas (sendero PR A-320), que nos confirmaron que íbamos por el trazado correcto. Atravesamos la finca, y tras encontrarnos con unas vacas, una guardesa nos confirmó que el camino era correcto, si bien al final de una bajada que teníamos que afrontar el camino discurría por la cerca de la derecha, no por la frontal. Hicimos la bajada, bastante divertida y con un buen nivel de agarre por la humedad, hasta llegar a la citada cerca.

Allí nos encontramos con un guarda que, tras unos intercambios de impresiones algo tensos al inicio, nos indicó el camino a seguir. Al parecer hay mucha gente que salta la cerca de frente, entrando en una finca que -según nos indicaba- es privada y no tiene camino público, discurriendo éste por su alrededor. Al no disponer de datos ni en un sentido ni en otro, y al permitirnos sus indicaciones llegar hasta nuestro punto de destino (Las Minas de El Castillo de las Guardas), fuimos por donde nos indicó. En efecto, en la zona las marcas blancas y amarillas habían desaparecido, pero las cancelas se encontraban abiertas al paso, tal y como el guarda nos había indicado. Pasamos por una zona de dehesa muy interesante, si bien tenía un pequeño problema: la gran cantidad de ganado que pastaba en ella. Tanto fue así que, asustadas por nuestra presencia, las reses poco a poco iniciaron una estampida que llegó a movilizar del orden de doscientas cabezas de ganado. Algo digno de verse, la verdad.

Tras pasar la finca de ganado, llegamos al camino que bordea el cerro que lleva a Las Minas del Castillo de las Guardas, justo a la altura de la fuente escondida (de cuya existencia, en ese momento, no tenía constancia). Entramos en la pequeña aldea, no sin antes detenernos para tomar la primera foto de la jornada, junto a la semiderruida iglesia minera.

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Atravesamos Las Minas y tomamos la carretera de Nerva, para abandonarla poco después camino de la aldea de El Peralejo. Fue una subida por carretera de algo más de 5 kms., en los que Miguel y Ricardo abrieron hueco rápidamente. Viendo que Sergio y Rafa se descolgaban, intenté ofrecerles primero una rueda para que pudieran enganchar, pero al no hacerlo, alcancé a Ricardo y Miguel para informarles de la contigencia. Pero Miguel no parecía por la labor de bajar mucho el ritmo, por lo que decidí acomodarme al suyo. Así pues, acabamos llegando a la par a El Peralejo. Unos minutos después llegaban Ricardo, primero, y Rafa y Sergio, después.

Hicimos un breve descanso, antes de afrontar lo peor. Y es que si la subida por carretera había sido dura, quedaba una verdadera pared de piedra por delante: teníamos que seguir ascendiendo por un muro de piedra, hasta la cima del puerto que tenía por buen nombre Puerto Mortal. Y es que lo era, sin lugar a dudas. Derrapando un poco en la salida logré afrontar el ascenso sin echar pie a tierra, al igual que Ricardo. Los demás sufrieron algo más, sobre todo al levantárseles la horquilla delantera. Y es que la pendiente no era para menos.

A partir de ahí teníamos por delante una bajada por pista pedregosa, primero, y cortafuegos, después. Miguel se llevó un susto en la pista pedregosa, dando con sus huesos en el suelo, sin más percance -por suerte- que magulladuras en los dedos de una mano. Tras ese tramo de pista salimos a un pequeño llano donde la pista se convertía en sendero, antes de dar con un cortafuegos que bajaba directamente hasta el arroyo de Peñas Altas. Un cortafuegos bastante engañoso, porque en su primer tramo no ofrece muchas dificultades, salvo una fastidiosa inclinación lateral, pero que en el tramo final es de los que obligan a bajar sillín y a no tirar demasiado de freno. Afortunadamente bajamos toda esa parte sin problemas.

Nos encontrábamos a esas alturas en una zona minera cercana a Nerva, aunque aún en la provincia de Sevilla. Habíamos cruzado el viejo trazado del ferrocarril minero de Nerva, y circulábamos por un sendero paralelo a la línea eléctrica de la zona norte de Huelva. Era un paisaje lunar, con una vegetación muy escasa, mucha piedra suelta, y grandes cortafuegos que atravesaban los cerros -ellos sí- cubiertos de pinos. Y no nos iba a quedar más remedio que subir por uno de ellos. Y así fue. A base de plato pequeño y piñón grande, Ricardo y yo afrontamos la subida del cortafuegos, que se hizo tremendamente dura. Pero era una subida en dos partes. Una primera pared para destrozarte, un pequeño descanso con descenso, y una segunda pared, algo menos dura que la anterior, que llevaba a la carretera de Nerva. Fue una subida muy dura, pero que afrontamos con calma y a ritmo, y que salvamos sin más incidente que una nueva caída sin consecuencias de Miguel.

Ya en la carretera hicimos una pequeña pausa para reabastecernos. Habíamos realizado la segunda de las cuatro subidas grandes que teníamos en el día, pero aún quedaban otras dos. No era cosa de reventar porque sí. Una vez finalizado el descanso, giramos a la izquierda, en dirección a La Aulaga, por la carretera, camino de nuestro próximo desvío. Recorrimos 1700 metros de carretera, antes de abandonarla por la derecha, por una pista que subía entre replantaciones de pinos por el cerro del Vicario. Allí giramos a la izquierda, camino de una antena de telecomunicaciones, donde nos hicimos una nueva foto. Para esas alturas del día, las nieblas se habían despejado, y el verano se volvía a dejar notar.

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Bajamos desde la antena hasta la carretera C-421, donde giramos a la derecha, en suave bajada. La recorrimos unos 500 metros, para desviarnos a la izquierda por una pista en bajada, que nos habría de llevar a uno de los lugares más bellos de la etapa: la cresta de la Sierra de Chiclana. Recorrimos una pista forestal que nos llevó en descenso por toda la cresta. A nuestra izquierda divisábamos la zona de La Aulaga, con sus plantaciones de pinos, y a la derecha la zona de dehesa del Puerto del Mochuelo. Era una zona espectacular.

Tras llegar al final de la pista, nos encontramos con dos alternativas: bajar hasta la casa del Jabonero por la misma pista que traíamos, y luego rodar por el Camino de los Camellos hasta el río Crispinejo, o bien acortar por un cortafuegos que bajaba por la Loma de la Dehesa directamente hasta el río. Y en vez de actuar como personas con sentido común, bajamos por el cortafuegos.

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Al principio la bajada no era especialmente complicada, era asumible, si bien la inclinación lateral hacía que fuera fácil acabar rodando por el suelo. Sin embargo, la cosa no tardó en ponerse complicada de verdad: una bajada con mucha pendiente, pendiente lateral, piedra suelta y roderas. Sólo Ricardo le echó valor para bajarlo casi entero.

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Tanto Miguel, Sergio y yo lo hicimos prácticamente entero andando. Rafa, por su parte, probó suerte. Pero se olvidó de regular su horquilla delantera en 120 mm. (la llevaba en 90 mm.) de recorrido, y acabó saliendo despedido por encima de la bici, con el resultado de magulladuras en el hombro, las manos despellejadas, y un fuerte golpe en la rodilla. Algo que le marcaría para el resto de la etapa.

Desde allí no teníamos muchas más alternativas. Tomamos una pista en paralelo al río (que se encontraba seco, pero que no dejaba lugar a dudas de que en las cercanías había minas de hierro, por el color óxido de su lecho) hasta dar con el Camino de los Camellos, que tomamos para cruzarlo. Subimos una loma para luego bajar, y tomar a mano izquierda un camino que nos habría de llevar directamente hasta la última parada de nuestra etapa: la aldea de El Pedrosillo. A esas alturas Rafa se estaba resintiendo bastante, por lo que tuvimos que acomodar el ritmo para hacérselo lo más fácil posible.

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Hicimos una última parada a la sombra, antes de afrontar la última subida del día. Se trataba de la misma carretera del radar que habíamos cogido al salir del Castillo de las Guardas, pero por su otra vertiente. Rafa empezó a sufrir sobremanera en esa subida a causa de la rodilla, así que no le quedó más remedio que parar, y pedirme que fuera a buscar su coche para recogerle. Ante ello, empecé a tirar con todo lo que pude para llegar al final de la etapa. Alcancé a Miguel, que se pegó a mi rueda, y ambos subimos a toda marcha hasta rebasar a Sergio y alcanzar a Ricardo, que nos esperaba en el cruce del radar. Allí bajamos los tres a toda velocidad hasta el Castillo, llegando al final de la etapa a las 13:40h, tras más de cuatro horas y media de recorrido. Sin pausa, cogí el coche de Rafa y volví sobre mis pasos, para recogerlo en la carretera de El Pedrosillo. De vuelta al Castillo de las Guardas, Ricardo, Miguel y Sergio nos esperaban en un bar, bebiendo zumo de cebada y comentando los avatares de la etapa que, pese a todo, había sido magnífica.

Los datos de la etapa son los siguientes:

  • Distancia: 39’600 km
  • Distancia (según el GPS): 40’107 km.
  • Tiempo de etapa: 2h 38m 31s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 4h 29m 01s
  • Velocidad media: 15’0 km/h
  • Velocidad máxima: 59’1 km/h
  • Pulsaciones medias: 137 pulsaciones/min
  • Pulsaciones máximas: 180 pulsaciones/min
  • Consumo medio de calorías: 970 kcal/h
  • Consumo máximo de calorías: 1390 kcal/h
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: 2h 57m 39s
  • Consumo total de calorías: 3667 kcal
  • Índice IBP de dificultad: 82AA

Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Castillo de las Guardas – Cortafuegos – El Pedrosillo

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27 sep 12 Etapa ciclista: Guillena – Burguillos – Castilblanco de los Arroyos (02/09/2012)

El domingo 2 de septiembre, y después de una larga temporada sin hacerlo, volví a rodar con mis amigos de Sevilla. Ya se acababan mis vacaciones veraniegas, y una manera como otra cualquiera de ir cogiendo el ritmo de trabajo era salir con compañeros de la oficina, por lo que no dudé en proponer una salida ciclista: finalmente de la oficina sólo acabó viniendo Sergio, aunque Pedro, después de mucho tiempo sin salir a dar pedales, se animó a salir a última hora. No era la etapa que yo hubiera escogido para volver a tomar contacto con la bici, pero ya era demasiado tarde -sábado a última hora de la noche- como para hacer un cambio de planes.

Así pues, quedamos en el polígono El Cerro de Guillena para hacer una etapa entre Burguillos, Castilblanco de los Arroyos y la propia Guillena. Aunque teníamos previsto empezar a rodar a las 9:00h, entre diversos avatares acabamos comenzando a rodar a las 9:35h, por la carretera que va en dirección a Burguillos. Pronto empezó a notarse que Pedro iba a sufrir considerablemente en esta etapa, por lo que procuramos adoptar un ritmo razonablemente relajado. Pero lo tardío de la hora tampoco nos dejaba rodar con toda la tranquilidad que hubiera sido de desear: era un día caluroso, y corríamos el riesgo de achicharrarnos por el sol.

Llegamos a Burguillos pasadas las 10:00h, y prácticamente sin pausa salimos en dirección norte por el camino que lleva a la zona de barbacoas de Burguillos. Allí empezamos la verdadera subida a Castilblanco. Poco a poco el camino se fue haciendo más empinado y el perfil más abrupto. Nos encontramos con un guarda forestal, que nos confirmó que, en efecto, el camino era público y no tenía problemas de paso hasta Castilblanco.

Una vez pasamos una cancela de palos que recordaba bien, empezamos la subida más dura de la jornada. O al menos, la que hubiera sido la más dura. La anterior vez que transitamos por allí era una subida trialera, con un perfil muy quebrado y técnico. Sin embargo, en esta ocasión no presentaba más dificultad que el desnivel, debido a que en fechas recientes alguien había pasado con una niveladora por la zona. Le habían quitado toda la diversión a ese tramo de la pista.

Una vez reagrupados en la cima, afrontamos una subida más suave, preludio de un falso llano que nos acabó llevando a un muro de piedra. Allí giramos a la izquierda, en paralelo al muro. Primero en bajada y luego en una subida exigente, que volvió a hacer que Pedro las pasara canutas. No en balde habíamos ascendido desde los 33 m. de altura hasta los 365 m. en apenas 18 kms.

Por último, acometimos la última subida de la jornada. Realizamos una bajada por piedra, justo antes de llegar a una zona de casa, antesala de la llegada a Castilblanco. Esa bajada -cómo no- dio paso a una fuerte subida, que marcó el punto más alto de la etapa: el Cerro de la Sierra.

Desde allí, bajamos a Castilblanco, y vista la hora, cruzamos el pueblo y tomamos la carretera de descenso hasta Burguillos, hasta alcanzar el desvío de la trialera del Camino de Santiago. Allí, cómo no, me preparé para dar lo mejor de mí mismo, aunque como era la primera vez que mis compañeros de pedaladas circulaban por la zona, afronté el descenso más relajado de que de costumbre. Fue una bajada divertida, como es usual, aunque Pedro, en la parte final, sufrió calambres en ambas piernas, que le obligaron a adoptar un ritmo más tranquilo. Finalmente acabamos bajando por la pista entre olivos para llegar al polígono de El Cerro. Dimos por finalizada la etapa a las 13:15h, aunque disfrutamos de unas revigorizantes cervezas en un bar cercano, antes de dirigirnos a nuestras respectivas casas para disfrutar del G.P. de Fórmula 1.

Los datos de la etapa son los siguientes:

  • Distancia: 37’145 km
  • Distancia (según el GPS): 36’498 km.
  • Tiempo de etapa: 2h 33m 50s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 3h 30m 53s
  • Velocidad media: 14’5 km/h
  • Velocidad máxima: 50’2 km/h
  • Pulsaciones medias: 118 pulsaciones/min
  • Pulsaciones máximas: 171 pulsaciones/min
  • Consumo medio de calorías: 780 kcal/h
  • Consumo máximo de calorías: 1300 kcal/h
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: 1h 33m 29s
  • Consumo total de calorías: 2734 kcal
  • Índice IBP de dificultad: 41BB

Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Guillena – Burguillos – Castilblanco de los Arroyos

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27 sep 12 Etapa ciclista: Santo Domingo – 14% – Los Postes (28/08/2012)

El martes 28 de agosto, ya de vuelta en Córdoba, volví a salir con mis compañeros de aventuras y desventuras ciclistas. Venía pletórico de las etapas malagueñas, por lo cual una salida del club iba a ser algo que no pensaba perderme por nada del mundo. Y encima, teniendo en cuenta que iba a ser una de las salidas más multitudinarias en las que había participado, ya que saldríamos Ángel, Kike, Mané, Javi Aljama, Javi Balaguer y yo.

Salimos del Cámping a las 18:45h. Un poco tarde para lo que teníamos previsto, pero que ayudó a compensar el calor del día. Subimos por la Cuesta Negra para posteriormente enlazar con la subida de Santo Domingo. Abandonamos la carretera a la altura de las Salesas y nos encaminamos hacia el mirador de San José. Sin embargo, nos desviamos por una pista alternativa que pronto nos condujo hasta el comienzo del sendero local de Santo Domingo, a cuya urbanización llegamos a las 19:25h.

Desde allí nos decidimos a subir el 14% por carretera, y para ello, nada mejor que enlazar por la cuesta de “Los Morares” hasta el repetidor de la carretera. Esta vez la subida, al no ir morados, no fue tan divertida, aunque sí igualmente exigente. Kike incluso se marcó la heroicidad de superar el primer tramo de piedra tomando carrerilla y a toda velocidad, algo que no hubiera considerado posible de no haberlo visto.

Una vez en la carretera, empezamos a subir. Poco a poco el perfil fue haciendo criba, y no tardé en encontrarme en cabeza, gracias entre otras cosas a mi querida Larsen TT de 1.9” y al duro entrenamiento que entre Ángel y Málaga había sufrido en las etapas anteriores. Acabamos llegando todos al cruce del 14% al filo de las 20:00h. A esas alturas de la tarde se nos estaban acabando las opciones. La luz empezaba a declinar, y teníamos que decidir rápidamente por dónde bajar. Y tomamos la decisión equivocada: bajar Los Postes.

Tomamos, por tanto, el GR-48 en paralelo a la carretera de los Villares, hasta llegar a las cercanías del club de golf. Allí giramos a la derecha, para ir a la subestación de bombeo del gasoducto, que marca la brutal bajada de Los Postes. Y ahí empezó la debacle. Los especialistas en descenso (Mané, Ángel, Kike), afrontaron la bajada en excelentes condiciones. Ambos Javis lo hicieron con un magnífico aplomo. Y yo, por mi parte, lo hice como pude, hasta que me di cuenta de que me había quedado sin freno trasero. No frenaba: la maneta llegaba hasta el puño, y no disponía más que del freno delantero para no acabar con los dientes en un cucurucho. No me quedaba más remedio que bajar con calma.

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Seguimos bajando por Los Postes hasta tomar el desvío a la derecha que lleva, por una estrecha senda, hasta la Meseta Blanca. Pero en vez de llegar hasta la Meseta, optamos por bajar por una torrentera que conduce directamente hasta el cortijo en ruinas de Barrionuevo (Muros). Sin embargo, tuvimos que hacer una parada inesperada debido a un pinchazo en la rueda trasera de Kike. La tarde empezaba a echársenos encima, aunque nos permitía tener una excelentes vistas del atardecer.

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También aprovechamos para inmortalizar la salida, algo que hasta ese momento aún no habíamos hecho en condiciones:

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Reanudada la marcha, dejamos atrás Muros y bajamos a toda velocidad por la trialera. O al menos a toda la velocidad a la que podíamos ir sin estamparnos en la oscuridad contra un alcornoque, ya que al ir por el fondo de un estrecho valle la luz que aún quedaba del día era considerablemente reducida. Pese a todo, llegamos sin novedad hasta Puente de Hierro, desde donde hicimos la subida por la pista convencional, en donde dí un nuevo arreón, porque, pese a todo, me encontraba pletórico de energía. Desde allí nos dirigimos al Barrio Naranjo, separándonos de Ángel y Kike, que tuvieron que volver a sus casas. Los dos Javis, Mané y yo compramos unas cervezas, y fuimos a mi casa a hacer un tercer tiempo de la etapa, algo que fue tremendamente de agradecer.

Los datos de la etapa son los siguientes:

  • Distancia: 24’27 km
  • Distancia (según el GPS): 23’375 km.
  • Tiempo de etapa: 3h 06m 15s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 2h 24m 30s
  • Velocidad media: 10’08 km/h
  • Velocidad máxima: 33’56 km/h
  • Pulsaciones medias: 135 pulsaciones/min
  • Pulsaciones máximas: 176 pulsaciones/min
  • Consumo medio de calorías: 950 kcal/h
  • Consumo máximo de calorías: 1350 kcal/h
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: 2h 14m 53s
  • Consumo total de calorías: 2935 kcal
  • Índice IBP de dificultad: 93CA

Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Santo Domingo – 14% – Los Postes

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26 sep 12 Etapa ciclista: Sabinillas – Carretera de Casares – Arroyo de la Vieja – Baños de la Hedionda (26/08/2012)

Tras la excelente etapa que había realizado dos días antes, no pude menos que volver a coger la bici para seguir descubriendo caminos por la zona de Manilva. En esta ocasión, con la idea de terminar en los baños de la Hedionda, escogí realizar un recorrido circular que me acercaría hasta Casares, para descender posteriormente al arroyo de la Vieja, y desde allí subir a la Sierra de la Utrera, para bajar por la cantera hasta los baños, y posteriormente volver a Manilva. Y aunque esas eran mis intenciones, no fue en realidad el recorrido que efectué, algo de lo que me alegro enormemente.

Salí de Sabinillas a las 8:25h por la autovía hasta la cercana Marina de Casares, desde donde tomé la carretera de Casares. Inicié una larga subida de 9 kilómetros por carretera de montaña, rectilínea al comienzo, pero que poco a poco iba empezando a hacerse sinuosa. Aunque no se advertía, en algunos momentos se llegaban a alcanzar pendientes del 16%, lo que da una idea de la dureza del ascenso. Dureza que se veía compensada con unas impresionantes vistas de Sierra Bermeja, a la izquierda, y de una zona de alcornocales, a la derecha.

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Tras 9’5 kms de subida, llegué a unos contenedores que marcaron el comienzo de una pista, señalizada con marcas blancas y verdes, que indicaban un sendero local que bajaba hasta los molinos del arroyo de la Vieja. Aunque sufrí un par de equivocaciones en el cruce, pronto pude seguir el camino. Inicié un rápido descenso que me llevó hasta el cruce con la Colada de Estepona, lugar en donde había unas excelentes vistas de toda la zona, pudiendo incluso contemplarse Gibraltar y el norte de África en lontananza.

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A partir de este punto la señalización era doble: tanto marcas blancas y verdes como blancas y amarillas, lo que daba lugar en algunos puntos a una señalización bastante sorprendente:

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El camino poco a poco se fue transformando en una senda estrecha y pedregosa entre fincas, hasta llegar, desde una zona bastante seca (dado lo avanzado del verano) a un sorprendente vergel, cercano al restaurado Molino de Arriba, donde el Arroyo de la Vieja caía en forma de cascada. Un auténtico regalo para los sentidos.

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Poco más adelante se llegaba al mencionado molino harinero, cuyo azud había sido restaurado recientemente, con lo que el agua del arroyo atravesaba el edificio. Por desgracia, éste se encontraba en estado ruinoso en su interior, comido de vegetación, y con las piedras de moler inutilizadas.

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Una vez pasado el molino la senda que venía siguiendo se convertía en un camino empedrado que se dirigía hacia Casares. Una vez pasada una cancela de palos, encontré algo que me hizo cambiar el rumbo de la etapa:

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Y es que Casares dispone de una excelente señalización de senderos en su entorno, lo que permite combinar etapas de una manera harto flexible. Una auténtica maravilla. Y pese a que mi objetivo era remontar la Sierra de la Utrera para llegar a la carretera de Gaucín, encontré una señalización de sendero local (SL-10, para ser exactos), que llevaba directamente a mi objetivo último: los baños de la Hedionda. No necesitaba más. Abandoné el PR-A 162 para seguir el SL-10.

La señalización del SL-10 no se puede calificar más que de excelente. Descendí de nuevo hacia la fábrica de San Pablo, y siguiendo las marcas blancas y verdes, continué en paralelo al arroyo Tocón, hasta llegar a una verja que antecedía a un pequeño prado comido de vegetación. Allí sufrí un despiste que me hizo seguir recto, cuando el sendero describía un brusco giro a la izquierda y en fuerte ascenso, aunque por suerte pronto me percaté del error. Aun así, esto me permitió contemplar unas increíbles vistas de Casares:

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Seguí avanzando en paralelo al valle, si bien subiendo y bajando laderas, y pasando junto a cortijos y antiguos molinos. En esta zona también encontré el comienzo de una de las obras hidráulicas de la Edad Moderna más conocidas de la zona: el puente-acueducto de los baños:

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La zona era un auténtico vergel, con un arroyo que daba un gran frescor a la zona, y proporcionaba una abundante vegetación, lo que se agradecía, dado que el sol estaba empezando a apretar. Sin embargo, a medida que me dirigía hacia el sur pude observar el dramático cambio en la vegetación y en el paisaje: poco a poco iba entrando en una zona kárstica, con abundancia de roca caliza y vegetación de tipo arbustivo.

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La cosa se iba complicando. De hecho, pronto la pista se convirtió en un sendero, y poco después en una trialera de las que hacen época:

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Pero por nada del mundo me hubiera perdido algo así:

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Seguí descendiendo, hasta volver a bajar hasta el mismísimo cauce del río Manilva, donde de nuevo volvió a sorprenderme el cambio de vegetación que estaba experimentando cada poco tiempo:

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Una vez más (y no sería la última) iba a tener que vadear un curso de agua. Pero este valió especialmente la pena. Me pregunto cómo será la zona en épocas más lluviosas:

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Seguí descendiendo, sin perder nunca de vista el río Manilva, y siguiendo las marcas, que volvían a ser simultáneamente blancas, verdes y amarillas. En un momento una casa privada había invadido el margen derecho del río, por lo que se hacía obligado cruzar al margen izquierdo por una zona muy pedregosa, y con las marcas algo perdidas, pero sabiendo que no había que perder el cauce, no había mayor problema.

Así pues, poco a poco se fue abriendo de nuevo el valle, hasta dar con una zona con unas sorprendentes edificaciones, aparentemente destinadas a aprovechar algún afloramiento de agua cercano a los baños de la Hedionda, en cuyas cercanías me encontraba ya:

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En este punto el sendero se había hecho sumamente estrecho, de tal manera que decidí subir a una pista que corría en paralelo al sendero, y que llevaba a una finca. Pero llegado a las ruinas, volví a recuperar el sendero. Y así, acabé llegando a los baños de la Hedionda. Pasaban cinco minutos de las once de la mañana, y llegaba sudoroso, lleno de arañazos y cubierto de semillas de plantas espinosas, recuerdo de mi despiste en el prado anterior. Los baños se encontraban llenos de gente, que me vieron aparecer como si fuera un aparecido. Sin mediar palabra, y ante la sorpresa generalizada de los allí presentes, me introduje en el recinto de los baños, aparqué la bici, me quité todos los aditamentos ciclistas salvo el culotte, y me introduje en las refrescantes -aunque malolientes- aguas de los baños de la Hedionda. Fue sin lugar a dudas el mejor momento de toda la etapa, y uno de los mejores de todas mis experiencias ciclistas. Casi habría sido capaz de volver a empezar todo el recorrido, de lo fortalecido que salí de las sorprendentes aguas turquesas.

Una vez refrescado, recompuse mi indumentaria y me dispuse a dar por finalizada la etapa. Tomé el camino que pasa bajo la autopista, y volví a Sabinillas por carretera. Llegué a la urbanización al filo de las 11:30h. Sin lugar a dudas, había sido una de las mejores etapas de todo el verano, y eso que el verano de 2012 estaba siendo pródigo en etapas excelentes.

Los datos de la etapa son los siguientes:

  • Distancia: 25’2 km
  • Distancia (según el GPS): 24’699 km.
  • Tiempo de etapa: 2h 04m 15s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 2h 59m 28s
  • Velocidad media: 12’4 km/h
  • Velocidad máxima: 40’1 km/h
  • Pulsaciones medias: 133 pulsaciones/min
  • Pulsaciones máximas: 168 pulsaciones/min
  • Consumo medio de calorías: 930 kcal/h
  • Consumo máximo de calorías: 1270 kcal/h
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: 2h 12m 48s
  • Consumo total de calorías: 2742 kcal
  • Índice IBP de dificultad: 68BA

Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Sabinillas – Carretera de Casares – Arroyo de la Vieja – Baños de la Hedionda

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26 sep 12 Etapa ciclista: Sabinillas – Baños de la Hedionda – Canuto de la Utrera – El Secadero – La Duquesa (24/08/2012)

El 24 de agosto, aprovechando que estaba pasando unos días con mis padres en la provincia de Málaga, me decidí a rodar un poco los aquellos lares. Era algo que llevaba tiempo con ganas de hacer, sobre todo porque la zona en la que tienen su piso (Manilva) es pródiga en zonas montañosas, y presentaba bastantes alicientes para salir a rodar. Así pues, me hice en wikiloc con un recorrido que parecía bastante apañado, y salí de buena mañana a rodar. Dado que no había llevado ninguna bici para Málaga, utilicé mi vieja bici de montaña, que hace años había cedido a mi padre y que él, tras haber recibido como regalo de reyes una nueva bici de doble suspensión, había llevado para Manilva.

Así pues, salí a las 8:20h desde San Luis de Sabinillas en dirección noroeste, hacia los famosos baños sulfurosos de la Hedionda, de origen romano. El penetrante olor a huevos podridos de la zona no dejaba lugar a dudas que de que me encontraba cerca de los baños, como en efecto así era. No tardé mucho en llegar hasta ellos, y quedarme impresionado -además de por el pestilente olor- por el color turquesa de las aguas del manantial. Sería cuestión de repetir la visita en otro día.

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Mi idea original, una vez vistos los baños, era volver sobre mis pasos para subir por la carretera de la cantera de La Dehesilla y llegar a los aerogeneradores, para luego bajar en dirección a El Secadero. Sin embargo, camino de los baños me encontré con una sorpresa: un impresionante tajo en la montaña… ¡con indicaciones de sendero local!

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Se trataba del sendero del Canuto de la Utrera, que es como se conoce a dicho camino. Se trataba de un sendero de apenas 2 kms. que ascendía directamente hasta los aerogeneradores, pasando por una interesantísima zona kárstica, en vez de por una carretera llena de camiones de cantera. Sería del género tonto no ir por él, ¿verdad?

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Pues no. Era del género idiota meterse por él con bici. Aunque el paisaje era espectacular, y el sendero una auténtica preciosidad, apenas era ciclable unos centenares de metros. El resto del trayecto transcurría subiendo por pedregales, el lecho del arroyo del Canuto, y salvando peñascos de varios metros de altura. Y eso cuando no había que hacerlo todo al tiempo.

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Tan dura fue la subida que tardé 35 minutos en hacer apenas 900 metros de subida. Y casi todo el tiempo con la bici al hombro. Pero aun así, mereció la pena. :mrgreen:

Pasada la zona más complicada acabé llegando a una zona en la que el valle abría considerablemente. En ella se habían realizado prospecciones petrolíferas en los años 70, y quedaban como restos de ellas una especie de piscinas de áridos, además de un camino razonable para salir de la zona. Alcancé la carretera a las 9:40h.

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Una vez en la carretera de Gaucín, tan sólo tuve que cruzarla para tomar la pista de descenso del barranco de la Zarabanda. Es una zona que se encuentra perfectamente señalizada por el ayuntamiento de Casares, del que forma parte. Así, pasando por una zona con un sorprendente alcornocal y unas vistas espectaculares, llegué sin demasiados inconvenientes a la Vereda de los Pescadores, asfaltada en esa zona.

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Seguí por esa carretera en dirección sur hasta alcanzar la aldea de El Secadero, último punto habitado por el que iba a transcurrir antes de volver a bajar a la costa de Málaga. Pero antes de ello no me quedaba más remedio que volver a ascender los montes que me separaban del mar. Crucé El Secadero en dirección este, por su calle principal, y no tardé mucho en salir de la aldea. En poco tiempo terminó el camino asfaltado y empezó una pista de tierra que poco a poco fue ganando en pendiente. El calor a esa hora había empezado a aumentar, y mis reservas de agua estaban empezando a menguar peligrosamente. Ya me temía lo peor cuando, para mi sorpresa, di con dos manantiales de agua en plena subida. ¡Y con un agua fresca y de sabor excelente!

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Era algo tan absolutamente sorprendente que no pude menos que pararme a inmortalizar el momento y a refrescarme en tan sorprendente regalo de la naturaleza. Una vez hecho esto, seguí subiendo, hasta alcanzar un altiplano en las cercanías del Cortijo de los Pinos. El cortijo tenía el nombre excelentemente puesto, ya que pasé a encontrarme en una zona de pinos y dunas que no dejaron de recordarme a los existentes en las cercanías de Aznalcázar, camino de El Rocío. Y como no podía ser menos, la arena era igualmente fastidiosa.

Por suerte para mí, la ruta que estaba siguiendo abandonaba esta pista arenosa poco después del cortijo, para emprender un divertido descenso por una zona trialera bastante divertida, que pronto me acabó llevando a las cercanías de la autopista, bajo la que tuve que pasar. A partir de ahí, el camino volvió a una dinámica de pista ancha, alternando subidas y bajadas en los cerros de El Alcorrín. Finalmente acabé bajando a Martágina bordeando una urbanización llamada Princesa Cristina, y pasando por la zona de la Duquesa Alta, parcialmente urbanizada por una urbanización abortada por la crisis inmobiliaria.

Una vez llegado a la autovía, la crucé para entrar en Martágina. Desde allí el camino no tuvo más interés que el seguir avanzando en paralelo a la costa, cruzando el Puerto de la Duquesa hasta volver a San Luis de Sabinillas, a donde llegué a las 11:35h. Una magnífica etapa que no hizo sino abrirme más el apetito de rodar por la zona.

Los datos de la etapa son los siguientes:

  • Distancia: 30’5 km
  • Distancia (según el GPS): 32’613 km.
  • Tiempo de etapa: 2h 07m 16s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 3h 10m 12s
  • Velocidad media: 14’4 km/h
  • Velocidad máxima: 44’7 km/h
  • Pulsaciones medias: 136 pulsaciones/min
  • Pulsaciones máximas: 172 pulsaciones/min
  • Consumo medio de calorías: 960 kcal/h
  • Consumo máximo de calorías: 1310 kcal/h
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: 2h 28m 25s
  • Consumo total de calorías: 3006 kcal
  • Índice IBP de dificultad: 88BA

Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Sabinillas – Baños de la Hedionda – Canuto de la Utrera – El Secadero – La Duquesa

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