Ya se ha abierto la veda. El mayo festivo cordobés ha empezado cronológicamente (ya que oficialmente -entiéndase oficialmente como actos festivos promovidos por alguna autoridad- empezó a finales de abril con la romería de Santo Domingo), y lo ha hecho fuerte: con las cruces, y todo lo que conlleva.
Ayer vinimos desde Sevilla (con su inevitable fin de fiesta del mes de abril en forma de feria -¡nos están pisando el mes de mayo!) a pasar el mini-puente con los amigos y la familia, y como no pudo ser menos, nos encontramos en las cruces. Tuve la oportunidad de encontrarme con amigos que no veía hace meses, de acompañar a visitantes de más allá de Despeñaperros por las intrincadas calles de Córdoba, e incluso pude llevarme la sorpresa de tropezarme con viejas amistades con las que hacía años que no compartía risas e intimidades. Porque Córdoba, pese a todo, no deja de ser un enorme patio de vecinos.
Y hoy, claro, más. Aunque quizás haya una parada técnica en algún garito de grato recuerdo.
La pena es que no voy a poder coger la bici. Aún no le he reparado (o llevado a reparar) los desperfectos que sufrió tras el recorrido de las vías verdes, por lo que no voy a poder dar pedales por la Sierra, algo que ardo en deseos de hacer.
En cuanto al mayo festivo, aún no ha hecho sino empezar. En próximas semanas tendremos los patios, la Cata (este año espero no hacer tanto el tonto con el catavinos), y por supuesto, la feria.
Y luego, una boda. Porque ya vamos teniendo una edad (así como nuestros allegados), y las primeras comuniones nos quedan ya muy lejos. De los bautizos no digo nada, porque lo que los provoca tiene pinta de ser algo contagioso…
Este mes va a ser muy duro… ^_^
Hace algún tiempo escribía cómo me había quedado sin el catavinos de la Cata de este año 2008. Es un pequeño ritual personal, voy a la Cata, consigo mi catavinos, y compro una botella de Pedro Ximénez de Bodegas El Gallo. Pero este año no pude ir, y mi hermana tuvo un despiste y no pudo conseguirme el catavinos.
El caso es que estuve intentando conseguirlo de mil maneras: importunando a los amigos, yendo a las Bodegas El Gallo para ver si tenían alguno, escribiendo al Consejo Regulador, e incluso llamando por teléfono y yendo a las Caballerizas (donde antes estaba la oficina del Consejo Regulador en Córdoba)… Pero nada, no había suerte. Y lo que son las cosas, cuando ya lo había dejado por imposible, sonó la flauta: un contacto de trabajo en una consejería en la que desarrollo un proyecto es de Córdoba, y su padre posee una bodega de Monturque. Así que, comentándolo, se ofreció a intentar averiguarme uno. Helo aquí:
Así que, pese a todo, mi colección no se va a quedar coja. ¡Muchas gracias, Víctor!
Tengo desde hace algunos años la costumbre de coleccionar los catavinos de la Cata del Vino Montilla-Moriles que se celebra anualmente en la capital cordobesa. No es algo demasiado obsesivo, y sólo tengo los catavinos desde la primera cata a la que fui en adelante. No me faltaba ni uno, hasta este año. No pude venir a Córdoba y le encargué a mi hermana que me lo consiguiera, junto con la preceptiva botella de Pedro Ximénez de las Bodegas El Gallo, lo que es un pequeño ritual personal. Sin embargo mi hermana no pudo conseguírmelo, ya que por un despiste al programar la alarma del móvil, cuando fue a la Cata, domingo por la tarde, nueve de la noche, aquélla ya había terminado. Así que tengo un lunar en la colección.
Cruzando correos con amigos, intentando conseguir -de manera infructuosa hasta este momento- un catavinos, mi buen amigo Jose me echaba en cara que lo intentara conseguir sin haber estado en la Cata. “No mereces tener en la colección un catavinos del que no hayas bebido tú personalmente en la Cata”, me decía. Quizás no le falte razón, pero desde el punto de vista de la estética me sigue haciendo falta un catavinos. Y, como suele pasar con las colecciones, la razón no tiene mucho que decir frente a la emoción.
Ayer, después de un tiempo sin verle en persona, le comentaba entre risas el correo en cuestión, y mientras él se reafirmaba en sus palabras, yo le echaba guasa al asunto, y seguía lamentándome en broma por mi catavinos perdido. Pues bien, ni corto ni perezoso, de buenas a primeras me sacó un catavinos -sucísimo, por cierto- de no sé donde y me lo entregó, mientras me decía que me consolara con un catavinos de la Feria, ya que no había podido conseguir uno de la Cata. Y aquí lo tenemos:
No será un catavinos de la Cata, pero me lo ha regalado un buen amigo. Y eso para mí tiene mucho más valor. Es por ello por lo que el Catavinos de la Feria va a entrar con todos los honores dentro de mi colección.
P.D.: Pese a ello, sigo buscando un catavinos de la Cata 2008. Estaría muy agradecido si alguien pudiera indicarme cómo conseguir uno.
Hoy he estado en la XXIII Cata del Vino Montilla-Moriles. Este año la han cambiado de sitio, de los aparcamientos de la Diputación Provincial a un terreno baldío que hay Por segundo año los han emplazado en los llanos del Pretorio.
La verdad, no soy muy buen sumiller, no bebo demasiado vino y, aunque me resulta agradable, no soy un gran entusiasta. Salvo por una excepción: el Pedro Ximénez. Soy un devoto de este vino dulce, obtenido de la pasificación de la uva del mismo nombre.
Es ya una tradición: voy a la Cata a conseguir el catavinos del año (éste el motivo es el Año del Flamenco), y con todos los boletos me dirijo al puesto de las bodegas El Gallo a por mi botella de Pedro Ximénez, que me ha de durar, culín a culín antes de las comidas junto a una tapa de buen queso añejo, un par de meses. ¿Por qué de las bodegas El Gallo? Bueno, es un buen Pedro Ximénez joven, y se nota muchísimo la pasa; además, tiene poca graduación alcohólica (10% vol), y es muy agradable de beber.
Lo dicho: si tienes oportunidad, vente por Córdoba este fin de semana: tocan Cata y Concurso de Patios. Mañana hablaré de esto último.
Editado: Me apunta mi amigo Pedro que ya el año pasado se celebró en el Pretorio; claro, el año pasado me pilló en Sevilla y no pude ir (envié a mi hermana a por el catavinos y la botella), así que ni me enteré. Pues nada, nada, rectifico gustoso.