Siempre me ha gustado mucho la niebla. Tiene algo mágico que es capaz de transformar el paisaje cotidiano en algo nuevo, sorprendente. Un nuevo entorno en el que no sabes qué puede llegar a suceder, porque la lechosa bruma que todo lo envuelve evita que puedas hacerte a la idea de qué es lo que te está rodeando.
La niebla, además, tiene una especial particularidad en las ciudades: es capaz de hacerlas aún más bellas para el observador atento. La niebla matiza imperfecciones y con su húmedo velo oculta desperfectos. Además, al reducir el campo de visión, fuerza al espectador a buscar aquello que, de alguna manera, sabe que está ahí, pero que no puede percibir. Y cuando, por fin, es capaz de hacerlo, siempre le revela algún nuevo aspecto insospechado.
Hace más o menos un mes sufrí una revelación. Todas las mañanas cruzo el parque de María Luisa para ir al trabajo, en bici. Esa mañana había una densa niebla. Crucé la verja y me dirigí en dirección al Pabellón Mudéjar. Entonces lo sentí: era exactamente la misma sensación. Esa humedad, ese frescor, ese peculiar olor, esa niebla que lo envolvía todo. Por un momento me sentí transportado a los bosques gallegos que atravesaba en los pasados veranos en las primeras horas de la mañana, para aprovechar el frescor. Tenía narices, la cosa: tenía en enero en Sevilla las mismas sensaciones que en una fraga gallega en pleno julio.
Y tras ello, vino la impresión visual. Era tremendamente hermoso. Tuve la enorme fortuna de poder contemplar durante todo mi recorrido una ciudad completamente diferente. Si bien Sevilla tiene rincones preciosos, éstos se multiplican tanto en cantidad como en calidad cuando hay niebla. Y lo que más me mortificaba era no disponer de una cámara para intentar plasmar algo de esa belleza.
Hace unos días volvió a haber niebla. Y esta vez iba preparado. Llegué tarde al trabajo. Pero era algo por lo que merecía la pena llegar tarde. He aquí algunas de las fotos:
El parque de María Luisa, junto al Pabellón Mudéjar
La Torre del Oro
Un recinto de algo que se parece al water-polo en el Guadalquivir
Puente de Isabel II desde el Monumento a la Tolerancia
Puente a ninguna parte (Pasarela de La Cartuja)
El Arianne
fotos mu chulas yuri
Me alegra que te gusten, Mr. Corso. Un par de días después volvió a haber niebla, e incluso una niebla mejor; la “niebla perfecta”, vaya. Cuando cruzaba la pasarela en dirección a La Cartuja ya estaba en parte levantado el banco, por lo cual el monasterio se veía entre dos luces, y con las chimeneas rompiendo jirones de niebla. Espectacular. Pero ese día no llevaba cámara.